El Coco. Marcel Félix
El Coco. Son seres que asustan a los niños pero que no adoptan una forma definida.
Grandes y negros, infunden pavor en los corazones infantiles desde sus primeras nanas.
Nos han cantado y hemos cantado a nuestros hijos la nana que sigue: “duérmete, niño, que viene el Coco y se lleva a los niños que duermen poco”.
Antón de Montoro dice en su Cancionero (1445): “... tanto me dieron de poco que de puro miedo temo, como los niños de cuna que les dicen ¡cata el Coco!”.
Gonzalo Fernández de Oviedo, en su obra Sumario de la Natural y General Historia de las Indias (1526), hace derivar el nombre del coco, fruto tropical, del conocido asustaniños hispano: “el nombre de coco se les dixo porque aquel lugar por donde está asida en el árvol aquesta fructa, quitado el peçón, dexa allí un hoyo, y encima de aquél tiene otros dos hoyos naturalmente, e todos tres, vienen a hazerse como un jesto o figura de un monillo que coca, e por esso se dixo coco”.
También aparece en la obra de Cervantes: “tuvo a todo el mundo en poco; / fue el espantajo y el Coco / del mundo, en tal coyuntura, / que acreditó su ventura/morir cuerdo y vivir loco”.
Sebastián de Covarrubias, en Tesoro de la Lengua Castellana (1611), da la siguiente etimología: “Coco: en lenguaje de los niños, vale figura que causa espanto y ninguna tanto como las que están a lo oscuro o muestran color negro, de Cus, nombre propio de Can, que reinó en Etiopía, tierra de negros”.
Su figura era utilizada para asustar a quienes no se querían ir a la cama, o a los niños de poco comer. El mito del Coco está extendido por toda la península y adopta formas particulares en distintos territorios, tal es el caso de Asturias (Bu, Caparrucia), Andalucía (Bute), Cataluña (Basarda, Papú), Murcia (Tío Saín), Baleares (Buboita)...
En algunas de las respuestas obtenidas en Villanueva de los Infantes por Carlos Villar Esparza, es retratado como: “hombre de aspecto pavoroso, encorvado de boca grande y pómulos prominentes, huesudo y ancho”, “hombre con aspecto de mono”, “hombrón de trazas pavorosas con el que se asustaba a los niños”.
En Torre de Juan Abad se decía de él, que era: “otro fantasmón que era el terror de los niños”. Se sabe de la debilidad del “Coco”: devorar con fruición de sibarita a los muchachillos que no llegaban a dormirse.
En Puertollano es “un monstruo de enorme tamaño, de grandes y afilados dientes y con garras muy afiladas que se lleva a los niños que no duermen…”. R. Pérez lo identificaba con “una especia de murciélago de gran tamaño que entraba volando por la ventana y te llevaba prendido entre sus garras”.
El “Coco” fue muy celebrado en las nanas maternas:
“Duérmete niño/que viene el Coco/y se come a los niños/que duermen poco”.
“Duérmete niño/que viene el Coco/y se lleva a los niños/que duermen poco”.
“Duérmete niño/duérmete ya/porque a los niños que duermen poco/viene el Coco/y se los llevará”.
“Arrorró, mi niño duerme,/arrorró, que viene el Coco,/y se lleva enseguidita/al niño que duerme poco”.
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