En 1561, Felipe II encarga a su nuevo arquitecto Juan Bautista de Toledo las trazas para añadir al castillo de Aceca y fabricar la casa de oficios y caballerizas, obra de mampostería igualmente, con zaguán de columnas toscanas y bóveda en la caballeriza que demuestra «lo que hace un buen arquitecto aun cuando se le encargan obras comunes» .>7~ obras que continuaban en 1563. Alvarez de Quindós visitó el Real Sitio y pudo describir el edificio antes que se destruyese en 1808.
Dentro del palacio había un jardincillo sin cultivar, un aljibe, y una «mina que sale al río con una portada de piedra de gusto e idea como lo demás del edificio»~ un patio interior con columnas berroqueñas y soportales donde estaba la cámara del rey y el oratorio con su tríptico de pintura flamenca; separado del palacio estaban las casas de oficio con su galería sobre postes de piedra «en la forma que están las de Aranjuez» y en el extremo la caballeriza de una sola b6veda (de 28 por 120 pies) ".
El palacio fue despojado de sus mejores materiales desde la Guerra de la Independencia, utilizándose las piedras por sus administradores en las represas del río, para mover los molinos harineros que hubo, por lo que a mediados del siglo XIX era el conjunto una ruina completa, quedando tan solo el patrimonio territorial de prados, bosques e isla en la orilla derecha del Tajo ". Hoy nos encontramos, pues, con los restos arquitectónicos del palacio real de Aceca, construido, sin duda alguna, en el mismo emplazamiento del anterior castillo de la encomienda.
No es la parte más alta del cerro occidental, pero sí un sitio amplio y escarpado sobre el río y, eso sí, con buenos horizontes por los que se extendía el dominio real allende el Tajo; un panorama para solaz de reyes, particularmente Felipe II, de quien son conocidas sus frecuentes estancias en Aceca. Gracias a dos testimonios gráficos conservados del siglo XVII, publicados por Iñiguez Almech 40, conocemos el alzado y magnitud de los dos edificios principales que constituían el memorable sitio: la casa palacio y la casa de oficios.
El primer testimonio, una pintura de Jusepe Leonardo encargada por Felipe IV en 1635, nos ofrece la vista del palacio desde el lado oriental; el segundo, un dibujo del Viaje de Cosme de Médicis (1668), desde el ángulo noroeste. Por ambos se advierte que la casa palacio ocupa la parte sur del altozano.
Es un edificio de proporciones cuadrangulares, de una altura principal, con sótanos y doblado, cubierto con tejados a dos aguas en los que sobresalen buhardillas y chimeneas; una torre cuadrada se alza en el ángulo sureste destacando sobre la edificación y rematada con chapitel; a su pie se adosa una casa aneja, un alto muro y, más abajo, un basamento de fábrica, en las estribaciones de la fachada meridional.
En la fachada de levante se abre puerta de medio pumo, como portada principal, sin elementos de ornato. En la fachada occidental se levanta un muro en talud con contrafuertes que contiene por este lado la terraza sobre la que se alza el palacio, obra esta toda realizada en ladrillo y mampostería, en aparejo toledano, con una distribución ordenada y simétrica de los vanos en el muro, y levantada a pesar de la irregularidad del terreno.
La casa de oficios se sitúa frente a la fachada norte del palacio, separada por una calle. Era un edificio de construcción similar al principal pero de menores dimensiones y altura, de sección cuadrangular, con huecos de iluminación peque- ños en sus fachadas, presentando en un extremo de la fachada oriental un pórtico adelantado cuyo dintel apoyaba en cuatro soportes, dejando intercolumnios amplios, más ancho el central. Fácilmente localizables, estos edificios muestran en sus ruinas, mimetizadas con el terreno, la extensión de sus solares y algunos elementos aún reconocibles.
De la casa palacio sólo se conserva prácticamente completa la línea de fachada sur, derruída, con algunos troros que mantienen el aparejo de su fábrica hasta los dos metros de alto (ladrillo y mamposteda sobre rocalo de mamposteda), con una longitud de 30 m_ aproximadamente. Presenta hacia su mitad una entrada ancha que da paso a una cámara longitudinal de la misma anchura, cubierta por b6veda de medio cañ6n de ladrillo, derruida en el tramo del fondo, y dos vanos de puerta tapiados.
Contiguo, a la derecha y en un nivel inferior, se abre un paso en el terreno ante una fachada en ladrillo, con puerta estrecha adintelada a sardinel y ventana encima, toda cohijada por un arco carpanel, descarnado, 10 cual se corresponde con la descripción de Alvarez de Quind6s al citar la «mina que sale al do con una portada de piedra», en la que hoy falta la piedra que adornó esta ponada.
Se conserva el interior, una habitación cubierta de buena b6veda de aristas y lunetos. En la parte alta, la línea de fachada concluye en un cubo macizo de ladrillo y paredones de gran espesor que refuerzan el ángulo sureste del edificio donde se levantaba la única torre. A la vuelta, se conserva abiena una habitación de nave abovedada y planta rectangular.
De las demás fachadas, en la norte no hay rastros de su línea, de la occidental afloran algunos arranques del cimiento o rocalo. Sobre lo que fue patio del palacio y su interior, un montículo de escombros esconde la disposición de sus cuanos, planta sólo penetrable a través de un plan de excavación arqueológica.
Pocos pasos al none se encuentran los restos del otro edificio, la casa de oficios. La cual solamente mantiene dos estancias visibles de lo antiguo, pues sobre su solar se edificaron casas actuales.
La principal estancia se alza sobre el terreno aunque modificada y revestida en su exterior. Se trata, sin lugar a dudas, de la nave de las antiguas caballerizas. La nave es rectangular (40 x 10 metros aproximadamente), orientada dentro del eje Este-Oeste, con acceso por la fachada occidental. El interior se cubre con bóveda de ladrillo de cañón seguido con lunetos para vanos de luz, dividida por un arco toral hacia su mitad. Todo es fábrica de ladrillo de gruesos muros y solida construcción.
Es, indudablemente, la obra de Juan Bautista de Toledo, encomiada por Llaguno, que se realiz6 a partir de 1561. Al exterior no se aprecia ser obra extraordinaria y tampoco se conserva el pónico o zaguán.
Tan sólo resta un fuste liso de granito, que yace en el suelo frente al extremo este de la mencionada nave, elemento procedente, con seguridad, de dicho pónico. Perpendicular a la nave, y por su lado none, se halla una cámara subterránea, abovedada con cañón seguido, con un hueco en su muro este que deja pasar la luz o tal vez sea una chimenea. Arrebatada a los moros, Aceca estuvo desde el primer momento atendida por los reyes castellanos en los siglos XI y XII, cuidado que delegaron en la Orden de Calatrava, a quien se debe el desenvolvimiento económico de Aceca duante los siglos XIII, XIV Y XV; atendida por los reyes españoles desde su incorporación al patrimonio de Carlos 1 y su hijo Felipe II.
De los castillos de Aceca: el bastión militar en la frontera cristiana, la Casa de la Encomienda y el palacio real, ninguno ha resistido el paso del tiempo y de los hombres, lo cual no nos impide acoger su memoria histórica.
Dentro del palacio había un jardincillo sin cultivar, un aljibe, y una «mina que sale al río con una portada de piedra de gusto e idea como lo demás del edificio»~ un patio interior con columnas berroqueñas y soportales donde estaba la cámara del rey y el oratorio con su tríptico de pintura flamenca; separado del palacio estaban las casas de oficio con su galería sobre postes de piedra «en la forma que están las de Aranjuez» y en el extremo la caballeriza de una sola b6veda (de 28 por 120 pies) ".
El palacio fue despojado de sus mejores materiales desde la Guerra de la Independencia, utilizándose las piedras por sus administradores en las represas del río, para mover los molinos harineros que hubo, por lo que a mediados del siglo XIX era el conjunto una ruina completa, quedando tan solo el patrimonio territorial de prados, bosques e isla en la orilla derecha del Tajo ". Hoy nos encontramos, pues, con los restos arquitectónicos del palacio real de Aceca, construido, sin duda alguna, en el mismo emplazamiento del anterior castillo de la encomienda.
No es la parte más alta del cerro occidental, pero sí un sitio amplio y escarpado sobre el río y, eso sí, con buenos horizontes por los que se extendía el dominio real allende el Tajo; un panorama para solaz de reyes, particularmente Felipe II, de quien son conocidas sus frecuentes estancias en Aceca. Gracias a dos testimonios gráficos conservados del siglo XVII, publicados por Iñiguez Almech 40, conocemos el alzado y magnitud de los dos edificios principales que constituían el memorable sitio: la casa palacio y la casa de oficios.
El primer testimonio, una pintura de Jusepe Leonardo encargada por Felipe IV en 1635, nos ofrece la vista del palacio desde el lado oriental; el segundo, un dibujo del Viaje de Cosme de Médicis (1668), desde el ángulo noroeste. Por ambos se advierte que la casa palacio ocupa la parte sur del altozano.
Es un edificio de proporciones cuadrangulares, de una altura principal, con sótanos y doblado, cubierto con tejados a dos aguas en los que sobresalen buhardillas y chimeneas; una torre cuadrada se alza en el ángulo sureste destacando sobre la edificación y rematada con chapitel; a su pie se adosa una casa aneja, un alto muro y, más abajo, un basamento de fábrica, en las estribaciones de la fachada meridional.
En la fachada de levante se abre puerta de medio pumo, como portada principal, sin elementos de ornato. En la fachada occidental se levanta un muro en talud con contrafuertes que contiene por este lado la terraza sobre la que se alza el palacio, obra esta toda realizada en ladrillo y mampostería, en aparejo toledano, con una distribución ordenada y simétrica de los vanos en el muro, y levantada a pesar de la irregularidad del terreno.
La casa de oficios se sitúa frente a la fachada norte del palacio, separada por una calle. Era un edificio de construcción similar al principal pero de menores dimensiones y altura, de sección cuadrangular, con huecos de iluminación peque- ños en sus fachadas, presentando en un extremo de la fachada oriental un pórtico adelantado cuyo dintel apoyaba en cuatro soportes, dejando intercolumnios amplios, más ancho el central. Fácilmente localizables, estos edificios muestran en sus ruinas, mimetizadas con el terreno, la extensión de sus solares y algunos elementos aún reconocibles.
De la casa palacio sólo se conserva prácticamente completa la línea de fachada sur, derruída, con algunos troros que mantienen el aparejo de su fábrica hasta los dos metros de alto (ladrillo y mamposteda sobre rocalo de mamposteda), con una longitud de 30 m_ aproximadamente. Presenta hacia su mitad una entrada ancha que da paso a una cámara longitudinal de la misma anchura, cubierta por b6veda de medio cañ6n de ladrillo, derruida en el tramo del fondo, y dos vanos de puerta tapiados.
Contiguo, a la derecha y en un nivel inferior, se abre un paso en el terreno ante una fachada en ladrillo, con puerta estrecha adintelada a sardinel y ventana encima, toda cohijada por un arco carpanel, descarnado, 10 cual se corresponde con la descripción de Alvarez de Quind6s al citar la «mina que sale al do con una portada de piedra», en la que hoy falta la piedra que adornó esta ponada.
Se conserva el interior, una habitación cubierta de buena b6veda de aristas y lunetos. En la parte alta, la línea de fachada concluye en un cubo macizo de ladrillo y paredones de gran espesor que refuerzan el ángulo sureste del edificio donde se levantaba la única torre. A la vuelta, se conserva abiena una habitación de nave abovedada y planta rectangular.
De las demás fachadas, en la norte no hay rastros de su línea, de la occidental afloran algunos arranques del cimiento o rocalo. Sobre lo que fue patio del palacio y su interior, un montículo de escombros esconde la disposición de sus cuanos, planta sólo penetrable a través de un plan de excavación arqueológica.
Pocos pasos al none se encuentran los restos del otro edificio, la casa de oficios. La cual solamente mantiene dos estancias visibles de lo antiguo, pues sobre su solar se edificaron casas actuales.
La principal estancia se alza sobre el terreno aunque modificada y revestida en su exterior. Se trata, sin lugar a dudas, de la nave de las antiguas caballerizas. La nave es rectangular (40 x 10 metros aproximadamente), orientada dentro del eje Este-Oeste, con acceso por la fachada occidental. El interior se cubre con bóveda de ladrillo de cañón seguido con lunetos para vanos de luz, dividida por un arco toral hacia su mitad. Todo es fábrica de ladrillo de gruesos muros y solida construcción.
Es, indudablemente, la obra de Juan Bautista de Toledo, encomiada por Llaguno, que se realiz6 a partir de 1561. Al exterior no se aprecia ser obra extraordinaria y tampoco se conserva el pónico o zaguán.
Tan sólo resta un fuste liso de granito, que yace en el suelo frente al extremo este de la mencionada nave, elemento procedente, con seguridad, de dicho pónico. Perpendicular a la nave, y por su lado none, se halla una cámara subterránea, abovedada con cañón seguido, con un hueco en su muro este que deja pasar la luz o tal vez sea una chimenea. Arrebatada a los moros, Aceca estuvo desde el primer momento atendida por los reyes castellanos en los siglos XI y XII, cuidado que delegaron en la Orden de Calatrava, a quien se debe el desenvolvimiento económico de Aceca duante los siglos XIII, XIV Y XV; atendida por los reyes españoles desde su incorporación al patrimonio de Carlos 1 y su hijo Felipe II.
De los castillos de Aceca: el bastión militar en la frontera cristiana, la Casa de la Encomienda y el palacio real, ninguno ha resistido el paso del tiempo y de los hombres, lo cual no nos impide acoger su memoria histórica.
Antonio José Díaz Fernández
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