viernes, 12 de junio de 2015

Los Cigarrales de Toledo en 1936

Los cigarrales eran centro social
para toledanos y visitas
LOS CIGARRALES EN 1936

En el año 1936, antes de la Guerra Civil, se elaboró un nuevo catastro de rústica en el que figuran todas las fincas del término de Toledo (actualmente ubicado en el Archivo Histórico Provincial), entre ellas, los cigarrales. 

En este catastro figuran los propietarios, la superficie, la dedicación y la situación, pero sobre todo contiene un elemento fundamental para el estudio del espacio rural de esta época, que son los planos parcelarios, de una gran técnica delineante y cartográfica, por lo cual podemos situar con gran facilidad cada uno de los cigarrales y su configuración.

En lo que se refiere a esto último en los parcelarios se incluye en cada finca todos sus elementos: línea perimetral, casas, corrales, palomares, establos, porquerizas, colmenares, jardines, pozos, norias, balsas, fuentes, piscinas, instalaciones deportivas, caminos interiores, líneas de delimitación de las explotaciones. 



Además de las fincas, se incluyen las carreteras, los caminos, las vías pecuarias, los ríos y arroyos, los pozos, las fuentes, las ermitas, y las casas no rurales.

Lo único que no se incluye es el relieve o curvas de nivel. Todo ello hace que en estos planos se pueda analizar el paisaje geográfico, además de su función catastral.

Estos parcelarios están divididos en polígonos, y en cada uno de ellos todas las fincas están numeradas como parcelas.

Por otro lado están las fichas de cada una de las fincas, donde aparecen: el polígono, el número de parcela, el nombre del pago, el propietario, y los aprovechamientos con sus superficies, además del valor catastral de los mismos.

También aparecen los cambios de propiedad o segregación que se produjeron posteriormente.

En total se incluyen en este listado 39 fincas de cigarrales.

Aunque tres de ellas no tienen este nombre (Quinta de Mirabel, La Pozuela 1, La Pozuela 2, El Cerro de los Palos), las hemos incluido por estar dentro de la zona, por mantener algunas de sus características, y por tener un origen histórico. La superficie que sumaban todas estas fincas era de 496 hectáreas, lo que suponía una media de 12,4 hectáreas por cigarral. 

Estas dos cifras son muy semejantes a las que establecimos en el catastro de 1906 (543 Ha. en total y 12 Ha. por cigarral), por lo cual se puede deducir que no debió de haber muchos cambios en cuanto a la superficie entre 1906 y 1936. Solamente algunos cigarrales se ampliaron, uniéndose dos o tres de ellos, como sucedió con el Cigarral del Bosque.

 Un total de treinta y una fincas tenían menos superficie de la media (79,5%) y ocho estaban por encima (20,5%), cifras también muy semejantes a las de 1906, por lo que la mayoría de los cigarrales seguían siendo fincas pequeñas de menos de 10 hectáreas. 



Solamente había ocho que tenían más de 10 Ha. y eran los siguientes (de mayor a menor): La Quinta de Mirabel, con 134,43 Ha.; La Pozuela, una misma finca dividida en 2 parcelas catastrales pero pertenecientes a los mismos propietarios (hermanos Hernández, de origen salmantino), con una superficie total de 106,57 Ha.; Cigarral La Azuela, con 33,34 Ha.; Cigarral la Pozuela, con el mismo nombre, pero denominada Cigarral, con 22,17 Ha.; Cigarra San Jerónimo con 21,26 Ha.; Cigarral del Bosque con 21,08 Ha.; y Cigarral Usataré, de Telesforo de la Fuente (Cerro de los Palos) con 20,6 Has.

A excepción de los cigarrales La Azuela, El Bosque y San Jerónimo y el de Telesforo de la Fuente, el resto de las grandes propiedades de esta zona no se denominaban cigarrales.

La mayoría de ellos (veintidós) tenían entre dos y diez hectáreas, lo que suponía un 55%, con lo cual se mantenían las superficies cigarraleras predominantes desde el siglo XIX, y principios del XX. Sólo había cinco cigarrales entre dos y una hectáreas, y cuatro con menos de una.

Se obtiene por tanto la misma conclusión que establecíamos en el capitulo de los cigarrales a principios del siglo XX:

Siguiendo la tradición clásica, los cigarrales en la década de los 30 eran fincas rústicas de pequeño tamaño, en comparación con otras fincas toledanas no cigarraleras.

NÚMERO DE CIGARRALES SEGÚN SU SUPERFICIE EN 1936 


                        SUPERFICIE        NÚMERO % 

                        Mas de 10 ha.            8       20,5% 

                        De 2 a 10 ha.           22       56,5% 

                        De 1 a 2 ha.                5       12,8% 

                        Menos de 1 ha.           4       10,2% 

                                                Total 39 

Donde hubo más cambios en estas fincas entre 1906 y 19936 fue en los cultivos o aprovechamientos económicos. Todos los cigarrales tenían la explotación tradicional del olivar, a excepción del Alto. Este cultivo es lo que identificaba en esta época a estas fincas, como en épocas anteriores. Sin embargo muy pocos tenían frutales, solamente seis, que eran otro de los aprovechamientos clásicos de los cigarrales, tal y como ya hemos citado en varias ocasiones. 

De hecho, en 1906 la mayor parte tenían frutales, concretamente albaricoquero. Ya escribió Marañón, a finales de la década de los 30, en su “Elogio y nostalgia de Toledo” que “el albaricoquero del Cigarral desparece. No sé porqué. Ahora hay más agua, mejor cultivo más interés; y sin embargo, está en trance de franca decadencia”, frase que ya citamos anteriormente. La razón de esta desaparición suponemos que se debe al cambio de función de los cigarrales.

Muchos de ellos empiezan a tener un carácter residencial para sus propietarios, tanto de segunda como de primera residencia. Y el cultivo de los frutales es más laborioso, complejo y costoso que el de los olivares. Puede que fuese esa la razón de su desaparición. Por otro lado, los pequeños huertos se multiplican, extendiéndose a 20 cigarrales, probablemente cultivados por los cigarraleros para su subsistencia. 

En los más extensos también se cultiva cereal, y existen eriales y monte bajo. Gran parte de los propietarios de los cigarrales en los años 30 eran personajes ilustres y acaudalados: nobles, burgueses, intelectuales, políticos, etc. Poseían estas fincas, como lugares suntuosos de recreo o de segunda residencia, donde celebraban reuniones con familiares y amigos, o donde descasaban y se relajaban. Se recuperó, por tanto, la función que tenían estas fincas en los siglos XVI y XVII. 

Tenían cigarrales personajes pertenecientes a la alta sociedad: alcaldes, como Alfredo van-der-Brule y Cabrera (1930-1931), o Andrés Marín Martín que antes de la guerra civil era químico y profesor y después alcalde (1941-1951) y gobernador civil (1951-54); médicos como Santiago Relanzón (director de la Maternidad) o Emilio Blanco; boticarios como Julio Jiménez (farmacia de la calle Lorenzana); impresores como la familia Serrano; comerciantes como Bonifacio Julián de la Azuela o Telesforo de la Fuente; nobles como el marqués de la Vega de Retortillo, el duque de Bailén; intelectuales como Gregorio Marañón o Salvador de Madariaga. 

En definitiva, los cigarrales empiezan a dejar de ser poco a poco fincas rústicas y se van convirtiendo en fincas rur-urbanas. El paisaje de los cigarrales comienza a cambiar, al igual que cambia el tipo de propietarios que empiezan a ser intelectuales y burgueses, algunos de ellos no toledanos

http://abierto.toledo.es/open/urbanismo/03-CIGARRALES/Memoria/Historico.pdf

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