La fiesta de los toros es un espectáculo que durante siglos, y todavía en muchos lugares, se puede enmarcar en el escenario urbano de las plazas públicas cuyo carácter polifacético es evidente.
La estructura de estos espacios ha facilitado el mercado, la fiesta" la administración de justicia y, en la última centuria, el lugar de paseo y encuentro de toda una población.
De todas estas funciones nos interesa la lúdica y, en concreto, la referente a la tauromaquia, que a partir del siglo XVIII fue abandonando las plazas mayores para demandar un espacio exclusivo, generalmente en las afueras de los cascos.
La estructura de estos espacios ha facilitado el mercado, la fiesta" la administración de justicia y, en la última centuria, el lugar de paseo y encuentro de toda una población.
De todas estas funciones nos interesa la lúdica y, en concreto, la referente a la tauromaquia, que a partir del siglo XVIII fue abandonando las plazas mayores para demandar un espacio exclusivo, generalmente en las afueras de los cascos.
El caso de Toledo no es atí- pico ni mucho menos; durante siglos, por lo general, la fiesta de toros se celebró dentro de sus plazas, siendo en los dos últimos cuando con más asiduidad fue utilizando nuevos espacios, extramuros de la ciudad. Este trabajo se centrará principalmente en la construcción del coso taurino que se levantó en la segunda mitad del siglo XIX y que subsiste hasta hoy.
La base documental se ha extraído principalmente de dos fondos, el Archivo Municipal de Toledo y el de la Plaza de Toros, donde se encuentran los antecedentes para la concesión de terrenos y detalles constructivos, respectivamente. No es intención hacer un prolegómeno exhaustivo sobre los orígenes de los toros en Toledo: simplemente se expondrán distintas circunstancias, locales o no, que ayuden a configurar la situación histórica en la que se levantó la plaza '.
ANTECEDENTES
De la Plaza Mayar a la Plaza de Taros En las ciudades y pueblos españoles el festejo taurino durante mucho tiempo estuvo acogido en las plazas mayores. Estas ofrecían a priori un lugar privilegiado, pues la disposición de las viviendas en torno a un espacio abierto facilitaba la visión de numerosas espectadores que aproo vechaban ventanas y balcones.
Todo esto se complementaba con tablados que recorrían la parte baja de los edificios y calles adyacentes para confi· gurar los toriles, barreras y gradas.
Cuando a partir del siglo XVIII se fueron levantando las plazas de toros independientes, en principio, heredaron la estructura anterior de las plazas urbanas y conservaron todavía la idea de viviendas en torno a un ruedo. En este caso estaría la Plaza de Toros de Almadén, de planta hexa· gonal, levantada en 1755 '. Incluso los cosos de madera de carácter even· tual se diseñaban hasta el siglo XVIII con un perímetro que recordaba el de las plazas urbanas o los palenques medievales.
En Toledo, como más adelante se explicará, hubo plazas rectangulares y cuadradas que lo mis· mo sirvieron para torneos que para correr toros. Se puede afirmar que las primeras plazas de toros independientes, ten· dían a configurarse con contornos poligonales. Ahí están las de La Caroli· na, construida entre 1767 y 1776, de planta octogonal, la de Tarazana, con la misma forma, erigida en 1792, la de Valladolid, también octogonal, edificada en la fecha tardía de 1833, y la ya citada de Almadén de me· diados del XVIII '.
En el siglo XIX los cosos fueron tendiendo ya hacia la forma circular. CossÍo explica este fenómeno como un reencuentro con los anfiteatros romanos de Mérida o Itálica, cuyas ruinas ofrecían un claro recuerdo comparativo con los festejos que antiguamente allí tenían lugar y el actual de la tauromaquia '.
La evolución misma del toreo también con el paso del tiempo exigió una estructura determinada. En principio era una fiesta popular, cuyos protagonistas en la arena solían vincularse con los estamentos más nobles de la sociedad. La razón del «caballero. y las correspondientes suertes ejecutadas desde el caballo sobre el toro demuestran un origen muy concreto, al que el pueblo llano estaba ajeno.
A medida que el toreo desciende a tierra y el espectador anónimo puede participar en él, la fiesta cambiará los papeles, el antiguo espectador (la clase popular), pasará a ser el ejecutante de la fiesta, mientras que los viejos actores (la clase nobiliaria) se pasará a los tendidos como simples asistentes 5.
Desde el siglo XVIII podemos resumir que el espectáculo taurino ha tenido una profunda remad elación que ha pasado desde su escenario hasta sus ejecutantes, sin olvidar a los promotores y a las mismas leyes del toreo. El festejo, como hemos señalado, ha abandonado las plazas mayores ya que éstas, según dice Bonet Correa, se convertirán en una plataforma casi exclusiva del poder municipal:
«El nuevo estamento, no noble, pero sí con un concepto del honor basado en la razón social de su papel cívico, fue el que, sin duda, hizo que se diese seriedad a las plazas mayores, que se desprendieron de todo lo popular por ser juzgado "populachero. o de gusto inferior» 6. Este alejamiento de la fiesta taurina del entorno urbano, hacia nuevos lugares más a propósito, es paralelo al paulatino profesionalismo del espectáculo que estructura sus propias leyes y normas de ejecución. Como se ha dicho, la geometría del toreo ha demandado un espacio determinado que permita la sucesión de suertes ante el toro Con el n::enor peligro posible para los diestros.
sta tendencia, entre otros motivos, ahuyentó poco a poco las formas esquinadas y poligonales, cuyos rincones suponen un riesgo para el torero. Toros en Toledo. Algunas noticias hasta el siglo XIX La evolución del espectáculo taurino en Toledo ha tenido vicisitudes muy parecidas al resto de las poblaciones españolas. En primer lugar los festejos se organizaban al hilo de acontecimientos importantes de alcance general o local: nacimientos de príncipes, coronaciones, visitas, nombra· mientos, etc.
Como coso se utilizaron plazas y explanadas diversas, tendiendo cada vez más a levantar tablados independientes en los parajes exteriores a la ciudad. Es pues esta situación la que llegará hasta mediados del XIX, momento en el que pensamientos puramente empresariales y la configuración de un calendario, más o menos fijo, anual de corridas, convergen en la idea de hacer una Plaza de Toros independiente y estable, igual que en otras ciudades.
Como muestreo de algunos antecedentes locales sobre la fiesta del toro hay que mencionar las noticias que Sebastián de Horozco recoge en sus Relaciones. Cuenta que en abril de 1561 se corrieron "doze toros. con motivo de la visita de Felipe II y su esposa doña Isabel a Toledo '. Carlos II asistió en 1697 y 1698 a sendas corridas celebradas en Zocodover, ocupando los balcones inmediatos al Arco de la Sangre".
En 1732 se celebraron diversos festejos al inaugurarse el Transparente de la Catedral, y entre ellos no faltaron los taurinos '. La plaza de Zocodover, auténtico corazón de Toledo, fue durante siglos el lugar más habitual para la celebración de estas fiestas.
A pesar de su trazado irregular, ofrecía unas condiciones muy apropiadas para organizar corridas con unos mínimos montajes de carpintería, que los maestros principales de dicho gremio estaban encargados de realizar. En las antiguas ordenanzas toledanas se establecían normas precisas sobre la manera de establecer tablados para ,que pueda un hombre entrar y guarecerse en pie» así como la forma de colocar las maderas para que «DO aya claridad. '"o El citado gremio de carpinteros tuvo hasta el siglo XIX el encargo de levantar los tablados y vigilar por su solidez, ya fuesen en Zocodover o en otro lugar.
El ya mencionado Sebastián de Horozco, en la narración de los actos, antes citados, por la visita de Felipe II a Toledo, dice cómo en el sitio del Marichal, actual paseo de Merchán, se levantó una plaza de madera, ,tan grande y quadrada que era cosa de ver». En ella tuvieron lugar algu-nos torneos, allá por marzo de 1561.
Un mes después, al celebrarse la corrida de (cdoze toros», el cronista señala respecto al coso: "Estuvo la pla9a y tablados como estuvo para el torneo, egepto que para esta fiesta se enchicó algo la pla9a porque se atajó un peda90 por hazia la Puerta de Visagra y otro peda90 hazia el hospital. y quedava todavia grandíssima pla9a y muy quadrada y muy buenaD 11,
Un mes después, al celebrarse la corrida de (cdoze toros», el cronista señala respecto al coso: "Estuvo la pla9a y tablados como estuvo para el torneo, egepto que para esta fiesta se enchicó algo la pla9a porque se atajó un peda90 por hazia la Puerta de Visagra y otro peda90 hazia el hospital. y quedava todavia grandíssima pla9a y muy quadrada y muy buenaD 11,
Sin lugar a dudas que este sitio extramuros de Toledo ofrecía una buena explanada diáfana para juegos y diversiones, con más amplitud que Zocodover. Esta plaza sufriría algunos incendios a finales del XVI y principios del XVII, lo que alejaría lüs festejüs hacia ütrüs rincünes de la ciudad. Las plazas del Ayuntamiento., Mayür o. Barrio. Nuevo. üfrecían una buena extensión que se combinaba, según los casos, con su céntrica ubicación o. su carácter cümercial y vecinal.
En el siglo. XVII dispünemüs de una relación de plazas eventuales que se levantaron en diferentes espaciüs urbanüs, casi siempre a cargo. de cüfradías y parrüquias.
En 1669 la cofradía del Santo. Sacramento. ürganizó cürridas en la plaza Mayür y en las inmediatas a las iglesias de la Magdalena y San Cebrián. La cüfradía de la Cüncepción en 1671 levantó un tablado. en la plaza del Cünde y, dos años más tarde, se celebraron toros en los «(Bancos de ]a Vega» además de lüs lugares antes citadüs.
En 1674, las plazas próximas a las iglesias de San Lorenzo y San Justo sirvieron de coso; al año siguiente, fue la mismísima puerta de Visagra la que acügió en su patio. algunas cürridas. Pür último. en 1675 y 1678 se levantarün tabladüs en Merchán y la explanada inmediata a San Juan de lüs Reyes ".
El alquiler de balcünes en Zücodüver fue un fücü de prüblemas cünstante entre la propiedad y el municipio, una por negarse a contribuir con apürtaciones a lüs gastos y ütrü pür la exigencia de ayuda. El clero, due- ño de algunas casas, fue un activo pleiteante en diversas ocasiones, teniendo. incluso. el Ayuntamiento. tüledanü que pedir asesüramientü al de Madrid, para buscar las süluciünes más apropiadas ".
A principiüs del siglo XIX estas viejas rencillas aún persistían, pero el paulatino, y cada vez más efectivo, abandono de la plaza de Zocodover como coso taurino, zanjarían lüs prüblemas de una vez por tOdas.
Rafael del Cerro Malag6n
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0021_07.pdf
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