domingo, 9 de septiembre de 2018

La increíble historia de Francisco Hernández de Toledo 1571…la primera expedición científica de la historia moderna (III)

 La Historia de las plantas de Nueva España, en la versión latina que Francisco Hernández envió a Felipe II desde México en 1576, estaba compuesta por un texto de 893 páginas y por un elevado número de pinturas que ocupaban la mayor parte de las 2.250 destinadas a las ilustraciones.

En concreto, había 2.071 páginas dedicadas a imágenes de plantas, frente a 179 con figuras relativas al estudio de los animales y a otros textos hernandinos, principalmente a las Antigüedades.

Así lo explicaba el propio autor, como ya hemos visto, en su carta al rey fechada el 24 de marzo de 1576: «Van mezcladas muchas figuras que se pintaban como se ofrecían, las cuales pertenecen y se han de pasar a la Historia y Antigüedades…».


Por otra parte, en esta misma carta le decía que «algunas cosas van debujadas dos o más veces, o por no mirarse en ello, o por mejorarse la pintura o por pintarse en diversas tierras y edades». Francisco se entregó en cuerpo y alma a su trabajo.

Cumplió con creces el deber a su rey y en su enfoque naturalista, curiosamente lo hizo con una visión tremendamente actual, moderna, desarrollándola desde una amplia perspectiva de naturalista y no como una mera contribución aplicada a la materia médica:

«No es nuestro propósito -afirmó explícitamente- dar cuenta sólo de los medicamentos, sino reunir la flora y componer la historia de las cosas naturales del Nuevo Mundo, poniendo ante los ojos de nuestros coterráneos, y principalmente de nuestro señor Felipe, todo lo que se produce en esta”. Y a bien que lo hizo.

El compendio de historia natural, una forma de dibujar el mundo

“De los borradores y rascuños que se pintaron en los campos, discurriendo por soledades y desiertos, se adornaron lienzos de pinturas que están en la galería y aposento de Su Majestad en San Lorenzo el Real».

Las moradas más íntimas de uno de los señores del mundo estuvieron decoradas con los nuevos dibujos que mandaba traer de las nuevas especies de las Indias.

El omphalos desde el que se impulsaban las directrices del imperio estaban presentes las maderas, fauna y flora del futuro.

Hasta su regreso a la península ibérica en 1577, Franxisxo, residió en la ciudad de México ocupado en ordenar los materiales recopilados, realizar experimentos sobre las propiedades terapéuticas de los vegetales y reordenarse, redactar y compilar de manera definitiva su trabajo en los últimos años.

La Expedición Botánica a Nueva España no era un hecho aislado, formaba parte de la historia, de un panorama político determinado y de una evolución científica en las que se realizaba el diagnóstico de un nuevo horizonte.

De esta manera, la historia, la política y el arte están íntimamente ligados en el estudio de Francisco, tal y como hicieron posteriormente el Marques de la Condomine francés en 1751, el sueco Pehr Loefling en 1757 o el inglés James Cook en el siglo XVIII o el mismo Darwin en el XIX. Con una importante y singular diferencia.


La historia porque es evidente que hablamos de una época pasada; la política porque España construía o dibujaba un imperio en el mundo, pero en el caso del Español de forma pionera varios siglos antes. Una consecuencia de extraordinario valor de futuro.

Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, las expediciones científicas a América se inician en España a lo largo del siglo XVI y tienen estas maravillosas consecuencias para el mundo conocido.

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, José de Acosta y Bernabé Cobo son un buen ejemplo de ello. Podríamos haber contado con cualquiera de ellos una historia parecida.

En vez de México, el escenario podrían haber sido las tierras del Perú, Antillas, Guatemala y Venezuela. Conquistadores, frailes, cronistas y viajeros del Nuevo Mundo escribirán sus relatos de la naturaleza y los nuevos hombres, que pisan aquellas tierras envían informes para España.

El simple hecho de imaginar el ambiente de incertidumbre, desconocimiento, mitos y rumores, realidades y miles y miles de kilómetros de naturaleza virgen se hace apasionante.

Paradójicamente, los ritmos, los ciclos de la historia fluyen lentos, acompasados y la abundante información que se produce a lo largo del siglo XVI no tiene demasiada repercusión en el viejo continente, pero poco a poco se irán integrando los productos naturales americanos en la alimentación, farmacopea e incluso en la industria y artesanía europea.

La primera descripción de los volúmenes de Hernández fue por parte de José de Sigüenza, bibliotecario del Escorial de Felipe II, en su Historia de la Orden de San Gerónimo escrita en 1605.

En la misma nos deja bien claro el valor de la obra del Toledano, su terrible viveza y actualidad :

«Hay una curiosidad de gran estima, digna del ánimo y grandeza del fundador de esta librería.

Esta es la historia de todos los animales y plantas que se han podido ver en las Indias Occidentales, con sus mismos nativos colores.

El mismo color que el árbol y la yerba tiene, en raíz, tronco, ramas, hojas, flores, frutos.

El que tiene el caimán, el araña, la culebra, la serpiente, el conejo, el perro y peces con sus escamas; las hermosísimas plumas de tantas diferencias de aves, los pies y el pico … cosa que tiene sumo deleite y variedad en mirarse, y no pequeño fruto para los que tienen por oficio considerar la naturaleza, y lo que Dios ha criado para medicina del hombre, y las obras de la naturaleza tan varias y admirables.







El mismo color que el árbol o la yerba.

El caimán, la culebra o las hermosísimas lumas de las aves…

Sin lugar a dudas los colores del naturalista tuvieron que causar un gran impacto en su momento. Leerlo en la actualidad es todo un deleite.

Encomendó el rey está aventura al doctor Francisco Hernández, natural de Toledo, hombre docto y diligente, que, como dice en un proemio, pasando en Indias muchas penalidades y esfuerzos en poco más de cuatro años.

“Con el buen orden que puso y con no descansar lo que se le había encargado y con los recados y poderes que el rey llevaba, escribió quince libros grandes de folio, en que dió, como narran las fuentes, grande noticia de todo lo que hemos dicho.

 De suerte que en unos puso la figura, forma y color del animal y de la planta, partiéndolo como mejor pudo, y en otros, a quien cada cosa, las calidades, propiedades y nombres de todo, conforme a 10 que de aquella gente bárbara y de los españoles que allá han vivido, nacido y criándose pudo colegir; sacando unas veces por el discurso, otras por buenas conjeturas, la razón de lo que buscaba, ansí en los nombres, como en calidades, virtudes y usos, según 10 había aquella gente probado.

Hizo fuera de estos quince tomos, otros dos por sí: el uno es el índice de la plantas”…


A Su Majestad finalmente le fueron entregadas plantas vivas, simientes, raíces, herbarios, pieles, plumas, animales disecados, minerales, pinturas de animales y vegetales y treinta y ocho volúmenes con textos y dibujos.

Hernández quería transcribir toda la información que poseía sobre toda la naturaleza que había estudiado y por ello manifestó su disgusto con la idea real, exclusivamente práctica, de redactar un manual de fármacos.

Publicado por Javier Noriega el Jun 7, 2016
http://abcblogs.abc.es/espejo-de-navegantes/2016/06/07/la-increible-historia-de-francisco-hernandez-1571-la-primera-expedicion-cientifica-de-la-historia-moderna/

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