La vida de los sacerdotes está marcada por multitud de circunstancias particulares que facilitan o que dificultan su tarea pastoral.
Unas son de carácter personal, como la edad, la enfernedad, la casa en la que habita o las personas con las que trata; otras dependen del lugar donde se encuentra la parroquia, de su clima y accesibilidad; otras del tipo de personas que acuden a la parroquia solicitando sus servicios y socorros, como feligreses, forasteros o mendigos; y, la mayor parte de ellas, surgen de la actividad ministerial normal en la atención y servicio pastoral a los feligreses encomendados.
Unas son de carácter personal, como la edad, la enfernedad, la casa en la que habita o las personas con las que trata; otras dependen del lugar donde se encuentra la parroquia, de su clima y accesibilidad; otras del tipo de personas que acuden a la parroquia solicitando sus servicios y socorros, como feligreses, forasteros o mendigos; y, la mayor parte de ellas, surgen de la actividad ministerial normal en la atención y servicio pastoral a los feligreses encomendados.
Algunos ejemplos: Situaciones personales
- El cura de Valdilecha, del arciprestazgo de Alcalá, dice que: «lleva ya veinte años de presbítero y padece continuamente dolores de estómago, por lo que cada año necesita bañarse en los baños termales».
- El cura de Colmenarejo, del arciprestazgo de Canales, dice que: «el curato no tiene casa propia y los feligreses son pocos, pobres y sin devoción. Hay meses en que solamente se dice misa los días de fiesta».
- El cura de Redueña, en el arciprestazgo de Uceda, dice que: «La casa parroquial se encuentra inhabitable y amenazando ruina, por esta circunstancia el párroco tiene que vivir en una casa alquilada por la que paga anualmente 200 reales. La población la componen 40 vecinos y 140 almas de comunión. A excepción de dos o tres, los demás son pobres y solamente cuentan para mantenerse con el jornal. Por ello hay que ayudarles cuando llega la enfermedad, so pena de dejarlos morir. El agua potable se encuentra a cierta distancia de la población por ello es indispensable disponer de una caballería para transportarla».
- El cura de Cenicientos, del arciprestazgo de Escalona, dice que: «La población la componen 1.050 almas, todos gente pobre y sumamente gravosa para el párroco que se ve acosado con tanta miseria y sin poder socorrer tanta necesidad, pues apenas tiene para la precisa subsistencia».
- El cura de Alóndiga, del arciprestazgo de Hita y Brihuega, dice que: «tiene ochenta y cuatro años de edad y por ello no puede encargarse de servir este beneficio, actividad que realiza en su nombre un teniente a quien paga. Se encuentra imposibilitado de pies y manos, pues pasa medio año entero en la cama a causa del reuma que padece desde hace más de cuarenta años». Clima y escasez de alimentos
- El cura de Rascafría, del arciprestazgo de Buitrago dice que: «Su clima es extremadamente variado y destemplado. En todos los meses del año, en un mismo día, se experimenta frecuentemente la alternativa de las cuatro estaciones en su mayor rigor, siendo por este motivo sumamente penosas las funciones del ministerio, y crueles en las noches y días de ventiscas y granizadas del invierno. A las circunstancias provenientes de la montuosidad y escabroso del terreno se añaden los riesgos efectivos de animales dañinos que en las noches de invierno vagan desvergonzadamente por las calles del pueblo haciendo muchas veces presa en los perros que quedan fuera de las casas».
- El cura de Canencia, del arciprestazgo de Buitrago dice que: «Su clima, en razón de su localización, es muy crudo y riguroso y la injuria del temporal hace penosísimas las funciones del ministerio pastoral, especialmente en los días borrascosos de aguanieve, ventiscas y granizadas».
- El cura de Colmenarejo, del arciprestazgo de Canales, dice que: «el pueblo lo componen apenas cuarenta vecinos; durante los meses de julio, agosto y septiembre no se encuentra donde comprar pan y es necesario desplazarse fuera o mandarlo traer; en el pueblo no se vende nada mas que vino, aguardiente y aceite. Los artículos más necesarios en caso de enfermedad, como azúcar, chocolate o miel, si no se tienen en casa es casi imposible traerlos de fuera por el costo tan grande que lleva».
Atención a transeúntes y necesitados
- El cura de Venturada, del arciprestazgo de Buitrago dice que: «el pueblo está situado en la carretera de Madrid para Burgos y Francia y pasan por él numerosos pordioseros que solicitan limosna en la casa rectoral; igualmente, cuando pasan oficiales, coroneles y generales, todos quieren alojarse en la casa rectoral por ser la más decente, según dicen, y es necesario hacer sacrificios con ellos, atendiéndoles, para no quedar con la nota de grosero».
- El cura de Móstoles, del arciprestazgo de Canales, dice que: «Está situado en camino real y por ello todos los días se presentan ante su puerta sacerdotes, religiosos, militares y paisanos, y forasteros; unos piden limosna, otros la comida, y otros la cena y posada.
Asimismo acude una caterva de pobres vagos, que después de darles a la puerta muchas veces más de lo que se puede, se marchan desacreditando la persona de quien les ayuda».
- El cura de Cabañas de la Sagra, en el arciprestazgo de Illescas, dice que: <da localidad se encuentra en medio del Camino Real de Madrid a Toledo. Este hecho obliga a sostener la decencia interior y exterior, como corresponde a tan sublime ministerio, a ejercer la hospitalidad con el pobre desvalido, con la mujer frágil, con la viuda recogida, con el pupilo desamparado y con el enfermo menesteroso».
Atención pastoral
- El cura de Magán, del arciprestazgo de Illescas, dice que: «el pueblo, en general, es bastante dedicado a frecuentar los sacramentos y muy aficionado a que se practiquen en la Iglesia con frecuencia, pausa y decoro, las funciones religiosas».
- El cura de Burguillos, del arciprestazgo de Montalbán, dice que: «la localidad tiene 10 I vecinos, cuenta con una venta, una ermita, un tejar, y una casa de labor en una dehesa de su jurisdicción. Necesitaría disponer de la ayuda de un sacristán menor pues, en los días en que la misa es cantada y hay procesión, no se encuentra quien ayude al sacerdote, ni quien lleve la cruz, ni quien repique las campanas».
- El cura de Gerindote, en el arciprestazgo de Rodillas, dice que: «La villa de Gerindote la componen mas de 320 vecinos, con unos 1.100 habitantes. La mayor parte de ellos son pobres miserables, trabajadores del campo; la gran mayoría tienen un jornal eventual y muchas veces carecen de él; cuando aparecen las enfermedades
Conclusiones
Nos encontramos con una información interesante y particular para materias como la historia eclesiástica y la economía rural, y de una forma amplia para la historia de España en el siglo XIX, aunque limitada por el tipo tan variado de respuestas, casi una por cada informante, y porque de 700 parroquias contestan solamente 300. 86
Los diezmos eran un instrumento asumido como práctica normal en la Iglesia española, expresión de que los bienes, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, eran apreciados como bendiciones de Dios y, por ello, era justo compartirlos con aquellos que, llamados por Dios, ejercían el ministerio pastoral al servicio a los fieles.
Los informes nos acercan al conocimiento de aquellos bienes que de forma ordinaria servían para el mantenimiento del clero; a los medios de vida ordinaria del sacerdote; a sus dificultades en el ministerio, a sus carencias humanas y a sus aspiraciones.
Nos sitúan en la realidad de las parroquias en cuanto a número de fieles y características de los mismos y la situación de los templos y casas rectorales. Los informes nos acercan también al conocimiento concreto de las poblaciones: número de habitantes, situación laboral, localización del territorio, características climáticas y geográficas, a la vez que a sus cultivos habituales, a su producción y precios.
Se percibe, finalmente, cómo los sacerdotes comparten la vida de la gente del pueblo, sus alegrías y dificultades, estando sujetas sus rentas y, por tanto, su medio de vida ordinaria, en gran medida a la «suerte» de sus feligreses, es decir, a las inclemencias del tiempo, hasta tal punto de que la alegría por una buena cosecha y por el crecimiento del ganado se traducía en mayores ingresos para todos, y un revés de la naturaleza repercutía en la escasez de frutos y animales, compartida por todos, párroco y fieles.
ÁNGEL FERNÁNDEZ COLLADO
http://www.realacademiatoledo.es/files/toletum/0051/03.pdf
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