sábado, 15 de noviembre de 2014

1935: Un duende en Sonseca.

MIÉRCOLES, 17 JULIO 1935

En un pueblo de la provincia de Toledo se ha señalado la sombra de un duende que vierte el aceite, derrama la sal, intenta envenenar a toda una familia y lanza misteriosamente objetos en el patio de la casa a presencia del juez y de la Guardia Civil.

La sombra del duende en el pueblo del mazapán

SONSECA es un pueblo sosegado, ancho y luminoso, al sur de Toledo. El caserío es blanco, bajo y apretado, y contrastan las escasas y vetustas casonas de piedra -- morenas de sol de siglos -- con las casitas modestas, relucientes de jabelgue, que relumbran vivamente bajo el sol cenital de este mediodía de julio. La vida en Sonseca es sencilla y apacible.

Esta paz y tranquielo sosiego se ha visto turbado estos días por el aire lleno de misterio de la sombra de un duende.

Cuando llegamos a Sonseca, catorce versiones -- una de cada cotilleo de comadres -- nos pintan el acontecimiento de distinta manera. No hay medio posible de coordinarlas. Desde luego sí, todas coinciden en apreciar que en la casa del Huevero pasan cosas raras...

- La Justa, la hija del Huevero, está enferma de los sustos.
- ¡Cómo es tan nerviosa la chica! - dice una voz compasiva.
- Tontunas, tontunas... Eso es cosa de vivos.
Viene un labriego, con un haz de hierba y la hoz refulgente a la espalda, y le preguntamos:
- ¿La casa del duende?
- ¿Del duende?... - sonríe cazurramente, nos señala una puerta de medio punto y no añade más.

La casa del duende

La casa del Huevero es la número es la número 5 de la calle de la Parra, y viven en ella tres familias. En Sonseca esto no tiene de particular. En este pueblo, como en toda la comarca, las casas son vastas, tienen un patio fresco y espacioso -- a veces entoldado y delirante de flores --, y están habitadas por varias familias. Una de las que viven en la citada casa es la compuesta por el matrimonio Cesáreo García (el Huevero) y María Martín, con siete hijos que unieron las segundas nupcias de ambos.
Al patio de la casa recaen las puertas de las distintas viviendas. La del Huevero tiene dos puertas: una de acceso a la vivienda, propiamente dicha, y otra a la cocina. En el patio se hace vida común. En el patio, en un lado de sombra, se hallan repasando ropa María Martín y la Justa, la hija mayor de su marido.

Las fechorías del duende

- Voy a decirle toda la verdad comienza la buena mujer -. Estoy segura de que diciendo la verdad no me puede pasar nada.

- ¿Por qué le ha de pasar nada malo? -- me apresuro a tranquilizarla --. Vamos a ver, ¿qué ha sido eso del duende?

- Hace tiempo que notábamos cosas raras. Pero el martes - continúa María Martín, ya más tranquila y sosigada estuvimos en la huerta lavando colchones, y al regresar me chocó mucho ver abierta la puerta de la cocina, que yo había dejado cerrada bajo llave... Entré sin dar la mayor importancia y no puede figurarse mi impresión al ver desparramados por el suelo nueve huevos rotos, vertido el aceite de la alcuza, vertida la sal, vertido el pimentón, vertido el botijo del agua... Todo trastocado...

- ¿Y usted que hizo?
- Les pregunté a las vecinas; ninguna sabía nada. ¿No le parece muy raro?
- Podía ser una broma.

- ¿Y quién entró sin que nadie le viera? Porque lo malo es que lo que pasó al día siguiente todavía nos dio "más mal pensar".

Justa, la hija del "Huevero", recogiendo del suelo los cristales rotos misteriosamente por el duende de Sonseca

"¡Quería envenenarnos!"

Este día, cómo miércoles, mi marido, que es ordinario de Toledo, estaba aquí en Sonseca. Nos echamos a dormir la siesta con todos los chicos, y cuando nos levantábamos, al ir a la cocina, que también había dejado cerrada con llave, me la vi abierta y con un cuadro parecido al del día antes.

- ¿También todo vertido?
- Sí, señor, vertido el aceite, la sal, el pimiento y además volcado el cocido, una botella de alcohol vaciada en la tinaja... Y ¡pásmese, señor! Una bola de lejía en el jarro del agua.
- ¿Lejía en el agua?
- ¡Quería envenenarnos!
- ¿Cómo no denunciaron a las autoridades lo que pasaba?
- Sí, lo hicimos.
- ¿Y vinieron?

Lluvia de objetos. - A un guardia civil le dieron en el tricornio
- Vinieron ayer la Guardia civil y el juez. Y eso es lo que nos trae más locos, que estando ellos aquí comenzaron a llover cosas y tiestos sobre nosotros... Caían por los cuatro por los cuatro costados del patio y no sabíamos de donde... Esto tiene mucho misterio. A un guardia civil le dieron en el tricornio con la "cobertera" de un puchero que nos había desaparecido el día "enantes"...

- ¿Y las autoridades qué hicieron?

- ¿Qué podían hacer? Estuvieron mirándolo todo: el corral, los tejados, la chimenea...
- ¿No averiguaron nada?
- ¡Nada! El misterio. y la Justa, mírela usted, la pobre está enferma de los sustos.

"Tengo un miedo de muerte"

Y la impresionable muchacha, que está junto a nosotros, se ha puesto en tensión mientras hablaba su madrasta.

- Me "icen" que es el espíritu de mi madre, que está "en pena". Yo no los creo: pero tengo un miedo de muerte. Estoy siempre en sobresalto. Y por la noche oigo ruidos y golpes muy raros, que se meten en la cabeza...
- Es que eres muy nerviosa.
- Sí, ya lo sé. Pero mire en la cocina "entavía" las manchas de los huevos, y aquí en el patio los vidrios de los tinteros.
Toda la muchacha es un manojo de nervios vibrantes. Cuando se agacha al suelo con intención de coger y mostrarme los fragmentos minúsculos que quedaron por recoger, le tiembla la mano tan vivamente que desiste de alcanzarlos... Rompe a llorar...
- Déjalo y serénate, muchacha. Verás cómo todo se pone en claro.
- ¿Y si me habla?

Y ésta es la mayor preocupación de la pobre muchacha, la que hace revivir el en ella el recuerdo emocionado de la madre muerta...

- Hace tiempo que notábamos cosas raras. Pero el martes, al regresar a casa, encontré abierta la puerta de la cocina, que ya había dejado cerrada con llave... - dice María Martín (Fots. Videa)

Los vecinos lo han visto todo y no saben nada

Los vecinos que habitan la misma casa se muestran ajenos a todo, como si la sombra del duende misterioso no pasase junto a ellos.

Junto a la puerta contigua, una mujer de rostro cetrino, magro, agitanado, se peina dándose lustre al lacio cabello con un cepillo untado de aceite. 

Una mocosuela se acurruca junto a ella, con gracioso gesto pueril... La mujer alza los ojos agresivamente cuando la preguntamos. Agriamente, responde:

- Yo no he visto nada... Casi estoy por no creerlo.
- ¿No vio cómo tiraban cosas cuando estaban aquí los guardías?
- Sí, sí lo vi. Pero yo no tengo miedo. Por una paponá...
- ¿No se llevan bien con los vecinos?
- Sí, sí; todos nos llevamos bien.

Otro vecino asoma por la puerta de enfrente, su cara ancha, sin rasurar. Le interpelamos:

- ¿Qué cree usted del duende?
- Na
- ¿Ha visto algo?
- To lo vi.
- Estaba usted aquí cuando vino la Guardia civil?
- Sí
- ¿Vio que le caían cacharros encima?
- Sí; lo vio to cristo.
- ¿Sospecha de alguien?
- ¿Yo?... Yo no sé na.

¿Hay duendes en Sonseca?

Fuera de la casa, por todo el pueblo, giran y giran los comentarios en torno a los misteriosos episodios de la calle de la Parra... UNos no creen en nada y otros lo creen todo y más. Hasta hay quien asegura haber visto la sombra del suende -- un halo blanco en la impenatrabilidad de la noche -- por los tejados... Pero todos se identifican en el orgullo tan natural de sostener y blasonar de cosas propias... Así cuando un chusco -- un forastero, ¡claro! -- apuntó:

- Eso es que el duende de Zaragoza se ha venido a "veranear" a Sonseca.

Los del pueblo replicaron:

- No, no. Si es que "lo hay de duende", ése es de Sonseca. Ni el de Zaragoza, ni el de Barcelona, ni el de ninguna parte tienen aquí nada que hacer.
¿Hay duendes en Sonseca? 

Félix DOSART

Este reportaje lo ha encontrado Pedro Bravo Fernández - Cabrera, aficionado a los temas históricos, navegando por Internet. Nos lo ha brindado gentilmente para incluirlo en la hemeroteca del blog.

Fuente http://salvapecesds.blogspot.com.es/search/label/PRENSA%201935%3A%20LA%20SOMBRA%20DE%20UN%20DUENDE%20EN%20SONSECA

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