De su exilio americano en 1937 regresó en 1952, y al año siguiente ya estaba viviendo en Toledo, "donde, desde mis dieciséis años, había soñado tener una casa, un estudio". En efecto; su primer encuentro con la ciudad del Tajo se había producido medio siglo antes.
Practicó un realismo robusto y esquemático sobre la arcilla y el bronce, sobre la piedra y el mármol, materiales que quería convertir en seres que viven y sufren y reveladores de los secretos del alma.
De su amplia obra destaca en España, el grandioso Cristo del Otero, la fuente monumental de Ramon y Cajal, del Retiro de Madrid, y las estatuas de Pérez Galdós, sentado también en el Retiro, del poeta Tomás Morales y de Concha Espina, así como el mausoleo de Menéndez Pelayo (Catedral de Santander).
En su Museo toledano se encuentra la estatua sedente de su madre y el estremecedor sepulcro de su hermano, los bustos de Marañón y de Menéndez Pidal, y diversos retratos, entre los que sobresale el de Miguel de Unamuno y su juvenil autorretrato que le abrió el camino del arte. En varios países americanos sus obras decoran las plazas y avenidas.
"-Toledo es para mí la síntesis de todo lo español racial y esencial" dijo Macho con decisión cuando trajo consigo toneladas de equipaje a su nueva casa en la Roca Tarpeya.
La ciudad de Toledo le distinguió con el nombramiento de "Hijo adoptivo" en 1955.
Fuente: http://www.toledo-turismo.com/es/toledo-y-sus-personajes-ilustres_739
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