Por este emplazamiento privilegiado, podrían considerarse el corazón de Toledo si no fuera porque este título lo tiene ya registrado Zocodover con legítima incuestionable.
FOTOS: ANA PÉREZ HERRERA
En cualquier otro lugar del mundo las Cuatro Calles no pasarían de ser una simple encrucijada de vías urbanas —que, por cierto, no son cuatro sino cinco—; pero en esta ciudad de urbanismo agobiado y suelo escaso, las Cuatro Calles alcanzan el título de plaza con todo honor y derecho, que otras con menos mérito lo tienen.
Lo que hace grande a esta pequeña plaza es su Geografía, su Historia y aún su Literatura. En cuanto a lo primero, se observa que las Cuatro Calles constituyen el centro de una estrella de cinco brazos desde la que se llega a Zocodover por el norte, a la Catedral por el sur, al Teatro de Rojas por el Este y al Alcaná por el oeste. Por este emplazamiento privilegiado, las Cuatro Calles podrían considerarse el corazón de Toledo si no fuera porque este título lo tiene ya registrado Zocodover con legítima incuestionable.
Si no su corazón simbólico, las Cuatro Calles son al menos el corazón comercial de Toledo, que bombea negocio por sus calles aledañas como el sol irradia los rayos de su lumbre. Y, según se dice, el flujo de la población flotante forma un Nilo de prosperidad sin cuento que hace fructificar los negocios de sus orillas con doce cosechas al año.
De Zocodover a San Juan de los Reyes pasan los turistas de museo en museo, de iglesia en iglesia, con sumisa resignación, y parece que les aliviara un poco el ir mirando los escaparates. Pero, de pronto, les estalla ante los ojos el callejón de la Chapinería con su portada catedralicia al fondo, y vuelta a empezar con el sacrificado turisteo monumental, buscar la cámara y el plano, y la consabida lección de historia.
A veces, los turistas se topan con algunos entrañables personajes que, como producto reciclado de otra época, ejercen en las Cuatro Calles de chamarileros de libros y postales, vendedores de lotería, mendigos recién llegados en el Galiano y músicos con cedés auto-editados. Son la grey del tenderete, que se arriman a la orilla de las Cuatro Calles como al abrevadero del río turístico.
A nuestra plazuela no la adornan casonas blasonadas, rincones pintorescos ni el típico desconchón a la veneciana, sino que su perímetro se puebla del prosaísmo comercial de unas cuantas tiendas de damasquino, ropa, bares y hasta un par de droguerías. Sin embargo, este prosaísmo mercantil no estorba sus quilates culturales, ya que lasCuatro Calles lucen un privilegio que ningún lugar de España le iguala: el ser la cuna del libro más universal: Don Quijote de la Mancha.
Es bien sabido que en tiempos de Cervantes las Cuatro Callesformaban parte de «El Alcaná», que es donde Cervantes —según confiesa en su papel de narrador— encontró la crónica de Don Quijote, escrita por Cide Hamete Benengeli. Así lo cuenta en el capítulo IX de la primera parte de El Quijote: «Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos. Y, puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues, aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua, le hallara.»
El Alcaná era ya entonces una zona de mucha tienda y mercadeo, donde abundaban los comerciantes judíos y moriscos. Allí se vendía toda clase de productos, entre ellos la seda de la que Toledo producía en grandes cantidades; de ahí que el muchacho pretenda vender los papeles viejos y cartapacios a un sedero, probablemente para que éste los emplease como papel de envolver tan delicado producto.
Por si esto fuera poco, este trasegado enclave urbano de las Cuatro Calles se adorna de la gloria de ser el escenario de la escena de El Lazarillo en la que Lázaro se llena de espanto al ver pasar a una doliente reata de mendigos que era expulsada a golpes fuera de la ciudad: «…vi llevar una procesión de pobres azotando por las Cuatro Calles. Lo cual me puso tan gran espanto, que nunca osé desmandarme a demandar».
En realidad, el desconocido autor del Lazarillo no inventó nada. El 21 de abril de 1546, ante la abundancia de indigentes debida a las malas cosechas, el Ayuntamiento promulgó un edicto prohibiendo limosnear a los mendigos forasteros, estableciendo que los culpables fueren enviados a la cárcel, donde el señor corregidor debería aplicarles sesenta azotes y el destierro que preceptuaba la legislación.
Y también las Cuatro Calles era el lugar favorito de Benito Pérez Galdós para contemplar el desfile del Corpus. Según Marañón, se apostaba en el pretil de la Chapinería y desde allí veía venir el cortejo por Martín Gamero y contemplaba cómo se alejaba por la Calle Ancha camino de Zocodover.
También en este mismo entorno de las Cuatro Calles sitúa Galdós la acción conspirativa de el Audaz, la novela con trasfondo revolucionario en la que su protagonista, Martín Muriel, se propone derrocar a Godoy. A la vuelta, en Hombre de Palo, sitúa la casucha donde se reunían los conspiradores. Y en aquel pequeño local se establece una Junta provisional de gobierno con la intención de destituir a la familia Borbón y de convocar unas Cortes Generales, proclamando la soberanía de la Nación. Ahí es nada.
En la cercana calle de la Chapinería se encontraba la casa de Muriel, «una casa lóbrega y escondida» que le serviría de refugio para tener controlado al barrio.
Los toledanos de principios de siglo que vieran a Don Benito apoyado en el pretil de la Chapinería, viendo pasar el desfile procesional del Corpus, acaso lo creerían invadido de pensamientos místico-religiosos, pero es más seguro que el escritor estuviera urdiendo en su cabeza la trama de asaltos y conspiraciones que habría de ubicar, días después, en aquel mismo escenario novelesco.
Pero el papel de las Cuatro Calles como foco de conspiraciones acaso se lo inspiró a Galdós el cronista Sebastián de Horozco que relata cómo el año de 1485 «los conversos que en esta ciudad vivían, tenían ordenada una traición para el día de Corpus Christi, cuando la gente cristiana fuese en procesión con el cuerpo de Iesu Christo, salir en lasCuatro Calles y matar a los dichos inquisidores y toda la gente cristiana».
Los transeúntes que a diario pasan por este pacífico —aunque ajetreado— lugar, acaso están muy lejos de pensar que transitan por uno de los lugares más carismáticos de la historia de Toledo y de la cultura española. Ya con salir en El Quijote, en el Lazarillo y en losEpisodios Nacionales, parece que es bastante.
Cuando Marañón acuñó para Toledo el título de «encrucijada de civilizaciones», acaso estaba pensando en esta concreta «encrucijada» de las Cuatro Calles, por donde han discurrido culturas y civilizaciones —también alguna incultura y no pocos incivilizados— en un torrente continuo que todavía no ha parado.
POR MARIANO CALVO@ABC_TOLEDO / TOLEDO
Día 20/11/2013 - 20.35h
Fuente: http://www.abc.es/toledo/ciudad/20131120/abci-paseo-cuatro-calles-201311202021.html
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