lunes, 30 de septiembre de 2019

Consuegra: De Encomienda a Priorato de san Juan (I)

Resultado de imagen de caballeros del priorato de san juan de jerusalenLA FORMACIÓN DEL SEÑORÍO CONSABURENSE 

Durante el primer siglo de historia de la Orden, los freires sanjuanistas en los reinos hispánicos se dedicaron básicamente a realizar labores caritativoasistenciales y a obtener recursos para financiar sus empresas en Oriente.

Crearon al efecto una serie de establecimientos que se ubicaron fundamentalmente a lo largo del camino de Santiago. Son las casas de San Juan de la Cadena, Cizur y Obanos en Navarra, o el hospital y la iglesia encastillada de Portomarín, en Lugo. 

Después vino la militarización de la Orden que en el caso peninsular es un fenómeno especialmente controvertido, no poniéndose de acuerdo los especialistas ni en la fecha inicial de la misma ni en su alcance.

 Seguramente esta transformación de una congregación únicamente asistencial en otra de tipo militar y hospitalario tuvo un carácter progresivo, viéndose influenciada tanto por la política general de la Orden, motivada por la coyuntura bélica en Tierra Santa, como por la propia situación en la Península Ibérica. Sin lugar a dudas el siglo XII en España es la gran época de la frontera. 




A partir de 1145 el poder almohade se extiende por al-Andalus provocando un retroceso del avance reconquistador. Mientras tanto, las ambiciones de los reyes cristianos derivaron en no pocas tensiones internas, de las que no iban a quedar ajenas las incipientes órdenes militares. 

En este contexto, la asunción de la función militar por los caballeros de San Juan en los reinos hispánicos, estuvo incentivada por los propios monarcas que supieron ver el potencial de la nueva institución de cara a satisfacer sus políticas expansivas; políticas que no siempre iban orientadas a luchar contra el infiel sino también contra sus vecinos, los reyes cristianos o incluso sus propios vasallos. 

Resultado de imagen de castillo de la muela consuegraAsí en 1144 la Orden de San Juan recibe el castillo de Olmos, en el antiguo reino de Toledo, aunque habría que esperar a la segunda mitad del siglo XII para ver a nuestra institución en posiciones mucho más comprometidas. 

Precisamente a la par que el maestre Rogelio de Moulins promueve en Oriente la reforma de los estatutos de la Orden (1182), adaptándolos ya de una manera inequívoca a la lucha armada, fechamos también la donación de Alfonso VIII a la Orden de San Juan del castillo de Consuegra (1183), fortaleza que se situaba por aquel entonces en una zona peligrosa, más allá del Finisterre del río Algodor, es decir, en plena fronteira mourorum, según expresión del propio documento. 

El castillo de Consuegra era una de las fortalezas más importantes de la antigua taifa toledana. Situada en una de las rutas principales que permitían comunicar Toledo con el sur y sureste peninsular, había sido un hisn-cabeza de distrito en época musulmana. Pasó a manos cristianas en 1090 o 1091 como parte de la famosa y discutida “dote de Zaida”, la concubina de Alfonso VI.

 Poco duró en manos castellanas ya que sería recuperado por los almorávides en 1099, erigiéndose desde entonces en una de las principales cabezas de puente desde donde lanzar algaras contra el fértil valle del Tajo. La reconquista definitiva del castillo por parte cristiana se produjo en época de Alfonso VII, dándolo a repoblar a un caballero castellano de nombre Rodrigo Rodríguez (1151). 

Por entonces el distrito castral consaburense ocupaba una amplio territorio cuyos límites venían marcados por el río Riánsares, aguas arriba, giraban después hacia Lillo, subían hasta Bogas y Mora la Vieja, descendían por el camino de Toledo a Calatrava por Guadalerza, pasaban por Puente Seca y la sierra de El Calderil, llegaban por el sur hasta el canal y molino de Griñón, cerca de Las Tablas de Daimiel, para remontar después el Guadiana-Cigüela hasta Criptana, encontrándose de nuevo con el Riánsares en la laguna del Taray. 




Se trataba de un amplio territorio, en general poco poblado y escasamente estructurado, donde la población de origen musulmán que aún quedaba vivía en pequeñas alquerías situadas en las márgenes de los ríos principales. 

En un primer momento (época de Alfonso VI y Alfonso VII), la repoblación se encargó a caballeros de frontera, muchos de ellos mozárabes toledanos que recibieron aldeas y fortalezas con el encargo de fomentar la llegada de nuevos habitantes, levantar iglesias y construir castillos para defender el reino. 

Es el caso de Juan Muñoz, Fernando González y Pedro Rodríguez, los primeros señores de Alcázar (c. 1150), años antes de que llegara a ser posesión sanjuanista. También cabría incluir aquí al enigmático Miguel Asarafí, seguramente el primer tenente de Tirez (despoblado en el término de Villacañas), al que la Orden de San Juan encargaría poco después la misión de construir allí una torre para su defensa.

Resultado de imagen de Yacimiento de Tirez (Villacañas).Yacimiento de Tirez (Villacañas). 

Durante los siglos XII y XIII Tirez era una de las aldeas más importantes de la tierra de Consuegra. Llegó incluso a ser cabeza de encomienda, pero sufrió despoblación en un momento no precisado de los siglos XIV-XV. 

Sus términos pasaron a integrar una vasta dehesa adscrita al castillo de Consuegra. En la foto restos de la torre defensiva construida en el lugar en el último tercio del siglo XII

 La repoblación de un territorio tan vasto y tan expuesto debió ser una tarea harto costosa, no en vano el nuevo rey de Castilla, Alfonso VIII, cambió radicalmente de estrategia, comprometiendo ahora a las incipientes órdenes militares en la defensa y repoblación de la frontera. 

En 1162 el rey castellano decide donar las aldeas de Quero, Criptana, Villajos y Tirez a la Orden de San Juan de Jerusalén, documentándose así la primera presencia sanjuanista en tierras de La Mancha.

Poco después la Orden recibió el estratégico castillo de Uclés (1163) que fue posesión sanjuanista hasta 1174, cuando pasó a manos de la recién creada Orden de Santiago. 

Finalmente, en 1183, el rey Alfonso VIII concedió el castillo de Consuegra a la Orden de San Juan de Jerusalén, retrayéndoselo a su anterior propietario, Rodrigo Rodríguez, que seguramente se integró por entonces como caballero o donado a la institución sanjuanista. 

A partir de este momento el castillo de Consuegra y la villa aledaña se convirtieron en cabezas de un vasto distrito, el Campo de San Juan, que debía de ser repoblado de acuerdo con los postulados de la sociedad cristiana occidental. 

Se trataba de construir iglesias, atraer pobladores del norte, fundar aldeas y poner en explotación las tierras conquistadas; sin embargo, los tiempos eran difíciles, por lo que durante mucho tiempo aún el paisaje seguiría dominado por las fortificaciones y los espacios desolados.

Durante este período inicial (último tercio del siglo XII), la mayor parte de la población cristiana que habitaba el Campo de San Juan debió concentrarse en la propia villa de Consuegra y en menor medida al amparo del resto de fortificaciones de su término (Tirez, Azuqueca, Castilnovo, Arenas).

Se trataba de una época difícil, caracterizada por el temor y la incertidumbre derivados de la derrota sufrida por Alfonso VIII en Alarcos en 1195.

 La frontera había vuelto de nuevo a los Montes de Toledo, por lo que el proceso de repoblación del Campo de San Juan se detuvo momentáneamente, bien es cierto que no hay pruebas concluyentes de que el castillo de Consuegra fuera de nuevo ocupado por los musulmanes. 

La réplica cristiana vino de manos de una amplia coalición cruzada que infringió una severa derrota al califa almohade en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212). Se abría paso a un nuevo tiempo que permitiría la ocupación definitiva de La Mancha y las conquistas por el valle del Guadalquivir. 




A partir de entonces la incertidumbre de los primeros tiempos dio paso a una nueva política territorial, caracterizada por una mayor preocupación por definir los límites jurisdiccionales de la tierra de Consuegra, asegurando también la repoblación interior de cara a garantizar la percepción de rentas. 

Tras la catarsis de Alarcos-Las Navas, las vecinas Órdenes Militares de Calatrava y Santiago, se habían convertido en dos grandes potencias militares y señoriales que al menos en el reino de Castilla, superaban en importancia y en favor regio a la propia Orden de San Juan. 

A ello habría que sumar los intereses de la todopoderosa iglesia toledana, por aquel entonces personificada en el cronista y gran estratega don Rodrigo Jiménez de Rada que buscó consolidar sus posiciones en la línea La Guardia-Lillo.

 Las disputas territoriales suscitadas se solucionaron a través de concordias y avenencias entre las partes, cuyos hitos cronológicos datan de 1229 (acuerdo con el arzobispo de Toledo), 1232 (acuerdo con la Orden de Calatrava) y 1237 (acuerdo con la Orden de Santiago). 

De esta forma se redefinió el señorío sanjuanista en La Mancha, un dominio solariego que se amplió por entonces con la compra de Alcázar de San Juan. 

Se reforzaban así las posiciones en el Cigüela-Alto Guadiana, donde la Orden contaba con los castillos de Ruidera, Peñarroya, Santa María del Guadiana y Villacentenos (c.1215)— 

No obstante también habría recortes, caso de Villarrubia, Criptana y Villajos o las tierras de La Mancha Alta (Dancos, El Romeral, Lillo y la zona comprendida entre Tembleque y La Guardia).


domingo, 29 de septiembre de 2019

La festividad de San Antón, una celebración con fuertes Raíces Paganas

Imagen de San Antón
en la ermita de San Sebastián 

Celebramos con cierta frecuencia festividades y tradiciones que han sobrevivido al paso del tiempo, con la alegría y el entusiasmo de compartir unos días entrañables junto a la familia, los amigos o los vecinos. 

Algo totalmente lógico, comprensible y hasta saludable, pues son este tipo de conmemoraciones las que contribuyen a reforzar nuestras raíces y nuestra identidad como miembros de un mismo clan. 

Sin embargo, absorbidos y entusiasmados por los ritos y ceremonias que componen estos actos festivos, pocas veces nos hemos parado a pensar sobre el origen y el porqué de esas mismas solemnidades.

Empeñado en sacar a la luz los cimientos que sustentan nuestra identidad como corraleños, hoy toca hablar de una de las celebraciones más antiguas, populares y entrañables de la población, así como una de las que cuenta con más elementos paganos en su fundamento: La festividad de San Antón.

Pero para entender los orígenes de tan singular acontecimiento, debemos remontarnos antes a cientos, quizás miles de años de la llegada del cristianismo a nuestras tierras y más concretamente a las culturas Neolítica, Ibérica y Romana, con sus diferentes rituales de purificación.





Y es que tanto para los primeros grupos humanos que poblaron los alrededores de nuestra población (neolítico), como para la cultura celtibérica que se instaló en la sierra y cercano cerro de la Muela, sin olvidar la poderosa y avanzada civilización romana que dominó a continuación; el primer mes del año (desde época romana dedicado al Dios Jano, el Dios de los dos rostros, el que mira al pasado y el que mira al futuro y que por ello lleva el nombre de January en Inglaterra, Januar en Alemania, Janvier en Francia y Janeiro o Enero en España), era considerado tradicionalmente como un mes de purificación.

El dios Jano en un busto de los Museos Vaticanos

Era el momento de celebrar las ceremonias religiosas destinadas a purificar los campos, los animales y los hombres, en las fiestas denominadas “sementivae y paganalias”. 

Algo perfectamente comprensible, si tenemos en cuenta que una vez superado el llamado solsticio de invierno (que marcaba los días más cortos del año), la luz comenzaba de nuevo a renacer y los días se iban alargando poco a poco hasta evidenciar la preponderancia del día sobre la noche o, como lo traducían nuestros antepasados: la victoria del sol sobre las tinieblas y el triunfo de la luz sobre la oscuridad.

 Un trascendental acontecimiento periódico utilizado tradicionalmente por las diferentes creencias religiosas, que marcará el inicio de un nuevo ciclo de la vida y que será considerado por el ser humano como el momento ideal para medir el paso del tiempo en forma de años.

Claro que, todo comienzo de ciclo conllevaba un proceso de destrucción y otro de renovación que dejase atrás lo malo, negativo o perjudicial y aportase un plus de esperanza y transformación en el nuevo período que estaba por venir. 

Esta era la causa de que se celebrasen y sigan celebrando hoy en día, una serie de rituales de abandono, destrucción y limpieza de lo negativo y los malos espíritus, seguidos de una serie de liturgias de purificación y bendición, en base a dos de los elementos principales de la naturaleza: El fuego y el agua.

En el caso que nos ocupa, el fuego purificador –la hoguera- va a convertirse en el protagonista de las celebraciones de san Antón, pues si bien con la llegada del cristianismo muchos de los ritos paganos fueron desapareciendo de la vida cotidiana de los hispanos, en muchos otros –como en el presente caso- se negaron a desaparecer de la memoria colectiva y acabaron mezclados en feliz sincretismo con las nuevas festividades y liturgias cristianas.

La Hoguera de San Antón

Y si tenemos en cuenta la crucial importancia de los animales domésticos para la vida cotidiana del ser humano de pasadas épocas, entenderemos perfectamente el porqué de que fueran purificados y bendecidos -al igual que sus amos- pero en esta ocasión a base de dar varias vueltas alrededor de la hoguera, ya que saltarla por encima resultaba bastante problemático para la mayoría de los animales. 

Este es el origen de las tradicionales vueltas alrededor de la ermita, que los animales de carga efectúan (quizás deberíamos decir efectuaban) antes de ser bendecidos –purificados- por el agua bendita de los ritos cristianos.

El hecho de que San Antonio Abad, el santo ermitaño egipcio que vivió entre el año 250 y el 356, conviviera en su retiro del desierto con las alimañas sin sufrir daño alguno, lo acabó convirtiendo en protector de los animales. 





Y como quiera que se le considera también vencedor de las tentaciones del demonio (las famosas tentaciones de san Antonio) y el cerdo en muchas culturas se identificaba con lo sucio y pecaminoso, la iconografía de este Santo acabó mostrándolo como vencedor del maligno, representado por ese cerdo que aparece domesticado a sus pies.

 Y si además tenemos en cuenta la preponderancia del fuego en sus celebraciones, comprenderemos el porqué de que se le adjudicase la cura del llamado “fuego de san Antonio” que no es otro que la enfermedad de la piel conocida como Herpes Zoster, que producía y produce una fuerte sensación de quemazón en quienes la padecen.

San Antón con la "Tau"

Otra peculiaridad con fuerte raíces paganas que podemos encontrar en las viejas representaciones del santo, es la presencia de la letra “Tau” en el báculo que lo acompaña. 

El símbolo “Tau” fue utilizado por los egipcios como emblema de vida, salud y fecundidad, además de por los Persas en los ritos del Dios Mitra, por los Arios procedentes de la India y por los hebreos en la marca que hicieron con sangre en las puertas de las casas para evitar las plagas de Egipto. 

En el cristianismo, a raíz de la utilización por San Antonio de este signo, acabó como emblema de la misteriosa y desaparecida orden monacal de los Antonianos u hospitalarios, dedicados en la antigüedad a asistir a los peregrinos infectados con enfermedades contagiosas: lepra, peste, sarna, etc..

Finalmente y ya alejados de la simbología religiosa y pagana, no podemos dejar pasar la ocasión sin recoger una vieja tradición ya extinguida en nuestro municipio: “El gorrino de San Antón”. 

El gorrino de San Antón descansando plácidamente
(La Alberca)

Un cerdo que en sus orígenes compraba el municipio y que una vez marcado y con una campanilla al cuello, andaba libre por la población para ser alimentado por los vecinos con todo tipo de sobras y despojos alimentarios. 

Tras su larga fase de engorde a lo largo del año, acababa finalmente engrosando la despensa del hospital de la villa para alimento de los pobres. 

Con el tiempo, sería la hermandad de San Antón la encargada de comprar, soltar y finalmente rifar el famoso gorrino, para pagar con ello los gastos de la festividad.

En Corral de Almaguer y después de que el poderoso gremio de ganaderos contribuyera a costear la reforma de la ermita de San Sebastián llevada a cabo a finales del Siglo XVIII, la imagen y fiesta de San Antón acabó por eclipsar al santo patrón del arrabal y titular de la ermita: San Sebastián, que hoy aparece como mero actor secundario en las celebraciones.






Y para terminar, nada mejor que recoger uno de esos dichos populares o refranes, que nos hablan precisamente de ese aumento de luz que justificó en nuestros antepasado la celebración de estas fiestas de purificación del mes de Enero.

 “Para San Antón un pie de lechón y para San Sebastián una hora cabal”

Rufino Rojo (Enero de 2016)

Nota: Todos estos procesos de purificación a base del fuego, se repetirán de nuevo con la llegada del otro solsticio del año: el solsticio de verano, que los cristianos conocemos como "la noche de San Juan"


sábado, 28 de septiembre de 2019

Los Castillos Humanos de Hontanar

Resultado de imagen de Hontanar mapaEn plenos Montes de Toledo y dentro del Parque Nacional de Cabañeros, se halla Hontanar, pequeño pueblo serrano que cuenta con multitud de atractivos. 

Entre ellos destaca una tradición que celebra cada primer domingo de septiembre con motivo de las fiestas en honor a su patrón el Stmo. Cristo del Buen Camino.

Me refiero a los tradicionales castillos humanos que los hontanariegos levantan habilidosamente para honrar a su Cristo, en la tarde del domingo tras la procesión.

 Resulta curioso encontrarnos en esta zona con una tradición que, como sabemos, es más propia de Cataluña, donde abundan las collas y los castellers, que se hacen presentes en multitud de celebraciones. 

Aunque Hontanar es el único pueblo de la provincia de Toledo que en la actualidad mantiene esta curiosa tradición –al menos yo no tengo noticia de que se haga en otros lugares-, sí hubo algún que otro pueblo que la celebraba igualmente y que acabó perdiéndose.





 Es el caso de la localidad monteña de San Pablo de los Montes, cuyo término limita con el de Hontanar, y donde los castillos humanos los formaban los mozos la tarde del 14 de septiembre en el ofrecimiento al Cristo de la Veracruz. 

Esta tradición se perdió hace algunas décadas en San Pablo, allá por los años 60, pero tenemos la suerte de contar con fotografías antiguas que demuestran el peso que antaño tuvo la tradición entre los sampableños.

Hontanar, fiel a su tradición, no ha dejado de levantar sus castillos ytorres humanas, si bien es cierto que en la actualidad ante la falta de jóvenes que habiten en el pueblo o vuelvan a él en las fiestas, la tradición se ha visto un tanto disminuída en cuanto a cantidad de castillos se refiere, pero se resiste a perderse. 

Me contaba el alcalde del pueblo que antiguamente eran los quintos los protagonistas de la fiesta, pues ellos eran quienes formaban los castillos y portaban la imagen del Cristo en la procesión. 

Recuerda la gran cantidad de jóvenes que se agrupaban para elevar los castillos humanos.

Los hontanariegos cumplen con su tradición de dos formas: levantando castillos humanos compuestos por varias personas, y torres humanas en las que una persona lleva sobre sus hombros –de pie o sentada- a otra persona. 

Esta última modalidad suele hacerse con los niños, que van subidos sobre los hombros de sus padres, inculcándoles de esta manera la antigua tradición.

Los castillos humanos por lo general son de dos pisos. 

En la parte inferior se suelen colocar cinco personas y en la parte superior cuatro. 

Hay otras que desde fuera ayudan a sujetar las piernas de las que están arriba para así ayudarles a mantener el equilibrio. 

Para formarlos se colocan junto a una ventana con rejas, a la que se van agarrando para ir componiendo cada una de las alturas del castillo. 

Las personas de constitución más fuerte y de mayor fuerza se colocan abajo, y las más menudas en la parte alta. 

El Cristo, que ha recorrido algunas calles del pueblo en procesión, queda colocado en un lateral de la plaza, donde tiene lugar el acto que se denomina “Ofrecimiento”. 

Una feligresa con un cestillo recoge los donativos que los devotos ofrecen al Cristo, al tiempo que les da a besar un crucifijo. 

Los castillos humanos avanzan varios metros hasta que llegan ante la imagen.

 Este desplazamiento es muy complicado, pues se emplea mucha fuerza, resistencia y destreza para evitar que ningún miembro se caiga al suelo y por consiguiente se rompa el castillo. 

Van avanzando describiendo círculos, el castillo va girando, para así conseguir mayor estabilidad. Es muy curioso ver como las personas que lo forman, llevan en su boca –como marca la tradición- la moneda que tendrán que arrojar al cestillo. 




A los de la parte inferior se les da a besar el crucifijo, y a los de la parte superior la cruz parroquial, que una persona se encarga de acercar agarrándola por el mástil. 

Tras haber depositado con la boca el donativo cada uno de los componentes, el castillo vuelve al lugar en el que se formó, y valiéndose nuevamente de la ventana, se descompone.

Las torres humanas se suelen hacer con niños pequeños, que orgullosos, avanzan sobre los hombros de sus padres de pie haciendo equilibrio, o sentados, para ofrecer el donativo al Santísimo Cristo. 

Los adultos portan en este caso las monedas en la boca, y los niños en las manos, besando ambos el crucifijo.

De esta manera transcurre un largo rato en la plaza, por donde van pasando varios grupos de castillos ante la imagen del Cristo del Buen Camino. 

Una tradición muy curiosa, de la que Hontanar se siente orgulloso, por ser una fiesta única en todo el entorno, y que a pesar de los nuevos tiempos y del acuciante movimiento migratorio a otros núcleos de mayor población, se sigue manteniendo con el respeto y entusiasmo de antaño.

El Cristo del Buen Camino de Hontanar


















Torre humana ante el Cristo                                                  Ofrecimiento


Haciendo el Ofrecimiento


Levantando el castillo en una ventana


Ayudando a equilibrar el castillo



Los oferentes besan la cruz parroquial


Las monedas se portan con la boca

Publicado por Objetivo Tradición 


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