Allá por 1605 Don Miguel de Cervantes publicó 'Don Quijote de la Mancha'. Esta obra máxima de la literatura castellana se mantiene presente en nuestras estanterías y mentes con pasajes grabados a fuego en el imaginario colectivo.
Los gigantes contra los que Don Quijote batalló no eran más que molinos de viento, hoy majestuosos testigos que nos recuerdan épocas medievales en las que el hombre castellano inspirado por los relatos de Oriente desarrolló nuevas técnicas para aprovechar el viento para moler el grano.
Hoy vamos a recomendar una ruta por estos emblemáticos villanos de fantasía que aún pueblan Castilla-La Mancha.
Indice:
- Este es el Croquis de nuestra Ruta
- Algo de Historia sobre los Molinos
- Como Funciona un Molino de Viento
- Como Llegar a El Romeral
- Molinos de El Romeral
- Molinos en Tembleque, Toledo
- Comer en Tembleque
- Molinos de Madridejos
- Molinos de Consuegra
- Comer en Consuegra
- Molinos de Puerto Lápice
- Comer en Puerto Lápice
- Molinos de Herencia
- Molinos de Alcázar de San Juan
- Comer en Alcázar de San Juan
- Molinos de Campo de Criptana
- Molinos de Mota del Cuervo
- Comer en Mota del Cuervo
- Molinos de Belmonte
- Comer en Belmonte
- Otras Rutas Cercanas
Algo de Historia sobre los Molinos
El origen de los molinos de viento es un tema controvertido y que no ha sido claramente definido. Existen varias tesis en cuanto a los orígenes de estos molinos, y todas ellas cuentan con algún argumento de peso. En cualquier caso, lo que sí es claro es que las referencias históricas a los molinos de viento son muy posteriores a las existentes sobre los molinos hidráulicos, y su origen es aún más incierto que los de estos últimos (Reyes-Mesa, 2001).
Antecedentes greco-romanos
La cultura griega y su mitología consideraban las fuerzas de la naturaleza (fuego, agua, viento) como de uso y dominio exclusivo de los dioses, y que éstos no aceptaban de buen grado la intromisión en sus dominios.
Esta concepción mitológica de la naturaleza no ayudaba al desarrollo de la técnica. El hecho que su economía estuviera basada en una agricultura de subsistencia, con poco intercambio comercial y con una estructura social donde la mano de obra esclava era abundante, no ayudaba al desarrollo de la tecnología, ya que no había condiciones imperativas para el desarrollo de maquinaria que favoreciese una mejora en los métodos de producción.
H. P. Vowles estudió los fundamentos para defender la tesis del conocimiento del molino de viento por parte de los griegos (Caro-Baroja, 1996). Argumenta la referencia en un texto de carácter técnico, atribuido a Herón de Alejandría (s. II dC), de una máquina neumática conocida como Aneuriom, que giraba impulsada por el viento y cuyo fin era proporcionar el aire para el funcionamiento de un órgano.
Dicho artefacto aparecía descrito en un libro sobre sistemas de medidas de Herón, del que tan sólo se conserva una copia en muy mal estado realizada por un geógrafo árabe en el s. XVI (Cádiz-Deleito y Ramos-Cabrero, 1984). El viento movería el rotor de eje horizontal, solidario con una rueda de paletas. Esta rueda de paletas accionaba una barra horizontal, conectada en extremo a un barrón vertical que accionaba un pistón, que a su vez enviaba el aire a las flautas del órgano.
Tampoco se conocen antecedentes de la utilización de los molinos de viento por parte de los romanos.
El hecho de que el general Belisario en el año 537, durante el asedio de Roma, construyera dos molinos hidráulicos fluviales sobre barcazas para bombear agua, parece confirmar el desconocimiento o poco desarrollo de la tecnología eólica, ya que hubiese resultado mucho más sencillo y eficaz un sistema basado en molinos de viento (Cádiz-Deleito, 1992).
Las culturas arábigas y china
Algunos historiadores ven el precedente más inmediato en los denominados "molinos de oración" o "ruedas de oraciones" tibetanos, datados entre los s. VI y IX (White, 1973), aunque no se conoce con precisión la función que estas máquinas desempeñaban en los ritos religiosos. Parece ser que estas máquinas eólicas fueron de uso corriente en la zona del Tíbet y Mongolia, y algunos autores aseguran que su uso era anterior al s. II aC.
El primer molino de viento de aplicaciones utilitarias que se conoce con cierto detalle es el molino persa de eje vertical. Hasta el s. IX no es posible encontrar un documento histórico irrefutable en el que se mencionen los usos de estos molinos como algo habitual.
Los molinos de viento son mencionados, con aplicación directa en la molinería, en el Libro de ingenios mecánicos de los hermanos Banu Musa sobre el año 850, así como por los geógrafos árabes Al-Tabari, fallecido en 923, y Al-Masudi, nacido en Bagdad en 912 y fallecido en El Cairo en 957.
Todos esos autores hacen mención a la difundida utilización de los molinos de viento en las llanuras del Sijistán, en Persia, región donde soplaban vientos muy fuertes, y con bastante periodicidad. Al-Masudi, en su obra
Las praderas de oro indica que en esta región, que ocupa el oriente iraní y el occidente afgano, soplan vientos que sobrepasan frecuentemente los 100km/h, comentando que se la conoce como "el país de los 120 días de viento".
Este lugar constituyó el germen de la utilización de la energía eólica y su posterior aplicación a la extracción de agua y a la molienda de cereales.
Según Al-Dimashqi el ingenio estaba formado por una estructura o torre de mampostería, provista de una pared frontal que actuaba como deflector al objeto de dirigir el viento sobre las paletas y regulando su intensidad con un sistema de compuertas realizadas en madera y que, operadas de forma manual, permitían una mayor o menor entrada de aire.
El rotor disponía de seis u ocho paletas de madera o caña, solidarias a un eje central vertical que se acoplaba a las muelas, cuya separación se podía variar mediante el uso de cuñas.
Por otro lado, en el Extremo Oriente, los chinos utilizaban desde tiempo inmemorial unos molinos llamados panémonas, que se utilizaban fundamentalmente para el bombeo de agua y posterior riego.
Las panémonas chinas eran, al igual que los molinos persas descritos, de eje vertical. Sus palas o velas estaban formadas por paneles de tela sujetos a largueros de madera o bambú, y la posición de las palas podía variarse para regular la acción del viento sobre el molino.
La difusión del molino de viento como máquina capaz de producir energía mecánica sigue dos canales aparentemente independientes a partir de los s. XI y XII.
El primero de ellos se extiende a toda la zona de influencia del Mediterráneo, difundido por la civilización islámica, llegando hasta la mitad sur de la Península Ibérica, dando lugar a una tipología claramente distinguible de molino de viento mediterráneo.
El segundo toma como centro de partida el triángulo formado por Bretaña, Inglaterra y los Países Bajos, donde pudieran haber sido llevados por los cruzados al volver de Palestina y siguiendo las rutas comerciales del sur de Rusia y el mar Báltico.
España a través del Califato de Córdoba, fue la vía de difusión del molino mediterráneo hacia Europa.
El posible origen occidental de los molinos de viento
Una tercera tesis aboga porque el origen de los molinos de viento, al menos los de eje horizontal, como son los europeos, es occidental.
En cuanto a los molinos europeos, las primeras referencias de la existencia de molinos de viento de eje horizontal, son del s. XII, tanto en Francia (en Bretaña) como en Inglaterra. En los Países Bajos, las primeras referencias son del s. XIII.
No obstante, esta coincidencia puede responder al hecho que tanto las Cruzadas como el progreso tecnológico que tuvo lugar en Europa en esa época fueron consecuencia de un proceso renovador, que se manifestó en todo tipo de actividades, tanto científico-técnicas como económico-sociales.
Parece claro que Europa tenía por esa época la capacidad técnica para haber desarrollado un molino de viento a partir de las mejoras realizadas en los molinos hidráulicos. Hay relatos que sostienen que el molino de viento de eje horizontal era ya conocido en Occidente antes de las Cruzadas.
El testimonio del trovador normando Ambrosio, historiador de la tercera Cruzada (1190-92), dice acerca de lo ocurrido en el sitio de Acre: "los cruzados habían hecho construir el primer molino de viento que jamás se hiciese en Siria..." .
Sin embargo, otros autores sostienen que los cruzados habían visto en Oriente esta tipología de molino de viento y los trajeron a Europa. Las referencias a los molinos de viento son constantes en las órdenes de caballería, templarios, hospitalarios, etc., que desde Antioquía se replegaron hacia Occidente a través de Chipre, Rodas, Creta y Malta
Los Molinos de Viento de la Península Ibérica
En la Península Ibérica coexistieron molinos de tipo nórdico con otros de eje vertical al estilo persa y, por supuesto, el más extendido molino de torre mediterráneo .
En agosto de 1490, un grupo de españoles se presentaron ante el rey Juan II de Portugal, indicándole que eran conocedores de cómo hacer ingenios y artilugios con los que se podía elevar aguas de pozos y lagunas, etc., sin bestias ni otra fuerza viva, y el rey, reconociendo que el "invento" que presentaban los españoles era útil, les concedió una verdadera patente, consistente en un privilegio para que durante al menos cuarenta años nadie pudiera hacerles la competencia en la construcción, acerca de cuyo desenvolvimiento se establecían una serie de cláusulas.
Por tanto, los españoles en el s. XV ya estaban introduciendo en Portugal un tipo de molino de viento para elevar agua, probablemente como los del Campo de Cartagena.
En España, los molinos de viento mediterráneos más primitivos, de velas, aparecen inicialmente en los reinos musulmanes. Así, en los molinos andaluces, la torre es mayoritariamente cilíndrica, con muros de mampostería muy gruesos, casi siempre revocados y encalados.
Estos muros, construidos generalmente con piedra y arcilla, pueden proporcionar a la torre una altura de hasta 8m. El rotor, a base de vela latina, suele tener seis u ocho velas dispuestas sobre tres o cuatro pares de árboles o palos.
En el Campo de Cartagena se utilizaron unos molinos bastante parecidos a los andaluces, pero adaptados no sólo a la molienda de cereales, sino también para el bombeo de agua, entre otros usos.
Estos últimos molinos presentaban dos conjuntos de engranajes, puesto que el movimiento del eje descendía a lo largo de la torre mediante un eje vertical para acabar moviendo, en un eje horizontal, una noria o rueda de cangilones. Solían emplear ocho velas latinas para los molinos empleados en la molienda y diez velas para los dedicados a bombeo de agua.
Los molinos de viento manchego y mallorquín pueden considerarse variantes del molino mediterráneo de vela, especialmente por la construcción de la torre, pero la forma y construcción de las aspas, que no velas, podría ser más bien de influencia europea, entrando dentro de la tipología C de Krüger.
No obstante, en las Baleares sí existe algún ejemplar de molino de viento con velas, al más puro estilo mediterráneo de tipología A. El resto de molinos españoles se alejan de la tipología A.
La expansión de los molinos de viento en España
La época del Califato cordobés jugó un papel fundamental en la difusión y expansión del molino de torre a velas mediterráneo, extendiéndolo a la vecina Portugal.
Las más antiguas referencias a molinos de viento relacionadas con países de la ribera mediterránea se encuentran en textos que se refieren a España. En tiempos de la España califal, en pleno s. X, ya eran conocidos los molinos de viento, si bien los hidráulicos estaban más difundidos .
Una curiosidad resulta el desconocimiento de Juanelo Turriano, ingeniero al servicio del rey de España en el s. XVI, acerca de los molinos de viento, y más aún cuando los mismos se conocen en España desde el s. X ó XI.
En el año 1200, Pedro II de Aragón concedió a Pedro de Vilanova la exclusiva para la construcción de molinos de viento en cualquier parte de sus territorios, con la obligación de entregar al soberano la décima parte de sus ingresos (Lacarra, 1977).
Hacia 1330, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, conocía la existencia de algunos molinos de viento en Castilla-La Mancha según indica en un par de versos que repite en su obra El libro del Buen Amor. En ellos se refiere con el nombre de atahonas, que era el término utilizado para referirse a los molinos de tracción animal en su época.
En la Crónica del halconero de Juan II, editada por Carriazo, se indica que el 15 de junio de 1441 hubo una escaramuza "...en los molinos de viento, camino de Tordesillas..." (Caro-Baroja, 1996). Pedro Azlor en 1478, y Jerónimo de Ayanz en 1606, originaron patentes de invención de molinos de viento (Ayala-Carcedo, 2001).
Existen dos fuentes iconográficas fundamentales para el conocimiento de la localización de molinos de viento y el análisis de su tipología en Europa, y particularmente en España, durante la segunda mitad del s. XVI:
I- la colección de vistas de ciudades españolas de Anton Van der Wyngaerde, pintor flamenco a quien Felipe II le encargó recorrer la Península, lo que hizo entre 1562 y 1571,
y II- las numerosas vistas de ciudades realizadas durante un viaje que hicieron Brawn y Hoefnagel a España en el período 1563-1567 y que publicaron en varios volúmenes en Colonia, en 1572, bajo el título de Civitates Orbis Terrarum (Sánchez-Molledo, 1995b).
Así, han formado parte del paisaje vasco y gallego, Andalucía atlántica y mediterránea, de las Islas, de Levante, Cataluña y hasta de Aragón. En 1998 se elaboró un mapa actualizado de los molinos de viento en España, si bien la mayoría de las nuevas aportaciones resultan de referencias históricas.
Así, indican la presencia de un molino de viento en Madrid basándose en el plano que de la ciudad realizara Pedro de Texeira en 1656, en el que se aprecia un molino de cuatro aspas, similar a los manchegos.
Los molinos de viento en La Mancha
Los molinos de viento manchegos, los más ampliamente conocidos y estudiados, responden al tipo de molino mediterráneo C de Krüger. Están formados, al igual que los de origen andaluz, por una torre de mampostería de piedras y adobe.
Sobre la torre, rigurosamente cilíndrica, se sitúa una techumbre cónica, en cuyo interior se aloja toda la maquinaria, ejes y engranajes de transmisión. El rotor se compone de cuatro palas fabricadas con un entramado de madera, recubierto de lienzo (Sánchez-Molledo, 1995a).
Los molinos de La Mancha se introdujeron hacia mediados del s. XV y se difundieron ampliamente en los s. XVI y XVII. Su decadencia comenzó a finales del s. XIX, si bien estuvieron en servicio hasta mediados del s. XX (Sánchez-Ruiz, 1995).
Aunque de neta influencia mediterránea, su desarrollo está relacionado con los molinos europeos, según se desprende de su semejanza con otros franceses (Fernández-Layos, 1988).
Los molinos manchegos se extendieron por toda Castilla-La Mancha.
Existen ejemplares en Madridejos, Quintanar de la Orden, Consuegra y Puebla de Almonacid, en la provincia de Toledo; Alcázar de San Juan, Campo de Criptana y Argamasilla, en la provincia de Ciudad Real; Belmonte y Mota del Cuervo, en la provincia de Cuenca; y Villarrobledo, en la provincia de Albacete .
Existe una tipología de molino de viento manchego, común a todas las zonas, si bien en determinadas áreas aparecen detalles técnicos o constructivos que los hacen parcialmente diferentes. La torre, cilíndrica, puede alcanzar alturas de hasta 8m.
La caperuza troncocónica posee una altura media de 3m. La torre está realizada en mampostería con las juntas de unión a base de mortero de cal y arena, con el interior enlucido con yeso, y con un diámetro total en torno a los 6m.
La torre de un molino manchego alberga tres estancias. La primera, llamada silo o cuadra, es el recinto donde se produce el ensacado de la harina, y allí se encuentran el canalón y el alivio del molino, además de un pequeño pesebre para la bestia del molinero. Se accede por una única puerta, orientada casi siempre al sur .
La segunda es la camareta, donde se encuentran los marranos, dos vigas de madera que sustentan el moledero de la última planta; en esta estancia es común ver una pequeña alacena empotrada en el muro, utilizada para guardar las herramientas y los distintos aperos del molino. También existía una pequeña ventana, justo encima de la puerta de la planta baja.
Los marranos sustentan el suelo de la tercera estancia, formado por una especie de tabla de madera, a diferencia de las otras dos. Esta tercera estancia, denominada moledero o habitación de las piedras, es la más ancha, contando con casi 5m de diámetro.
A 1m de altura sobre el suelo se abren un total de ocho ventanillos empotrados en el muro; de aproximadamente 22cm de alto y 24cm de ancho, y servían como fiel testigo de los diferentes vientos que penetraban en el molino (ábrego, ábrego hondo, cierzo, norte, solano, matacabras, villacañero y toledano; Fernández-Layos, 1988).
En la zona de la Mancha se conservan bastantes ejemplares en buen estado, algunos de los cuales han sido reconstruidos recientemente. Son los más famosos los del Campo de Criptana y Consuegra .
Este es el Croquis de nuestra Ruta
Como Funciona un Molino de Viento
En general, el molino de viento funciona cuando el viento mueve las aspas, haciendo girar un eje central que está conectado a un mecanismo adaptado para la tarea específica que realiza, sea una piedra para moler, un pistón para bombear agua o cortar madera, o una turbina para generar electricidad.
Mecanismos y molienda
El mecanismo de molienda de los molinos más corrientes, que molían granos a gran escala, desde los romanos hasta época recientes y con independencia de donde obtenían la energía, generalmente constaba de una piedra circular fija, llamada solera, que podía llegar a tener un diámetro superior a 8,50 metros y 80 a 120 cm de espesor, sobre la que se movía otra de forma semejante (volandera).
En otros casos, la piedra móvil podía ser más pequeña, de forma troncocónica que al girar seguía la forma de la solera; en este caso se llama muela. Podía haber dos o más muelas sobre la solera y se movían mejor que la volandera porque tenía menos rozamiento, pero a cambio se perdía más harina.
Muela superior móvil o volandera.
Para mover la piedra móvil (volandera o muela), se utilizaba la energía eólica (molino de viento)
El grano se vertía por un agujero central de la volandera y el polvo molido salía por los bordes, donde se recogía. Una vez molido el grano (de cualquier cereal) y reducido a harina, se utilizaba el cernedor.
Era un cilindro inclinado con varias secciones de malla de cedazo, cada una con un tamaño de paso distinto, que se hacía girar mientras la harina pasaba por su interior, dejando pasar cada sección harina de mejor calidad (la más fina, harina de flor) a peor (más gruesa cada vez) y finalmente el salvado o afrecho, que es la cascarilla del grano molida.
La calidad (grosor) de la harina se regulaba mediante un tornillo sin fin que levantaba o bajaba el eje de la volandera para aumentar o disminuir el rozamiento con la solera.
Según lo que se fuese a moler en la región donde se instalaba el molino, se tallaban las piedras con un dibujo diferente. Así, existe un tallado determinado y diferente para moler trigo y cebada, o maíz, o centeno.
En España, el molino de viento suele ser una estructura de piedra de forma cilíndrica o troncocónica, de base circular, en la que se apoya una parte superior independiente, que sostiene las aspas que transforman la energía del viento en energía mecánica (movimiento) y que además sirve de cubierta.
Esta parte superior es un entramado de madera que puede girar sobre el tambor de piedra para orientar las aspas según la dirección del viento, mediante un largo madero (gobierno; a la derecha de los molinos de la imagen) fijo a la cubierta y exterior al edificio, que se puede amarrar a unos hitos anclados al suelo.
En la parte superior del edificio, bajo la cubierta, hay unos ventanucos (que también se ven en la imagen) que servían para que el molinero supiera los cambios de dirección del viento y en consecuencia pudiera cambiar, con el gobierno, la orientación de las aspas como mejor convenía.
En otros países, a veces, la estructura era de madera, mucho más ligera y se movía completa para orientar las aspas. Lógicamente la solera permanecía quieta respecto al suelo.
Las aspas mueven un engranaje (linterna), que engrana con una rueda horizontal (catalina), y trasmiten el movimiento del eje de las aspas a un eje vertical, que mueve la volandera.
Sobre las aspas se disponían unas lonas para recibir el viento, que se retiraban cuando no era necesario el movimiento, con lo que se evitaba el uso de los mecanismos, que eran generalmente de madera y por lo tanto muy propensos al desgaste.
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