sábado, 23 de agosto de 2014

La Muralla de Toledo

Toledo se aposenta por las características del terreno sobre un escarpado promontorio quedando fortificada por el profundo río Tajo que se arquea dulcemente en su vado, para enmarcarle concediendo un carácter defensivo, el cual sirvió como defensa natural desde la época prehistórica.

Dejando a un lado la época de asentamiento del pueblo carpetano (II Edad del Hierro) por la falta de información histórica, si cabe destacar que las excavaciones realizadas en los años comprendidos entre el 1980 y el 2000, revelaban la existencia de esta civilización. Quizás las futuras excavaciones puedan evidenciar nuevos datos como su extensión o posible recinto amurallado.

Esta situación estratégica, fue utilizada por los romanos, que conquistaron la ciudad al mando de Marco Fulbio Nobilior (en el año 192 a.c.). No obstante se les atribuye el primer cercado fortificado, en el que se enfrentaron, no sin dificultades a los distintos problemas del relieve del suelo impuestos por la orografía. La muralla en sus inicios partía del Alcázar con dirección a la Plaza de Zocodover, Paseo del Miradero y recorría una zona de la urbe, remontaba el desnivel del terreno, para finalizar cerrando este perímetro en el sitio de partida. 


Esta civilización dejó numerosas huellas como el acueducto para el abastecimiento de agua que venia desde la presa de Alcantarilla (termino municipal de Mazarambroz), del que únicamente se conservan sus bases a ambos lados del Tajo, y un circo que se encuentra parcialmente desenterrado, donde se realizaron espectáculos circenses, sobre todo, carreras de carros tirados con caballos.

Tras una larga migración integrada en el proceso de las invasiones germánicas y la caída del Imperio Romano de Occidente, los visigodos establecieron su reino en la peninsula. Toledo en el siglo VI se convirtió en la “urbe regia”, residencia de los reyes, de la corte y de la administración, y representó el primer intento de unidad política de la península Ibérica manteniéndose hasta la llegada de los musulmanesa principios del siglo VIII.

El rey Wamba fue ungido y coronado rey en el año 672. Bajo su reinado mando cercar el istmo existente entre le puente de Alcántara y la Puerta del Cambrón, ampliando de este modo el espacio de la ciudad y haciéndola más poderosa y menos vulnerable.

La judería de Toledo la cual ocupaba el barrio de San Martín “Madinat al-Yahud” (Ciudad de los Judíos) también contaba con su recinto amurallado, levantado después de la invasión árabe, en el año 820, para la protección de los judíos, quedando así establecidos los límites de separación con los árabes y cristianos. Este recinto fortificado contaba con distintas puertas que comunicaban las zonas de la judería con otros barrios de la ciudad. Es en 1480, cuando los Reyes Católicos en las Cortes de Toledo, obligan a la integración del barrio hebreo, y penalizan el no cumplimiento de esta nueva ley.

La invasión árabe provoca, a orillas del Guadalete en 711, el enfrentamiento del rey visigodo D. Rodrigo con las tropas de Táriq ibn Ziyad, formadas por musulmanes bereberes procedentes del norte de África. Tras ser derrocado el rey D. Rodrigo dará comienzo en España la dominación árabe. Toledo, tras la conquista islámica, dejó de ser la capital del reino visigodo, pero se convirtió en una de las principales ciudades de Al-Andalus. En siglo X el monarca Abderraman III, mandó la reconstrucción del recinto fortificado haciendo de esta capital un centro de resistencia islámica inexpugnable. Durante este tiempo la construcción de pozos y aljibes adquirió cierta relevancia porque sin ser elementos exclusivos de la defensa, la existencia de estos en el interior de la ciudad se hizo estratégicamente necesaria, pues se debía disponer del agua suficiente con el fin de subsistir en caso de un largo asedio.

Después de que Alfonso VI fuese derrotado por las tropas de su hermano Sancho en la guerra de sucesión al trono y tras de la muerte de su padre Fernando I “El Grande”, es recibido como huésped durante un tiempo por Al-Ma’mut. Unos años después en 1085, muerto Sancho, Alfonso VI conquista Toledo, una vez tomada la ciudad, el Rey conquistador traslada la corte de Burgos a Toledo, que se transforma en la capital de la monarquía castellana. Para evitar sucesivos ataques por parte de los moriscos (instalados en el Sur de la Península), el monarca encargó la reconstrucción de la antigua muralla.

Alfonso VIII en 1196 concede una parte del impuesto (portazgo) recaudado en la Puerta de Bisagra para la reparación y mantenimiento de la muralla. Posteriormente en 1219 seria Fernando III el que sustituye para el mismo fin los ingresos anteriores de la Puerta de Bisagra, por la misma cantidad pero esta vez proveniente de los Montes de Toledo.

Al perder su utilidad como fortificación defensiva (debido a la evolución de las técnicas militares y a la aparición de armas más avanzadas), la muralla se mantiene hoy en día como un mero legado histórico.



























Autor: Felix Muñoz Arroyo
Fuente: http://retazosdetoledo.com/muralla/

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