Hace mucho tiempo en la época de la dominación árabe, en Toledo vivía una familia de notable reputación,
El señor de la casa junto a sus grandes riquezas era seguidor a la ley de Moisés por lo cual era visto como un rabino muy apreciado por los seguidores de su fé.
Este señor era viudo así que todo su cariño y atenciones envolvían a su única hija una joven de gran belleza y bondad.
La educación de la ahora señorita había sido de muy alto nivel siempre vigilante su padre de evitar las compañías y juntas de personas que según él creía inferiores, en esta realidad la joven Raquel fue creciendo en una lujosa mansión donde los días pasaban sin mucho que decir, mientras ejercía un pasatiempo de la época para señoritas que era el hacer bordados acompañada de tarareos y melodiosas canciones entonadas por ella misma.
Así un día mientras bordaba mirando la calle desde el umbral de su ventana cubierta por unas celosías, vio pasar a un joven imponente, gallardo y elegante que vestía ropas cristianas pero que aun así llamo poderosamente su atención, de repente encontró un nuevo pasatiempo que le pareció más interesante, cada día fingía bordar en el umbral de la ventana esperando poder ver pasar al joven apuesto sintiéndose feliz por haber podido verlo si el transitaba entre la multitud y sintiéndose triste y deprimida cuando no lo veía.
Los días pasaron y su interés por este joven creció, es por eso que un día intento dar el primer paso así es que llamo la atención del joven y le dejo saber su deseo de conocerle mediante una nota escrita por ella y arrojándola desde su balcón. El joven no tardo en corresponder a la misiva haciéndole llegar casi de la misma manera una nota en la cual citaba a la joven para verse cualquier día en una callejuela a unas cuadras donde había un pozo.
La joven Raquel tuvo que ingeniárselas para poder convencer a su padre que le permitiera dar unos paseos por las calles en los días posteriores y no le importo que le pusieran una chaperona anciana de acompañante solo le interesaba cruzar verdaderas miradas con el joven que le gustaba, así es que estuvo saliendo de paseo siempre por la misma callejuela. Es aquí donde un día se cruzó el joven Fernando con la exquisita Raquel y desde ahí quedó prendado de ella, ya sabiendo donde ella vivía no fue difícil conocer su situación por su nombre y quien era en la ciudad.
Es así que Fernando procuro pasar por su balcón más seguido para lograr alguna comunicación y en una noche quedaron ambos para verse en la callejuela del pozo, ella se escapó y fue al lugar de encuentro, al llegar lo vio envuelto en una capa y no paso mucho en que se entendieron y que cada mirada se convirtió en deseo en que las palabras dejaron paso a los besos y los juramentos de amor y fidelidad eterna cubrieron el silencio que les embargaba.
Desde ahí cada noche se veían en el mismo lugar sin ser descubiertos y nadie había reparado en las escapadas y entre el misterio de las noches que los envolvía su amor fue creciendo más pero aún existía el miedo por sus familias separadas por la religión y por la fe.
Ella judía, el cristiano ya por ese tiempo se sabía que la convivencia de estas dos creencias no era bien vista y es por eso que existen días en que el destino no es benévolo, pues un amigo del padre de la joven los vio desde lejos reconociéndolos y no paso mucho tiempo en que fue a contarle su amigo el padre de Raquel sobre estos encuentros.
El padre se llenó de ira y más sabiendo que el que pretendía a su hija era un cristiano, sin duda este se había valido para engañar a su inocente hija con sus artimañas, pero esto no se quedaría así, pensó. La noche que se enteró del secreto fue más temprano a la calle de Toledo donde ocurrían estos encuentros, envuelto en una capa y armado con un puñal debajo de ella.
Es ahí que en un momento vio la llegada del joven que se sentó al costado del pozo esperando al parecer a su amada que por supuesto era también su preciada Raquel, acercándose cautelosamente lo abrazo e intento arrojarlo al pozo pero Fernando se resistió al abrazo mortal y justo cuando estaba a punto de soltarse sintió el frio acero atravesar sus entrañas, un segundo después con los ojos nublados se desplomo al costado del pozo.
El padre retrocedió y oyó un ruido detrás de él, al voltear vio a su hija con el rostro pálido y desencajado que miraba el cuerpo sin vida de su amado Fernando, al parecer había presenciado el acto de su padre y no pudiendo soportarlo más se desvaneció.
El padre se la llevo a su casa e intento calmarla, hacerla sentir mejor pero Raquel ya no estaba mentalmente con él, seguía rememorando los encuentros con Fernando en su mente y siempre terminaba en ese fatídico momento en que presenciaba sus ojos nublados hasta apagarse, hubieron días en que se escapaba al pozo a llorar a su amado, dicen que es por sus lágrimas que las aguas comenzaron a tornarse amargas, en la última escapada se dice que Raquel llorando en el pozo le pareció ver por un momento a Fernando en el fondo del pozo junto al reflejo de la luna y que por eso ella cayo, cuando la sacaron ya nada se pudo hacer Raquel estaba muerta.
El suceso conmociono a la ciudad de Toledo y el pozo fue desde ahí llamado oficialmente “el pozo amargo”, en la actualidad ya no existe y puede que no se sepa bien donde estaba su ubicación pero en esas callejuelas algunos dicen que pueden ver las sombras de una pareja que pasea en la oscuridad, tal vez ahora Fernando y Raquel si disfrutan de su amor más allá de las leyes humanas.
Muy bonitas historias.
ResponderEliminarA los descendientes de Alonso de Paz, hijo de Juan de Paz y Leonor García la judía les agrada esta historia.
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