viernes, 24 de marzo de 2017

Toledo, Centro económico tras la Reconquista

Resultado de imagen de reconquista de toledoTOLEDO, CENTRO ECONÓMICO 

Toledo fue tal vez el principal centro de intercambios económicos de Castilla en los siglos XII y XIII. Contribuyeron a ello, también, la variedad de sus producciones agrarias y artesanas y el mayor volumen y fluidez de moneda en circulación, debido a la proximidad e influencia del sistema hispanomusulmán.

Los documentos mozárabes nos hablan sobre la intensa actividad económica de la aristocracia urbana, que obtiene su renta del alquiler de casas, tiendas, talleres urbanos, de propiedades rurales, a veces, incluso, del préstamo de dinero, aunque ésta era tarea más frecuente entre los judíos, o de la participación en empresas mercantiles.



Es una situación poco típica entre las aristocracias urbanas de la época, aunque también en Toledo acabarían imponiéndose los ideales caballerescos, propios de la sociedad feudal, más adelante. La situación fronteriza permitió la continuidad del comercio con la España islámica. Así lo demuestra la mención a recuas en el camino entre Toledo y Córdoba, los datos sobre tejidos, joyas y otros productos procedentes de Sevilla, Murcia o Valencia en Toledo, y la misma prohibición, expresada en 1118, de exportar caballos y cueros a Al-Andalus.

Veinte años después Alfonso Vil eximía a los toledanos de portazgo en todo el reino con tal de que no comerciasen con la España islámica, pero es evidente que siguieron haciéndolo. El ganado, los cueros, la miel y cera y, sin duda, algunos productos prohibidos constituirían su oferta habitual.

Por este motivo, Toledo fue una puerta principal de entrada para el régimen monetario islámico en Castilla. Allí había acuñado Alfonso VI moneda de vellón, a poco de conquistar la ciudad. Allí continuarían circulando el oro y la plata islámicos y, desde el segundo tercio del siglo XII, los maravedíes o morabetinos de oro almorávides (3.90 g de peso), que comenzó a acuñar con su efigie y leyenda Alfonso VIII, en la propia Toledo, a partir del último cuarto de aquel siglo (años 1172 a 1223). A la fluidez del comercio y al uso de moneda contribuyó también la 84 guerra, sin duda alguna, porque, además de ser causa de destrucciones y cautiverios, proporcionaba botín —que llega a ser una forma habitual de ganancia o empresa económica, y obligaba a mantener un comercio continuo para abasto de guarniciones y huestes.

Además, Toledo conservó su organización económica urbana de la época anterior y, en este aspecto, fue un modelo del que aprendieron muchas otras ciudades castellanas de los siglos XII y XIII, y sirvió para familiarizar a los cristianos con el sistema urbano que encontraron en Andalucía y Murcia durante sus conquistas del siglo XIII.

Hay que aludir, ante todo, a la organización de los oficios artesanos y mercantiles, bajo la vigilancia de alamines —llamados en otras partes veedores o alcaldes— designados por la autoridad municipal para controlar calidades y precios, y para dirimir litigios internos. Es la raíz islámica del gremialismo castellano, una entre las varias que éste tuvo. Sin embargo, los artesanos y comerciantes fueron tanto mozárabes, francos y castellanos como musulmanes y judíos.

En la artesanía toledana destacaron los ramos del metal, cuero, pieles y armas, que dieron lugar a manufacturas de gran calidad, pero la ciudad no fue, en cambio, un centro textil de importancia. Hubo también gran población artesana dedicada a los oficios de construcción y alimentación, como correspondía a una ciudad importante. Gracias a todos ellos se conservaron y transmitieron muchas técnicas de la época hispanomusulmana.

Y, también, los mismos lugares de trabajo y venta, cosa que importa para considerar la permanencia de los usos urbanísticos anteriores. En efecto, Toledo conservó sus almacenes o mesones y alhóndigas, especializados en diversos productos, su alcaicería y tiendas del rey, dedicadas al comercio fijo y permanente, sus mercados o süq en diversas plazas, a veces especializados, como ocurría con Zocodover, que era el mercado de ganados, con el süq de los cambistas o con el de los drogueros y herbolarios.

A la población de artesanos y comerciantes hay que añadir la de los corredores de comercio, arrieros y carreteros, que contribuían a su actividad mercantil y a la relación continua con la economía agraria del término.

Nos hallamos, en conclusión, ante un modelo de economía urbana mucho más rico y diversificado que el de otras ciudades castellanas de la época, donde el predominio de las actividades y rentas agrarias era más evidente. No obstante, también en Toledo la tierra era principal base de riqueza, aunque el comercio la completara, y todos los caballeros o aristocracia urbana eran, ante todo, propietarios, aunque no explotadores directos, ya que estaban generalizados los regí- 85 menes de cesión de usufructo en aparcería o en arrendamiento por períodos cortos de tiempo.

Miguel Ángel Ladero Quesada 
Universidad Complutense.
 Madrid
https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/7136/1/HM_03_03.pdf

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