martes, 24 de julio de 2018

Hambre y Miseria en Corral de Almaguer: Las grandes inundaciónes ( I )


Corral de Almaguer en la Inundación de marzo de 1947

Introducción

No se puede decir que el siglo XIX fuera especialmente generoso con nuestra población. Antes bien, desde mitad de siglo se fueron concatenando una serie de trágicos acontecimientos y desgracias, que enturbiaron la ya de por sí difícil situación de las clases más menesterosas de la localidad -jornaleros y labradores en su mayoría- hasta parecer que el mismo cielo les había enviado un castigo. (No olvidemos que para los clérigos de la época, cualquier desgracia suponía un castigo divino por más que siempre afectase a los pobres).



Para comenzar, la situación de los campesinos había empeorado sensiblemente tras la venta de las enormes propiedades de la Iglesia, el Ayuntamiento y la Orden de Santiago en pública subasta. Y es que como consecuencia de las llamadas desamortizaciones de Mendizábal y Madoz (reinado de Isabel II) se pusieron a la venta la mitad de los terrenos del término municipal de Corral de Almaguer. 

Aunque la idea original no era mala, pues se trataba de conseguir un mejor reparto de la riqueza y una mayor producción, la realidad es que sólo se consiguió el segundo objetivo, dado que a las mencionadas subastas no concurrieron los agricultores de los pueblos –en su mayoría analfabetos- sino personas acaudaladas, funcionarios públicos y ricos propietarios de la capital, únicos que poseían el dinero y la información suficiente para acudir a las pujas. 

Como consecuencia de ese cambio de propiedad, en los grandes territorios de Castilla la Mancha, Extremadura y Andalucía, se instaló una nueva y poderosa clase latifundista: Los Caciques, que acabaron por controlar la política y la economía de la nación.

Y como su único objetivo era conseguir dinero y para ello necesitaban mayor producción, no dudaron en roturar y deforestar los montes y las laderas de los ríos, hasta desertizar la comarca. De aquellos polvos, resultarán luego los lodos de los que hablaremos más adelante.

Ansiosos por controlar la economía de los municipios, los caciques se hicieron también con el gobierno de los Ayuntamientos y Diputaciones (poniendo de moda el pucherazo) para así fijar los precios de los jornales en beneficio propio y empobrecer aún más las condiciones de vida de los jornaleros. Sin pretenderlo, estaban fijando los cimientos del creciente malestar en el campo, que acabaría explotándoles en la cara durante la primera mitad del Siglo XX.

Iundación de 1947 desde la calle alcacer, antes de que existiera el parque

Y es que a estos nuevos terratenientes, auténticas garrapatas chupasangre de los campesinos, como los calificaba nuestro añorado don Crisanto, o "Vergüenza Nacional” como los denominaba don Joaquín Costa, no les interesaba en absoluto el progreso de los pueblos, sino únicamente tener a su disposición mano de obra barata, dócil y abundante, para conseguir el máximo de beneficios. 

No es de extrañar por lo tanto que en 1880 decidieran desalojar la escuela de primeras letras del Ayuntamiento de nuestra localidad, para instalar en ella un Casino donde reunirse a fumar sus puros y comentar la política de la nación.

Como consecuencia de esa manifiesta avaricia, egoísmo y falta de escrúpulos, los últimos 25 años del siglo XIX supusieron para Corral de Almaguer el hundimiento definitivo en el olvido y su relegamiento a pueblo de segunda categoría, del que ya jamás se recuperó.

Epidemias y miseria

En medio de este triste panorama y como resultado del desinterés de esos gobernantes por una mínima inversión, Corral de Almaguer se convirtió en uno de los pueblos más insanos de la provincia. La insalubridad era la norma en calles y casas, y la mala alimentación (a base de gachas de almortas) la tónica habitual en la mesa de los pobres (más de 300 familias vivían en la miseria, engrosando la lista de los llamados “pobres de solemnidad”). 

Faltos de proteínas y vitaminas, los cuerpos de los campesinos y sus familias se convertían en objetivos fáciles para todo tipo de enfermedades contagiosas que sacudían con cierta periodicidad a la población. Viruela, difteria, tos ferina, poliomielitis, sarampión, tuberculosis, paludismo y otras muchas dolencias relacionadas con las malas condiciones sanitarias de las casas y la cercana convivencia con los animales, eran una constante entre los vecinos y producían una importante mortalidad.

Inundación de 1947 desde el puente grande

En los años 1880 y 1893 se constató una epidemia de viruela, en 1889 de difteria, en 1890 de trancazo o gripe, el paludismo o malaria era una enfermedad crónica en Corral de Almaguer y lo fue hasta después de la guerra civil, y a la tuberculosis no le faltaban cuerpos debilitados para infectar. 

La mala alimentación de los pobres, a base de gachas de almortas exclusivamente, hacía que con frecuencia apareciera el “latirismo” que afectaba al sistema nervioso central y producía graves espasmos y parálisis de los miembros inferiores, además de retraso del crecimiento y otras alteraciones en los niños. 

Como consecuencia del enorme atraso de la nación y la ausencia de antibióticos, la esperanza de vida en España entre 1860-1887 cayó a tan sólo 29 años (menor que en la edad de piedra) mientras en Francia era de 43, en Inglaterra de 45 y en Suecia de 50. La mortalidad infantil hasta la edad de siete años era del 50%, mientras en Italia lo era del 37% y en Francia del 25%. Un panorama bastante negro según podemos apreciar.

Para colmo de males y como colofón a tan oscuro porvenir, de vez en cuando aparecía una pandemia generalizada que barría la geografía española, dejando multitud de huérfanos y viudas a su paso y provocando tremendas hambrunas en los años siguientes. 



En 1855 Corral de Almaguer se vio afectado por una terrible epidemia de cólera que sumió en la miseria a sus habitantes. La hambruna posterior (1856) fue de tal magnitud, que el propio ayuntamiento tuvo que organizar varias obras públicas para dar trabajo a los vecinos y exhortaba a los grandes terratenientes a hacer lo mismo para aplacar la enorme miseria de la población.

Inundación de 1956 desde las afueras de la población

Aunque si de epidemias se trata, la de Colera de 1885 batió todos los records habidos y por haber (423 muertos) elevando a nuestro municipio al número uno del ranking de mortalidad de la provincia. 

En aquella ocasión Corral de Almaguer vivió una de las peores experiencias de su historia, descendiendo a la Edad Media en lo que se refiere al auxilio y atención de enfermos, fruto del abandono de las autoridades, el miedo al contagio y la desesperación de los vecinos por sobrevivir. 

Una vez más se buscó remedio en los santos y fueron sacados en procesión, pero nada pudieron hacer para remediar la epidemia. El tema es tan interesante, que merece la pena que lo tratemos en otro artículo.

Plagas e inundaciones

Sin embargo y aunque no lo creamos, no acababan aquí las penurias de nuestros abuelos y bisabuelos. 

Antes bien, como si los cielos se hubieran conjurado contra ellos, a todo lo anterior hay que añadir una serie de catástrofes naturales que azotaron sin piedad a la población.

Circo afectado por las inundaciones de la feria de 1979

Plagas de langosta se hicieron presentes durante los años 1875,1876 y 1886, provocando la pérdida de buena parte de las cosechas y la hambruna posterior, además de la aparición de violentas riadas que acabaron por sumir a los vecinos en la miseria total y la desesperación.

Debemos aclarar respecto a éste último punto que, desde la fundación de la localidad, las tierras de Corral de Almaguer se habían visto inundadas periódicamente por las crecidas del Riansares. Crecidas que no solían comportar excesivo peligro, dado que nuestros antepasados, con buen criterio, supieron instalar el municipio en un cerro elevado y rodearlo de murallas que sirvieran, no sólo para la defensa, sino también para retener la inundación. 

Esas riadas, que en ocasiones arruinaban los sembrados cercanos al río, dejaban a su vez un sedimento de limo, que fertilizaba sobremanera las vegas y multiplicaba en los años siguientes sus posibilidades de producción. Conscientes de que el río les daba la vida, por más que de vez en cuando se cobrase sus derechos de paso, fomentaron la plantación de un sotobosque en sus riberas, para que ayudase a retener la fuerza de las aguas.

Plaza del Pilar durante las inundaciones de septiembre de 1979
Pero el pueblo creció y creció, y las casas comenzaron a derramarse más allá de las murallas. 

Al principio y con buen criterio, en un cerro que sobresalía al otro lado del río (como a dos tiros de ballesta) y que acabaría formando el arrabal de San Sebastián. 

Cierto que resultaba un poco lejano de la localidad, pero este era el precio que había que pagar por poner a salvo de las aguas las vidas de los vecinos, además de resultar perfecto para excavar cuevas o silos donde pudieran encontrar morada las familias menos favorecidas del municipio.

A partir del siglo XVI, el creciente asentamiento de familias, hizo que surgiera otro arrabal en una zona menos protegida de las aguas, aunque todavía lo suficientemente alta para mantenerse al margen de la crecidas. El arrabal en cuestión era el de la Concepción, que se mantuvo al principio apilado en una franja de pequeñas casas que descendían entre las actuales calles de Dimas de Madariaga y la Concepción, hasta llegar a la antigua ermita del mismo nombre (actual plaza de la Concepción).

Sin embargo el vecindario siguió aumentando y los más pobres no tuvieron más remedio que buscar nuevos terrenos donde construir sus viviendas, lejos ya de lo que dictaba la más mínima prudencia. Fue entonces cuando comenzaron a aparecer pequeñas viviendas más allá de la plaza de la Concepción, rumbo a la puerta del agua (actuales calles del Agua y de la Piedad), al igual que ocurrió en la franja comprendida entre las actuales calles Conta y ronda Conta.

El parque en la inundación de 1979

Evidentemente y por mucho que intentasen elevar el terreno, el riesgo estaba presente y la cólera de la naturaleza acechante con cada tormenta. 

Si tenemos en cuenta que por aquel entonces no existían canalizaciones de desagüe ni alcantarillado, entenderemos que las aguas se precipitasen como torrentes buscando el desnivel y se acumulasen en las partes más bajas de la localidadformando extensas lagunas.

A comienzos del siglo XIX este problema se intentó solucionar excavando el actual cauce del río a su paso por la población, a la vez que eliminando posibles obstáculos o lugares de remansamiento de las aguas, como la laguna de la Serna o los tres molinos harineros que existían antes de la entrada del Riánsares en el municipio. 

Con ese mismo fin se construyó también el dique de desagüe conocido como malecón, destinado a evacuar las aguas acumuladas entre el pueblo y el arrabal en la zona conocida como vega del hondón. Pero todo fue en vano, pues las crecidas seguían produciéndose y las aguas buscando su curso natural, recordándonos lo difícil que es poner puertas al campo.

Décadas más tarde y con motivo de las graves inundaciones de que hablaremos a continuación, se construyeron nuevos canales de desagüe destinados a aliviar las enormes lagunas que se formaban en determinadas zonas de la localidad. 

Surgieron así los desaguaderos de la plaza del agua y de la calle ramalazo, destinados a evacuar las aguas remansadas en la puerta del agua (actual plaza del Agua) y en el arrabal (actual plaza del Pilar).

El puente grande en la inundación de 1979

Sin embargo y aunque esto suponía algún alivio, los auténticos problemas comenzaron a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con las desamortizaciones de que hablamos al comienzo de estos escritos y la subsiguiente tala salvaje de los montes que rodeaban el término municipal. 

Sin arbolado ni vegetación que retuviese las aguas, las lluvias comenzaron a precipitarse de manera torrencial, llevándose por delante todo lo que encontraban a su paso. 



Si a esto añadimos que la deforestación había afectado también a las localidades ubicadas más arriba del cauce del Riansares, entenderemos el porqué de las catastróficas avenidas que se produjeron a partir de entonces.


Rufino Rojo García-Lajara (Octubre de 2016)
Fotografías (D. Crisanto Ortega y Archivo fotográfico del Bar Martínez)
http://historiadecorral.blogspot.com/2016/10/hambre-y-miseria-en-corral-de-almaguer.html#more


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...