jueves, 6 de junio de 2019

La Orden de San Juan y su asentamiento en La Mancha


Emblema de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta. Foto: bibliotecapleyades.

09/01/2015 15:06

La Orden Militar de San Juan de Jerusalén tuvo un papel fundamental en el proceso de reconquista y, sobre todo, repoblación de muchos territorios de los reinos hispánicos durante la Edad Media.

Especialmente significativo fue la labor repobladora realizada en La Mancha donde creó numerosos grupos de población que se mantuvieron unidos bajo una misma administración sin cambios en lo que respecta a extensión y organización desde su constitución en la Edad Media hasta el primer tercio del s. XIX.

A finales del siglo XI surgió en Jerusalén una cofradía cuya intención principal fue atender y proteger a los peregrinos en el último tramo de su peregrinación hacia Tierra Santa.

Con el discurrir de los años esta cofradía se fue consolidando y haciéndose cada vez más poderosa e importante, hasta que a principios del siglo XII se conforma como Orden Militar con la función principal de dotar de una defensa armada a los cristianos peregrinos que acudían a visitar los Santos Lugares.




Los integrantes de esta Orden, como los de otras Ordenes Militares, participan de una doble condición, son a la vez monjes y soldados. Como religiosos, adoptaron la regla de San Agustín, profesando los votos típicos de obediencia, castidad y pobreza, a los cuales añaden un nuevo voto, que es el que le confiere el carácter militar. 

Por dicho voto han de luchar contra el infiel por la defensa y salvaguarda de la cristiandad, participando así, del nuevo ideal de caballero cristiano que se estaba gestando en este periodo de las Cruzadas. 

Además, la Orden de San Juan no olvidará los objetivos de su primitiva fundación, por lo que su primera casa será el Hospital de San Juan de Jerusalén, de ahí que sean conocidos como los caballeros sanjuanistas u hospitalarios. El negro hábito y una cruz blanca de ocho puntas símbolo de las ocho bienaventuranzas, serán sus distintivos.

La Orden del Hospital de San Juan, será una de las más poderosas e importantes, convirtiéndose en una Orden internacional que llegó a contar en los momentos de máximo esplendor con más de 20.000 casas o encomiendas, algunas de las cuales, como en el caso español, abarcarían enormes extensiones de territorio.

Con el devenir de los acontecimientos la casa madre de esta poderosa Orden irá cambiando su ubicación. De Jerusalén, tras la toma de ésta por Saladino, pasaría a situarse en San Juan de Arce, y de esta plaza se trasladaría hasta la isla de Chipre para después instalarse en Rodasy finalmente, en 1530, en la isla de Malta, cuya soberanía fue concedida por el emperador Carlos V a cambio del simbólico pago de un halcón. 

Debido a esta nueva ubicación la Orden Militar de San Juan será también conocida como la Orden de Malta, institución que sigue existiendo en la actualidad, no ya con carácter militar, pero sí con una importante acción cultural, asistencial y humanitaria.

A lo largo de su historia, la relación que se fraguó entre las monarquías hispánicas y la Orden sanjuanista será muy estrecha y temprana, anterior incluso a su condición de orden militar, lo cual no quiere decir que la misma estuviera exenta de tensiones y polémicas.

Siguiendo en todo momento el importante trabajo del profesor Don Carlos de Ayala Martínez sobre “La Orden de San Juan y las monarquías peninsulares durante la Edad Media”, se pueden señalar una serie de hitos importantes.

 El primer contacto oficial entre estos dos grandes poderes tiene lugar en muy temprana fecha -primera mitad del siglo XII-, con la donación alrededor del año 1113, por parte de la reina Urraca, de la aldea de Parandinas, entre Salamanca y Arévalo.

La Orden de San Juan fue muy bien acogida, no tanto por los intereses militares que pudieran albergar los monarcas de los reinos hispánicos, cuanto por los intereses de carácter político-ideológico. 

Por su parte, los hospitalarios vieron con buenos ojos su asentamiento en los reinos hispánicos con un fin nada militar, sino más bien económico, ya que durante esos años su intención en los territorios de Occidente era la consecución de rentas fijas con las que mantener los intereses de la Orden en los Santos Lugares.

La situación cambió a partir de la segunda mitad del siglo XII. Saint Gilles, en Provenza, deja de ser, progresivamente, la casa Prioral para los hospitalarios de los reinos peninsulares, conformándose así el Gran Priorato Hispánico, dividido a su vez en cuatro ámbitos distintos: La Castellanía de Amposta (reino de Aragón), de la que procedería en el siglo XIV, el Gran Maestre de la Orden de San Juan más importante de dicha centuria, el aragonés Juan Fernández de Heredia; el Priorato de Navarra, y el Priorato de Castilla y León y el de Portugal. 

A partir de ese momento, la Orden del Hospital adquirió un nuevo cariz bastante más militar que el ejercido hasta el momento, tomando parte activa de la reconquista y posterior repoblación de territorios.

Un ejemplo muy revelador de lo anteriormente señalado se encuentra en la ocupación parcial de La Mancha a favor del reino de Castilla. En 1183, el rey Alfonso VI concede a la Orden de San Juan el castillo de Consuegra, junto a una gran extensión de tierras situadas entre el Riansares, Lillo, Bogas, Mora, Camino de Toledo a Córdoba, el Calderín y Criptana. Todo esto es signo de la importancia que posee la Orden, y que desde entonces irá teniendo en esta zona de La Mancha.

 Además, a todo ello hemos de sumar la concesión realizada en 1204, en el testamento de Alfonso VI, de dos mil maravedíes durante diez años para la construcción del castillo, a lo que habría que añadir la donación realizada en 1215 por Enrique I, por medio de la cual la Orden recibía las fortalezas y torres de Peñarroya, Villacentenos y La Ruidera, que vienen a reforzar la idea de la importancia militar que por aquellos años poseía la Orden para los reyes castellanos.

De nuevo, a partir de 1230, los intereses e intenciones de la Orden, vuelven a tomar una nueva apariencia, centrándose esta vez en una activa tarea de repoblación de sus nuevos territorios. Carlos Barquero Goñi, en su trabajo sobre la repoblación hospitalaria en la corona de Castilla, analiza este proceso paralelo a la consolidación de los territorios de la Orden del Hospital en La Mancha. 

Con el alejamiento de la frontera musulmana tras la batalla de las Navas de Tolosa, la Orden de San Juan comienza a delimitar los límites de su territorio frente al poder del arzobispado de Toledo, así como de otras órdenes militares asentadas en la zona y con mucha mayor repercusión militar en la reconquista de este territorio como son las órdenes militares de Calatrava (fundada en 1158) y la de Santiago (creada en 1170). 

La primera concordia para separar términos y definir jurisdicciones será firmada por la orden hospitalaria y el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, en 1229. Por la misma Lillo, El Romeral y Dancos pasan a depender de Toledo.

 Seguidamente, en 1232 se firmará una concordia con la Orden de Calatrava que consigue Villarrubia de los Ojos, pero no el santuario de la Virgen de la Sierra considerada patrona de las villas del Campo de San Juan. Finalmente en 1237, una concordia con la Orden de Santiago delimitará los límites sanjuanistas fronterizos con los caballeros de Uclés por la cual estos últimos obtiene la jurisdicción sobre la población de Campo de Criptana.

Paralelamente a la firma de estas concordias, la Orden de San Juan llevará a cabo un planificado proyecto repoblador durante 18 años con el fin de consolidar su presencia sobre el territorio. Para este fin, tal y como señala Carlos de Ayala, ratificando la postura de Pérez Prendes, el principal instrumento será el uso y concesión de la carta puebla. 

Por este medio, la Orden de San Juan organizará todos sus territorios, no solo consolidando su posición en ellos, sino afianzándose y haciéndose cada vez más poderosa, lo que le llevará a más de un momento de tensión con las monarquías que miran con recelo su creciente poder.

Siguiendo el trabajo citado del profesor Carlos Barquero, en 1230, el comendador de Consuegra concederá la primera carta de población a Villacañas. Urda (1232), Arenas de San Juan (1236) y Villarta de San Juan (1236) serán las siguientes en conseguir su carta puebla. 

Después lo logrará el Concejo de Madridejos (1238) seguido del de Camuñas(1238) y el de Herencia (1239). Dos años después, en 1241, obtendrán su carta de poblamiento Tembleque, Quero y Alcázar de San Juan. Finalmente, en 1248 se concedería la Carta Puebla a Turleque, Villacañas de Algodor y Villaverde, las dos últimas despobladas en la actualidad.

En apenas 18 años se consolidaba el territorio de la Orden de San Juan en La Mancha, que vería, no obstante, otros intentos repobladores dentro de sus límites, como el fallido para hacer resurgir una nueva puebla en Villacentenos en 1292, o el realizado con éxito en la primera mitad del siglo XIV en Villafranca de los Caballeros. 

De finales de ese siglo, sería intento por repoblar Santa María del Monteque se mantendría hasta finales del siguiente siglo. Por último, mucho más tardía, sería la fundación de Argamasilla de Alba hacia 1540 por el prior de San Juan don Diego de Toledo perteneciente a la Casa de Alba.




Hoy, el conocido como Campo de San Juan, lo conforman las varias poblaciones: Alameda de Cervera, Alcázar de San Juan, Arenas de San Juan, Argamasilla de Alba, Camuñas, Cinco Casas, Consuegra, Herencia, Las Labores, Puerto Lápiece, Madridejos, Quero, Ruidera, Tembleque, Turleque, Urda, Villacañas, Villafranca de los Caballeros y Villarta de San Juan. 

Una comarca histórica, hoy dividida en dos provincias administrativas, Toledo y Ciudad Real, que conforman un importante enclave poblacional en el corazón de La Mancha, cuyo origen hay que buscarlo en la impronta dejada por la Orden Militar del Hospital de San Juan.

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