La estrategia política de Napoleón y unos aviesos planes concebidos para que la corona recayera en José Bonaparte, desencadenaron la entrada engañosa y creciente en España de las tropas francesas y la toma de Madrid por parte del general Murat.
La indecisión de la Junta de Gobierno que había establecido Fernando VI antes de su exilio y el acuartelamiento impuesto al ejército ante esta situación desembocó en el levantamiento del 2 de mayo en Madrid que puso de manifiesto la disociación entre la voluntad popular y el gobierno títere instaurado y dio comienzo la denominada Guerra de la Independencia.
Esta insurrección, avivada por la sanguinaria y atroz represalia de Murat sobre los sublevados de Madrid supuso el detonante de una contienda que abarcaría seis años y que se extendería por toda la península como un reguero de pólvora, durante los que serían de vital importancia las acciones conjuntas de guerrilleros y ejércitos regulares que provocarían el desgaste y posterior derrota de las fuerzas bonapartistas.
Tras esta situación, el vacante poder político quedó subsanado con la creación de las Juntas Superiores y Provinciales, en paralelo con el poder militar que recaía sobre el ejército. Así el 25 de septiembre de 1808 se crea la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino que irá huyendo primero a Sevilla para recalar en Cádiz, finalmente.
La Junta Provincial de Toledo, ante la presencia del ejército en la capital huye hacia los Montes de Toledo, donde algunos de sus miembros, como es el caso del coronel González de la Torre, organizan la guerrilla al amparo del Reglamento de Partidas y Cuadrillas publicado el 28 de diciembre de 1808. A estas partidas se unen tanto oficiales retirados residentes en los pueblos de la comarca como personas de toda índole y clase social con motivaciones de todo tipo, especialmente con la idea de venganza por atropellos sufridos a manos de las tropas napoleónicas o la propia fidelidad a la lucha por su libertad y su país.
Buenos conocedores del territorio y contando con la complicidad, colaboración y la simpatía de toda la población de su entorno, estas partidas aprendieron a interceptar correos, asaltar convoyes y destacamentos franceses, establecieron puestos de observación de tropas y movimientos, etc.
Todo ello en provecho de la Junta Central, quien enviaba informes e informaciones a través de un Estado Mayor residente en Horcajo de los Montes. Ventura Jiménez, cabecilla conocido por el apodo del Héroe del Tajo, organiza con permiso de la Junta Central una partida que llamó De observación de la Izquierda del Tajo.
No tuvo centro de operaciones fijo, aunque su refugio seguro eran las sierras que van desde Los Yébenes a Los Navalucillos, es decir la zona comprendida entre el Tajo hasta los Montes de Toledo. Sus numerosas incursiones y acciones victoriosas fueron llevadas a cabo con unos 100 jinetes procedentes de Navahermosa, San Pablo, Menasalbas y Gálvez.
Intervino en la reyerta guerrillera surgida en la ermita de la Virgen de la Oliva en Almonacid con el fin de liberar a numerosos prisioneros españoles que se encontraban allí.
El paso del ejército francés por cada localidad suponían un gravamen económico excesivo ya que implicaba su manutención “in situ”, primeramente requisando lo que precisaban, pero el paso hacia el pillaje llegó con suma facilidad.
Esta situación llegó a ser extrema en algunas localidades monteñas por la tipología y el grado de exigencia que se requería a poblaciones altamente disminuidas y empobrecidas ya que se demandaba desde animales para el trabajo o la manutención como hombres trabajadores, víveres para humanos y animales, leña, etc.
Esta situación, junto con las tropelías y abusos que acaecían allí donde llegaba el ejército francés, acendraba el odio hacia invasor y acrecentaba el espíritu de resistencia.
Los Montes de Toledo fueron el refugio para muchos huidos de todos los lugares. Así, el 5ª ejército del General Castaños logró resguardarse en esta comarca merced al apoyo logístico de los guerrilleros locales, a la vez que muchos religiosos y religiosas expulsados de sus conventos y monasterios y objeto de crueles saqueos y expolios.
Sin embargo, la represión contra la población civil no fue menos feroz y cruenta; nadie era respetado, todos solían ser sometidos y ejecutados, sin respetar edad o sexo, exponiendo públicamente los cadáveres con el fin de de elevar la moral de sus propias tropas y tratar de desmoralizar al enemigo.
Un ejemplo claro de este acoso fue la intervención del ejército francés que se presentó en Navahermosa, saqueando e incendiando gran parte de la población, con el objetivo de escarmentar a los pueblos que solían acoger y refugiar a los guerrilleros.
Hasta 1812 Navahermosa no se vio libre de franceses que por la presión guerrillera se replegaron a la ciudad.
Sin embargo, estas prácticas no hundieron la moral de resistencia de los guerrilleros y aquéllos que les apoyaban; por lo que continuaron con sus acciones puntuales, seguidas de una pronta retirada a los laberínticos y confiables refugios serranos. Son numerosas las incursiones, acciones y batidas que se sucedieron en este periodo, tanto libremente como en conjunto con el ejército.
Dos intervenciones conjuntas entre el ejército y la guerrilla sucedieron en Los Yébenes; por un lado en marzo de 1809, el desastre de los Lanceros del Vístula, unidad que intentó internarse hacia el sur sufrió un grave descalabro en Los Yébenes ocasionado por las fuerzas de las guerrillas, apostadas en su retaguardia en lo alto del puerto de dicha localidad y parte de un exiguo grupo del ejército regular español en los lados del camino, siendo batidos por todos los flancos. En su huida perdieron sus convoyes y estandartes, lo que supuso su disolución.
Años después, en marzo de 1813, la acción del puente de San Andrés. En este paraje se dio una batalla con numerosas bajas a pesar de lo exiguo de los efectivos de ambas partes; un grupo del ejército y la guerrilla, formado por unos 300 efectivos, ocasionó a los franceses doscientas bajas y la huida de su caballería hacia la Mancha. Por esta acción fueron condecorados oficiales y tropa con la Cruz Laureada de San Fernando.
Las acciones del antiguo coronel, Claudio de la Escalera, vecino de Menasalbas, quien emprendió su lucha comandando el Escuadrón de Húsares de la Mancha y se dedicó a hostigar y causar numerosas bajas a los franceses en algunas acciones como la de Polán, Menasalbas o Ventas.
Baldomero Torres Gómez, hidalgo natural de Mora de Toledo, más tarde comandante, intentó reorganizar algunas partidas en los Montes de Toledo, siendo apresado en Los Navalmorales, trasladado y encarcelado en Francia, de donde escapó y volvió a España.
Isidoro Mir, escribano quizá nacido en Consuegra, organizó un pequeño grupo llamado Cazadores de África que intervino en numerosas hazañas en la zona del Camino Real de Sevilla a su paso por Los Yébenes, llegando a tomar prisionero a un general bonapartista.
Sin embargo, la lucha guerrillera, abierta y sangrienta, tuvo otra alternativa pacífica puesta en práctica por Francisco Antonio del Río Canedo, hidalgo llegado a Noez y que, valiéndose de sus amistades francesas consiguió aliviar la opresión francesa reinante en la zona; Layos, Argés, Gálvez, Guadamur, Polán, Navas de Estena, Totanés o Retuerta del Bullaque o El Molinillo resultaron socorridas por su labor de intermediación.
La Junta Central disolvió la mayoría de las partidas guerrilleras tras la derrota de los franceses y sus protagonistas recuperaron sus actividades cotidianas civiles, algunos con graduación militar, otros permanecieron en el Ejército y algunos pocos optaron por la sierra, dando origen al bandolerismo del siglo XIX en los Montes de Toledo.
Así debemos rendir homenaje a los anteriormente citados como a Luis Casañas, Ambrosio Carmena, Baldomero Torres, Francisco Abad “Chaleco”, Francisco Sánchez “Francisquete”, José Sinforiano García, la Partida Descubridores de la Mancha y muchos otros anónimos protagonistas que colaboraron en la victoria final.
http://www.diputoledo.es/global/ver_pdf.php?id=8355
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