sábado, 6 de mayo de 2017

Griegos en el Toledo del Siglo de Oro (I)

Resultado de imagen de Antonio de CovarrubiasLa llegada a Toledo de Antonio de Covarrubias, gran coleccionista de códices griegos, atrajo a esa ciudad a Antonio Calosinás, corredor de libros y copista de manuscritos griegos. La estancia allí de Doménicos Theotocópulos atrajo también a Toledo a mendicantes griegos que vinieron a España a pedir limosnas para rescatar cautivos de los turcos.

Son varias las causas que provocaron una afluencia inusitada de griegos en la ciudad imperial de Toledo a finales del siglo XVI y en los primeros años del siguiente. En torno a 1580 hay una limitada inmigración de profesionales cualificados, copistas y libreros, estrechamente vinculada a la gran figura de don Antonio de Covarrubias y Leiva (Toledo, 1514-1602)1. 

Con la instalación del Greco en Toledo se produce lo que actualmente se llama "efecto llamada" y acuden a su lado deudos y familiares. A principios del siglo XVII tiene lugar una oleada inmigratoria que no pretende echar raíces en la ciudad, sino recorrer los principales lugares de España recogiendo limosnas para rescatar cautivos del turco. Algo parecido, como hemos tenido ocasión de comprobar, a lo que ocurrió en proporciones mucho mayores en época de los Reyes Católicos2 cuanto aun estaba muy reciente la toma de Constantinopla. 



Que la llegada de Antonio Covarrubias atrajera a Toledo el tipo de inmigrantes mencionado implica que el terreno estaba de algún modo abonado para que allí arraigaran éstos. Un incipiente, aunque algo tardío, interés local por el conocimiento del griego a comienzos de la centuria, cuyos precursores fueron los hermanos Vergara, uno de ellos Juan, canónigo de la Catedral y otro, Francisco, catedrático de esta lengua en Alcalá, condujo a la creación de una cátedra dedicada a su enseñanza en la Universidad de Santa Catalina en 15523, que ocupó, junto con la de retórica, un buen humanista, Alvar Gómez de Castro, hasta su muerte el 16 de septiembre de 15804.

La presencia de esta cátedra propició una tímida demanda de textos griegos que se acrecentaría en las dos últimas décadas de la centuria. El 9 de septiembre de 1580 tomó posesión como canónigo y maestrescuela de la Universidad Antonio de Covarrubias, que había sido catedrático de lnstituta en Salamanca de 1558 a 1560, oidor de la Chancillería de Granada desde 1561 a 1569 y oídor de la de Valladolid desde entonces hasta su incorporación, en 1573 o 1574, al Consejo Real de Castilla que presidía su hermano. Su gran sordera obligó a Felipe II a removerlo del cargo de consejero, pero le compensó con el nombramiento de canónigo del cabildo toledano y maestrescuela, pese al obstáculo de su condición seglar salvado con la oportuna licencia de la Santa Sede. 

Su llegada a Toledo y su gestión como maestrescuela de Santa Catalina tuvieron importantes repercusiones no sólo en la docencia de la lengua helénica, sino en la formación de un rico patrimonio bibliográfico en esta ciudad, gracias sobre todo a su rica colección de códices griegos. Los hermanos Covarrubias habían sido enviados por Felipe II a la tercera fase del Concilio de Trento a título de representantes de Castilla y León, como culto obispo que era Diego, el mayor (1512-1577), y afamado letrado Antonio. 

Y en esta ciudad se les despertó a ambos, como también le ocurrió en el primer período del Concilio (1545-1549) al embajador de Carlos V don Diego Hurtado de Mendoza, la afición a los códices griegos. A Trento, efectivamente, acudía un enjambre de libreros y pendolistas que ponían en venta manuscritos traídos de los monasterios de Oriente o se ofrecían a copiar los códices griegos que los padres conciliares les indicaran. Era por entonces el principal de estos copistas Andrés Darmario5 de Monembasía, a cuyas órdenes trabajaban entre otros Nicolás Turrianós llamado por los españoles Nicolás de Ja Torre6, y Antonio Calosinás.

A la terminación del Concilio, siguiendo los pasos de los Covarrubias, Jos dos últimos vinieron a España donde se establecieron definitivamente, en tanto que Andrés Darmario siguió yendo y viniendo desde su oficina veneciana a Ja península ibérica. Nicolás Turrianós se instaló en Segovia y trabajó para su obispo don Diego, y después para Felipe II en El Escorial; Calosinás hizo lo mismo para el hermano del prelado, el maestrescuela don Antonio. Antonio Calosinás, natural de Rhytion (Creta), ya en 1561 se trasladó a Venecia con un códice para venderlo. Durante el Concilio de Trento recibió encargos, aparte de los hermanos Covarrubias, de Martín Pérez de Ayala, obispo de Segovia. 

A finales de 1563 viene a España y se instala en Toledo, donde copia códices para Jos Covarrubias y el arcediano de la catedral, García de Loaysa, y se gradúa en medicina. En 1569 estaba como colegial en el Trilingüe de Alcalá de Henares y en esta ciudad revalida su título de médico. Entre 1570 y 1600 ejerce esta profesión en Madrid y en Toledo. Como tal es posible que tratara a Demetrio Phocás, un compatriota suyo, de una dolencia que tenía ·en las partes de detrás· y siguiera prescribiendo los lavatorios de vino que éste se venía aplicando y dieron pie a la malintencionada denuncia de su criado Nicolao a Ja Inquisición. 

Al menos, fue testigo presencial de un violento enfrentamiento de éste con su amo, si como propone Caro Baroja el médico griego que figura en los documentos del Santo Oficio con el nombre de Antonio Calafina no es otro que nuestro Antonio Calosinás. A la muerte de Álvar Gómez de Castro, Antonio Calosinás opositó con otros tres candidatos a la regencia de griego de la Universidad de Santa Catalina, aduciendo entre sus méritos el ser natural de Creta, pero la plaza le fue concedida a un protegido del Cardenal Gaspar Quiroga,

Andrés Schott, un humanista flamenco de origen escocés que adunaba a sus sólidos conocimientos de las lenguas clásicas Ja lealtad a Felipe 11 y el afecto sincero a España. Pero por desgracia su docencia duró poco. Al finalizar el curso de 1583 abandonó Toledo atraído por Ja mayor remuneración que le ofrecía la Universidad de Zaragoza que inauguraba entonces sus enseñanzas. 

Facultad de Filología A303 
Universidad Complutense 
28040 MADRID 

Luis GIL FERNÁNDEZ
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