La solución aportada por la ingeniería romana para el primitivo puente sobre el Tajo en Talavera pasaba por fijar, lo más firmemente posible, la cimentación de las pilas y la articulación de un sistema de tajamares triangulares que de una forma efectiva contrarrestaran los empujes de las corrientes.
Del examen detallado de los restos del puente romano se deduce que la tipología adaptada toma modelos genéricos de puentes imperiales con pilas y tajamares «aquillados«, una buena obra de opus caementicium al interior de las mismas, y un forrado de sillares de muy buena factura, opus quadratum, y en ocasiones, de grandes dimensiones7. Ahora bien, el factor de perdurabilidad que la obra romana pudo tener en cuenta se vio descompensado por la increíble violencia de las aguas del Tajo que debieron de incidir en su paulatino desajuste y derrumbe.
Fig. 1
La obra medieval del puente viejo sobre el Tajo en Talavera aprovecha algunas de las pilas romanas del antiguo puente. Esta reutilización, nota constante en la arquitectura pública talaverana durante el medievo, se aprecia no sólo estructuralmente sino en los mismos elementos que componen las pilas del puente medieval: uso de sillares con inscripciones epigráficas, por ejemplo8.
El nivel de arrasamiento de la obra romana es patente; por el análisis arqueológico de las pilas del primitivo puente, que se encuentra por debajo de la cimentación de las pilas medievales, se observa que apenas se conservan dos hiladas del paramento de sillería romano, indistintamente consolidado (fig. 2).
Análisis histórico-documental
Es bastante asombrosa la escasez de noticias documentales sobre este puente. Las fuentes medievales que hablan de Talavera, tanto en época islámica como después de la ocupación cristiana, hacen caso omiso de referencias al puente sobre el río Tajo9. La más antigua, el texto de Ibn Hawqal, de mediados del siglo X, menciona sus tiendas, bazares, baños, mezquitas, etc. pero nada recoge acerca del primitivo puente. Lo mismo ocurre con la Crónica del Moro Rasis donde se repite la ausencia de datos al respecto.
Un elemento, sin embargo, más ilustrador de las obras hidráulicas de la ciudad en el pleno medievo, es mencionado por Ibn Qattán hacia 1109. Se refiere a una presa que utilizaban los cristianos para conseguir que el agua del Tajo «lamiese» los muros de la fortaleza en el sector meridional del primer recinto fortificado10. Si este complicado sistema de inundación lo situamos en la zona del puente viejo puede argumentarse una posible correlación entre el primitivo puente romano, reformado casi con toda seguridad por los musulmanes, y la presa aludida por Qattán.
El problema, no obstante, se plantea por la falta de alusiones directas al puente en estos siglos centrales del medievo. Optaremos por otras vías de interpretación para intentar perfilar soluciones. La relación entre puente y fortificación de la ciudad está patente desde su misma concepción. El primer recinto amurallado, correspondiente con la medina musulmana, que aprovechó parte del trazado tardorromano, se levanta según Martínez Lillo entre mediados del siglo IX y una posterior reforma, en tiempo de Abd al-Rahman III (año 936/937)11. La documentación bajomedieval registra la existencia de una de la puertas importantes de acceso a la villa en el sector meridional, la Puerta del Río12, que sin lugar a dudas existía ya en época romana, y que comunicaba el puente sobre el río con la ciudad.
Esta correlación es lógica desde el punto de vista geoestratégico. El agua suponía de por sí un excelente medio de defensa para la misma ciudad, en tanto que esa mencionada presa no sólo es un medio de obtener agua para la irrigación mediante norias, o la inundación de parte del foso, que existía en el perímetro circundante de la muralla, sino un modo que tenía la propia villa de ofrecer resistencia si se efectuaba un ataque por el sur13.
Lo cierto es que la comunicación directa de la villa con el río se hace a través de la Puerta del Río y de otro postigo, llamado de Nazar, situado junto a una coracha, para el aprovisionamiento de agua en épocas de sitio. El puente toma pues, un papel relevante que por fuerza exigía una atención privilegiada en las obras públicas de la Talabira musulmana. La ausencia de referencias no conlleva necesariamente la pérdida de protagonismo como elemento urbano de primer orden. El hecho de tratarse de un punto de conexión importante en la Marca Media entre las tierras del califato cordobés y la orilla norte del Tajo, convierte al puente de Talavera en un paso de gran valor estratégico como lo era la propia ciudad y la red de fortificaciones que en la zona talaverana existía.
La información más antigua que hemos localizado acerca del puente medieval es de 1227. Cuando el rey Fernando III ordenó controlar el comercio en los puentes del Tajo menciona a Toledo, Alarilla y Zorita, sin incluir Talavera, probablemente por encontrarse su puente fuera de servicio. Su ruina pudo deberse a diferentes causas, entre ellas las violentas avenidas del caudal del Tajo, registradas en años anteriores14. Según señala Julio González15, los pobladores de Talavera y su alfoz, sobre todo los del lado meridional del río, sufrían las consecuencias de esta incomunicación y la falta de apoyo en épocas de inseguridad, ante la vecindad de la tierra musulmana, pues hasta 1233 no se produce la toma de Trujillo por tropas cristianas. Ante esta situación, y dada la anchura del río, que hacía casi imposible tener un acceso entre ambas vertientes, empezaron a reconstruir el puente; el trazado rectilíneo del antiguo puente romano, probablemente ya arruinado, se varía entonces. En lugar de seguir el recorrido por las pilas romanas, pasado el primer tercio del puente partiendo de la villa se practica un cambio de dirección, bastante acusado, que provoca el característico quiebro de su trazado, a manera de tajamar aguas arriba.
El caso es que la obra, por su excesivo coste, no pudo sufragarse con los recursos disponibles por lo que el concejo acudió al Papa Honorio III que, en el referido año de 1227, concedía 20 días de indulgencia a cuantos ayudasen con limosnas y subsidios para poder acabar la obra del puente16. Esta obra del siglo XIII puede corresponder con los restos que en la actualidad se localizan cerca de los antiguos molinos, convertidos hoy en una central hidroeléctrica, que luego analizaremos. La más abundante documentación sobre este puente data ya del siglo XV.
Este puente pudo quedar inconcluso, o, al menos, sufrió nuevos desperfectos, por cuanto ya en la primera mitad del siglo XV acusaba su estado ruinoso. El concejo volvió a poner en marcha una campaña de reformas del puente que, por lo que se deduce, debió de durar varios años. Entre los años 1423 y 1427, según Jiménez de Gregorio se efectúa otra restauración17. Hacia 1449 se había iniciado otra obra; el Honrado Concejo de la Mesta, uno de los más frecuentes usuarios del puente, así lo hacía notorio cuando llega a un acuerdo con la villa de Talavera, materializado en la famosa Concordia de 144918. En esta se declara:
«Por quanto la dicha villa de Talavera tiene començada a hedificar una puente de cal e canto en el río Tajo zerca de la dicha villa de Talavera e la quieren adobar de pilares de paso de madera bien alta e ancha, con azitaras de manera que bien e libremente pudieran pasar por ella agora e de aquí adelante para siempre jamás los hermanos del dicho concejo de la Mesta ...fazer entrada para la dicha puente por la dicha villa e arrabal e arrabal della rompiendo los muros e tapiando como quede calle hancha por do bayan los dichos ganados...».
Este acuerdo, que sirvió de modelo para concordias similares que la Mesta propició con los concejos por donde atravesaban sus ganados, suponía además la contraprestación para el Honrado Concejo de tener que paga en concepto de pontazgo, un derecho de dos cabezas por cada mil ovinos o caprinos que pasaran por los puentes de la villa19; una forma de establecer ciertas garantías para mantener en buen estado el puente, si bien como es obvio, no dio excesivos resultados.
Directamente relacionado con la guerra civil en el reinado de Juan II, el alzamiento de Pero Sarmiento contra el rey y su valido, Alvaro de Luna en Toledo, pone en guardia a la villa en 1450 que organiza un sistema defensivo en sus murallas20. La rivalidad entre el concejo de Toledo y el de Talavera provoca ciertas escaramuzas y ataques de los toledanos a la villa: «por allende del río vino gente de Toledo e quebró la puente...» Así encontramos referencias en el libro de acuerdos del ayuntamiento talaverano de 1450 a la acción destructora que llevaron a cabo los toledanos sobre el puente:
«Los dichos señores acordaron de faser en el arco postrero un torrejón con su puerta para que los veçinos de Toledo no les torneren a quebrar la puente...» 21.
Igualmente, al año siguiente todavía se insiste en la necesidad de reparaciones que tenía el puente22, obras que continuaban en 145223. Las llevadas a cabo en estos años debieron de limitarse a ciertos arcos del puente y a la fijación de pasarelas de madera.
El otro gran hito de la historia constructiva del puente se sitúa bajo la prelatura del cardenal de Toledo, don Pedro González de Mendoza, verdadero artífice de obras públicas y amante de las artes24. La relación del prelado con la villa parece fue, por lo menos, asidua y en cierta manera beneficiosa en cuanto que dejó en su término algunas representaciones de su labor edilicia. Entre ellas la reforma de una de las puertas de acceso al primer recinto amurallado, el Arco de San Pedro, así como una importante actuación en materia de puentes.
El cronista local Fray Andrés de Torrejón alude en su obra manuscrita de 1596 a la construcción del puente en tiempos de Mendoza:
«Fray Pedro de los Molinos tanvién fue procurador y grande artífice en traçar obras y edifiçios y por entenderlo tanto, siempre que se ofreçía alguna cosa destas al ayuntamiento pedían al prior le diese liçençia para salir a verlas y traçarlas y por horden suya se hiço la puente deste río que está junto a la villa por donde se pasa a la Xara, la qual esta ya muy arruynada por las muchas y grandes avenidas y la poca firmeça que ay en la tierra ques muy arenisca....»25.
Se atribuye pues a este fray Pedro de los Molinos, de la orden de San Jerónimo, y profeso en el monasterio de Santa Catalina de Talavera, la dirección de las obras de reconstrucción de la primera parte del puente viejo, y que hoy se mantiene en pie. El historiador local Ildefonso Fernández y Sánchez ya reparó en este aspecto cuando diferenciaba la obra de Mendoza de la otra más antigua26.
La actuación del cardenal, como señor de la villa, se reflejó epigráficamente encima de uno de los arcos del puente, concretamente donde hace el quiebro. Este ha sido tradicionalmente conocido como Arco de las Armas, evidentemente por encontrarse allí un pequeño templete con el escudo cardenalicio27. Además, se menciona una inscripción alusiva a la obra de Mendoza; la transcripción que hizo Antonio Ponz en 177328 es la siguiente:
«PETRUS DE MENDOZA / CARDENALIS HISPANIAE ARCHIEP./ TOLETAN. A. MCCCC...»
Por supuesto que la lectura de la fecha está incompleta, pues como dice el mismo Ponz, el letrero estaba bastante desgastado. Aunque algunos autores suponen la obra del primer año del pontificado de Mendoza, 1483, por nuestra parte, nos inclinamos más bien por fechas más tardías, cercanas a 1490.
No obstante la reforma cardenalicia los deterioros del puente siguieron produciéndose en años posteriores. Nuevas noticias de reparaciones de 1502 nos hablan de arreglos en «los pontones e obras quebradas de la puente nueva de la dicha villa»; en este caso el regimiento mandaba pregonar aquellos que deberían hacerse «segund questá fecho un pontón quebrado que agora se fiso e adobó por Morales, maestro de molinos de don Juan de Ribera...»29.
La crónica de García Fernández (1560), la más antigua de las historias locales de la época moderna, nos describe así el puente:
«Sobre el río de Tajo tiene esta villa una puente de XXV arcos, al principio de la qual junto al muro, está una açeña de molinos buena, y adelante, pasadas dos terçias partes de la puente, está otra casa e açeña de quatro ruedas. Es hedifiçio muy prouechoso; hizose a costa de los propios de la villa vale de renta en cada un año mil et quinientas fanegas de trigo»30
Análisis arqueológico de los restos medievales del puente
La dificultad que presenta el estudio arqueológico de este puente se debe a la cantidad de reformas que ha experimentado, formando un mosaico de diferentes tipos de obras. No en vano algún autor le ha denominado puentes de los remiendos31 (Fig. 3). Bajo nuestra óptica vamos a intentar analizar los restos exclusivamente medievales, es decir, las edificaciones y reconstrucciones que se enmarcan entre el plenomedievo y finales del siglo XV, banda cronológica en la que nos vamos a mover.
Fig. 3 Vista general del Puente Viejo sobre el río tajo. Talavera de la Reina.
Una de las cuestiones preliminares que hay que apuntar es el número de arcos que tenía el puente medieval. La referencia más antigua a este asunto es la del viajero Jerónimo Münzer (1493)32, quien especifica que el puente tenía entonces veintidós arcos. Este número creo que se aproxima bastante al que debió de tener el puente bajomedieval teniendo en cuenta los arcos que se contabilizan de esa cronología. No obstante, el puente que vio Münzer fue el que se acababa de reformar, sobre todo por la parte más próxima a la villa. García Fernández especifica que eran 25; cabe la posibilidad de que hubiera incluido los arcos de aliviaderos que se localizan en los ojos que hay cerca de los molinos, próximos a la orilla sur; o bien que contabilizara los que en ese momento se encontraban franqueados por estructuras de madera, como puede verse en la panorámica de Wyngaerden. En este, salvando las licencias que pudo permitirse el artista a la hora de interpretar la realidad, se pueden contar hasta 16 arcos, a los que habría que añadir otros cuatro más al principio del puente, que no se ven, y que corresponden con la obra del tiempo de Mendoza.
El caso es que el número de ojos puede haber variado sensiblemente del que tenía la estructura medieval por varias razones. Entre ellas, puede constatarse que la mayor luz de algunos de los arcos medievales, sobre todo los de la obra del siglo XIII-XIV, al derrumbarse, fueron posteriormente reconstruidos ubicando dos arcos en donde al principio hubo solamente uno. Esto parece observarse en algunos puntos donde las pilas no parecen guardar relación con las antiguas pilas medievales.
Para nuestro estudio tomaremos la cifra de 30 ojos, con una longitud total del puente que alcanzan los 520 m. y una anchura media de 4’6 m.33. De acuerdo con el cuadro cronotipológico (Tabla 1) abordaremos el estudio pormenorizado de las estructuras medievales, dejando aparte aquellos restos producto de reformas esporádicas posteriores.
Restos medievales del puente siglos XIII-XIV y XV
La correspondencia entre la información que nos dan los documentos y la que se deriva del estudio arqueológico del puente resulta complicada. Las atribuciones a la obra de reparación de 1227 es prácticamente imposible. Nos centraremos en el sector más meridional del puente, junto a los antiguos molinos, para intentar aproximarnos a la tipología constructiva de estos siglos.
Estos constituyen los tramos más antiguos del puente medieval, como ya advirtió Malalana Ureña34, y por su factura responde a un tipo de obra de sillería, conformando un aparejo regular si bien en algunas hiladas se deja ver cierta improvisación. La labor de cantería es por lo general bastante buena, siendo ésta más esmerada en la bóveda de los arcos, tanto de los mayores, como de los aliviaderos. El sillarejo suele utilizarse en los tímpanos, dejando una juntas más abiertas e imperfectas.
El esquema básico seguido en esta parte es similar al de otros puentes bajomedievales pero con ciertas particularidades: uso del arco apuntado antifunicular de varios centros35, que parte desde la misma base de la pila, y que permite la inexistencia del característico alomamiento de los puentes medievales. Los apoyos se resuelven con una ancha pila provista de tajamar y contrajamar triangulares y bastante prominentes, cuya altura no superaba la línea inferior del aliviadero. Por su misma anchura se opta por colocar encima una aliviadero de arco de medio punto, realizado con un dovelaje de buena sillería. En el interior de este se puede observar la presencia de dovelas rectangulares muy alargadas próximas a la línea de clave, y con un gran desgaste en las aristas. En las paredes de la bóveda y los muros se aprecia una tendencia al aparejo de sillería a soga, aunque de vez en cuando se coloca algún tizón (Fig. 4).
Este planteamiento puede observarse con claridad en el tramo de los ojos nº 24 al 27, donde en el siglo XV o XVI se siguió el mismo criterio constructivo en la reforma del arco y aliviadero -arco 26, pero esta vez con el uso del ladrillo como material (Fig.5). El tajamar triangular, bastante acentuado, permitía una mejor efecto de acción hidrodinámina en la base de la pila. Está realizado a base de buena sillería, de una altura media de 0’40 m. de hilada, con algunos ripios en las juntas, y predomina el aparejo a soga, alternando con algún tizón,
Fig. 5 Puente Viejo: Arcos 26 (aliviadero) y 27
Fig. 6 Puente Viejo: detalle del tajamar triangular entre el arco 25 y 27.
similar a lo que encontramos en las paredes del aliviadero (Fig.6). Por otra parte, estos tajamares engarzan sus hiladas con las inferiores del arranque de la bóveda o salmer, del arco 27. Hay, no obstante, un detalle significativo por lo que puede aportar en el desarrollo evolutivo de la obra en esta parte; en el arranque de este arco de la pila norte, es decir, la posee el aliviadero o arco nº 26, se puede observar una primitiva hilada de sillería, formando salmer, sobre la cual al rectificar la nueva bóveda se cubrió la junta con aparejo de ladrillo en fechas posteriores, sin duda para proteger la obra del ataque directo de la corriente. Este elemento de arranque nos plantea la duda de si formaba parte de la obra del siglo XIII, cuyo plano fue posteriormente abandonado con la rectificación del inicio de la bóveda.
La rosca del arco nº 27 presenta una pronunciado pandeo debido a una desviación que en su momento se produjo de la calzada, especialmente visible en la cara este. Los tímpanos de este tramo poseen obra de sillería y sillarejos.
El esquema primitivo de arcos apuntados de dos centros con aliviadero encima de la pila comprendía todavía en el siglo XVI un tramo regular de tres pilas (panorámica de Wyngaerde, Fig. 7). El aliviadero más próximo a la orilla sur, el sucesivo al arco 27, desapareció después del siglo XVI, quedando sólo su arranque, en la actualidad formando parte del arco nº 28 (Fig. 8).
El otro arco similar, al menos tipológicamente, al 27 es el nº 17, situado debajo de los antiguos molinos, hoy central hidroeléctrica. Aunque su luz es menor -11’80 en el primero, y 9’00 m en el segundo-, pensamos que se puede relacionar con este primitivo puente.
La adscripción cronológica propuesta por Malalana para este tramo gira en torno a finales del siglo XIV y principios del XV36, y en efecto parecen guardar muchos paralelos con los puentes al uso de esta época, con características muy comunes: el arco apuntado de dos centros, la colocación de arcos de aliviadero encima de las pilas, el diseño triangular tanto en el tajamar como en el contratajamar.
Ahora bien, el problema surge al intentar analizar el conjunto de la obra del siglo XV, presente en gran parte del puente, entre los arcos 0 y 16 y parte del resto. La diversidad de obras que hallamos, que pueden fecharse en este siglo y principios del siguiente, complica el análisis de los restos.
Teniendo en cuenta las noticias anteriormente comentadas, al menos habría que distinguir dos fases diferentes en las reformas del puente: una de las primeras décadas del siglo, que se prolonga en los años centrales del siglo con las reparaciones de los desperfectos de las acciones bélicas, y la que tradicionalmente se viene considerando obra del fraile jerónimo, por iniciativa del cardenal Mendoza.
En la primera fase podrían incluirse ciertas partes que más bien están complementando obras preexistentes y que en realidad viene a constituir una actuación de «urgencia» para mantener practicable el paso del puente, sobre todo por la necesidad de cara al paso de ganados de la Mesta. Aunque el proyecto comprendía la realización de una puente «de cal e canto», debió de limitarse tan sólo a algunas pilas; identificamos esta obra en determinadas pilas, en la actualidad casi desaparecidas o basculadas en su mayor parte. En estas la presencia del opus incertum es predominante en los aparejos de pilas y tajamares, con el uso de piedra amorfa de granito y fragmentos de ladrillos o canto de río.
El otro material, el ladrillo, se empieza a utilizar también en esta última fase medieval; en algún punto del puente lo observamos combinado con piedra: en el tímpano oeste, entre los nº 18 y 19 se localiza un aparejo realizado a base de mampostería encintada, con restos de dos fajas, una de ellas de unos 34 cm, entre verdugadas dobles de ladrillo. Se conectan directamente con las roscas de los arcos que están formadas por ladrillos de una modulación muy común (30x20x4’5 cm.). El esquema básico de mampostería encintada tiene muchas variantes, dentro de lo que se denomina «aparejo toledano», y su presencia se da obras tanto tardorromanas como alto y bajomedievales; en esta zona es exponente del mudejarismo de los siglos XIV o XV37 (Fig.9).
Fuente: http://biblioteca2.uclm.es/biblioteca/ceclm/libros/camineria/C4/04f23.htm
http://www.diputoledo.es/munitur/aytos/talavera/45165054.jpg
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