Empresa verdaderamente grande para ponerla en competencia de Alexandro con Aristóteles; y aunque no está tan acabado este trabajo como pudiera, es un más que principio para los que quisieren llevarla al cabo; no es negocio que puedan abarcarlo las fuerzas de un solo hombre.
Están estos quince tomos encuadernados hermosamente, fuera de lo que en esta librería es usado, cubiertos y labrados de oro sobre cuero azul, manecuelas, cantoneras y bullones de plata muy gruesos y de excelente labor.
Están estos quince tomos encuadernados hermosamente, fuera de lo que en esta librería es usado, cubiertos y labrados de oro sobre cuero azul, manecuelas, cantoneras y bullones de plata muy gruesos y de excelente labor.
Juan de Siguenza, bibliotecario de El Escorial
En la librería, hay una curiosidad de grande admiracion y estima, que es la Historia de todos los Animales y Plantas de las Indias OccidentáIes, con sus mismos nativos colores.
El mismo color que el árbol y la yerba tiene en raíz, tronco, ramas, hojas, flores, frutos, el que tienen los animales, las hermosisimas plumas de tantas extrañas aves … cosa de gran deleite y entretenimiento, y digna del ánimo y grandeza del fundador de esta libreria, que encomendó tal empresa al Doctor Francisco Hernández, natural de Toledo, para aumentarla con novedad tan rara»
El mismo color que el árbol y la yerba tiene en raíz, tronco, ramas, hojas, flores, frutos, el que tienen los animales, las hermosisimas plumas de tantas extrañas aves … cosa de gran deleite y entretenimiento, y digna del ánimo y grandeza del fundador de esta libreria, que encomendó tal empresa al Doctor Francisco Hernández, natural de Toledo, para aumentarla con novedad tan rara»
“Este doctor se ha prometido muchas veces enviar los libros de esta obra y que nunca lo ha cumplido; que se los forme y los envié en la primera flota a buen recaudo»
Carta del Emperador Felipe II a Francisco Hernández. México, 20 marzo 1575.
“A la naturaleza hay que sentirla; quien sólo ve y abstrae puede pasar una vida analizando plantas y animales, creyendo describir una naturaleza que, sin embargo, le será eternamente ajena”. Carta de Humboldt a Goethe del 3 de enero de 1810.
Fue posiblemente la primera gran expedición científica del mundo moderno. Ríete tú de las exploraciones del National Geographic y del Attenborough.
Aquel tal Francisco Hernández, oriundo de la Puebla de Montalban (Toledo), recorrió tozudamente kilómetros y kilómetros de Terra incógnita para descifrar los secretos botánicos que contenía aquel nuevo continente.
Hernández era el primero que llegaba a América con una misión que no era diplomática, ni secreta, ni de estado, ni religiosa, cosa rara en el mundo de entonces. Su misión era total y absolutamente científica.
Aquel tal Francisco Hernández, oriundo de la Puebla de Montalban (Toledo), recorrió tozudamente kilómetros y kilómetros de Terra incógnita para descifrar los secretos botánicos que contenía aquel nuevo continente.
Hernández era el primero que llegaba a América con una misión que no era diplomática, ni secreta, ni de estado, ni religiosa, cosa rara en el mundo de entonces. Su misión era total y absolutamente científica.
Era tal la oportunidad que se abría ante él. Y allí que iba, con sus lápices y sus papeles a cuestas, con su hijo mayor Juan, con varios dibujantes, escribientes, algunos curanderos indígenas, mozos de mulas y su poderosa convicción entre cejo y cejo, con pocos mapas y mucha determinación.
Después de estudiar Medicina en la Universidad de Alcalá, ejerció su profesión en Torrijos y bregando en los hospitales del Monasterio de Guadalupe, en los que realizó disecciones de cadáveres y se curtía en lo indiano, todo lo que caía en sus manos en aquel centro neurálgico del nuevo mundo que se erigía en las tierras extremeñas.
Ante el panorama, Felipe II le rogaba marchase a las Américas con una misión secreta.
Era la época de Miguel Servet y Hernández se codeaba con lo más granado de la intelectualidad de la época.
Había que ver si en El Dorado también podrían encontrar el elixir de la “eterna juventud” o los males a las miles y purulentas enfermedades que asolaban desde hacía siglos las pétreas ciudades y los campos de Europa.
Era menester y prioritario. A ver si entre tanta baya, arbusto y raíces podían encontrar remedios a muchos e importantes problemas.
Después de estudiar Medicina en la Universidad de Alcalá, ejerció su profesión en Torrijos y bregando en los hospitales del Monasterio de Guadalupe, en los que realizó disecciones de cadáveres y se curtía en lo indiano, todo lo que caía en sus manos en aquel centro neurálgico del nuevo mundo que se erigía en las tierras extremeñas.
Ante el panorama, Felipe II le rogaba marchase a las Américas con una misión secreta.
Era la época de Miguel Servet y Hernández se codeaba con lo más granado de la intelectualidad de la época.
Había que ver si en El Dorado también podrían encontrar el elixir de la “eterna juventud” o los males a las miles y purulentas enfermedades que asolaban desde hacía siglos las pétreas ciudades y los campos de Europa.
Era menester y prioritario. A ver si entre tanta baya, arbusto y raíces podían encontrar remedios a muchos e importantes problemas.
Sus contemporáneos eran nada más y nada menos que Andrés Vesalio, Juanelo Turriano, Juan de Herrera y Benito Arias Montano.
Casi nada. Repóker de ases, sin lugar a dudas de una época apasionante. Con ellos discutía, comentaba, buscaba libros y les pedía consejo sobre tal o cual cosa.
De aquel elenco de pensadores de vanguardia no podía salir salvo algo bueno, representaban el más fiel termómetro de la España del momento. La metrópoli del mundo.
Ya por aquel entonces se las manejaba al mejor estilo naturalista, pateándose, viéndoselas con el tomillo y el espliego de las sierras andaluzas.
Se ocupó del jardín botánico de los hospitales de Guadalupe, observando cómo podían curar y vivificar.
De la naturaleza de algunas sierras extremeñas, el gusto por el monte y la selección, el pateo y el olfateo, lo cual vendría muy bien para lo que le esperaba en América.
Hernández tradujo y realizó unos amplios y ajustados comentarios científicos en castellano a una de las obras más influyentes en el conocimiento de la naturaleza en el siglo XVI europeo; la Historia natural de Plinio y Teofrasto.
Casi nada. Repóker de ases, sin lugar a dudas de una época apasionante. Con ellos discutía, comentaba, buscaba libros y les pedía consejo sobre tal o cual cosa.
De aquel elenco de pensadores de vanguardia no podía salir salvo algo bueno, representaban el más fiel termómetro de la España del momento. La metrópoli del mundo.
Ya por aquel entonces se las manejaba al mejor estilo naturalista, pateándose, viéndoselas con el tomillo y el espliego de las sierras andaluzas.
Se ocupó del jardín botánico de los hospitales de Guadalupe, observando cómo podían curar y vivificar.
De la naturaleza de algunas sierras extremeñas, el gusto por el monte y la selección, el pateo y el olfateo, lo cual vendría muy bien para lo que le esperaba en América.
Hernández tradujo y realizó unos amplios y ajustados comentarios científicos en castellano a una de las obras más influyentes en el conocimiento de la naturaleza en el siglo XVI europeo; la Historia natural de Plinio y Teofrasto.
¿Qué debía hacer en el territorio americano?. Su misión era preguntar a los médicos y en general a todas aquellas personas, españolas o indias, que supieran algo de las propiedades medicinales de las plantas de ese territorio americano; debía escribir una relación de los vegetales de uso medicinal y tenía que informar sobre la forma de cultivarlos y especialmente de conservarlos y traerlos a toda costa a Europa.
Científico reputado y cortesano, a los 56 años de edad, recibe el pase para América, así como la responsabilidad de organizar la primera gran expedición científica al Nuevo Mundo para realizar el estudio mas completo de las plantas medicinales de la época. Imagínense.
Aquello, lo de viajar a la América recién descubierta, como recientemente nos decía José María Lancho, debía ser como viajar a la luna, como si fueran los ecos de la última frontera conocida. Un nuevo continente daba mucho de sí a la hora de descubrir.
Toda una oportunidad. En este contexto, en el que se encuentran tres millares de plantas mexicanas por parte de Hernández, sus resultados de búsqueda y pateo incesante de los páramos americanos.
Significaba una ruptura total con el pasado, una puerta abierta al futuro. Aquellos nombres en náhuatl y otros idiomas amerindios significaban una savia nueva para el conocimiento ancestral y cuasi medieval de las especies botánicas y sus remedios medicinales.
Científico reputado y cortesano, a los 56 años de edad, recibe el pase para América, así como la responsabilidad de organizar la primera gran expedición científica al Nuevo Mundo para realizar el estudio mas completo de las plantas medicinales de la época. Imagínense.
Aquello, lo de viajar a la América recién descubierta, como recientemente nos decía José María Lancho, debía ser como viajar a la luna, como si fueran los ecos de la última frontera conocida. Un nuevo continente daba mucho de sí a la hora de descubrir.
Toda una oportunidad. En este contexto, en el que se encuentran tres millares de plantas mexicanas por parte de Hernández, sus resultados de búsqueda y pateo incesante de los páramos americanos.
Significaba una ruptura total con el pasado, una puerta abierta al futuro. Aquellos nombres en náhuatl y otros idiomas amerindios significaban una savia nueva para el conocimiento ancestral y cuasi medieval de las especies botánicas y sus remedios medicinales.
Publicado por Javier Noriega el Jun 7, 2016
http://abcblogs.abc.es/espejo-de-navegantes/2016/06/07/la-increible-historia-de-francisco-hernandez-1571-la-primera-expedicion-cientifica-de-la-historia-moderna/
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