Sometida su capital a sitio prolongado, privada de todo género de abastecimiento, y perdida la esperanza de ayuda exterior, Yahia al Qadir, entabló negociaciones con el invasor. En el mes de mayo del año 1085 Alfonso VI al mando de sus huestes, y auxiliado por caballeros aragoneses y francos obtiene el acuerdo de rendición.
La ciudad de Toledo fue reconquistada". Es esta conquista el vector que torcerá el destino cultural de la comunidad mozárabe. Los ecos de la andalusación y del aislamiento resuenan aún durante los doscientos cincuenta años siguientes. Pero a la vez este período anuncia el ocaso del carácter diferencial.
En el horizonte vislumbra ya la asimilación. Constituye la asimilación un caso particular de aculturación. Ésta supone la incorporación de elementos culturales suficientes para proceder eficientemente en un marco cultural ajeno. La asimilación consiste en la inclusión en dicho marco, hasta que se convierte en el propio.
En otras palabras, la asimilación es un caso extremo de aculturación, caracterizado por el traslado del grupo extranjero, o parte de él, desde una posición periférica hacia un lugar central dentro de la sociedad. Esta transición está mediatizada por la fase de validación, consistente en el reconocimiento por parte del grupo dominante de que el grupo minoritario adoptó su identidad cultural.
Por 10 tanto debe anteceder a la validación la manifestación de aculturación extrema por parte del grupo minoritario". En las páginas siguientes se expondrán aquellos datos asequibles y cuantificables de los documentos recopilados por González Palencia: nombres, apodos, conocimiento de la lengua árabe.
Sobre esta base de datos se construirá el análisis interpretativo de la asimilación mozárabe. Seguidamente la contextualización de dicha interpretación en el marco de las esferas de la política, la economía y la demografia castellanas esbozará la causalidad de dicho proceso.
La ciudad de Toledo fue reconquistada". Es esta conquista el vector que torcerá el destino cultural de la comunidad mozárabe. Los ecos de la andalusación y del aislamiento resuenan aún durante los doscientos cincuenta años siguientes. Pero a la vez este período anuncia el ocaso del carácter diferencial.
En el horizonte vislumbra ya la asimilación. Constituye la asimilación un caso particular de aculturación. Ésta supone la incorporación de elementos culturales suficientes para proceder eficientemente en un marco cultural ajeno. La asimilación consiste en la inclusión en dicho marco, hasta que se convierte en el propio.
Por 10 tanto debe anteceder a la validación la manifestación de aculturación extrema por parte del grupo minoritario". En las páginas siguientes se expondrán aquellos datos asequibles y cuantificables de los documentos recopilados por González Palencia: nombres, apodos, conocimiento de la lengua árabe.
Sobre esta base de datos se construirá el análisis interpretativo de la asimilación mozárabe. Seguidamente la contextualización de dicha interpretación en el marco de las esferas de la política, la economía y la demografia castellanas esbozará la causalidad de dicho proceso.
La introducción de la perspectiva generacional pennite resaltar las tendencias culturales en un estudio cuantitativo. La documentación mozárabe toledana será fraccionada en períodos generacionales de veinte años, constituyendo el período 1091-1110 el primero de ellos.
Nueve generaciones más completarán la sucesión clausurada por el veinteño 1271-1290. Tal distribución generacional pennitirá visualizar con nitidez los desarrollos culturales. La primera de estas interesantes tendencias, presentada a continuación, es la vuelta al nombre castellano en ochenta años.
La generación de mozárabes que presenció la reconquista de la ciudad (1091-1110), tenía mayoritariamente nombres árabes (59%), como por ejemplo Jalafben Abdala, Obaid ben Asad, o Mofarech ben Otman. E141% restante de la población eran conocidos por nombres castellanos como Domingo o Martín.
Dentro de esta porción de la población deben figurar no solamente mozárabes, sino también castellanos y francos que ingresaron con Alfonso VI, y que los documentos no siempre alertan acerca de su procedencia. Un caso en que sí se precisa la procedencia de un individuo franco es llamativo en particular, pues su nombre es Abdala ben Chelabert. Este detalle da una idea de la posición de influencia de la que partieron los mozárabes al reencontrarse con los cristianos del Norte. A diez años de la reconquista, el hijo de un caballero franco llevaba un nombre árabe. La segunda generación (1111-1130) conoce un equilibrio de fuerzas. Mientras que el 45% de los nombres son del tipo Mofarej ben Jair o Sufian ben Abilbeca, al 55% restante lo representan nombres como Fernando Muño o Justo Petrez.
El período siguiente 1131-1150 se caracteriza por la irrupción del nombre combinado de las dos procedencias idiomáticas. La mayoría de los miembros de la tercera generación emplea nombres castellanos para sí, pero adhiere el nombre árabe de la generación de sus padres. Así, los nombres más frecuentes son del tipo de Félix ben Meruan o Esteban ben Jalat~ que registran el 42% de los casos.
Los nombres únicamente árabes o castellanos pasan a un segundo plano. A esta altura el equilibrio entre ellos empieza a desdibujarse. La difusión del nombre árabe es de un 25%, mientras que la del nombre castellano alcanza un 36%. La cuarta generación marca el vuelco a favor del nombre castellano, que abarca el 52% de los casos. Representa este período (1151-1170) también la sima de los nombres combinados (43%). Por último sentencia al nombre árabe a la marginalidad (5%).
En las generaciones siguientes el nombre castellano escala velozmente, hasta lograr una difusión de más del 90% de la población, a partir del período que va de 1231 a 1250. Siendo la asimilación un caso extremo de aculturación, le corresponden los mismos grados progresivos de profundidad: el nivel lingüístico, el económico, la mentalidad.
¿A cuál de estos niveles debe atribuirse el cambio observado en los nombres?
El caso de los nombres refleja la orientación cultural conscientemente asumida por la población. Es por lo tanto un paso previo al recorrido por los niveles progresivos de la aculturación. Si se tratara ~e un fenómeno idiomático, la población mozárabe podría haber optado por castellanizar sus nombres o incluso por traducirlos, fenómeno frecuentemente observado en minorías culturales.
Nueve generaciones más completarán la sucesión clausurada por el veinteño 1271-1290. Tal distribución generacional pennitirá visualizar con nitidez los desarrollos culturales. La primera de estas interesantes tendencias, presentada a continuación, es la vuelta al nombre castellano en ochenta años.
La generación de mozárabes que presenció la reconquista de la ciudad (1091-1110), tenía mayoritariamente nombres árabes (59%), como por ejemplo Jalafben Abdala, Obaid ben Asad, o Mofarech ben Otman. E141% restante de la población eran conocidos por nombres castellanos como Domingo o Martín.
Dentro de esta porción de la población deben figurar no solamente mozárabes, sino también castellanos y francos que ingresaron con Alfonso VI, y que los documentos no siempre alertan acerca de su procedencia. Un caso en que sí se precisa la procedencia de un individuo franco es llamativo en particular, pues su nombre es Abdala ben Chelabert. Este detalle da una idea de la posición de influencia de la que partieron los mozárabes al reencontrarse con los cristianos del Norte. A diez años de la reconquista, el hijo de un caballero franco llevaba un nombre árabe. La segunda generación (1111-1130) conoce un equilibrio de fuerzas. Mientras que el 45% de los nombres son del tipo Mofarej ben Jair o Sufian ben Abilbeca, al 55% restante lo representan nombres como Fernando Muño o Justo Petrez.
El período siguiente 1131-1150 se caracteriza por la irrupción del nombre combinado de las dos procedencias idiomáticas. La mayoría de los miembros de la tercera generación emplea nombres castellanos para sí, pero adhiere el nombre árabe de la generación de sus padres. Así, los nombres más frecuentes son del tipo de Félix ben Meruan o Esteban ben Jalat~ que registran el 42% de los casos.
Los nombres únicamente árabes o castellanos pasan a un segundo plano. A esta altura el equilibrio entre ellos empieza a desdibujarse. La difusión del nombre árabe es de un 25%, mientras que la del nombre castellano alcanza un 36%. La cuarta generación marca el vuelco a favor del nombre castellano, que abarca el 52% de los casos. Representa este período (1151-1170) también la sima de los nombres combinados (43%). Por último sentencia al nombre árabe a la marginalidad (5%).
En las generaciones siguientes el nombre castellano escala velozmente, hasta lograr una difusión de más del 90% de la población, a partir del período que va de 1231 a 1250. Siendo la asimilación un caso extremo de aculturación, le corresponden los mismos grados progresivos de profundidad: el nivel lingüístico, el económico, la mentalidad.
¿A cuál de estos niveles debe atribuirse el cambio observado en los nombres?
El caso de los nombres refleja la orientación cultural conscientemente asumida por la población. Es por lo tanto un paso previo al recorrido por los niveles progresivos de la aculturación. Si se tratara ~e un fenómeno idiomático, la población mozárabe podría haber optado por castellanizar sus nombres o incluso por traducirlos, fenómeno frecuentemente observado en minorías culturales.
Prueba del carácter no lingüístico de este desarrollo es el fenómeno de la duplicidad de nombres. Es decir, en ciertos casos la misma persona es conocida por dos nombres, uno de orígen árabe y otro castellano. De esta manera, «Clemens, filius Johanis» es también Abenabdelaziz el Hamamí;
Domingo ben Suleimán firma de su puño y letra <dalid ben Suleimám). También los documentos latinos constatan el hecho:
<<In Dei nomine ego Dominico Petriz, qui ita uocor in latinitate et in algariua Auolfacan Auenbaco; similiter et ego Dominiquiz, qui ita uocor in latinitate et in arabia Aulfacam Auencelema ... »".
Esta duplicidad en los nombres es atribuible al constreñimiento que implicaba el dominio castellano. La fiabilidad de los contratos dependía de que los firmantes sean perfectamente identificables. Por tanto todo mozárabe interesado u obligado a participar de la vida económica, vería en la duplicidad del nombre el medio para conseguir la receptibilidad social a la vez que, sirviendo de mecanismo de resistencia, le permitía conservar su identidad.
Mas las transformaciones culturales poseen su propia dinámica. Una vez activado el disparador por el constreñimiento económico-social, la transformación cultural emprende su rumbo. En el caso mozárabe, la adopción progresiva de nombres castellanos únicamente terminó por convertirse en un cambio deliberado de orientación cultural.
Mas las transformaciones culturales poseen su propia dinámica. Una vez activado el disparador por el constreñimiento económico-social, la transformación cultural emprende su rumbo. En el caso mozárabe, la adopción progresiva de nombres castellanos únicamente terminó por convertirse en un cambio deliberado de orientación cultural.
La adopción exclusiva de nombres tales como Félix, Martín y Diego representa el quiebre en la autopercepción de la comunidad mozárabe. Una vez dado este paso quedaba abierto el sendero que conduce a la aculturación, requisito de la asimilación. A este estudio de nombres, basado en una muestra casual de seiscientos cincuenta nombres, sigue el examen de la lista íntegra de apodos recabada de la colección, con un total de doscientos treinta casos. Durante más de cien años, en el período que va de 1150 hasta 1270, la población mozárabe empleaba frecuentemente apodos y motes para denominar a las personas.
Estos sobrenombres son aplicados como una prolongación al nombre de pila, y su significado se refiere a cualidades fisicas o personales, y en otros casos parecen ser arbitrarios. En los documentos aparecen como apodos palabras árabes (al jamar, asno; al adib, justo) y palabras en romance (cansina, cabello). Al investigar la frecuencia con que se usaron apodos de uno y otro origen en cada generación se obtiene una noción del lugar que le correspondió a cada uno de esos idiomas en un momento dado. Por lo tanto al indagar sobre las tendencias idiomáticas de los apodos estamos ingresando ya en terreno lingüístico.
Estos sobrenombres son aplicados como una prolongación al nombre de pila, y su significado se refiere a cualidades fisicas o personales, y en otros casos parecen ser arbitrarios. En los documentos aparecen como apodos palabras árabes (al jamar, asno; al adib, justo) y palabras en romance (cansina, cabello). Al investigar la frecuencia con que se usaron apodos de uno y otro origen en cada generación se obtiene una noción del lugar que le correspondió a cada uno de esos idiomas en un momento dado. Por lo tanto al indagar sobre las tendencias idiomáticas de los apodos estamos ingresando ya en terreno lingüístico.
A lo largo de los doscientos treinta apodos estudiados se observan las siguientes relaciones entre palabras árabes y romances:
1,9: 1 en la cuarta generación (1151-1170). A este claro predominio de los apodos de origen árabe sigue un equilibrio duradero entre los dos orígenes idiomáticos del apodo. En el período 1171-1190 la relación es de 0,8: 1. Este equilibrio se mantendrá como tal hasta finalizada la séptima generación, en tomo a 1250. La generación delimitada entre 1251-1270 marca el vuelco a favor del apodo romance, registrándose una relación de 0.53: 1, o enunciada inversamente 1: 1 ,9. Pasadas cuatro generaciones la relación entre la frecuencia del uso de ambos idiomas quedó invertida, luego de un proceso consecuente de superación del romance sobre el árabe.
En diciembre de 1196, los hijos de Guillermo Petrez, de Segovia, venden un mesón en Toledo al presbítero don Domingo Abad. A las firmas de la escritura antecede el siguiente párrafo:
<<Informase a los vendedores del significado de esta escritura en lengua aljamiada, y después de entenderla y manifestar que la entendieron, firmaron los testigos»
El inciso extraordinario registrado en esta escritura podría ser atribuido al origen de los vendedores: Segovia. Mas la rutinización del mismo revela una dificultad creciente en la comprensión del árabe también para los toledanos. Cuando en setiembre de 1205 don Juan Dominguez y su esposa Urraca toman en arriendo la alquería del arcediano don García, aclara la escritura: «habiéndosela leído a los contratantes en lengua romance, que declararon comprender».
A partir de la sexta generación prolifera la aparición de este inciso, en sus distintas variantes: «Fecha, después de traducirla ... » o «Fecha, después de explicársela ... ». El significado del uso de estas oraciones es transparente: el idioma árabe dejaba de ser comprensible para todos.
Esto obligaba a validar la firma del documento haciendo constar que los firmantes tenían conciencia de lo que estaban signando. Las tres fórmulas aplicadas para cubrir esa necesidad reflejan estadios diferentes en el camino hacia la pérdida del idioma. Habría, tal vez, quienes dominaban oralmente el idioma árabe, pero eran ya analfabetos en esta lengua.
Otros capaces de comprender el idioma necesitaban de una explicación complementaria, para cerciorarse que efectivamente habían comprendido todos los detalles. Por último había personas que de no ser gracias a una traducción completa no habrían podido enterarse del contenido de los documentos.
Dado que el comercio entre mozárabes y castellanos se reanudó a pesar de la cláusula contraría a ésto en el fuero de 110 1, es necesario ver en las escrituras de compraventa documentos en los cuales figuran castellanos. Puesto que desde 1110 un alto porcentaje de los nombres son castellanos. De aquí que no pueda afirmarse rotundamente que la incomprensión del árabe se deba a la aculturación mozárabe, en su nivel lingüístico.
No obstante, el resto de la colección documental puede considerarse más íntegramente mozárabe, ya que en los testamentos, las particiones de bienes, las donaciones, los sujetos referidos deben ser necesariamente mozárabes. Posiblemente a esto se deba que el 49% de las aclaraciones que figuran en los documentos de compraventa son del tipo de traducción completa, mientras que en el resto de la documentación, en el 61 % de los casos se aplican las formulas «después de explicársela ... » o «después de leérla ... ».
La diferenciación indicada sugiere que la incomprensión del idioma árabe es producto de dos motivos: principalmente la caída en desuso del idioma mismo, y a su vez la presencia de población que no tiene su raíz en Toledo. Si pasados ochenta años de vida mozárabe en el seno de Castilla, la orientación cultural de la comunidad quedó revertida -tal como indican los nombres- transcurridas seis generaciones, la identidad mozárabe en su nivel lingüístico empieza a ceder.
Hacia mediados del siglo XIV este proceso alcanzaba su fin. Así lo demuestra además el caudal documental preservado en Toledo. Hasta 1125 la mayor parte de la documentación mozárabe conservada en el archivo de la catedral está escrita en árabe. Hasta 1150 hay un equilibrio pasajero entre las cantidades de documentos árabes y latinos o romance.
En la segunda mitad del siglo XII la mayor cantidad de documentos está escrita en árabe. Finalmente, al iniciarse el siglo XIII un descenso paulatino del caudal de documentos árabes conduce hasta su extinción en la segunda mitad del siglo XIV".
A partir de la sexta generación prolifera la aparición de este inciso, en sus distintas variantes: «Fecha, después de traducirla ... » o «Fecha, después de explicársela ... ». El significado del uso de estas oraciones es transparente: el idioma árabe dejaba de ser comprensible para todos.
Esto obligaba a validar la firma del documento haciendo constar que los firmantes tenían conciencia de lo que estaban signando. Las tres fórmulas aplicadas para cubrir esa necesidad reflejan estadios diferentes en el camino hacia la pérdida del idioma. Habría, tal vez, quienes dominaban oralmente el idioma árabe, pero eran ya analfabetos en esta lengua.
Otros capaces de comprender el idioma necesitaban de una explicación complementaria, para cerciorarse que efectivamente habían comprendido todos los detalles. Por último había personas que de no ser gracias a una traducción completa no habrían podido enterarse del contenido de los documentos.
Dado que el comercio entre mozárabes y castellanos se reanudó a pesar de la cláusula contraría a ésto en el fuero de 110 1, es necesario ver en las escrituras de compraventa documentos en los cuales figuran castellanos. Puesto que desde 1110 un alto porcentaje de los nombres son castellanos. De aquí que no pueda afirmarse rotundamente que la incomprensión del árabe se deba a la aculturación mozárabe, en su nivel lingüístico.
No obstante, el resto de la colección documental puede considerarse más íntegramente mozárabe, ya que en los testamentos, las particiones de bienes, las donaciones, los sujetos referidos deben ser necesariamente mozárabes. Posiblemente a esto se deba que el 49% de las aclaraciones que figuran en los documentos de compraventa son del tipo de traducción completa, mientras que en el resto de la documentación, en el 61 % de los casos se aplican las formulas «después de explicársela ... » o «después de leérla ... ».
La diferenciación indicada sugiere que la incomprensión del idioma árabe es producto de dos motivos: principalmente la caída en desuso del idioma mismo, y a su vez la presencia de población que no tiene su raíz en Toledo. Si pasados ochenta años de vida mozárabe en el seno de Castilla, la orientación cultural de la comunidad quedó revertida -tal como indican los nombres- transcurridas seis generaciones, la identidad mozárabe en su nivel lingüístico empieza a ceder.
Hacia mediados del siglo XIV este proceso alcanzaba su fin. Así lo demuestra además el caudal documental preservado en Toledo. Hasta 1125 la mayor parte de la documentación mozárabe conservada en el archivo de la catedral está escrita en árabe. Hasta 1150 hay un equilibrio pasajero entre las cantidades de documentos árabes y latinos o romance.
En la segunda mitad del siglo XII la mayor cantidad de documentos está escrita en árabe. Finalmente, al iniciarse el siglo XIII un descenso paulatino del caudal de documentos árabes conduce hasta su extinción en la segunda mitad del siglo XIV".
Diego Olstein
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/02/files_anales_0039_02.pdf
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