En el camino de regreso disfrutamos de una vista magnífica. Todo el cielo ante nosotros se encontraba cubierto de una masa negra de nubes tormentosas como sólo los climas tropicales suelen exhibir.
El viento soplaba furiosamente hacia el valle arrastrando y agitando en el aire vastas nubes de polvo a ambos lados de la ciudad, cargada con el olor de la tierra mojada por la lluvia recién caída. Recortada contra las nubes, y debatiéndose entre la oscuridad y los rayos del sol poniente detrás nuestro, veíamos la blanca línea de la ciudad desde la Puerta de Bisagra, pasando por la Casa de Locos, hasta las ruinas que coronan las orillas del Tajo; se veían palacios sobre palacios, y destacando por encima de todo, estaba la destellante Catedral sobre la cima de la roca, con el poderoso Alcázar en el fondo. Sólo con esta vista nos hubiéramos sentido recompensados por la visita.
(...) Fue una visita al pasado, el pasado aún vivo, perdido su vigor pero todavía existente. Toledo es afortunada entre la mayor parte de las ciudades por preservar reliquias de las varias fases de la civilizaciñón en la Península (...) Quien no ha visto Toledo, no ha visto España.
James Johnston Pettigrew. "Notes on Spain and the Spaniards, in the Summer of 1859"
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