Vi la luz del sol, y agradecí que alguien hubiese abierto los postigos. Ahora Troya podía volver a vivir de nuevo; ahora la luz del sol podría inundarla. Las calles se llenarían de nuevo de gente, y la ciudad recobraría la vida.
No había desaparecido, sólo estaba durmiendo. Y entonces podría despertar.
—Señora, ya es hora. —Alguien me tocaba el hombro—. Has dormido demasiado.
Margaret George. Helena de Troya (2011)
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