viernes, 25 de octubre de 2013

La Cueva de los Siete Cerrojos de Toledo

Las "Cuevas de Hércules" rodeadas de misterios y leyendas, resumen en cierto modo la tradición "subterránea" de Toledo.

La tradición dice que este lugar fue labrado por Tubal o Hércules el Egipcio y sería la cátedra secreta desde la que el propio Hércules enseñaba las ciencias ocultas. 

Se decía que en esas cuevas había figuras o pinturas escondidas antes de la llegada de los árabes, cuyo desvelamiento acarrearía grandes males.

En estas cuevas se sitúa también el tesoro que encuentra el joven judío del manuscrito de Roso de Luna, por sólo poner algunos ejemplos.

Las cuevas se encontraban bajo la iglesia de San Ginés, hoy desaparecida. Además hay otros subterráneos en las cercanías, como los de la casa Navarro Ledesma, 1, y los de Hacienda. Bien pudiera ser que todos estos subterráneos fueran refugios iberorromanos, constituyendo una especie de ciudad refugio comunicada por pasadizos.



La tradición de las pinturas escondidas podría referirse a que las cuevas se usaron como templo pagano en el que estatuas paganas siguieran recibiendo culto secreto después de ser oficial el cristianismo en Toledo; las estatuas estarían escondidas para protegerlas de la ola iconoclasta que seguramente patrocinó el cristianismo, ya que no se han encontrado apenas estatuas romanas en la ciudad. 

Posteriormente, podrían haber sido utilizadas como refugio por los cristianos perseguidos por los árabes y, luego, por los árabes y judíos perseguidos por los cristianos. Las últimas excavaciones han demostrado por fin que realmente estas cuevas formaban parte de las cisternas del abastecimiento romano de Toledo, como observamos en la fotografía adjunta a este texto.

Además de la tradición hermética de Hércules y los tesoros escondidos (leer: El Palacio Encantado de Toledo (I)), esta cueva posee vinculada a ella otra tradición importante, referida al último rey godo, don Rodrigo, y la caída de España en manos árabes (leer la leyenda: La Cava). Estas cuevas eran el recinto misterioso cuyo ingreso estaba prohibido a los mortales y cuyo desvelamiento acarrearía grandes males.

El rey don Rodrigo se atreve a entrar y con ello arrastra a la ruina a su país, que se verá invadido por los árabes. Esta tradición la recoge un personaje tan pintoresco y ajeno a Toledo como es el Marqués de Sade. En sus Crímenes del Amor recoge un cuento alegórico que titula "Rodrigo o la torre encantada", en la que el divino marqués da su versión libre y fantaseada, pero bellísima:

"Mientras el peligro aumenta, el desgraciado monarca está en vísperas de ser echado del trono; se acuerda entonces de un monumento antiguo que hay por los alrededores de Toledo, el que llaman la Torre Encantada; la opinión vulgar cree que está llena de tesoros; el príncipe corre a ella con el propósito de aprehenderlos; pero no es posible entrar en el tenebroso reducto.

 Una puerta de hierro provista de mil cerraduras le impide tan bien el paso, que ningún mortal ha podido todavía penetrar en ella. En lo alto de esta puerta terrible se lee en caracteres griegos: No te acerques si temes a la muerte. Rodrigo no se asusta por esto: se trata de sus Estados, toda esperanza de encontrar fondos está perdida absolutamente: manda romper las puertas y sigue adelante."

El rey, tras cruzar varias salas con las más horrendas y dantescas visiones, penetrará en los mismísimos infiernos, donde habrá de seguir su búsqueda por lagos inflamados y ríos de fuego, volcanes sangrientos, llanuras gélidas pobladas de gigantes..., hasta obtener por fin el tesoro apetecido. Pero los árabes ya están invadiendo todo su reino y un guerrero lo abate, que resulta ser “Florinda la Cava”, (Leer La Cava).



Tan fuerte era la creencia, al acabar la Edad Media, en las cosas infernales que sucedían en los subterráneos toledanos y los monstruos que los habitaban, que el cardenal Silíceo mandó practicar un reconocimiento en las Cuevas de Hércules en 1546. Los exploradores se internaron con antorchas en los subterráneos de San Ginés; pero aparecieron demacrados y contando tan terribles historias que la extraña cueva se tapió; este suceso fue registrado en los anales toledanos.

Hasta 1839 no se intentó otro reconocimiento de la cueva, a raíz de la demolición de la iglesia de San Ginés. El vizconde de Palazuelos dice en su “Guía”, escrita en 1890:

«Una vez en el solar, vimos en el suelo, a la izquierda, un cuadrado boquete, ingreso de la cueva, recinto casi lleno actualmente de escombros que no impiden, sin embargo la entrada, ni hacerse cargo de lo que queda descrito. Formada por bóvedas de piedras paralelas y, semicirculares de indudable fabricación romana, unidas por arcos prácticamente cerrados. En los extremos de la estancia hay ciertos boquetes o puertas tapiadas que, sin duda, comunican con alguna bóveda inmediata.”

En la actualidad, se puede descender a esta cueva gracias a la labor realizada por el equipo de Arqueólogos del Consorcio Ciudad de Toledo y el Ayuntamieno. Allí podrá observar los intentos de perforación que durante estas "visitas" se hicieron para descubrir hasta dónde llegaba la supuesta cueva. En enero de 2010 la cueva ha sido reabierta, con una nueva restauración para el disfrute de toledanos y turistas.


Hay otros sótanos famosos en Toledo. Los de la Casa del Greco, por ejemplo. La casa del Greco fue levantada el siglo pasado en lo que fueran casas de Samuel-ha-Leví. el judío tesorero de don Pedro el Cruel. Se decía que Samuel escondía en aquellos sótanos infinitas riquezas y el rey le pidió que se las entregase. Como el judío se negó, el rey le arrojó a la cárcel y le sometió a terribles tormentos: «Si don Samuel me diera la tercia parte del más pequeño montón que aquí está, yo no le mandara atormentar. “E dexose morir sin me lo decir!» Exclama el cruel don Pedro cuando se apodera de las 170.000 doblas, 4.000 marcos de plata, 125 arcas llenas de paños de oro y seda y muchas joyas ocultas en aquellos subterráneos...

Posteriormente, la casa fue entregada por Enrique IV a don Juan Pacheco, marqués de Villena (ver leyenda), y comenzó a conocerse como "casa o palacio de Villena". Se decía que en ella vivió don Enrique de Aragón, llamado impropiamente marqués de Villena, y que utilizó esos subterráneos para sus brujerías y nigromancias, viéndose al filo de la media noche resplandores amarillentos que surgían de los subterráneos, al tiempo que se oían cadenas y choque de cristales y redomas, aunque lo cierto es que de haber habido algo, la cosa no pasaría de simples experimentos de alquimia. Luego el palacio se arruinó y los subterráneos fueron cobijo de mendigos, hasta que se construyó la casa y se creó el museo del Greco.

Los subterráneos son muy amplios, en rampa, y con siete pisos, se decía, aunque en realidad no tienen más que tres plantas. Hay dos grupos: unos que pudieron ser caballerizas y a los que se entra por el zaguán y otros a los que se entra por el jardín y que son los más profundos. El turista puede ver una pequeña parte a través de las rejas. Recientemente, se ha descubierto un paso subterráneo que los comunica con la vecina sinagoga del Tránsito. Hay otras casas en el paseo del Tránsito cuyos sótanos poseen galerías que descienden hacia el río.



Sótanos parecidos a éstos de la casa del Greco son los del convento de San Clemente. Construidos con toscas bóvedas de medio cañón y muy amplios. Debieron servir como almacén de las rentas que cobraba el convento en especies. También muy importantes son los sótanos del Alcázar, pero estos requieren mención aparte. Su estructura actual data del renacimiento; pero ciertamente ya debieron existir antes. Servían de cuadras y caballerizas y a ellos se accedía por la cuesta del Alcázar, a través de la puerta de Carros. Estos sótanos eran visitados hasta hace no muchos años por el turista evocando la dura batalla allí librada durante la Guerra Civil, y en la habitación de los aljibes, por ejemplo, se pueden apreciar los diversos pisos.

También eran cuadras y alojamientos de caballerías los sótanos del palacio de Fuensalida, hoy dispuestos para alojar turistas convertidos en cafetería. En general, y con el auge del turismo los sótanos se despueblan de telarañas, murciélagos vampiros, duendes, monstruos o tesoros escondidos y aparecen de la noche a la mañana convertidos en cafeterías, discotecas, mesones, salas de arte, etc. Ese destino han seguido sótanos que antaño infundían pavor y que ahora son locales de diversión en el callejón de la Sillería, de Zocodover... Pero todavía quedan muchos otros por Toledo, como los de la casa de los Rojas, Escuelas Núñez de Arce, por San Miguel el Alto... Y quien sabe si con grandes tesoros.

Fuente: Leyendas de Toledo









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