A lo largo del siglo XIX los cigarrales mantienen parte de las características que tenían en el siglo XVIII como el predominio de cultivos olivareros y frutales, cercamiento de la finca, casa de labor, y en general bajo nivel económico.
Pero, por otro lado tuvieron importantes transformaciones como la destrucción de algunas edificaciones cigarraleras durante la guerra de la Independencia, el paso de las propiedades eclesiásticas y civiles a manos particulares y algunos cambios de superficie, en pocos casos segregaciones y en otros, agregaciones.
Según Pascual Madoz 53 la mayoría de los cigarrales a mediados del siglo XIX “son de mas o menos extensión desde 2 hasta 80 fan.; contándose unos 200, todos con su casa y muchos frutales de ciruela y albaricoque que es su principal cosecha”.
Según Pascual Madoz 53 la mayoría de los cigarrales a mediados del siglo XIX “son de mas o menos extensión desde 2 hasta 80 fan.; contándose unos 200, todos con su casa y muchos frutales de ciruela y albaricoque que es su principal cosecha”.
Además describe otros cigarrales y fincas de mayor extensión en un cuadro estadístico de dehesas toledanas:
- Cigarral del Carmen: 3.000 olivas y una casa.
- La Quinta: 23 fan. de labor, 277 de pastos, 1.000 olivos y una casa.
- San Bernardo: 85 fan. de labor, 3.400 olivas, 7.000 cepas de viña y dos casas.
- Corral Rubio: 387 fan. de pastos, 3.800 olivas y una casa.
- Las Nieves: 22 fan. de labor, 1.000 fan de pastos, 4.934 olivas y casa-convento.
- La Sisla: 152 fan. de labor, 1.142 fan. de pastos, 5.700 olivas y casa-convento.
- Pozuela: 1.204 fan. de pastos, nuevo plantío de olivas y 3 casas.
- Buenavista y Doña Juana: 250 fan. de labor, 776 fan. de pasto, 1.650 olivas.
El tipo de propiedad de los cigarrales a principios del siglo XIX era similar al de mediados del XVIII, sin embargo, el conjunto de cigarrales de propiedad eclesiástica y civil tuvieron una gran transformación a lo largo del siglo debido al proceso de desamortización. En el capítulo anterior se señalan un gran número de cigarrales, y de superficie, pertenecientes al clero, especificados en el Catastro de Ensenada. Todos fueron desamortizados y, por tanto cambiaron de propiedad, y algunos de de ellos mejoraron su situación económica.
El proceso desamortizador en España tuvo sus precedentes durante el reinado de Carlos IV, entre 1793 y 1808, en la invasión napoleónica, entre 1809 y 1813, y en el Trienio Liberal (Decreto de Argüelles de 1820), aunque se
desamortizaron pocas fincas, tanto en el conjunto de España como en la provincia
de Toledo. Las desamortizaciones más importantes fueron la eclesiástica de
Mendizábal (1835) y la civil de Madoz (1855).
La mayor parte de los cigarrales
cambiaron de propietario en la desamortización eclesiástica, entre 1836 y 1855.
Hay pocos estudios sobre la desamortización en Toledo
54
debido probablemente
a la desaparición de gran parte de la documentación por un incendio del Archivo
de la Delegación de Hacienda en Toledo que se produjo en febrero de 1921, en el
que se perdieron 10.000 legajos.
Julio Porres ha realizado un extenso estudio de
la desamortización toledana, utilizando los documentos que aún se conservan en
el Archivo Histórico Provincial y en el Archivo de la Diputación Provincial. En su
libro “La desamortización del siglo XIX en Toledo” nos hemos basado para
elaborar este capitulo, además de algunos documentos encontrados en el Archivo
Histórico Provincial.
Aunque en el periodo 1821-1823 se llevaron a cabo algunas
desamortizaciones, la etapa principal de la desamortización eclesiástica se inicia
en 1835, cuando el Ministro de Hacienda Juan Álvarez de Mendizábal dictó el
Decreto de supresión de las Órdenes religiosas y del traspaso de sus bienes al
Estado.
En 1837, se dicta otra Ley en la que los bienes del clero secular también
pasan a ser de propiedad de la Nación. Dichos bienes se venderían a través de
una subasta pública, anunciada por el Boletín Provincial. Los compradores
deberían pagar un 10% del remate en el acto y el resto en 15 plazos durante
catorce años.
La mayor parte de las fincas rústicas, entre ellas los cigarrales, no
fueron divididas, por lo que fueron compradas por la burguesía urbana,
mayoritariamente de Madrid, y por la nueva nobleza. Algunos cigarrales pasaron
de manos muertas a manos ricas, y los cigarraleros que cuidaban y cultivaban
estas tierras, a través de rentas a la Iglesia, pasaron a ser trabajadores de los
propietarios.
A continuación establecemos una relación, por orden cronológico, de los
cigarrales y otras fincas (ubicadas en zonas cigarraleras) que eran de propiedad
eclesiástica y que por tanto fueron desamortizadas en el siglo XIX. Estas
desamortizaciones figuran en la obra citada de Julio Porres, parte de las cuales
las hemos comprobado en la documentación existente en el Archivo Histórico
Provincial.
- Cigarral de Menores, situado en el camino de San Eugenio, pertenecía a los Clérigos Menores del convento de San Francisco Caracciolo o de San Julián, situado en el actual Cigarral de Menores. La finca que disponía de 950 olivas y 570 frutales y estaba dividida en dos cigarrales: uno llamado Miradero y otro denominado El Grande. Se desamortizó entre 1821 y 1822: el Miradero fue comprado por Manuel Menoyo por 50.085 rs.; y El Grande por Vicente Sánchez de Antonio por 72.000 rs.
- Dehesa de la Sisla: situada al sur este de la ciudad, pertenecía a la Orden de los Jerónimos del convento de Santa María de la Sisla. Disponía de 5.190 olivas, 1171 fanegas de tierra de pasto y labor, molino de aceite, bodega y casa de labor. Se desamortizó entre 1821 y 1823, adjudicada a Mariano Bertodano por 1.705.000 rs. 55
- Dehesa de Corral Rubio: Situado al Sur de la finca de Monte Sión, pertenecía también a la Orden de los Jerónimos de la Sisla. Comprendía 1.264 fanegas de tierra agrícola, molinos, y casa de labor. Fue desamortizada entre 1821 y 1823 y adjudicada al Duque de San Fernando por 1.396.976 rs.
- Cigarral Las Nieves y Villaescusa: situado entre los términos de Toledo y Nambroca, lindando con la finca de La legua, pertenecía a la Orden de Dominicos del convento de San Pedro Mártir. Comprendía 1.130 fanegas de tierra, 86 aranzadas de viña, 5.000 olivos, monte de encinas, ermita, casa de labor, molino de aceite, lagar, bodegas, huerto y estaba cercada. Se desamortizó en 1838 y fue adjudicado a Mateo Casado y Gabriel José García por 1.504.000 rs.
- Cigarral de San Antonio: situado en el camino de Polán y de Arges, en un paraje llamado Las Avecillas 56 , pertenecía a la Orden de Franciscanas del convento de San Antonio de Padua. Disponía de 47 aranzadas y 112 estadales con 2.016 olivas y 722 frutales. Se desamortizó en 1838, adjudicándose a Mariano Bertodano, propietario de la Sisla, por 291.000 rs.
- Cigarral de los Trinitarios: situado en la salida norte de la ciudad, pertenecía a la Orden de los Trinitarios Calzados del convento de San Ildefonso, situado en dicho Cigarral. La finca estaba cercada y se extendía desde la carretera de Madrid hasta el río Tajo. Se desamortizó en 1838 y se adjudicó a Manuel y José Safont por 124.500 rs.
- Finca Monte Sión: pertenecía a la Orden Bernardos, del convento de Monte Sión. Tenía una superficie de 1.832 fanegas, 3.800 olivas, diversas huertas, frutales, molinos, casas, etc. Se intentó desamortizar en 1812, pero se llevó a cabo en 1838-39 y fue comprado por Enrique Osea y compañía (Enrique O`Shea) por 181.884 rs.
- Finca El Jaspe: Situada en la vega oeste del Tajo, limitando con la finca de San Bernardo, pertenecías a la Orden de Carmelitas Descalzas del convento de San José. Comprendía 800 olivas, 200 estacas y 2.400 cepas en 23 aranzadas y 111 estadales, más 70 fanegas de labranza de huerta. Se desamortizó en 1838 y lo adquirió Enrique O`Shea, que también compró la dehesa del Monte Sión de San Bernardo.
- Cigarral Torrecilla: situado entre Pozuela y Pontezuela, pertenecía a la Orden de Agustinas del convento de Santa Úrsula. Cuando se desamortizó disponía de 160 olivas, 189 frutales, 24 álamos, 4 morales y un ciprés. Se desamortizó en 1840 adjudicado a Fernando Fernández por 20.100 rs.
- Cigarral El Alto: situado en el sitio de las Pontezuelas, pertenecía a la Orden de Jerónimas de la Encarnación (Vida Pobre) cuyo convento desapareció en 1810 por incendio del ejército francés. Disponía de “su casa, cerca, fuente y cueva, 145 olivas, 555 frutales, 239 almendros y 124 encinas, chaparros, fresnos y robles y cuadro de laureles, en venta 27.000 rs.” 57 . Se subastó el 29 de abril de 1840 y fue adjudicado a Manuel Safont por 68.000 rs.
- Cigarral de Flores: situado en el sitio de las Pontezuelas, pertenecía a las Jerónimas de la Visitación (La Reina). Fue desamortizado en 1840 y adjudicado a Juan Francisco Gómez de Morales por 10.500 rs.
- Cigarral Isidro de los Reyes: Situado al oeste de Buenavista, pertenecía a la cofradía de Santa Ana, de la parroquia de San Román. Su superficie era de 22 fanegas y se tasó en 44.058 rs. Se desamortizó en el año 1841.
- Dehesa de Loches: Situado al sur del término de Toledo, lindando con el término de Argés, pertenecía a la Orden de Bernardas Cistercienses del convento de San Clemente. Disponía de: 150 fanegas de tierra labrantía, huerta de 16,5 fanegas, 354 fanegas de monte, 289 olivas, 50 frutales, 25 higueras, varios árboles, casa de labor, pozo, manantial, alberca y noria. Se subastó el 30 de mayo de 1841, adjudicándose a José Villamil y Francisco Galvez, por 540.100 rs.
- Cigarral de Villagómez: Situado en el pago de Valdecubas, pertenecía al Cabildo catedralicio. Fue desamortizada en 1843, y rematada por Lorenzo Moratinos, para cedérsela al marqués de Casa Irujo por 620.000 rs. 58
- Cigarral El Carmen: situado en el camino de Las Nieves, pertenecía la Orden de Carmelitas Calzados del convento de Nuestra Señora del Carmen, que estaba situado en el actual paseo del Carmen y que fue suprimido en 1821. Disponía de 2.500 olivos y fue desamortizado en la etapa 1835-46.
Los siguientes cigarrales aparecen en los inventarios, aunque se desconoce cuando se desamortizó y a quienes fueron adjudicados:
- Cigarral de la Mancha: situado al norte de Azucaica, pertenecía a la Orden de Bernardas Cistercienses del convento de San Clemente. Contenía 300 olivas y 160 frutales.
- Cigarral de San Juan: situado en el camino de Argés, pertenecía a la Orden de Santa Ana (suprimida primero en 1835 y definitivamente en 1869). Era un pequeño Cigarral de media fanega o 200 estadales. - Cigarral de Frías: situado en el pago de Pozuela, pertenecía a la Orden de Franciscanas de Santa Isabel de los Reyes. Comprendía dos aranzadas, 26 estadales, provistos de 400 árbloles frutales y 480 olivas. Fincas cigarraleras desamortizadas pertenecientes al clero secular. - Cigarral de los Carneros: Situación desconocida, pertenecía a la parroquia de San Bartolomé.
- Cigarral de Menores, situado en el camino de San Eugenio, pertenecía a los Clérigos Menores del convento de San Francisco Caracciolo o de San Julián, situado en el actual Cigarral de Menores. La finca que disponía de 950 olivas y 570 frutales y estaba dividida en dos cigarrales: uno llamado Miradero y otro denominado El Grande. Se desamortizó entre 1821 y 1822: el Miradero fue comprado por Manuel Menoyo por 50.085 rs.; y El Grande por Vicente Sánchez de Antonio por 72.000 rs.
- Dehesa de la Sisla: situada al sur este de la ciudad, pertenecía a la Orden de los Jerónimos del convento de Santa María de la Sisla. Disponía de 5.190 olivas, 1171 fanegas de tierra de pasto y labor, molino de aceite, bodega y casa de labor. Se desamortizó entre 1821 y 1823, adjudicada a Mariano Bertodano por 1.705.000 rs. 55
- Dehesa de Corral Rubio: Situado al Sur de la finca de Monte Sión, pertenecía también a la Orden de los Jerónimos de la Sisla. Comprendía 1.264 fanegas de tierra agrícola, molinos, y casa de labor. Fue desamortizada entre 1821 y 1823 y adjudicada al Duque de San Fernando por 1.396.976 rs.
- Cigarral Las Nieves y Villaescusa: situado entre los términos de Toledo y Nambroca, lindando con la finca de La legua, pertenecía a la Orden de Dominicos del convento de San Pedro Mártir. Comprendía 1.130 fanegas de tierra, 86 aranzadas de viña, 5.000 olivos, monte de encinas, ermita, casa de labor, molino de aceite, lagar, bodegas, huerto y estaba cercada. Se desamortizó en 1838 y fue adjudicado a Mateo Casado y Gabriel José García por 1.504.000 rs.
- Cigarral de San Antonio: situado en el camino de Polán y de Arges, en un paraje llamado Las Avecillas 56 , pertenecía a la Orden de Franciscanas del convento de San Antonio de Padua. Disponía de 47 aranzadas y 112 estadales con 2.016 olivas y 722 frutales. Se desamortizó en 1838, adjudicándose a Mariano Bertodano, propietario de la Sisla, por 291.000 rs.
- Cigarral de los Trinitarios: situado en la salida norte de la ciudad, pertenecía a la Orden de los Trinitarios Calzados del convento de San Ildefonso, situado en dicho Cigarral. La finca estaba cercada y se extendía desde la carretera de Madrid hasta el río Tajo. Se desamortizó en 1838 y se adjudicó a Manuel y José Safont por 124.500 rs.
- Finca Monte Sión: pertenecía a la Orden Bernardos, del convento de Monte Sión. Tenía una superficie de 1.832 fanegas, 3.800 olivas, diversas huertas, frutales, molinos, casas, etc. Se intentó desamortizar en 1812, pero se llevó a cabo en 1838-39 y fue comprado por Enrique Osea y compañía (Enrique O`Shea) por 181.884 rs.
- Finca El Jaspe: Situada en la vega oeste del Tajo, limitando con la finca de San Bernardo, pertenecías a la Orden de Carmelitas Descalzas del convento de San José. Comprendía 800 olivas, 200 estacas y 2.400 cepas en 23 aranzadas y 111 estadales, más 70 fanegas de labranza de huerta. Se desamortizó en 1838 y lo adquirió Enrique O`Shea, que también compró la dehesa del Monte Sión de San Bernardo.
- Cigarral Torrecilla: situado entre Pozuela y Pontezuela, pertenecía a la Orden de Agustinas del convento de Santa Úrsula. Cuando se desamortizó disponía de 160 olivas, 189 frutales, 24 álamos, 4 morales y un ciprés. Se desamortizó en 1840 adjudicado a Fernando Fernández por 20.100 rs.
- Cigarral El Alto: situado en el sitio de las Pontezuelas, pertenecía a la Orden de Jerónimas de la Encarnación (Vida Pobre) cuyo convento desapareció en 1810 por incendio del ejército francés. Disponía de “su casa, cerca, fuente y cueva, 145 olivas, 555 frutales, 239 almendros y 124 encinas, chaparros, fresnos y robles y cuadro de laureles, en venta 27.000 rs.” 57 . Se subastó el 29 de abril de 1840 y fue adjudicado a Manuel Safont por 68.000 rs.
- Cigarral de Flores: situado en el sitio de las Pontezuelas, pertenecía a las Jerónimas de la Visitación (La Reina). Fue desamortizado en 1840 y adjudicado a Juan Francisco Gómez de Morales por 10.500 rs.
- Cigarral Isidro de los Reyes: Situado al oeste de Buenavista, pertenecía a la cofradía de Santa Ana, de la parroquia de San Román. Su superficie era de 22 fanegas y se tasó en 44.058 rs. Se desamortizó en el año 1841.
- Dehesa de Loches: Situado al sur del término de Toledo, lindando con el término de Argés, pertenecía a la Orden de Bernardas Cistercienses del convento de San Clemente. Disponía de: 150 fanegas de tierra labrantía, huerta de 16,5 fanegas, 354 fanegas de monte, 289 olivas, 50 frutales, 25 higueras, varios árboles, casa de labor, pozo, manantial, alberca y noria. Se subastó el 30 de mayo de 1841, adjudicándose a José Villamil y Francisco Galvez, por 540.100 rs.
- Cigarral de Villagómez: Situado en el pago de Valdecubas, pertenecía al Cabildo catedralicio. Fue desamortizada en 1843, y rematada por Lorenzo Moratinos, para cedérsela al marqués de Casa Irujo por 620.000 rs. 58
- Cigarral El Carmen: situado en el camino de Las Nieves, pertenecía la Orden de Carmelitas Calzados del convento de Nuestra Señora del Carmen, que estaba situado en el actual paseo del Carmen y que fue suprimido en 1821. Disponía de 2.500 olivos y fue desamortizado en la etapa 1835-46.
Los siguientes cigarrales aparecen en los inventarios, aunque se desconoce cuando se desamortizó y a quienes fueron adjudicados:
- Cigarral de la Mancha: situado al norte de Azucaica, pertenecía a la Orden de Bernardas Cistercienses del convento de San Clemente. Contenía 300 olivas y 160 frutales.
- Cigarral de San Juan: situado en el camino de Argés, pertenecía a la Orden de Santa Ana (suprimida primero en 1835 y definitivamente en 1869). Era un pequeño Cigarral de media fanega o 200 estadales. - Cigarral de Frías: situado en el pago de Pozuela, pertenecía a la Orden de Franciscanas de Santa Isabel de los Reyes. Comprendía dos aranzadas, 26 estadales, provistos de 400 árbloles frutales y 480 olivas. Fincas cigarraleras desamortizadas pertenecientes al clero secular. - Cigarral de los Carneros: Situación desconocida, pertenecía a la parroquia de San Bartolomé.
- Cigarral de la Cofradía-Hermandad de Nuestra Sra. de los Desamparados:
situado frente al puente de San Martín, pertenecía a dicha cofradía de la
parroquia de San Isidoro (de la Antequeruela).
Una parte de los cigarrales que aparecen como propiedad eclesiástica en el catastro del Marqués de la Ensenada (1751-1755) no figuran en los inventarios de las instituciones religiosas ni en los boletines de la desamortización. Entre ellos destacan el Cigarral de los Jesuitas y el de Santa Ana, perteneciente también a la Compañía de Jesús.
Esta Orden fue expulsada en 1767, aunque este proceso fue largo y complejo, ya que “sus bienes no se enajenaron entonces, sino que….. se invirtieron en contratos de renta segura y ésta se aplicó a fines de utilidad pública..” 59 .
Aunque no hemos encontrado documentos que los especifiquen, la desamortización de sus fincas se debió realizar antes de 1821, porque en su inventario, no aparecen los dos cigarrales citados en el Catastro de la Ensenada.
Por otro lado, El Cigarral de la Cadena, que en la década de los 60 del siglo XVIII pertenecía a la Compañía, debido a la cesión por testamento de su anterior propietario Alfonso Medrano, pasó a propiedad particular (Bárbara Romo) 20 años después, hacia 1780.
Otros cigarrales de propiedad eclesiástica citados en el Catastro de Ensenada y que no hemos detectado en los documentos de la desamortización son:
- Cigarral de la Capellanía de la parroquia de San Vicente, situado en el camino de Polán.
- Cigarral que pertenecía a la Cofradía del Santísimo Sacramento de la Parroquia de Santa Eulalia, situado en la Pontezuela.
- Cigarral de la Doncella, perteneciente a la capilla del Sagrario, de la Catedral, situado por encima de Valdecomba.
- Jardín de Buenavista, también de la capilla catedralicia del Sagrario.
- Cigarral de los Trinitarios Descalzos, situado en el barrio de Azucaica.
La última etapa de la desamortización se inició en 1855, subastándose muchas propiedades de instituciones civiles, entre las cuales destacaban los bienes de propios de los Ayuntamientos.
En Toledo el municipio poseía varias dehesas próximas a la ciudad, llamadas la Legua, como ya citamos en el primer capítulo. Entre ellos, uno de los más extensos, situado en la zona cigarralera del sureste, era la Legua Grande. Esta finca se sacó a pública subasta el 16 de noviembre de 1855, según se expresa en el Boletín de la provincia de Toledo.
Su descripción era la siguiente:
“Una dehesa titulada la Legua Grande, sita en el término jurisdiccional de esta ciudad, perteneciente a los propios de la misma: linda por Norte con batán del arroyo de la Rosa, Sur con dehesa de Torremocha, por Este con dehesa de la Teatina, y por O. con la Sisla, compuesta de unas 1.180 fanegas tierra de 500 estadales…. con la circunstancia de atravesarla el arroyo de la Rosa bastante abundante de agua”. Su tasación fue de 453.500 rs.
Esta subasta no se realizó en dicha fecha, sino que se aplazó hasta el 14 de marzo de 1856, debido a que se dividió en 10 partes o suertes tasándose en total por 495.750 rs.. Al final hubo sólo un comprador de las 10 suertes, llamado Víctor Carlier, procedente de Madrid, por una suma total de 1.103.800 rs. 60
Otra finca de propios que formaba parte de las dehesas de la Legua, estaba situada en el sitio de la Pozuela. Según Julio Porres, “para ser subastada sólo hallamos dos parcelas (de la Pozuela)…. Ambas se compraron por don Mariano Moreno Rubio, seguramente en nombre de otro, por 13.048 rs.” 61
También los alijares de La Bastida era propiedad del Ayuntamiento. Con una superficie de 29,71 hectáreas fue tasada en 22.137 rs. y se subastó en agosto de 1859, adjudicándose a Pascasio Lorrio por 30.000 rs, el cual no los pagó, por lo que se mantuvo en propiedad del Ayuntamiento hasta la actualidad.
Las conclusiones generales que se pueden establecer en la evolución de los cigarrales tras la desamortización, son las siguientes:
- Se produjo un cambio de propietarios en los cigarrales pertenecientes al clero y en las fincas del Ayuntamiento. Los nuevos dueños eran de clase social alta, pertenecientes a la burguesía y a la nueva nobleza, muchos de ellos procedentes de Madrid, y pocos de Toledo. Algunos de los compradores fueron especuladores, y vendieron sus fincas al poco tiempo por más dinero,
- La mayor parte de las fincas no se dividieron, sino que se vendieron con la misma superficie, sólo hemos detectado una división en 10 suertes en la Legua Grande, las cuales fueron compradas todas por un mismo propietario. Incluso hubo propietarios que compraron varias fincas en la misma zona, con lo cual aumentó la superficie de las propiedades (como por ejemplo Enrique O`Shea o Safont).
- Para la economía agraria y la sociedad toledana no fue favorable este proceso desamortizador, ya que algunos agricultores tuvieron que abandonar los cigarrales en los que trabajaban, pagando una renta, debido al cambio de propietario. La mayoría de los nuevos terratenientes no mejoraron técnica ni económicamente las fincas que adquirieron. Solamente algunos llevaron a cabo importantes innovaciones que hicieron mejorar la economía de sus fincas y generaron puestos de trabajo, como fue el caso de Safont o del propietario de San Bernardo, el Marqués de Cubas. “Alli hizo ensayos innovadores, basados en policultivos de cereales, vid y olivar y productos hortícolas y, por la diversiificación de especies, sería elegida para celebrar, durante la primavera de 1888, los concursos de obreros convocados por el Ministerio de Fomento, en los que se evaluaba la pericia de una serie de trabajos” 62 . Percepción literaria de los cigarrales.
- En el siglo XIX se reinician los escritos sobre los cigarrales, que comienzan a poner en valor, desde el punto de vista cultural, estas fincas, tal y como había sucedido en el siglo XVII. Se produce una gran contradicción entre la percepción literaria que plantea los cigarrales como lugares mitológicos, y la realidad de los mismos. Sin embargo, supuso una amplia divulgación a nivel intelectual de unas modestas fincas rústicas.
El primer libro dedicado monográficamente a los cigarrales fue el del historiador toledano Antonio Martín Gomero, llamado “Los cigarrales de Toledo. Recreación literaria sobre su historia, riqueza y población”, editado en 1857 en su ciudad. Se trata de una descripción histórica de los cigarrales, siguiendo el estilo y temática que en dicha época reflejan los libros de Historia. Martín Gamero hereda y expresa en su libro la fantasía literaria que se desarrolló en el siglo XVII, aunque, también, describe como son los cigarrales de su tiempo, sus actividades agrarias, sus casas, las costumbres, y los paisajes cigarraleros, aunque con una emoción muy beneplácita.
En la introducción escribe que los cigarrales son, además de lugares de recreo y de placer, fincas agrícolas muy exuberantes: es “el sitio más cultivado el que vamos a pisar: sobre estos riscos hallaréis todas las riquezas que también en menor o menor número, encierran los demás cigarrales”, aunque se sitúan en las zonas menos fértiles del término de Toledo.
También los define como zonas de un buen clima: “la regalada y balsámica atmósfera en que vais a respirar, os hará conocer cuán dulcemente puede deslizarse la vida en estos senos”; o de abundante agua: “haré que de estas rocas que os parecen estériles, broten raudales de cristalinas aguas, donde apagáis vuestra sed”, aunque por otro lado también afirma que están “espuestos a los vientos mas fríos y en terreno árido” lo cual es más cierto.
En el primer capitulo también hace una descripción fantástica de los cigarrales: “A todos vientos, principalmente en la larga cordillera semicircular que al sur-oeste circunda a Toledo, se conocen en esta ciudad unas posesiones cercadas, de no muy grande extensión, quintas por lo general de menos provecho que recreo, donde la naturaleza entró con el arte en competencia para ostentar sus galas y atractivos.
En todas las estaciones brotan allí a millares las flores mas exóticas y peregrinas, así de las silvestres como de las cultivadas, abundan las frutas y frutos codiciados y sabrosos, no escasean las aguas dulces y delgadas, los aires están embalsamados de esencias y aromas deliciosos, y bajo las copas de los árboles ponen sus nidos la paloma torcaz, el canoro ruiseñor o el pintado colorín, al abrigo de los vientos o para procurar sombra a sus hijuelos en los rigores del estío.
Estas posesiones no son dehesas, huertas, ni jardines, mas tienen algo de estas tres cosas, o mejor dicho, las encierran todas a la vez”. La mayor parte del libro trata sobre la historia de los alrededores de la ciudad de Toledo, pero al final relata la situación de los cigarrales en el siglo XIX, estableciendo que estas fincas no producían riqueza alguna, sino todo lo contrario, exigían muchos gastos:
“Y a la verdad el cantar no miente con relación a los Cigarrales, si nos contraemos a la mayoría de ellos, que por lo pequeños o mal cultivados apenas rinden lo bastante para cubrir las labores mas necesarias”.
También explica que muchos cigarrales dejaron de ser lugares de recreo a partir del siglo XVIII, convirtiéndose en fincas rústicas de producción agraria:
“A pesar de esto, no por lo que llevamos dicho vaya a creerse que los Cigarrales habían sido abandonados del todo. Antes por el contrario, desde el siglo XVIII hasta nuestros días creció su número y se mejoró y ensanchó el cultivo en ellos mas que en otras épocas, si bien se procuró generalmente convertirlos en unas posesiones de útil aprovechamiento, para lo cual se arrancaron muchos frutales, se multiplicaron las olivas como árbol productivo, y se prescindió por lo común de la parte de jardín que a principio fue la más principal y mejor cultivada en estos sitios.”
Sin embargo, algunos de ellos mantuvieron su tradición recreativa y otros se fundaron para desempeñar la misma función:
“Esto no obstante, y contra lo que era de esperar, se fundaron todavía algunas en que se conciliaba todo, la utilidad con el deleite, el dulce esparcimiento a que pudiera entregarse el ánimo, con el interés de una probable ganancia…. Véanse si se quiere acreditar esta verdad, el Cigarral del señor marqués de Malpica, que es la antigua quinta del cardenal Quiroga, de que hablamos otra vez, el titulado de los Carneros, el de Mendivil que disfruta el señor Marques de Usategui, el de Marrón del señor vizconde de Palazuelos, la Olivilla del señor marqués de Hermosilla, los de Don José Montoya y de Menoyo a San Bernardo, el de Molero, el del Bosque, hoy de Don Antonio Maldonado, los de Don Santiago Gómez, de los escribanos Aguilar, Roa, Gijón y Lozano, la huerta de Don Antonio García Corral y tantas otras posesiones de que haríamos especial mención… Pero sobre todo no deje de visitarse a Morterón, porque allí al lado de una riqueza apreciable, se encontrará el sitio mas delicioso, la recreación mas pintoresca que pueda gozarse todavía en los Cigarrales”.
En conclusión, según Martín Gamero, en el siglo XIX había dos tipos de cigarrales. La mayoría de ellos eran fincas rústicas, de escasa superficie y producción, con casa de labor perteneciente a campesinos toledanos de clase media o baja que trabajaban y vivían en y de sus cigarrales.
Un menor número eran grandes fincas pertenecientes a la alta burguesía y a la nobleza, en parte de Toledo y en parte de Madrid, y que tenían una doble función: agrícola y de recreo. La mayor parte de estos cigarrales tenía un origen histórico aunque fueron modificados en cuanto a su actividad agrícola, mejorándola, y en sus construcciones, creando nuevas o transformado las anteriores.
Otros cigarrales de lujo se crearon en el XIX debido a la compra de varias fincas que fueron agregadas y convertidas en una gran propiedad. Los propietarios utilizaban las casas de lujo de los cigarrales, muchas de ellas construidas en el XIX, como segunda residencia.
En las casas rústicas, algunas procedentes del XVI (El Bosque) o del XVII, y otras construidas en el XIX, vivían los cigarraleros, guardeses y trabajadores de los cigarrales, de los que también escribe Martín Gomero: “Cuenta esta ciudad un considerable vecindario compuesto de los cigarraleros o guardas de aquellas posesiones, cuya población rural ordinariamente se alimenta solo del trabajo agrícola y es la depositaria de las tradiciones de nuestros antepasados en punto al cultivo del campo.
Sobria y morigerada, vive contenta de mezquino jornal que gana labrando la tierra, o de los escasos productos que la rinde el empleo de los días vacantes en las labores de esparto, a que por lo común se dedica… La casa que habita esta población, retratan al vivo sus costumbres morigeradas con la limpieza, arreglo y economía que se nota generalmente en todas sus dependencias.”
A mediados del siglo XIX comenzaron a editarse libros-guías de Toledo, en los cuales aparecían también algunos cigarrales. La más conocida y extensa fue “Toledo en la mano” de Sixto Ramón Parro , en el que sólo aparece una breve y recurrente definición de cigarrales en el primer capítulo:
“Nadie ignora que aquí se da el nombre de cigarrales a unos cercados que contienen plantío de olivas y árboles frutales donde se crían los famosos albaricoques, cuyas pequeñas posesiones ha poetizado recientemente el Sr. D. Antonio Martín Gamero en una linda obrita que ha dado a la estampa en este mismo año”.
En los dos tomos que abarca esta obra se describen todos los monumentos de interior de la ciudad y algunos de extramuros, pero no se hace referencia a los cigarrales históricos, sólo se cita el de Menores, relacionado con los Clérigos Menores:
“Tanto esta casa como el cigarral y pequeño convento y capilla que en él estaban, fueron vendidos por la Nación en virtud de haberse declarado bienes del Estado todos los que pertenecieron a las extinguidas comunidades religiosos: hoy pues, es la casa hospedería de un particular que tiene en ella una fábrica y despacho de cintas y otras obras menudas de seda, y el cigarral con la parte que se conserva de la casa convento y bastantes ruinas del mismo edificio , los posee otro particular como finca rústica con bastantes olivos y árboles frutales
Alfonso Vázquez González y Pilar morollón Hernández
Una parte de los cigarrales que aparecen como propiedad eclesiástica en el catastro del Marqués de la Ensenada (1751-1755) no figuran en los inventarios de las instituciones religiosas ni en los boletines de la desamortización. Entre ellos destacan el Cigarral de los Jesuitas y el de Santa Ana, perteneciente también a la Compañía de Jesús.
Esta Orden fue expulsada en 1767, aunque este proceso fue largo y complejo, ya que “sus bienes no se enajenaron entonces, sino que….. se invirtieron en contratos de renta segura y ésta se aplicó a fines de utilidad pública..” 59 .
Aunque no hemos encontrado documentos que los especifiquen, la desamortización de sus fincas se debió realizar antes de 1821, porque en su inventario, no aparecen los dos cigarrales citados en el Catastro de la Ensenada.
Por otro lado, El Cigarral de la Cadena, que en la década de los 60 del siglo XVIII pertenecía a la Compañía, debido a la cesión por testamento de su anterior propietario Alfonso Medrano, pasó a propiedad particular (Bárbara Romo) 20 años después, hacia 1780.
Otros cigarrales de propiedad eclesiástica citados en el Catastro de Ensenada y que no hemos detectado en los documentos de la desamortización son:
- Cigarral de la Capellanía de la parroquia de San Vicente, situado en el camino de Polán.
- Cigarral que pertenecía a la Cofradía del Santísimo Sacramento de la Parroquia de Santa Eulalia, situado en la Pontezuela.
- Cigarral de la Doncella, perteneciente a la capilla del Sagrario, de la Catedral, situado por encima de Valdecomba.
- Jardín de Buenavista, también de la capilla catedralicia del Sagrario.
- Cigarral de los Trinitarios Descalzos, situado en el barrio de Azucaica.
La última etapa de la desamortización se inició en 1855, subastándose muchas propiedades de instituciones civiles, entre las cuales destacaban los bienes de propios de los Ayuntamientos.
En Toledo el municipio poseía varias dehesas próximas a la ciudad, llamadas la Legua, como ya citamos en el primer capítulo. Entre ellos, uno de los más extensos, situado en la zona cigarralera del sureste, era la Legua Grande. Esta finca se sacó a pública subasta el 16 de noviembre de 1855, según se expresa en el Boletín de la provincia de Toledo.
Su descripción era la siguiente:
“Una dehesa titulada la Legua Grande, sita en el término jurisdiccional de esta ciudad, perteneciente a los propios de la misma: linda por Norte con batán del arroyo de la Rosa, Sur con dehesa de Torremocha, por Este con dehesa de la Teatina, y por O. con la Sisla, compuesta de unas 1.180 fanegas tierra de 500 estadales…. con la circunstancia de atravesarla el arroyo de la Rosa bastante abundante de agua”. Su tasación fue de 453.500 rs.
Esta subasta no se realizó en dicha fecha, sino que se aplazó hasta el 14 de marzo de 1856, debido a que se dividió en 10 partes o suertes tasándose en total por 495.750 rs.. Al final hubo sólo un comprador de las 10 suertes, llamado Víctor Carlier, procedente de Madrid, por una suma total de 1.103.800 rs. 60
Otra finca de propios que formaba parte de las dehesas de la Legua, estaba situada en el sitio de la Pozuela. Según Julio Porres, “para ser subastada sólo hallamos dos parcelas (de la Pozuela)…. Ambas se compraron por don Mariano Moreno Rubio, seguramente en nombre de otro, por 13.048 rs.” 61
También los alijares de La Bastida era propiedad del Ayuntamiento. Con una superficie de 29,71 hectáreas fue tasada en 22.137 rs. y se subastó en agosto de 1859, adjudicándose a Pascasio Lorrio por 30.000 rs, el cual no los pagó, por lo que se mantuvo en propiedad del Ayuntamiento hasta la actualidad.
Las conclusiones generales que se pueden establecer en la evolución de los cigarrales tras la desamortización, son las siguientes:
- Se produjo un cambio de propietarios en los cigarrales pertenecientes al clero y en las fincas del Ayuntamiento. Los nuevos dueños eran de clase social alta, pertenecientes a la burguesía y a la nueva nobleza, muchos de ellos procedentes de Madrid, y pocos de Toledo. Algunos de los compradores fueron especuladores, y vendieron sus fincas al poco tiempo por más dinero,
- La mayor parte de las fincas no se dividieron, sino que se vendieron con la misma superficie, sólo hemos detectado una división en 10 suertes en la Legua Grande, las cuales fueron compradas todas por un mismo propietario. Incluso hubo propietarios que compraron varias fincas en la misma zona, con lo cual aumentó la superficie de las propiedades (como por ejemplo Enrique O`Shea o Safont).
- Para la economía agraria y la sociedad toledana no fue favorable este proceso desamortizador, ya que algunos agricultores tuvieron que abandonar los cigarrales en los que trabajaban, pagando una renta, debido al cambio de propietario. La mayoría de los nuevos terratenientes no mejoraron técnica ni económicamente las fincas que adquirieron. Solamente algunos llevaron a cabo importantes innovaciones que hicieron mejorar la economía de sus fincas y generaron puestos de trabajo, como fue el caso de Safont o del propietario de San Bernardo, el Marqués de Cubas. “Alli hizo ensayos innovadores, basados en policultivos de cereales, vid y olivar y productos hortícolas y, por la diversiificación de especies, sería elegida para celebrar, durante la primavera de 1888, los concursos de obreros convocados por el Ministerio de Fomento, en los que se evaluaba la pericia de una serie de trabajos” 62 . Percepción literaria de los cigarrales.
- En el siglo XIX se reinician los escritos sobre los cigarrales, que comienzan a poner en valor, desde el punto de vista cultural, estas fincas, tal y como había sucedido en el siglo XVII. Se produce una gran contradicción entre la percepción literaria que plantea los cigarrales como lugares mitológicos, y la realidad de los mismos. Sin embargo, supuso una amplia divulgación a nivel intelectual de unas modestas fincas rústicas.
El primer libro dedicado monográficamente a los cigarrales fue el del historiador toledano Antonio Martín Gomero, llamado “Los cigarrales de Toledo. Recreación literaria sobre su historia, riqueza y población”, editado en 1857 en su ciudad. Se trata de una descripción histórica de los cigarrales, siguiendo el estilo y temática que en dicha época reflejan los libros de Historia. Martín Gamero hereda y expresa en su libro la fantasía literaria que se desarrolló en el siglo XVII, aunque, también, describe como son los cigarrales de su tiempo, sus actividades agrarias, sus casas, las costumbres, y los paisajes cigarraleros, aunque con una emoción muy beneplácita.
En la introducción escribe que los cigarrales son, además de lugares de recreo y de placer, fincas agrícolas muy exuberantes: es “el sitio más cultivado el que vamos a pisar: sobre estos riscos hallaréis todas las riquezas que también en menor o menor número, encierran los demás cigarrales”, aunque se sitúan en las zonas menos fértiles del término de Toledo.
También los define como zonas de un buen clima: “la regalada y balsámica atmósfera en que vais a respirar, os hará conocer cuán dulcemente puede deslizarse la vida en estos senos”; o de abundante agua: “haré que de estas rocas que os parecen estériles, broten raudales de cristalinas aguas, donde apagáis vuestra sed”, aunque por otro lado también afirma que están “espuestos a los vientos mas fríos y en terreno árido” lo cual es más cierto.
En el primer capitulo también hace una descripción fantástica de los cigarrales: “A todos vientos, principalmente en la larga cordillera semicircular que al sur-oeste circunda a Toledo, se conocen en esta ciudad unas posesiones cercadas, de no muy grande extensión, quintas por lo general de menos provecho que recreo, donde la naturaleza entró con el arte en competencia para ostentar sus galas y atractivos.
En todas las estaciones brotan allí a millares las flores mas exóticas y peregrinas, así de las silvestres como de las cultivadas, abundan las frutas y frutos codiciados y sabrosos, no escasean las aguas dulces y delgadas, los aires están embalsamados de esencias y aromas deliciosos, y bajo las copas de los árboles ponen sus nidos la paloma torcaz, el canoro ruiseñor o el pintado colorín, al abrigo de los vientos o para procurar sombra a sus hijuelos en los rigores del estío.
Estas posesiones no son dehesas, huertas, ni jardines, mas tienen algo de estas tres cosas, o mejor dicho, las encierran todas a la vez”. La mayor parte del libro trata sobre la historia de los alrededores de la ciudad de Toledo, pero al final relata la situación de los cigarrales en el siglo XIX, estableciendo que estas fincas no producían riqueza alguna, sino todo lo contrario, exigían muchos gastos:
“Y a la verdad el cantar no miente con relación a los Cigarrales, si nos contraemos a la mayoría de ellos, que por lo pequeños o mal cultivados apenas rinden lo bastante para cubrir las labores mas necesarias”.
También explica que muchos cigarrales dejaron de ser lugares de recreo a partir del siglo XVIII, convirtiéndose en fincas rústicas de producción agraria:
“A pesar de esto, no por lo que llevamos dicho vaya a creerse que los Cigarrales habían sido abandonados del todo. Antes por el contrario, desde el siglo XVIII hasta nuestros días creció su número y se mejoró y ensanchó el cultivo en ellos mas que en otras épocas, si bien se procuró generalmente convertirlos en unas posesiones de útil aprovechamiento, para lo cual se arrancaron muchos frutales, se multiplicaron las olivas como árbol productivo, y se prescindió por lo común de la parte de jardín que a principio fue la más principal y mejor cultivada en estos sitios.”
Sin embargo, algunos de ellos mantuvieron su tradición recreativa y otros se fundaron para desempeñar la misma función:
“Esto no obstante, y contra lo que era de esperar, se fundaron todavía algunas en que se conciliaba todo, la utilidad con el deleite, el dulce esparcimiento a que pudiera entregarse el ánimo, con el interés de una probable ganancia…. Véanse si se quiere acreditar esta verdad, el Cigarral del señor marqués de Malpica, que es la antigua quinta del cardenal Quiroga, de que hablamos otra vez, el titulado de los Carneros, el de Mendivil que disfruta el señor Marques de Usategui, el de Marrón del señor vizconde de Palazuelos, la Olivilla del señor marqués de Hermosilla, los de Don José Montoya y de Menoyo a San Bernardo, el de Molero, el del Bosque, hoy de Don Antonio Maldonado, los de Don Santiago Gómez, de los escribanos Aguilar, Roa, Gijón y Lozano, la huerta de Don Antonio García Corral y tantas otras posesiones de que haríamos especial mención… Pero sobre todo no deje de visitarse a Morterón, porque allí al lado de una riqueza apreciable, se encontrará el sitio mas delicioso, la recreación mas pintoresca que pueda gozarse todavía en los Cigarrales”.
En conclusión, según Martín Gamero, en el siglo XIX había dos tipos de cigarrales. La mayoría de ellos eran fincas rústicas, de escasa superficie y producción, con casa de labor perteneciente a campesinos toledanos de clase media o baja que trabajaban y vivían en y de sus cigarrales.
Un menor número eran grandes fincas pertenecientes a la alta burguesía y a la nobleza, en parte de Toledo y en parte de Madrid, y que tenían una doble función: agrícola y de recreo. La mayor parte de estos cigarrales tenía un origen histórico aunque fueron modificados en cuanto a su actividad agrícola, mejorándola, y en sus construcciones, creando nuevas o transformado las anteriores.
Otros cigarrales de lujo se crearon en el XIX debido a la compra de varias fincas que fueron agregadas y convertidas en una gran propiedad. Los propietarios utilizaban las casas de lujo de los cigarrales, muchas de ellas construidas en el XIX, como segunda residencia.
En las casas rústicas, algunas procedentes del XVI (El Bosque) o del XVII, y otras construidas en el XIX, vivían los cigarraleros, guardeses y trabajadores de los cigarrales, de los que también escribe Martín Gomero: “Cuenta esta ciudad un considerable vecindario compuesto de los cigarraleros o guardas de aquellas posesiones, cuya población rural ordinariamente se alimenta solo del trabajo agrícola y es la depositaria de las tradiciones de nuestros antepasados en punto al cultivo del campo.
Sobria y morigerada, vive contenta de mezquino jornal que gana labrando la tierra, o de los escasos productos que la rinde el empleo de los días vacantes en las labores de esparto, a que por lo común se dedica… La casa que habita esta población, retratan al vivo sus costumbres morigeradas con la limpieza, arreglo y economía que se nota generalmente en todas sus dependencias.”
A mediados del siglo XIX comenzaron a editarse libros-guías de Toledo, en los cuales aparecían también algunos cigarrales. La más conocida y extensa fue “Toledo en la mano” de Sixto Ramón Parro , en el que sólo aparece una breve y recurrente definición de cigarrales en el primer capítulo:
“Nadie ignora que aquí se da el nombre de cigarrales a unos cercados que contienen plantío de olivas y árboles frutales donde se crían los famosos albaricoques, cuyas pequeñas posesiones ha poetizado recientemente el Sr. D. Antonio Martín Gamero en una linda obrita que ha dado a la estampa en este mismo año”.
En los dos tomos que abarca esta obra se describen todos los monumentos de interior de la ciudad y algunos de extramuros, pero no se hace referencia a los cigarrales históricos, sólo se cita el de Menores, relacionado con los Clérigos Menores:
“Tanto esta casa como el cigarral y pequeño convento y capilla que en él estaban, fueron vendidos por la Nación en virtud de haberse declarado bienes del Estado todos los que pertenecieron a las extinguidas comunidades religiosos: hoy pues, es la casa hospedería de un particular que tiene en ella una fábrica y despacho de cintas y otras obras menudas de seda, y el cigarral con la parte que se conserva de la casa convento y bastantes ruinas del mismo edificio , los posee otro particular como finca rústica con bastantes olivos y árboles frutales
Alfonso Vázquez González y Pilar morollón Hernández
Fuente: http://abierto.toledo.es/open/urbanismo/03-CIGARRALES/Memoria/Historico.pdf
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