domingo, 4 de octubre de 2020

Crónicas de la Reconquista


Los Ibn Di-l-Nun llegaron a constituir un Reino de Taifa muy importante, para acabar gobernando, los últimos de ellos, en la joya Tulaytula. 

Era una familia bereber que llegaron en la época de la invasión, se establecieron en Santabariyya, cerca de la ciudad romana de Ercávica, en la actual provincia de Cuenca, y desde allí controlaron una amplia zona que comprendía la propia Cuenca, Uclés, Huete, Alarcón e Iniesta, enfrentándose al poder omeya del califato de Córdoba. 

En la época de la decadencia del califato, primer tercio del siglo XI, Abd al-Rahman consiguió ser nombrado oficialmente, por el propio califa, señor de Santaver, Cuenca, Huete y Uclés, quien entregó a su hijo Ismail al-Záfir el gobierno de Uclés el año de 1018. Desde allí pudo controlar toda la zona de la Puebla de Almenara y, quien sabe, si mandar construir la torre.

Ismail fue el primer rey de la Taifa de Toledo el año de 1032. A su muerte, en 1043, le sucedió su hijo Al-Mamun, amante de las letras y con una ambición grande en la expansión de su reino; se anexionó la Taifa de Valencia y estuvo a punto de hacer lo propio con la de Córdoba, sino fuera por la ayuda que prestó a dicha ciudad el rey de la Taifa de Sevilla Al-Mutamid, el que fuera más tarde suegro de Alfonso VI al permitir el matrimonio de éste con su hija Zaida. Al-Mamun consiguió así gobernar un extenso territorio en el que estaba incluida la Puebla de Almenara y su torre de señales. 

Gobernó con acierto, pero cometió un irreparable error al final de su reinado, acoger en la ciudad de Toledo en 1072 a Alfonso VI, cuando perdió el trono ante su hermano Sancho II. 

Alfonso tuvo mucho tiempo para conocer, estudiar y pensar en cómo conquistar una de las joyas del Islam, cosa que sucedió el 25 de mayo de 1085 cuando entró en Toledo, derrocando al sucesor del rey moro que le acogió y que le pagaba parias de vasallaje, su nieto Al-Qádir, que fue apartado del gobierno y enviado como rey a la Taifa de Valencia.

Bote de marfil con el nombre de Ismail al-Zádir

Esta pérdida tan llorada por el mundo musulmán, no podía quedar sin venganza. 

Preocupados por las conquistas de tan extenso territorio y ante la presión de Alfonso VI sobre los reinos de taifas, sus reyes pidieron auxilio al emir de los almorávides, Yusuf ibn Tasufín; fue la primera gran invasión tras la conquista de España en el siglo VIII. 

Los almorávides ganaron batalla tras batalla a los cristianos, hasta replegarlos hacia la frontera del Tajo. Un hijo de Yusuf, gobernador de Córdoba, Tamim, el año de 1108, se dirigió hacia el norte para intentar recuperar Uclés, Alfonso VI ya enfermo y moribundo envió a contenerle a su famoso y conocido capitán Álvar Fáñez, que había luchado junto al Cid en numerosas ocasiones, le acompañaba Sancho Alfónsez, el heredero e hijo de Zaida. 

Allí, en Uclés se dio esa importante batalla donde los cristianos sufrieron una dura derrota y donde Sancho encontró la muerte. 

Esta tierra de Almenara debió de jugar un importante papel en los preparativos de esa contienda, al ser lugar fronterizo y de correrías, perteneciente a los lugares que fueron conocidos, durante toda la mitad del siglo XII, como “la tierra de Álvar Fáñez”.

Todas estas tierras al sur del Tajo se convierten en una extremadura, una franja fronteriza despoblada, donde no se puede ni nadie quiere vivir. La alminara jugó un importante papel al ser faro luminoso de avisos y noticias de avances y luchas entre cristianos y moros. 

Al final del siglo, tras la conquista de Cuenca por las tropas de Alfonso VIII, ayudado de las Órdenes Militares, el 21 de septiembre de 1177, la torre es conquistada por los caballeros de la Orden de Santiago, cita que quedó reflejada en los manuscritos de la Orden en Uclés[2]:

“Almenara, castillo llamado también Santiago de Jalameña, fabricado por la orden en suelo propio para refrenar a los moros del obispado de Cuenca: da sobrenombre a la Puebla de Almenara; y se hace visible a gran parte de la Mancha alta. Este castillo se debió hacer hacia el año de 1177: Se conserva aún la cuenta de los gastos de su fábrica”

[2] Abate don Lorenzo Hervás. “Descripción del Archivo de la Corona de Aragón y Noticia del Archivo General de la Militar Orden de Santiago” pág. 8, Cartagena, 1801.

Los santiaguistas ocupan el lugar de Almenara, refuerzan la torre de señales construyendo quizá una pequeña cerca para que sirva de defensa de ella y, si existió un villarejo musulmán, difícil por su condición de extremadura, es probable que fuese repoblado en virtud de su afán colonizador, según mandatos que recibieron del mismo rey Alfonso VIII.

La Orden de Santiago conquista la torre y edifica un castillo

Esos dos importantes bastiones, Uclés y Cuenca, en poder de los castellanos, facilitaron el camino hacia el sur. Hacia 1182 se encuentran en las tierras próximas a Bellomonte (Belmonte), incluidas las tierras de Mota del Cuervo y Manjavacas hasta el Záncara. 

Dos años más tarde, 1184, se toma la fortaleza de Alarcón después de otros nueve meses de asedio, encrucijada importante en los caminos de Valencia y Murcia. Su conquista supuso un notable avance y pronto se aborda su repoblación, dotándola con un primitivo fuero en 1186. 

Alfonso VIII la entregó a la Orden de Santiago, pero el rey temeroso del gran poder que venía tomando, le retira el gobierno de la villa hacia 1203 y durante todo el resto del siglo XIII pasó a ser dependiente de su propio concejo, extendiéndose en un amplio alfoz, del que formaba parte la Puebla de Almenara, y que llegó hasta los límites de los territorios de la Mancha Santiaguista. 

La Orden solo recibiría por parte del rey los derechos de otro hospital como el de Cuenca, el Hospital de Cautivos de Alarcón, que se fundó al tiempo que los santiaguistas abandonaron el control de la ciudad en ese mismo año.

Parecía que se había asegurado un importante trozo de terreno, difícil de volver a recuperar para los musulmanes, pero nada más lejos de la realidad. 

El año de 1145 aparecen en la Península los almohades, llamados por los reyes de taifas para que les sirvan de ayuda en su lucha contra los cristianos y los propios almorávides que se habían apartado de la pureza de la religión mahometana. Llegan a la cabeza de su califa Abd Al-Mumin, al que sucedería su hijo Abu Yaqub. 

Terminada la conquista del alfoz de Alarcón, el avance cristiano en tierras de la Mancha Santiaguista, hacia el año 1190, había provocado temor al califa Abu Yusuf Yaqub al Mansur, que pensaba que el avance sobre Al Andalus era inminente; ello le llevó a solicitar a Alfonso VIII la firma de un pacto que fijaba un período de paz. 

En los años siguientes, Abu Yaqub tuvo que regresar a Africa para sofocar las revueltas que se estaban produciendo. Mientras, Alfonso VIII estaba terminando de construir la ciudad y fortaleza de Alarcos junto al Guadiana, próxima a la actual Ciudad Real, aunque restaba por terminar su muralla. 

En 1195 el Arzobispo de Toledo, don Rodrigo Jiménez de Rada, organiza una cabalgada en las coras de Jaén y Córdoba, las que saquea y devasta, llegando hasta los alrededores de la ciudad almohade de Sevilla. Esta incursión exacerbó el ánimo del califa Abu Yaqub que organizó un poderoso ejército y cruzó el Estrecho de nuevo.

Alfonso VIII, temeroso del avance del califa almohade, juntó sus tropas en Toledo y marchó hacia Alarcos al encuentro de los musulmanes, cometiendo la imprudencia de no esperar las tropas de auxilio que había pedido a los reyes de León, Navarra y Aragón, que avanzaban al mando de Alfonso IX de León y Sancho VII de Navarra[3]. 

El encuentro entre cristianos y musulmanes se produjo el 19 de julio de 1195, fecha aciaga para la reconquista, pues se produjo una importante derrota que frenó el avance hacia Al Andalus, con importantes bajas entre los cristianos, entre ellas la del maestre de la Orden de Santiago, Sancho Fernández, que murió a los pocos días a consecuencia de las heridas sufridas en la batalla.

 Las consecuencias no se dejaron de notar: en los años sucesivos, los almohades llegaron hasta las puertas de Toledo y Alarcón, pero no pudieron doblegar a ninguna de ellas, aunque sí devastaron toda la llanura manchega y los territorios conquistados en las décadas pasadas, llegando hasta Uclés y llevando nuevamente la frontera a las riberas del Tajo. La Puebla de Almenara y su fortaleza, junto con sus campos, fueron entonces almohades.

[3] Se dice que Alfonso IX no marchaba muy rápido con sus tropas, debido a las grandes diferencias que mantenía con Alfonso VIII, pues, hasta hacía bien poco habían estado guerreando por mantener la posesión de distintas villas, incluso Alfonso IX de León había pactado con musulmanes que le cedieron tropas para la guerra contra su primo Alfonso VIII.

Almenara y su tierra pasaba de mano en mano, a veces musulmana, a veces cristiana, volvió a ser una extremadura, una tierra de nadie. Tuvieron que pasar diecisiete años para que Alfonso VIII se recuperase de tan duros golpes que habían infringido los almohades. El 16 de julio de 1212 se produce la batalla de Las Navas de Tolosa, cerca de Santa Elena, donde una coalición de reyes cristianos al mando del castellano, vencieron al califa almohade Muhammad An-Nasir, el Miramamolín de las crónicas. 

Allí estuvieron los ejércitos de Aragón con su rey Pedro II, los de Navarra con su rey Sancho VII y los de Portugal con su rey Alfonso II, además del Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, y todas las Ordenes Militares, entre ellas la de Santiago con todos sus caballeros y su maestre Pedro Arias a la cabeza de ellas; fueron tan graves las heridas que sufrió el maestre que murió en los primeros días de agosto como consecuencia de ellas.

Batalla de las Navas de Tolosa

Los efectos secundarios de la batalla fueron terribles para los almohades, jamás se recuperaron de tan grande derrota, suponiendo el declive de su predominio en al-Ándalus y en el Norte de África. 

Los reyes cristianos sucesivos, Fernando III de Castilla y Alfonso X, llevaron sus conquistas a límites jamás sospechados, anexionándose las ciudades importantes de Córdoba, Jaén, Sevilla, para quedar los musulmanes relegados al Reino de Granada. Pero lo más importante para nuestro estudio es que todo el alfoz de Alarcón y la llanura manchega quedaron libres de moros.

Después de Las Navas, Alfonso VIII y Jiménez de Rada marcharon contra la importante villa de Alcaraz, que se conquistó tras un duro asedio. 

Se le otorga fuero y se crea un concejo de realengo de la misma importancia que el de Alarcón años atrás, siendo el gobierno de las iglesias que habían existido antes, asunto del Arzobispado de Toledo, mientras las de nueva creación, de la Orden de Santiago. 

Este hecho traería, a la larga, muchos conflictos y pleitos, por un lado, del concejo de Alcaraz con la Orden de Santiago por la posesión de términos, y por otro, de Rodrigo Jiménez de Rada con la Orden, pues estos últimos consideraban que las iglesias les pertenecían, mientras que el arzobispo alegaba que eran asunto del Arzobispado, puesto que decían que la regla que impuso el rey era que las iglesias pertenecientes a la Orden serían las que se fundasen de nuevo en despoblados, no en lugares reconquistados.

https://lillodelamancha.wordpress.com/2020/10/01/breve-historia-de-puebla-de-almenara-y-su-fortaleza/

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