Morella, Castellón
La Lloma Comuna, Castellfort
Necrópoñis de San Joaquín de la Menarella
Mucho antes de que el primer soldado romano pusiera un pie en la tierra que
llamarían Hispania, y antes de que la primera nave griega arribara a las
costas del lugar que conocían como Hesperia o Iberia, en la península más
occidental del continente europeo existía una desarrollada red de culturas
autóctonas.
En la comarca de Els Ports, «donde las obras de los
parques eólicos pusieron al descubierto yacimientos como el ibérico
amurallado de los siglos VII al II, de La Lloma Comuna, de Castellfort; o en Portell de Morella, otro de la Edad del Hierro, del s.
VII,
En Balaguer, donde las excavaciones han considerado
que se trata del tipo conocido como casa-torre.
Vale la pena visitarlos. Están muy bien conservados».
Índice
- Como llegar a Morella, Origen de nuestra Ruta
- Croquis de nuestra Ruta
- Algo de Historia
- Que ver en Morella
- Comer en Morella
- Yacimiento de Portell de Morella
- Lloma Comuna Castellfort
- Comer en la Zona de Castellfort
- San Joaquín de la Menarella
- Ciudad íbero-romana de Lesera
- Comer en Forcall
- Otras Rutas Cercanas
1. Como llegar a Morella, Origen de nuestra Ruta
Morella se encuentra en el interior de Castellón, siendo la única forma de llegar es en coche o en autobús.
La localidad está bastante lejos de las principales ciudades del
Mediterráneo.
De Valencia está a 172 kilómetros (2 horas aprox.) por la CV-10, la CV-132 y
la N-232, carreteras que han de tomarse para llegar a Morella.
De Peñíscola la separan 78 kilómetros por la N-340 hasta Vinaroz, y luego la
N-232.
También hay servicios de autobuses que comunican la localidad morellana con
ciudades como Vinaròs, Castellón de la Plana y Peñíscola.
2. Croquis de nuestra Ruta
3. Algo de Historia
A partir del primer milenio a.C., un factor clave en la evolución de las
tribus de Hispania fue el grado de contacto que tenían con otros pueblos de
la cuenca mediterránea, en especial griegos y fenicios. Los pueblos ibéricos
comerciaban con ellos y, además de importar productos -mayoritariamente
objetos de prestigio para las élites-, absorbían influencias culturales como
el alfabeto y los dioses orientales.
A la vez, los productos que estos demandaban influían en el desarrollo de la
economía de los pueblos autóctonos: algunos proporcionaban grano y otros
alimentos, mientras que otros comerciaban con los recursos naturales que
poseían, en particular metales como el oro, la plata y el cobre.
Los griegos entablaron contacto principalmente con las tribus íberas del
levante peninsular. Su motivación era distinta a la de fenicios y
cartagineses: los helenos buscaban principalmente una fuente de
abastecimiento de alimentos, ya que su patria no era tan productiva para la
agricultura y la ganadería.
No obstante, aquella nueva tierra les permitió solucionar uno de sus
problemas más graves, la sobrepoblación, fundando colonias permanentes
dedicadas al comercio.
A medida que estas se iban emancipando de sus metrópolis, la sociedad íbera
y la griega tendían a fundirse en una sola, como relata el geógrafo
Estrabón.
Conquista romana de Hispania
Lo que se inició a finales del siglo III a. C. como una invasión estratégica
para cortar las líneas de abastecimiento cartaginesas que sostenían la
invasión de la península itálica por Aníbal durante la segunda guerra
púnica, pronto pasó a ser una invasión de conquista que en unos doce años
había expulsado por completo a las fuerzas cartaginesas de la
Península.
Sin embargo, Roma aún tardaría casi dos siglos en dominar la totalidad de la
península ibérica, debido principalmente a la fuerte resistencia que los
pueblos del interior (celtíberos, lusitanos, astures, cántabros, etc.)
ofrecieron a los invasores.
Dos siglos de guerras intermitentes aunque extremadamente violentas y
crueles, tras los cuales las culturas prerromanas de Hispania fueron casi
por completo exterminadas.
Poco después de derrotar a los cartagineses en la península, Roma decidió
incorporar a sus dominios los territorios entonces bajo su control militar,
que por entonces incluía todo el levante desde Ampurias a Cartago Nova y la
casi totalidad de Andalucía, tanto el valle del Guadalquivir como la zona de
las cordilleras béticas y Sierra Morena al norte.
Dicho territorio fue dividido en dos provincias separadas por una frontera
que discurriría desde el oeste de Cartago Nova hacia el norte, debiéndose
repartir los territorios conquistados desde entonces entre ambas provincias.
A una provincia la llamaron Ulterior (la más alejada de Roma) y a la otra,
Citerior (la más cercana a Roma). El territorio que cada una de estas
englobaba fue variando con el tiempo, a medida que Roma conquistaba nuevos
territorios ibéricos.
La dominación romana perduraría hasta la entrada en Hispania de las primeras
tribus bárbaras, ya en el siglo V, formando durante los siete siglos de
influencia romana una población homogénea en Hispania conocida como
«hispanorromana».
Los iberos1 o íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a la gente del levante y sur de la península ibérica para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes.
Fueron mencionados por Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón, Avieno y
Diodoro Siculo citándolos con estos nombres (al menos desde el siglo vi a.
C.): elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos,
ausetanos, indigetes, castelanos, lacetanos, layetanos, cossetanos,
ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos,
contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.
En realidad, lo que llamamos cultura íbera es más bien un conjunto de
culturas hermanas con un elemento unificador: la lengua que hablaban, e
incluso esta presentaba variantes, una septentrional y una meridional.
Entre los pueblos prerromanos de la península Ibérica, los íberos son uno
de los que conocemos mejor, gracias a la gran cantidad de restos
arqueológicos y a su relación comercial con otros pueblos del Mediterráneo
La heterogeneidad es la marca característica de los íberos, que más que
por sus rasgos comunes se definen en oposición a los pueblos de influencia
celta que ocupaban la mayoría de la península. Esta diferencia apoya la
tesis de que su origen se encuentra fuera de la península, aunque se
desconoce dónde exactamente.
La teoría más aceptada los relaciona con la cultura llamada “de los campos
de urnas”, por las necrópolis formadas por urnas que contenían los restos
cremados de sus difuntos: esta se extendió desde el Danubio hasta el este
de la península Ibérica y su penetración al sur de los Pirineos explicaría
el predominio del factor celta en el resto de la península.
Por su parte, los griegos entablaron contacto principalmente con las
tribus íberas del levante peninsular. Su motivación era distinta a la de
fenicios y cartagineses: los helenos buscaban principalmente una fuente de
abastecimiento de alimentos, ya que su patria no era tan productiva para
la agricultura y la ganadería.
No obstante, aquella nueva tierra les permitió solucionar uno de sus
problemas más graves, la sobrepoblación, fundando colonias permanentes
dedicadas al comercio. A medida que estas se iban emancipando de sus
metrópolis, la sociedad íbera y la griega tendían a fundirse en una sola,
como relata el geógrafo Estrabón.
Desde el punto de vista arqueológico actual, el concepto de cultura
ibérica no es un patrón que se repite de forma uniforme en cada uno de los
pueblos identificados como iberos, sino la suma de las culturas
individuales que a menudo presentan rasgos similares, pero que se
diferencian claramente de otros y que a veces comparten con pueblos no
identificados como iberos.
Mapa de yacimientos arqueológicos visitables por comarcas
.
De los más de 2.000 yacimientos arqueológicos de asentamientos con que
cuenta Castellón, una veintena de villas romanas, poblados íberos o una
mezquita andalusí de las más antiguas en yacimientos de la Península se
han acondicionado para su visita al turista,
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