viernes, 17 de enero de 2014

Alfonso Carrillo, arzobispo, político y alquimista

El arzobispo de Toledo Alfonso Carrillo, fué uno de los principales protagonistas de la vida política y eclesial de su época, no sólo en Castilla, sino dentro del conjunto de los diversos reinos en los que se dividía la península a mediados del siglo XV. A falta de una buena biografía, tomo los datos, que resumo, de las obras señaladas al final.

Espero con ello ayudar a divulgar una figura que me parece realmente atractiva, aunque para entenderla es preciso no hacer valoraciones desde nuestra mentalidad actual, sino considerarla dentro del ambiente de su época, en el que algunas actuaciones del prelado, que a nosotros nos desconciertan, eran o bien toleradas o bien aceptadas ampliamente.

Alfonso Carrillo de Acuña nació en 1412 en Carrascosa del Campo, Cuenca, hijo de Lope Vázquez deAcuña, caballero de origen portugués y de Teresa Carrillo de Albornoz, señora de Buendía y Azañón, a su vez sobrina del obispo de Sigüenza y cardenal de San Eustaquio, Alfonso Carrillo, junto al cual se educó, en Roma, desde los once años.

Tras la muerte de su tío, en 1434, fue nombrado protonotario apostólico, permaneciendo en Roma, bajo el pontificado de Eugenio IV.

Al ser nombrado obispo de Sigüenza regresó a Castilla. Antes, el rey Juan II de Castilla, padre de Enrique IV y de Isabel la Católica, le designó en el segundo puesto entre los miembros de la embajada que envió al Concilio de Basilea. En esta ciudad, Alfonso Carrillo vio claro que si se pudieran unir las coronas de Castilla y Aragón, resultaría una "nación hispánica" de gran porvenir.

Retrato de Alfonso Carrillo en la Sala Capitular de la Catedral de Toledo

Durante su episcopado seguntino, Carrillo demostró ser un prelado espléndido, que favoreció de un modo extraordinario al cabildo de la catedral. A los 34 años fue preconizado arzobispo de Toledo, sede primada del reino, que rigió durante treinta y cinco años.

 Era Toledo el arzobispado más rico y uno de los más extensos de la península; desde allí, Carrillo pudo desarrollar la que era su gran vocación, la política, dirigiendo la tendencia pro-aragonesa.

Tras la muerte de don Álvaro de Luna (otro personaje muy interesante), del que era pariente, se movió en la órbita de su sobrino, Juan Pacheco, marqués de Villena, favorito de Enrique IV. Más tarde apoyó la causa del infante don Alfonso, siendo uno de los promotores de la "farsa de Ávila" en la que se destronó en efigie al rey Enrique IV.

A la muerte de don Alfonso sostuvo los derechos de la infanta Isabel, siendo el promotor principal de su matrimonio con Fernando de Aragón, matrimonio que celebró en Valladolid, y para el que falsificó la bula pontificia. 

Pero desengañado con los príncipes, a los que no pudo manipular, se apartó de ellos en 1470, amargado, además, por no haber sido nombrado cardenal, concesión que recayó en quien más tarde sería su sucesor en Toledo, Pedro González de Mendoza.

A la muerte de Enrique IV se pasó al bando de su hija Juana, a la que tanto había contribuido a denigrar (se consideraba que Juana, apodada "la Beltraneja", no era hija del rey, sino del que fue algún tiempo su favorito, Beltrán de la Cueva). Tomó parte en la batalla de Toro, en la que el triunfo de los Reyes Católicos les aseguró la corona castellana.

Perdonado por los reyes, se retiro a Alcalá de Henares, que pertenecía al arzobispado toledano, y allí murió, el 1 de julio de 1482, siendo enterrado en la Iglesia Magistral, en un magnífico sepulcro, destruido durante el incendio del templo, por parte de los milicianos, el 21 de julio de 1936.

Esta es, sucintamente, la biografía del prelado, fundamentalmente política, aunque como obispo, a pesar de sus costumbres (como era bastante frecuente en la época, de amplia moral, tuvo descendencia) no dudó en convocar en 1473 el Concilio de Aranda, para "combatir la ignorancia y la vida disipada de algunos clérigos".

Pero hay otra faceta muy curiosa de su vida, que recoge su primer biógrafo, el cronista Hernando de Pulgar, en su obra Claros varones de Castilla, y es su afición por la alquimia.

Dice así Pulgar: "este arzobispo dando y gastando en el arte de la alquimia y en buscar dineros y tesoros, pensando alcanzar grandes riquezas para las dar y distribuir, siempre estaba en grandes necesidades".

De hecho, nombró su tesorero al alquimista Fernando de Alarcón. Por esa faceta, ha pasado a las leyendas del Toledo oculto. El biógrafo destaca, además, su gran generosidad y sus grandes aspiraciones, por encima de sus propias fuerzas: "Sus pensamientos de este prelado eran muy más altos que sus fuerzas, y su gran corazón no le dejaba discernir, ni consentía medir su facultad con las grandes empresas que tomaba, y de esto se le seguían trabajos y fatigas continuas".

El Sepulcro del Arzobispo Carrillo

Esta magnífica obra de la escultura funeraria gótica sufrió graves daños durante el incendio de 1936, siendo recientemente reconstruida sobre la base de los elementos conservados y la abundante documentación existente y mostrada en parte en la propia sala. 

Atribuido al maestro Sebastián y procedente del antiguo convento de Santa María de Jesús, está labrado en alabastro blanco en forma de túmulo, torreones en las esquinas y motivos heráldicos en los laterales. Sobre la cama, la figura yacente del arzobispo, vestido de pontifical y de gran realismo en los rasgos.

Así se describe el sepulcro en la obra La Iglesia Magistral de Alcalá de Henares, de Antonio y Miguel Marchamalo (páginas 181-183):

"Muerto Carrillo fue enterrado en el centro de la Sala capitular de su convento de Santa María de Jesús, donde como ya dijimos eran enterrados los miembros más destacados de aquella comunidad, probablemente mientras se labraba el suntuoso sepulcro que ha llegado hasta nuestros días y que fue instalado en el centro de la capilla mayor, por cuya causa el monumento funerario estaba decorado en todos sus frentes (...)

En 1614 D. Juan de Acuña, Marqués del Valle y descendiente de Carrillo, mandó tabicar la entrada de la capilla de los Guzmanes, por lo que el arco que servía de acceso quedó convertido en una especie de arcosolio bajo el cual se instaló adosado el sepulcro del Arzobispo, retirándolo así del centro del presbiterio donde, como ya dijimos, molestaba. Fue así como el sepulcro de Carrillo quedó bajo el pelícano -abriéndose el pecho- que un día mandara colocar en la clave del arco de acceso a su capilla funeraria Don García Guzmán de Herrera (...).

El sepulcro tenía la forma de un paralelepípedo de alabastro blanco que servía de urna al cadáver. Este túmulo se ornamentaba con torreones en las esquinas mientras los planos laterales se decoraban con tres arcosolios a cada lado albergando los escudos heráldicos de la familia del arzobispo.

Sobre un friso almenado se apoyaba la cama en la que resposaba la figura yacente de Alfonso Carrillo, vestido de pontifical, cuya cabeza, de gran realismo y probablemente tomada de una mascarilla funeraria, descansaba sobre un doble almohadón teniendo un león echado a sus pies.

En torno al friso que separaba el túmulo de la cama podía leerse el epitafio con caracteres góticos que decía: Sepultura del muy Reverendísimo y muy magnífico señor don Alfonso Carrillo, de gloriosa memoria, Arzobispo de Toledo, fundador de este monasterio.

Vivió arzobispo treinta y cinco años e cinco meses e diez días y falleció en esta Villa de Alcalá primero de Julio anno del Señor de mil cuatrocientos ochenta y dos annos de edad de sesenta y ocho annos e diez meses e veinte días.

Al ser trasladado en 1856 el sepulcro de Carrillo a la Magistral la Comisión de Monumentos emitió un informe en el que se consideraba un monumento unitario el sepulcro y el arco de entrada a la capilla de los Guzmanes, llamada entonces de San Buenaventura, donde figuraba el pelícano con su leyenda ya citada "si el alma no se perdiera, lo que esta ave yo hiciera". Fue así como se produjo el hermanamiento de Carrillo con el pelícano en un documento oficial".

Alfonso Carrillo es, en definitiva, una de las muchas y poderosas personalidades que produjo aquella Castilla fascinante del siglo XV. Una etapa, como cualquier otra de nuestra rica historia, que merece la pena ser conocida y estudiada, fuente, como podemos ver por el éxito de la serie "Isabel", de inspiración de relatos de todo tipo en los que la realidad supera ampliamente a la ficción.

Bibliografía 

Hernando de Pulgar, Claros varones de Castilla (Existe una edición y estudio lingüísitico, publicada por la Universidad Complutense en 1992)

AA VV Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, CSIC, 1972
AA VV Los Primados de Toledo, Toledo, Diputación Provincial de Toledo-Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1993
FERNÁNDEZ ALVÁREZ, Manuel, Isabel la Católica, Madrid, Espasa Calpe, 2003
SUÁREZ, Luis, Enrique IV de Castilla, Barcelona, Ariel, 2001
VALDEÓN BARUQUE, Julio, Los Trastámara. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2001

Fuentes: http://entreclioypistis.blogspot.com.es/2013/08/alfonso-carrillo-arzobispo-politico-y.html
http://www.catedraldealcala.org/index.php?option=com_content&task=view&id=139&Itemid=0

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