Desde la publicación de las obras de Cossío y San Román una ingente cantidad de documentos han ido apareciendo sobre su persona y sobre su obra.
Por ello he decidido comentar muy someramente y yendo de la mano de Jonathan Brown, Álvarez Lopera y Fernando Marías su etapa cretense, veneciana y romana poco conocidas y con infinidad de puntos oscuros por desvelar aun por lo que soy consciente de la dificultad que el tema entraña.
Cuando en el año 1577 el pintor llega a Toledo tiene 36 años, ha tenido, pues, tiempo para formarse en una edad en que normalmente los pintores están realizando ya sus obras maduras.
Había nacido en Candía, capital de la isla de Creta, en 1541 en donde tendrá lo que podemos llamar su etapa cretense.
Había nacido en Candía, capital de la isla de Creta, en 1541 en donde tendrá lo que podemos llamar su etapa cretense.
Muy poco es lo que sabemos de estos años aunque lenta y trabajosamente van surgiendo casi por milagro notícias suyas. En 1937 aparece firmado al parecer por El Greco, con estas palabras «Mano de Domenikos» un icono conservado en el Benaki Museum de Atenas, todo indica que la firma es de nuestro artista
El tema del pequeño icono representa a San Lucas pintando a la figura de la Virgen María, de proporciones muy pequeñas que El pintor ya aparece formando parte de la Cofradía de pintores de Candía. El cuadrito parece haber sido un encargo privado.
Y en el lienzo ya nuestro artista comienza a dar señales de que su arte irá por nuevos derroteros, sin querer limitarse a ser un pintor más de iconos bizantinos. Aquí hay un claro intento de conseguir la perspectiva renacentista y la figura del ángel que porta una filacteria con el torso desnudo sería impensable en un pintor bizantino tradicional.
Del tema se conocen al menos tres copias lo que nos indica el grado de aceptación del estilo del artista.
Del tema se conocen al menos tres copias lo que nos indica el grado de aceptación del estilo del artista.
En 1983 se descubre un nueva pintura suya en la isla de Siros, capital de las Cícladas, en el que se representa la Dormición de la Virgen. En líneas generales la composíción de la escena sigue un patrón conocido en Creta ya desde el siglo XV.
No obstante en la tabla hay una serie de detalles que apuntan a la pintura occidental. Al parecer el icono fue donado a la iglesia por la hermandad de los griegos de Venecia.
No obstante en la tabla hay una serie de detalles que apuntan a la pintura occidental. Al parecer el icono fue donado a la iglesia por la hermandad de los griegos de Venecia.
Una tercera pintura, la Adoración de los Magos, también del Benaki Museum, nos pone ante una composición ya plenamente occidental, con claras influencias de grabados renacentistas, de tal manera que algunos críticos han llegado a pensar que la pintura se realizó ya en su etapa veneciana. No sabemos con seguridad cuando tuvo lugar su marcha a Venecia pero pudo ser en el año 1567.
Lo que si es seguro que en agosto de 1568 el pintor estaba en la ciudad de los canales. En Venecia había una escuela de pintores de iconos que trabajaban en un estilo mixto, esto es, utilizando rasgos de los iconos bizantinos mezclados con otros rasgos de la pintura contemporánea italiana, comunmente se les llamaba madonneri, pero nada de este modo de trabajar se conoce en la pintura del cretense.
Está claro que nuestro pintor va a hacer un esfuerzo casi milagroso para transformar su estilo y convertirse en un pintor occidental más.
Está claro que nuestro pintor va a hacer un esfuerzo casi milagroso para transformar su estilo y convertirse en un pintor occidental más.
Tradicionalmente se venía sosteniendo que la estancia veneciana de El Greco duró diez años, pero hoy sabemos que no pasó de tres años y medio. También, de siempre, se venía sosteniendo, tomando literalmente unas palabras conocidas de su amigo, el miniaturista Giulio Clovio, que fue discípulo de Tiziano,
Pero Tiziano tenía, en las fechas de la llegas del pintor cretense a Venecia, 80 años de edad por lo que no está claro que fuese discípulo directo del gran maestro pero si que, indudablemente estudió con afán su pintura y su huella será intensa y definitiva sobre todo en su manera de ver y sentir el color. No debemos olvidar que en estos momentos se están viviendo los años más gloriosos de la escuela veneciana y la huella de otros maestros es también clara en nuestro pintor.
Pero Tiziano tenía, en las fechas de la llegas del pintor cretense a Venecia, 80 años de edad por lo que no está claro que fuese discípulo directo del gran maestro pero si que, indudablemente estudió con afán su pintura y su huella será intensa y definitiva sobre todo en su manera de ver y sentir el color. No debemos olvidar que en estos momentos se están viviendo los años más gloriosos de la escuela veneciana y la huella de otros maestros es también clara en nuestro pintor.
De siempre es bien sabido su admiración por Verones o Jacopo Bassano y, sobre todo, por Tintorero como manifestó en varias ocasiones y lo vemos reflejado en su pintura. Tal vez su obra más famosa y estudiada de la etapa veneciana sea el Tríptico de Módena, localizado en 1937 en un armario en el que se guardaban objetos de todo tipo en la Galería Estense. Se ha podido constatar que la forma del tríptico (y en especial la de uno concreto conservado en los museos Vaticanos) es igual a la de otros trípticos cretenses de este momento.
Lo que puede indicar que estos altarcitos pertenecían a talleres cretenses que trabajaban con un sentido decorativo inspirado en lo veneciano. Aunque la autoría de El Greco ha sido rechazada en algunos momentos por diversos investigadores, con Wethey a la cabeza, hoy está aceptado unanimamente como obra suya. También se han discutido el lugar y la fecha en que fue pintado.
Lo más probable es que se pintase relativamente pronto de la llegada del pintor a Venecia. El tríptico tiene seis escenas, la tabla central, el eje de toda la iconografía de la obra representa una alegoría del Juicio Final y de la coronación del caballero cristiano inspirada en determinadas xilografías de la época.
Lo que puede indicar que estos altarcitos pertenecían a talleres cretenses que trabajaban con un sentido decorativo inspirado en lo veneciano. Aunque la autoría de El Greco ha sido rechazada en algunos momentos por diversos investigadores, con Wethey a la cabeza, hoy está aceptado unanimamente como obra suya. También se han discutido el lugar y la fecha en que fue pintado.
Lo más probable es que se pintase relativamente pronto de la llegada del pintor a Venecia. El tríptico tiene seis escenas, la tabla central, el eje de toda la iconografía de la obra representa una alegoría del Juicio Final y de la coronación del caballero cristiano inspirada en determinadas xilografías de la época.
En el ala izquierda se representa la Adoración de los Reyes, inspirada también en grabados conocidos, y en el ala derecha se representa el Bautismo de Cristo que también depende de otras xilografías concretas. En esta escena la fuente de la luz no es aquí Cristo sino el Espíritu Santo que llega envuelto en un resplandor dorado.
Hay también que destacar la vegetación pintada de un modo extremadamente realista. El centro de la cara posterior lo ocupa una vista del Monte Sinaí con diversas escenas bíblícas tomadas de una serie de trípticos cretenses de la segunda mitad del siglo XVI. A un lado vemos una Anunciación que reproduce otra Anunciación perdida que pintó Tiziano para una iglesia de Murano. La organización de la escena con un Angel que irrumpe por la derecha es un esquema al que El Greco permanecerá siempre fiel.
Y la tercera escena representa a Dios Padre con Adán y Eva que parece advertir a nuestros primeros padres las consecuencias del pecado. La pareja, inocentemente desnudos, aparecen tranquilos, sin violencias como indicando que aun no han comido la manzana prohibida. Pero la obra clave para conocer el gigantesco paso que El Greco ha dado es el cuadro de la Purificación del Templo hoy en la Nacional Gallery de Washington.
Aquí el pintor se ha servido para la colocación de las figuras de una conocida composición de Miguel Ángel y en ella es especialmente importante la compleja perspectiva de arquitecturas. La colocación de las figuras en distintos planos y sobre todo la perspectiva lograda aquí situando las distintas escenas a niveles diferentes es aun torpe e insegura. En noviembre de 1570 sabemos, por una carta que su amigo Giulio Clovio envía al cardenal Alejandro Farnesio, que el pintor se encontraba en Roma.
En el viaje hacia la ciudad eterna sin duda El Greco se detuvo en Parma para contemplar las pinturas de Corregio a quien siempre admiró. La prueba irrefutable de esta estancia es que El Greco contempló con especial interés el lienzo de la Virgen con San Jerónimo y María Magdalena, figura por la que en algún momento manifestó su admiración. Conservada hoy en La Galería Nacional de Parma se encontraba entonces en el que era su emplazamiento original en la iglesia de San Antonio, por lo que necesariamente tuvo que verla en este templo.
En Roma estuvo integrado en el amplio círculo del cardenal Alejandro Farnesio. En julio de 1572 el mayordomo de el cardenal le comunicaba a este «que el pintor griego estaba en la villa de Caprarola pintando en alguna de sus estancias». Sin embargo, aunque no está claro el motivo, en ese mismo año era expùlsado de este círculo. Dos meses después era admitido como miembro de la Academia romana de San Lucas. Esto suponía que el pintor desde ese momento podía tener taller propio e independiente Todo nos viene a indicar que en este momento El Greco pensaba establecerse en Roma como pintor italianizado.
Otros dos datos más se pueden añadir a las escasas referencias que tenemos del pintor. Uno de ellus nos informa de cómo el arquitecto Pirro Liborio, hombre violento y caído en desgracia, que había abandonado la ciudad de Roma, en alguna ocasión en la que vuelve a ella llegó a tener un fuerte enfrentamiento con Giulio Clovio y en medio de la violenta refriega hizo una referencia «al amigo de Clovio que ha venido a Roma desde el extranjero».
Aunque el dato es vago parece que estas palabras se refieren a nuestro pintor. La segunda noticia conocida desde antiguo y siempre repetido proviene de un manuscrito redactado por el médico Giulio Mancini que lo escribe unos 40 años después de haberse producido y le fue referido por el pintor Banastri da Licignano, posiblemente un discípulo que llegó a tener en Roma El Greco.
La noticia o más bien anécdota cuenta como el papa Pío V se sentía ofendido por la total desnudez de las figuras del Juicio Final pintado por Miguel Angel en la Capilla Sextina y ello le llevó a ordenar que fuera repintado. Enterado de esto El Greco, al parecer, se ofreció a pintar otro Juicio Final con el debido decoro siempre que fuera quitado el de Miguel Angel.
Después, añade el informante, que la irritación de los pintores romanos fue tan grande que obligaron al pintor a huir a España lo que en modo alguno es cierto. Sí es cierto que El Greco nunca tuvo excesivas simpatías por él como lo manifestó una vez llegado a España, criticando lo apagado de su color aunque siempre tuvo como insuperables sus dibujos.
Lo que si es claro es que la permanencia de El Greco en el entorno del cardenal Farnesio fue clave para él, allí conocerá a personas influyentes que tendrán un gran protagonismo es su vida. Su familia destacó desde antiguo como mecenas y protectores de artistas. Personaje clave en el círculo intelectual de los Farnesio será Fulvio Orsini bibliotecario de palacio y persona que tenía fama de ser quien más y mejor conocía de la Antigüedad clásica. Coleccionista también de pintura, en su selecta pinacoteca llegó a poseer siete obras de El Greco.
Desagraciadamente de ellas solo conocemos una el magnífico retrato del su amigo Giulio Clovio. La intensa relación de El Greco con Orsini se manifestará en una obra enigmática, el « muchacho encendiendo una candela» del museo de Capodimonte de Nápoles.
La aparente simplicidad de la obra e incluso su carácter virtuosista y desenfadado esconde en realidad la recreación de una pintura del pintor griego Antófilo de Alejandría que describe Plinio el Viejo en su Historia Natural. En el entorno de los Farnesio El Greco conoció a figuras claves de la intelectualidad del momento no solo italianos sino algunos personajes extranjeros que visitaban Roma y tuvieron contacto con el selecto círculo.
La ambición y el deseo de triunfar le llevará a plantearse la marcha de Roma y a pensar en la España del momento, gobernada por Felipe II, gran amante del arte y que en esos momentos buscaba artistas para decorar su Monasterio de El Escorial. Todo parece que el encuentro en este círculo con don Luis de Castilla fue decisivo y le decidió a venir España para realizar los retablos de Santo Domingo el Antiguo.
Termino esta breve semblanza del pintor antes de su llegada a Toledo, la ciudad que se convertiría en su hogar, con unas breves líneas entresacadas de uno de los trabajos de Jonathan Brown publicado en el catálogo de la exposición celebrada en el Prado en 1982:. «Creta, dice el historiador, pudo haberle dado la vida y el oficio de pintor – para volver al soneto conmemorativo de Paravicino– y Toledo una patria mejor, pero fue en Italia donde aprendíó lo que iba a necesitar para convertirse en el genial artista que todos admiramos».
En el viaje hacia la ciudad eterna sin duda El Greco se detuvo en Parma para contemplar las pinturas de Corregio a quien siempre admiró. La prueba irrefutable de esta estancia es que El Greco contempló con especial interés el lienzo de la Virgen con San Jerónimo y María Magdalena, figura por la que en algún momento manifestó su admiración. Conservada hoy en La Galería Nacional de Parma se encontraba entonces en el que era su emplazamiento original en la iglesia de San Antonio, por lo que necesariamente tuvo que verla en este templo.
En Roma estuvo integrado en el amplio círculo del cardenal Alejandro Farnesio. En julio de 1572 el mayordomo de el cardenal le comunicaba a este «que el pintor griego estaba en la villa de Caprarola pintando en alguna de sus estancias». Sin embargo, aunque no está claro el motivo, en ese mismo año era expùlsado de este círculo. Dos meses después era admitido como miembro de la Academia romana de San Lucas. Esto suponía que el pintor desde ese momento podía tener taller propio e independiente Todo nos viene a indicar que en este momento El Greco pensaba establecerse en Roma como pintor italianizado.
Otros dos datos más se pueden añadir a las escasas referencias que tenemos del pintor. Uno de ellus nos informa de cómo el arquitecto Pirro Liborio, hombre violento y caído en desgracia, que había abandonado la ciudad de Roma, en alguna ocasión en la que vuelve a ella llegó a tener un fuerte enfrentamiento con Giulio Clovio y en medio de la violenta refriega hizo una referencia «al amigo de Clovio que ha venido a Roma desde el extranjero».
Aunque el dato es vago parece que estas palabras se refieren a nuestro pintor. La segunda noticia conocida desde antiguo y siempre repetido proviene de un manuscrito redactado por el médico Giulio Mancini que lo escribe unos 40 años después de haberse producido y le fue referido por el pintor Banastri da Licignano, posiblemente un discípulo que llegó a tener en Roma El Greco.
La noticia o más bien anécdota cuenta como el papa Pío V se sentía ofendido por la total desnudez de las figuras del Juicio Final pintado por Miguel Angel en la Capilla Sextina y ello le llevó a ordenar que fuera repintado. Enterado de esto El Greco, al parecer, se ofreció a pintar otro Juicio Final con el debido decoro siempre que fuera quitado el de Miguel Angel.
Después, añade el informante, que la irritación de los pintores romanos fue tan grande que obligaron al pintor a huir a España lo que en modo alguno es cierto. Sí es cierto que El Greco nunca tuvo excesivas simpatías por él como lo manifestó una vez llegado a España, criticando lo apagado de su color aunque siempre tuvo como insuperables sus dibujos.
Lo que si es claro es que la permanencia de El Greco en el entorno del cardenal Farnesio fue clave para él, allí conocerá a personas influyentes que tendrán un gran protagonismo es su vida. Su familia destacó desde antiguo como mecenas y protectores de artistas. Personaje clave en el círculo intelectual de los Farnesio será Fulvio Orsini bibliotecario de palacio y persona que tenía fama de ser quien más y mejor conocía de la Antigüedad clásica. Coleccionista también de pintura, en su selecta pinacoteca llegó a poseer siete obras de El Greco.
Desagraciadamente de ellas solo conocemos una el magnífico retrato del su amigo Giulio Clovio. La intensa relación de El Greco con Orsini se manifestará en una obra enigmática, el « muchacho encendiendo una candela» del museo de Capodimonte de Nápoles.
La aparente simplicidad de la obra e incluso su carácter virtuosista y desenfadado esconde en realidad la recreación de una pintura del pintor griego Antófilo de Alejandría que describe Plinio el Viejo en su Historia Natural. En el entorno de los Farnesio El Greco conoció a figuras claves de la intelectualidad del momento no solo italianos sino algunos personajes extranjeros que visitaban Roma y tuvieron contacto con el selecto círculo.
La ambición y el deseo de triunfar le llevará a plantearse la marcha de Roma y a pensar en la España del momento, gobernada por Felipe II, gran amante del arte y que en esos momentos buscaba artistas para decorar su Monasterio de El Escorial. Todo parece que el encuentro en este círculo con don Luis de Castilla fue decisivo y le decidió a venir España para realizar los retablos de Santo Domingo el Antiguo.
Termino esta breve semblanza del pintor antes de su llegada a Toledo, la ciudad que se convertiría en su hogar, con unas breves líneas entresacadas de uno de los trabajos de Jonathan Brown publicado en el catálogo de la exposición celebrada en el Prado en 1982:. «Creta, dice el historiador, pudo haberle dado la vida y el oficio de pintor – para volver al soneto conmemorativo de Paravicino– y Toledo una patria mejor, pero fue en Italia donde aprendíó lo que iba a necesitar para convertirse en el genial artista que todos admiramos».
JUAN NICOLAU CASTRO
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