martes, 29 de noviembre de 2016

El apocalíptico Beato y el adaptativo Elipando

EL APOCALÍPTICO BEATO Y EL ADAPTATIVO ELIPANDO POR JESÚS FUENTES 

Ilustración Benjamín Juan Santágueda 

Las tensiones que han agitado España entre integristas y modernizadores o, más reciente en la actualidad, entre buenos y malos, simplistas o complejos son antiguas. Y reiterativas. Se diría que los habitantes de la península ibérica, con independencia de la época que sea, están condenados a vivir en un inacabable círculo volcado sobre sí mismo. La historia ni es lineal, ni siquiera espiral por estos territorios. 

Un debate de especial relieve, hoy olvidado y que se redujo a una estéril discusión teológica, ocurrió tras la conquista árabe de la península entre el neurótico Beato (se le asocia a Liébana donde se refugió) y el obispo toledano Elipando. Beato ganó la batalla de la posteridad en la memoria de las gentes, y Elipando, declarado hereje, pasó al mundo de los anatematizados. Sobre Beato se escriben libros hagiográficos que pagan las administraciones públicas. Todo sea por el turismo que mueve ingentes cantidades de recursos. 



De Elipando, como sucede con los perdedores, nadie se acuerda. Ni siquiera en su diócesis. El debate sucedió en aquel tiempo convulso en el que el reino de los visigodos colapsó por las intrigas y ambiciones de sus élites. Los árabes desembarcaron en el Sur y en poco más tres años habían establecido la frontera de sus dominios en la línea alta del Tajo. Habían creado un sustancioso sistema de impuestos y se preparaban para marchar hacia el centro de Europa. Al Andalus empezaba a formar parte de la Historia. Beato fue un discípulo de Elipando, probablemente natural de Toledo, que huyó a las montañas del norte, obsesionado con la cercanía del Apocalipsis. 

Allí, en la soledad de la vida ascética se agravaría su predisposición hacia la histeria. Una vez en las montañas, próximas a los territorios de Francia, se puso al servicio de los intereses del conspirador Alcuino, que materializaba los sueños políticos hegemónicos de Carlomagno, apoyado por Roma. Beato era un personaje tartamudo, neurótico y milenarista, traumatizado por la presencia árabe. Elipando fue un obispo de Toledo, tal vez el último visigodo, probablemente de origen hispano-romano, que entendió que la forma práctica de sobrevivir al nuevo estado de cosas consistía en adaptarse a las políticas permisivas de los conquistadores. 

No se había inventado aún – sería un invento más tardío – el camino de Santiago, mucho menos lo de la Reconquista ni se había generado esa visión de la Historia de España que se basa en las hazañas de los reinos cristianos del norte contra los adversarios árabes del sur. Aunque, eso sí, las nostalgias del reino perdido de los visigodos sería una de las líneas fuerza del armazón político-cultural de los mozárabes. La ideología mozárabe serviría para legitimar ideológicamente las guerras de conquista que se desarrollarían durante los siglos posteriores. Una vez que una facción de los godos, en rebeldía contra Rodrigo, introdujeron a los árabes en España, Elipando entendió que era preciso convivir con ellos y negociar niveles de tolerancia, cuanto mayor, mejor, para las religiones del libro. Beato se posicionó contra las consideradas como claudicaciones de Elipando. ¡Herejía, herejía!, se gritó desde la inexpugnable Liébana. Y pronto se convirtió en un encontronazo teológico, que era la fórmula al estilo de Bizancio para dilucidar las tensiones ideológicas, económicas y de convivencia del momento. 

beato-03-hombredepaloEl debate se esquematizó hasta convertirse en una lucha entre herejía u ortodoxia, a la que prestaron apoyos la corte de Carlomagno y la Roma del Papado. Esta historia, sin embargo, no es materia de este artículo, el objetivo es otro. La referencia a Elipando ha sido suscitada por D. Carlos J. Sala González, que en el escrito del 7 de septiembre de 2016, en el blog “hombredepalo” (1), replica un artículo del señor de Villaverde (término de Orgaz, no confundir con el actual barrio de Madrid), llamado D. Lope González Palomeque.



Este, reencarnado en escritor actual y moderno, ha narrado los más recientes descubrimientos arqueológicos en una pedanía de Orgaz (población de Toledo), denominada Arisgotas (1). Allí existe un yacimiento arqueológico desde antiguo que ha sido reavivado este verano por las excavaciones de D. Jorge Morín (2). 

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En los Hitos, que es como se conoce el yacimiento, las excavaciones nos han acercado una vez más al ignorado, y por eso manipulado, universo visigodo. Lope González Palomeque ha sido el cronista de esta aventura arqueológica que ha suscitado un veraniego debate entre asturianos y castellanos. Según los datos de las excavaciones habría existido en el citado lugar de Arisgotas un edificio de dos plantas similar al de Santa María del Naranco, solo que de factura constructiva bastante anterior al asturiano.

El edificio de Arisgotas sería algo así como el tatarabuelo del edificio de Oviedo, en expresión “orgazeña” del señor Palomeque. Lógicamente, tal tesis acabaría con la singularidad y unicidad del edificio ovetense. La audaz lectura de los restos encontrados por Morín rápidamente ha sido replicada, afortunadamente, por D. Carlos J. Sala González.

Y digo afortunadamente, porque en la España actual ni hay gentes que lean, ni hay gentes que se atreven a disentir y menos a replicar, por miedo a ser descalificado inmediatamente con algunos de los adjetivos al uso. Así que, bienvenido sea el debate y cuanto más plural, más útil.

La hipótesis que cuenta Lope González Palomeque ha metido un dedo profano en uno de los mitos más interiorizados de la historia medieval y ha revuelto esas teorías, tan inconscientes como patrióticas, de que en Asturias se vivió una etapa de entidad autónoma en su propia arquitectura y en sus propias estructuras políticas e institucionales. Si la tesis que difunde Palomeque fuera cierta, (tiene todas las probabilidades de serlo), algunos mitos se derrumbarían. 
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Lo cual no resta ningún mérito ni histórico ni arquitectónico al edificio de Oviedo (seguramente varias veces reconstruido), aunque nos obligue a revisar algunos de los tópicos de los inicios de la denominada ideológicamente Reconquista. Claro que la revisión de este concepto tampoco es cuestión de este texto. Esa también es otra historia que podrá aparecer en sucesivas entregas de este blog “hombredepalo”. Jesús Fuentes Lázaro http://hombredepalo.com/el-apocaliptico-beato-y-el-adaptativo-elipando-jesus-fuentes

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