LA PILASTRA DE SAN SALVADOR DE TOLEDO
En la iglesia de San Salvador de Toledo, al efectuar hacia 1949 unos trabajos de restancación en la nave lateral quedó al descubierto, al levantar un revestimiento posterior, parte de una pequeña mezquita, en cuya construcción se habían empleado numerosos miembros arquitectónicos más antiguos, romanos y "visigodos", sobre todo columnas, capiteles y pequeños pilares que debieron pertenecer a un cancel. El plano de esta edificación, en cuanto puede deducirse de los trabajos realizados, está aún pendiente de su publicación.
De los miembros arquitectónicos vueltos a utilizar allí sólo nos ocuparemos aquí del ejemplar más notable, una gran pilastra de mármol de 2,795 m. de altura y 0,46 m. ó 0,27 m. de anchura, con la basa y el capitel tallados en el mismo btloque,
Esta pilastra fue brevemente mencionada por Iñíguez, al que tengo que agradecer que en la época del descubrimiento del monumento llamase mi atención sobre él. Una primera publlicación sobre esta pieza se debe a Palo, que volvió después a tratar brevemente de ella 3.
La encontramos también mencionada en el capítulo sobre nuevos hallazgos arqueológicos, con el que Matilde López Serrano 4 contribuyó a la nueva edición de la Historia de España, y en el diccionado de iconografía cristiana de Aurenhammer.
De los miembros arquitectónicos vueltos a utilizar allí sólo nos ocuparemos aquí del ejemplar más notable, una gran pilastra de mármol de 2,795 m. de altura y 0,46 m. ó 0,27 m. de anchura, con la basa y el capitel tallados en el mismo btloque,
Esta pilastra fue brevemente mencionada por Iñíguez, al que tengo que agradecer que en la época del descubrimiento del monumento llamase mi atención sobre él. Una primera publlicación sobre esta pieza se debe a Palo, que volvió después a tratar brevemente de ella 3.
La encontramos también mencionada en el capítulo sobre nuevos hallazgos arqueológicos, con el que Matilde López Serrano 4 contribuyó a la nueva edición de la Historia de España, y en el diccionado de iconografía cristiana de Aurenhammer.
La pilastra se articula en las tres zonas de basa, fuste y capitel, y debajo de la basa se ve un muñón de talla tosca, que debió servir para sujetarla al suelo. (Láms. 1 y 2.)
La forma degenerada tardía de la basa se nota en que tanto el toro, que en las piezas antiguas sobresale, como la gola aparecen completamente planos y separados únicamente par pequeños filetes.
Ha desaparecido, en cambio, el toro supenior.
En su lugar rodea a la pieza un listón, cuya altura es casi el doble de la de la gola, y que aparece enmarcado por cuatro filetes por debajo y tres por encima y decorado por una fila de pequeños rombos colocados de punta y que se tocan.
Otra pilastra que apareció también en la misma iglesia en el curso de la resbauración muestra una basa análoga. (Lám. 3 a.)
La forma degenerada tardía de la basa se nota en que tanto el toro, que en las piezas antiguas sobresale, como la gola aparecen completamente planos y separados únicamente par pequeños filetes.
Ha desaparecido, en cambio, el toro supenior.
En su lugar rodea a la pieza un listón, cuya altura es casi el doble de la de la gola, y que aparece enmarcado por cuatro filetes por debajo y tres por encima y decorado por una fila de pequeños rombos colocados de punta y que se tocan.
Otra pilastra que apareció también en la misma iglesia en el curso de la resbauración muestra una basa análoga. (Lám. 3 a.)
Se 'reconoce que este listón no forma parte de la decoración original de la basa al observar las pilastras, también vueltas a utilizar, que están colocadas en las dos entradas del aljibe del Conventual de Mérida.
Allí la basa se compone aún, al estilo antiguo, de una gola ancha y profunda con un toro estrecho a cada lado, mientras que el fuste está rodeado por todos lados por un estrecho filete. Este filete está decorado en su lacio inferior, el contiguo a la basa, con pequeños rombos, en tanto que el resto es liso. (Fig. 1 b)
Esta decoración de rombos se encuentra en tamaño mayor en otras dos pilastras de Mérida, cuyas basas conservan aproximadamente la misma forma. (Fig. 1 .)
Allí la basa se compone aún, al estilo antiguo, de una gola ancha y profunda con un toro estrecho a cada lado, mientras que el fuste está rodeado por todos lados por un estrecho filete. Este filete está decorado en su lacio inferior, el contiguo a la basa, con pequeños rombos, en tanto que el resto es liso. (Fig. 1 b)
Esta decoración de rombos se encuentra en tamaño mayor en otras dos pilastras de Mérida, cuyas basas conservan aproximadamente la misma forma. (Fig. 1 .)
Una basa de igual forma y el filete con decoración de lobulos se encuentra también en otra pilastra de Toledo, la que está empotrada en el muro exterior de la iglesia de Sta. Justa. (Lám. 3 b Y Fig. 1 d.)
Se pone solamente de manifiesto Ja estrecha relación que existió entre los tacoces de Mérida y de Toledo. En esta misma linea .de desarrollo se encuentran los fragmentos anteriores mencionados de San Salvador de Toledo, en los que se ha perdido, sin embargo, el toro superior, siendo sustituido por el ante plano, decorado de rombos. (Fig. 1 O).
Se pone solamente de manifiesto Ja estrecha relación que existió entre los tacoces de Mérida y de Toledo. En esta misma linea .de desarrollo se encuentran los fragmentos anteriores mencionados de San Salvador de Toledo, en los que se ha perdido, sin embargo, el toro superior, siendo sustituido por el ante plano, decorado de rombos. (Fig. 1 O).
También los tallos de vid que en la pilastra de San Salvador encuadran el fuste en sus lados estrechos, tienen su más próximo paralelo en la de Sta. Justa. (Lám. 3 b.)
Su modelo hay que buscado de nuevo en Mérida, en la gran pilastra que se encuentra al pie de las escaleras del aljibe, a la que por otros motivos hemos comparado con ejemplares de Constantinopla 6.
Entre los tallos de vid aparecen Círculos con su interior ocupado por cuadrados o rosetas, y entre ellos motivos vegetales, un arbolillo, cuadrifolios de hojas alargadas, etc. Asimismo, el motivo que ha sida tomado por un cáliz en el centro de uno de los lados estrechos, creemos es otro cuadrifolio, con sus cuatro hojas ordenadas alrededor de un punto central.
En el anverso aparecen tres columnas muy alargadas, con basas y capiteles. (Lám. 1 b) No conocemos ningún modelo para esta decoración, aunque en Mérida hay numerosos ejemplares de pilastras, uno de cuyos lados estrechos aparece decorado en su centro con una única columna con capitel, muy destacada por debajo de la zona del capitel de la pilastra s (Lám. 4 'b.)
De Constantinopla sólo conocemos la media caña decorada con motivos vegetales que se encuentra superpuesto en el centro de algunos lados .
Por el contrario, la fotografía de una pilastra colocada delante de la jamba de una puerta de Gamzigrad, en Yugoslavia (Lám. 5), que, debe corresponder al siglo IV aproximadamente, muestra una columna salomónica, en posición semejante a la anterior, en un capitel análogo al de las antiguas pilastras de Mérida .
Por tanto este motivo se ha tomado también en Mérida de modelos romanos orientales, que no podemos localizar aún con precisión.
Que en la pilastra de Toledo se trata de formas desviadas, equívocas, lo muestra mejor que. nada el capitel, en el que las hojas de la fila inferior han sido sustituidas por tres columnas salomónicas en los lados estrechos y cuatro en el lado mayor, en las que descansan a su vez dos o tres arcos respectivamente.
Sobre estos arcos se ven en los ángulos pequeñas hojas alargadas, y, además carulículos de los que sallen hélices y volutas.
No es posible saber con seguridad, por ahora, cómo se llegó a la formación ·de esas columnas y arcos. Si buscamos términos de comparación parece evidente que la pilastra de San Salvador de Toledo debió ser posterior a los ejemplares ya citados del aljibe del Conventual de Merida y al de Sta. Justa de Toledo.
Si las pilastras de Mérida pueden situarse razonablemente en la segunda mitad del siglo VI, hay que pensar por el ejemplo de San Salvador en una época posterior, pero sin que, por otro parte, pueda señalarse una fecha concreta de año, ya que no tenemos un sólo ejemplar que pueda datarse o que se encuentre en una relación arquitectónica segura.
La pilastra, sin embargo, es acreedora a nuestro interés, no tanto por sus formas ornamentales, como por la decoración escultórica de su frente. Presenta, en efecto, en cuatro campos supuestos del mismo tamaño escenas del Nuevo Testamento. (Lám. 1 '.) Estas son, de arriba a abajo, las siguientes:
La curación del Ciego.
La resurrección de Lázaro.
Cristo con la Samaritana junto al pozo.
La curación de la hemorroisa.
Por encima y por debajo de las escenas se han destruído las zonas de la basa y del capitel, lo que se debe evidentemente, a que en el interior de la mezquina un muro terminaba directamente en dicho lado.
Otras destrucciones, desde luego anteriores, afectaron a las cabezas de los personajes que aparecen en las escenas cristianas. En casi todas las esculturas cristianas conservadas en el Sur arabizado de la Península encontramos que las facciones de la cara han sido borradas de un modo análogo . Las cuatro escenas están realizadas, desde el punto de vista iconográfico, con el mismo sencillísimo esquemilla.
En cada cuadro parecen enfrentadas dos muy dañadas, además de la cabeza, las manos y parte del bastón del ciego, así como su pie derecho y los pies de Cristo. Sobre los nimbos que figuran en las cuatro escenas véanse las observaciones que hacemos más abajo.
La resurrección de Lázaro. (Lám. 6 b.)
Cristo está representado a la izquierda. El edificio sepulcral de Lázaro se levanta sobre un podio al que conducen desde la izquierda cinco cal1es Toledo mientras que las líneas horizontales de la derecha indican el muro.
Las paredes del sepulcro presentan en su mitad inferior
Una decoración a modo de espina de pez, o sea dos incisiones cortas que vienen de ambos lados y ,se encuentran en el centro; por arriba las paredes son lisas y se juntan, tras una ligera curva, en ángulo agudo. Contiguo a la pared de la derecha, vemos en el ángulo superior un muro de sillares que en su parte inferior ha sido destruida intencionadamente. Del muro izquierdo sale un olivo que tiene cuatro largas hojas y un fruto colgado. Lázaro, que aparece en el edículo en posición frontal, está vendado como una momia. Las cabezas de Cristo y de Lázaro se han hecho desaparecer a golpes de cincel.
Cristo con la Samaritana. junto al pozo. (Lám. 7 ".)
La escena está dividida exactamente en dos mitades por el pozo que, sobre todo en su parte inferior, está muy destruido. A la izquierda se ve a la Samaritana con una larga túnica que le llega hasta los pies, muy mutilados.
La figura aparece en posición casi frontal, pero extiende su mano derecha hacia el pozo donde por 'las huellas conservadas debe suponerse que tocaba la cuerda de la que pendía el cubo, del que parece pueden reconocerse aún el asa y una parte del recipiente.
A la derecha del pozo está Cristo, sentado en un pequeño montículo, con el cuerpo dirigido hacia la izquierda, pero con la cabeza en posición frontal. Lleva una larga túnica y un manto, que sostiene con la mano izquierda, de la que sólo se ve, el dorso, pues los dedos se han destruído.
La mano derecha, también deshecha, la tenía Cristo ligeramente ,levantada, lo que indicaba que estaba hablando con la Samaritana. También las cabezas han desaparecido aquí a golpes de cincel.
Su modelo hay que buscado de nuevo en Mérida, en la gran pilastra que se encuentra al pie de las escaleras del aljibe, a la que por otros motivos hemos comparado con ejemplares de Constantinopla 6.
Entre los tallos de vid aparecen Círculos con su interior ocupado por cuadrados o rosetas, y entre ellos motivos vegetales, un arbolillo, cuadrifolios de hojas alargadas, etc. Asimismo, el motivo que ha sida tomado por un cáliz en el centro de uno de los lados estrechos, creemos es otro cuadrifolio, con sus cuatro hojas ordenadas alrededor de un punto central.
En el anverso aparecen tres columnas muy alargadas, con basas y capiteles. (Lám. 1 b) No conocemos ningún modelo para esta decoración, aunque en Mérida hay numerosos ejemplares de pilastras, uno de cuyos lados estrechos aparece decorado en su centro con una única columna con capitel, muy destacada por debajo de la zona del capitel de la pilastra s (Lám. 4 'b.)
De Constantinopla sólo conocemos la media caña decorada con motivos vegetales que se encuentra superpuesto en el centro de algunos lados .
Por el contrario, la fotografía de una pilastra colocada delante de la jamba de una puerta de Gamzigrad, en Yugoslavia (Lám. 5), que, debe corresponder al siglo IV aproximadamente, muestra una columna salomónica, en posición semejante a la anterior, en un capitel análogo al de las antiguas pilastras de Mérida .
Por tanto este motivo se ha tomado también en Mérida de modelos romanos orientales, que no podemos localizar aún con precisión.
Que en la pilastra de Toledo se trata de formas desviadas, equívocas, lo muestra mejor que. nada el capitel, en el que las hojas de la fila inferior han sido sustituidas por tres columnas salomónicas en los lados estrechos y cuatro en el lado mayor, en las que descansan a su vez dos o tres arcos respectivamente.
Sobre estos arcos se ven en los ángulos pequeñas hojas alargadas, y, además carulículos de los que sallen hélices y volutas.
No es posible saber con seguridad, por ahora, cómo se llegó a la formación ·de esas columnas y arcos. Si buscamos términos de comparación parece evidente que la pilastra de San Salvador de Toledo debió ser posterior a los ejemplares ya citados del aljibe del Conventual de Merida y al de Sta. Justa de Toledo.
Si las pilastras de Mérida pueden situarse razonablemente en la segunda mitad del siglo VI, hay que pensar por el ejemplo de San Salvador en una época posterior, pero sin que, por otro parte, pueda señalarse una fecha concreta de año, ya que no tenemos un sólo ejemplar que pueda datarse o que se encuentre en una relación arquitectónica segura.
La pilastra, sin embargo, es acreedora a nuestro interés, no tanto por sus formas ornamentales, como por la decoración escultórica de su frente. Presenta, en efecto, en cuatro campos supuestos del mismo tamaño escenas del Nuevo Testamento. (Lám. 1 '.) Estas son, de arriba a abajo, las siguientes:
La curación del Ciego.
La resurrección de Lázaro.
Cristo con la Samaritana junto al pozo.
La curación de la hemorroisa.
Por encima y por debajo de las escenas se han destruído las zonas de la basa y del capitel, lo que se debe evidentemente, a que en el interior de la mezquina un muro terminaba directamente en dicho lado.
Otras destrucciones, desde luego anteriores, afectaron a las cabezas de los personajes que aparecen en las escenas cristianas. En casi todas las esculturas cristianas conservadas en el Sur arabizado de la Península encontramos que las facciones de la cara han sido borradas de un modo análogo . Las cuatro escenas están realizadas, desde el punto de vista iconográfico, con el mismo sencillísimo esquemilla.
En cada cuadro parecen enfrentadas dos muy dañadas, además de la cabeza, las manos y parte del bastón del ciego, así como su pie derecho y los pies de Cristo. Sobre los nimbos que figuran en las cuatro escenas véanse las observaciones que hacemos más abajo.
La resurrección de Lázaro. (Lám. 6 b.)
Cristo está representado a la izquierda. El edificio sepulcral de Lázaro se levanta sobre un podio al que conducen desde la izquierda cinco cal1es Toledo mientras que las líneas horizontales de la derecha indican el muro.
Las paredes del sepulcro presentan en su mitad inferior
Una decoración a modo de espina de pez, o sea dos incisiones cortas que vienen de ambos lados y ,se encuentran en el centro; por arriba las paredes son lisas y se juntan, tras una ligera curva, en ángulo agudo. Contiguo a la pared de la derecha, vemos en el ángulo superior un muro de sillares que en su parte inferior ha sido destruida intencionadamente. Del muro izquierdo sale un olivo que tiene cuatro largas hojas y un fruto colgado. Lázaro, que aparece en el edículo en posición frontal, está vendado como una momia. Las cabezas de Cristo y de Lázaro se han hecho desaparecer a golpes de cincel.
Cristo con la Samaritana. junto al pozo. (Lám. 7 ".)
La escena está dividida exactamente en dos mitades por el pozo que, sobre todo en su parte inferior, está muy destruido. A la izquierda se ve a la Samaritana con una larga túnica que le llega hasta los pies, muy mutilados.
La figura aparece en posición casi frontal, pero extiende su mano derecha hacia el pozo donde por 'las huellas conservadas debe suponerse que tocaba la cuerda de la que pendía el cubo, del que parece pueden reconocerse aún el asa y una parte del recipiente.
A la derecha del pozo está Cristo, sentado en un pequeño montículo, con el cuerpo dirigido hacia la izquierda, pero con la cabeza en posición frontal. Lleva una larga túnica y un manto, que sostiene con la mano izquierda, de la que sólo se ve, el dorso, pues los dedos se han destruído.
La mano derecha, también deshecha, la tenía Cristo ligeramente ,levantada, lo que indicaba que estaba hablando con la Samaritana. También las cabezas han desaparecido aquí a golpes de cincel.
La curación de la hemorroisa .. (Lám. 7".)
A la izquierda de la escena se ve una puerta de ciudad construída con sillares que, en su parte superior, remata con tres arquitos semicirculares, cuya significación no está c1ara.
El arco de la puerta, enmarcado por dos líneas, está en parte destruído por su vértice. A juzgar por el muro, la puerta y el arco terminaban en una línea vertical. Bajo este arco, al que toca con su cabeza, se halla la hemorroisa, vestida con un largo manto.
La figura aparece arrodillada y su pierna derecha, se dobla por la rodilla en ángulo agudo. Con la mano izquierda se coge la cabeza como expresión de dolor, la derecha está extendida.
Sujetando una punta de la vestidura de Cristo, que aparece a la derecha, erguido y en posición frontal. Cristo, con nimbo, lleva una larga vestidura y un manto, que sostiene con su mano izquierda y al que corresponden los pliegues semicirculares que se ven por delante del cuerpo.
El resto del manto cuelga formando a ambos lados un gran pliegue. La mano derecha de Cristo, levantada, se apoya ligeramente sobre la cabeza de la mujer pero el antebrazo y la mano están tan destruídos que no se puede seguir con claridad su recorrido. Por las grandes destrucciones que ha sufrido la pilastra no resulta fácil saber quiénes eran las personas que se habían querido destacar por medio de un nimbo. Partiendo de, las dos escenas superiores, la curación del ciego y la resurrección de Lázaro, menos destruidas que las otras dos, se llega, según mi opinión, a la conclusión evidente de que la cabeza de Cristo estaba en ambas escenas rodeada de un gran nimbo ovalado.
Se debe suponer que en las dos escenas inferiores ocurría lo mismo. De las figuras enfrentadas a Cristo, Lázaro es evidente que llevaba, como es corriente, una venda alrededor de la cabeza y la Samaritana y la hemorroisa debían llevar un pañuelo. Sería extraño que el ciego llevase también un pañuelo en la cabeza. Pero no creemos posible que pudiese tratarse aquí -ni tampoco en las otras figuras- de un nimbo.
A pesar de la baja calidad del .relieve, los que estudian el arte de la Península Ibérica tienen que reconocer su interés, ya que, precisamente en el primer momento -prescindiendo de los sarcófagos importados de Roma en el siglo IV- son muy escasas las representaciones de escenas cristianas con temas del Nuevo Testamento.
A la izquierda de la escena se ve una puerta de ciudad construída con sillares que, en su parte superior, remata con tres arquitos semicirculares, cuya significación no está c1ara.
El arco de la puerta, enmarcado por dos líneas, está en parte destruído por su vértice. A juzgar por el muro, la puerta y el arco terminaban en una línea vertical. Bajo este arco, al que toca con su cabeza, se halla la hemorroisa, vestida con un largo manto.
La figura aparece arrodillada y su pierna derecha, se dobla por la rodilla en ángulo agudo. Con la mano izquierda se coge la cabeza como expresión de dolor, la derecha está extendida.
Sujetando una punta de la vestidura de Cristo, que aparece a la derecha, erguido y en posición frontal. Cristo, con nimbo, lleva una larga vestidura y un manto, que sostiene con su mano izquierda y al que corresponden los pliegues semicirculares que se ven por delante del cuerpo.
El resto del manto cuelga formando a ambos lados un gran pliegue. La mano derecha de Cristo, levantada, se apoya ligeramente sobre la cabeza de la mujer pero el antebrazo y la mano están tan destruídos que no se puede seguir con claridad su recorrido. Por las grandes destrucciones que ha sufrido la pilastra no resulta fácil saber quiénes eran las personas que se habían querido destacar por medio de un nimbo. Partiendo de, las dos escenas superiores, la curación del ciego y la resurrección de Lázaro, menos destruidas que las otras dos, se llega, según mi opinión, a la conclusión evidente de que la cabeza de Cristo estaba en ambas escenas rodeada de un gran nimbo ovalado.
Se debe suponer que en las dos escenas inferiores ocurría lo mismo. De las figuras enfrentadas a Cristo, Lázaro es evidente que llevaba, como es corriente, una venda alrededor de la cabeza y la Samaritana y la hemorroisa debían llevar un pañuelo. Sería extraño que el ciego llevase también un pañuelo en la cabeza. Pero no creemos posible que pudiese tratarse aquí -ni tampoco en las otras figuras- de un nimbo.
A pesar de la baja calidad del .relieve, los que estudian el arte de la Península Ibérica tienen que reconocer su interés, ya que, precisamente en el primer momento -prescindiendo de los sarcófagos importados de Roma en el siglo IV- son muy escasas las representaciones de escenas cristianas con temas del Nuevo Testamento.
Por H. SCHLUNK
Director de! Instituto Arqucológico Alemán de Madrid
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0003_12.pdf
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