De nuevo presentóse ocasión para despertar entusiasmos artísticos, y, trazadas las puertas del Alcázar e interpretada fielmente su construcción, la cerrajería artística toledana encontró en Toledo quien continuase tan elogiadas obras de habilísimos orfebres y rejeros del período del Renacimiento.
La Academia General no llegó a conocer el Alcázar completamente restaurado, ya que en 1893 la oposición de los Cuerpos de Artillería e Ingenieros a formarse conjuntamente con las Armas de Infantería y Caballería provocó el cierre de este Centro, con lo que la Academia de Infantería recuperó su independencia e inició su Segunda Época en la Ciudad Imperial.
Dos años más tarde, en 1895, el Colegio de Huérfanos regresó a Toledo, tras construir el Ayuntamiento para él un nuevo edificio, actualmente derruido y en cuyo solar se encuentra el hotel y cafetería María Cristina. La calle que discurre por su frente lleva el nombre de Marqués de Mendigorría, título nobiliario del general D. Fernando Fernández de Córdoba, quien en 1872 había creado dicho Colegio. La vida de la Academia de Infantería continuó.
Las guerras de Cuba y Filipinas obligaron a formar un gran número de oficiales que vertieron su sangre por España en aquellas lejanas tierras -hubo años en que ingresaron en la Academia más de 500 cadetes-. Terminada la contienda, y tras la repatriación del Ejército colonial, el exceso de oficiales de Infantería resultó abrumador, por lo que las plazas de ingreso se redujeron a tan solo 50 al año y se llegó a estudiar la disolución del Centro, con la consiguiente preocupación de la población toledana.
Pero la Academia resistió y se mantuvo con cierta normalidad durante los años siguientes, aunque al desencadenarse en 1909 la Guerra de Marruecos hubo que formar apresuradamente más oficiales, lo que provocó el aumento de las plazas de ingreso y la reducción de la duración de los cursos, con lo que hacia las tierras africanas partían oficiales con apenas 18 años.
Ante los rumores que circulaban en 1908 sobre la creación de un Museo de la Infantería, Toledo solicitó que fuese instalado en el Alcázar. Así fue, y este Museo lo inauguró S.M. D. Alfonso XIII el 14 de julio de dicho año. La Academia volvió a colaborar con Toledo acogiendo en las salas del Museo diversas piezas de carácter militar de su Museo Arqueológico que se acumulaban en el convento de San Juan de los Reyes sin poder ser vistas por el público, que más tarde, cuando el Museo fue trasladado a Madrid, le costaría recuperar. En el mencionado día se inauguró una placa en homenaje al cadete Afán de Rivera, muerto en la Guerra de la Independencia.
Éste es el único recuerdo de la Academia de Infantería que permanece en la fortaleza, junto con los retratos de sus Directores colgados en el conocido como despacho de Moscardó. También se ha perdido la memoria de otros dos lugares ocupados por el Gobierno Militar, uno a la entrada de Zocodover y otro frente a Santa Cruz. En 1919, un nuevo Centro de Enseñanza Militar se instaló en Toledo. El general D. José Villalba Riquelme, antiguo Director de la Academia de Infantería y en ese momento Ministro de la Guerra, creó la Escuela Central de Gimnasia, que fue inaugurada el 28 de febrero de 1920.
La Escuela se ubicó en los terrenos que habían sido Polígono de Tiro, donde, poco a poco, y gracias a la ayuda del Ayuntamiento, se fueron construyendo los campos de deportes. Toledo dedicó al general Villalba una avenida, cuyo nombre se conserva por milagro. Cuando Toledo había llegado a reunir los más importantes Centros de la Infantería -Academia, Colegio de Huérfanos, Museo y Escuela de Gimnasia-, en 1924 se empezó a estudiar una nueva reorganización de la enseñanza, basada en el resurgimiento de la Academia General Militar.
Enseguida se comenzaron a recibir en el Ministerio de la Guerra ofertas de diferentes ciudades para conseguir la General. Toledo fue una de ellas, fundando su petición en que el Colegio y la Academia General en su Primera Época habían sido toledanos. Sabía que corría un grave riesgo si lo lograba, ya que le supondría perder la Academia de Infantería, al no poder estar ambas situadas en la misma población, existiendo además el precedente del escaso tiempo que se habían mantenido abiertos anteriormente el Colegio General Militar -cuatro años- y la Academia General -diez-, mientras la de Infantería estaba funcionando desde hacía medio siglo.
Aunque en un principio supuso una gran desilusión, por fortuna la Academia General fue llevada a Zaragoza, donde comenzó a impartir sus clases en 1928, siguiendo en Toledo la de Infantería, que atravesó un período de languidez durante los siguientes dos años, ya que los exá-menes de ingreso se centralizaron en la General y los primeros alumnos no llegaron a Toledo hasta 1930. Al mismo tiempo, la Escuela de Gimnasia se independizó de la Academia de Infantería.
He dicho anteriormente que por fortuna la General no se instaló en Toledo, y el motivo es que una vez proclamada la República este Centro fue disuelto, mientras en Toledo se mantuvo la de Infantería, a la que se le unieron en el Alcázar las de Caballería e Intendencia. Sí desapareció de Toledo el Museo de la Infantería, al ser trasladado a Madrid para formar con los de las demás Armas y Cuerpos el actual Museo del Ejército. En el Alcázar se mantuvo tan solo el Museo Romero Ortiz, por ser una donación particular que no podía salir de este edificio.
Ya en tiempos de Primo de Rivera se había ordenado el traslado de todos los museos militares a Madrid, pero la oposición de algunas Armas hizo desistir a un flojo dictador. Así se encontraban el Alcázar y la Escuela de Gimnasia antes de comenzar la Guerra. Toledo salió bien parada de la nueva reforma de la enseñanza militar, pero se pudo congratular de ello durante escaso tiempo, ya que en 1936 estallaba la Guerra Civil, con trágicas consecuencias para los Centros Militares instalados en Toledo.
Quedó destruido el Alcázar y todos los edificios militares que le rodeaban -la Casa de Caridad, el hospital de Santiago, el convento de Capuchinos y el Picadero-, tan solo se mantuvo en pie el hospital de Santa Cruz, que había sido devuelto al Ayuntamiento a principios de siglo, una vez terminada la reconstrucción del Alcázar. Al finalizar la Guerra Civil se recuperó enseguida la Escuela de Gimnasia.
No sucedió lo mismo con la Academia de Infantería, que tardó nueve años en regresar a Toledo, ni tampoco con el Colegio de Huérfanos, que se quedó para siempre en Madrid. Destruido el Alcázar, se hizo preciso construir unos nuevos edificios que albergasen a la Academia, y éstos se empezaron a levantar enseguida en terrenos cedidos por el Ayuntamiento en la margen izquierda del Tajo, frente a la fortaleza en la que durante 60 años había vivido la Academia. Al mismo tiempo, se adquirieron terrenos para campo de maniobras, ya que sin ellos, por ser imprescindibles, no se hubiese podido instalar la Academia en Toledo.
La Academia General no llegó a conocer el Alcázar completamente restaurado, ya que en 1893 la oposición de los Cuerpos de Artillería e Ingenieros a formarse conjuntamente con las Armas de Infantería y Caballería provocó el cierre de este Centro, con lo que la Academia de Infantería recuperó su independencia e inició su Segunda Época en la Ciudad Imperial.
Dos años más tarde, en 1895, el Colegio de Huérfanos regresó a Toledo, tras construir el Ayuntamiento para él un nuevo edificio, actualmente derruido y en cuyo solar se encuentra el hotel y cafetería María Cristina. La calle que discurre por su frente lleva el nombre de Marqués de Mendigorría, título nobiliario del general D. Fernando Fernández de Córdoba, quien en 1872 había creado dicho Colegio. La vida de la Academia de Infantería continuó.
Las guerras de Cuba y Filipinas obligaron a formar un gran número de oficiales que vertieron su sangre por España en aquellas lejanas tierras -hubo años en que ingresaron en la Academia más de 500 cadetes-. Terminada la contienda, y tras la repatriación del Ejército colonial, el exceso de oficiales de Infantería resultó abrumador, por lo que las plazas de ingreso se redujeron a tan solo 50 al año y se llegó a estudiar la disolución del Centro, con la consiguiente preocupación de la población toledana.
Pero la Academia resistió y se mantuvo con cierta normalidad durante los años siguientes, aunque al desencadenarse en 1909 la Guerra de Marruecos hubo que formar apresuradamente más oficiales, lo que provocó el aumento de las plazas de ingreso y la reducción de la duración de los cursos, con lo que hacia las tierras africanas partían oficiales con apenas 18 años.
Ante los rumores que circulaban en 1908 sobre la creación de un Museo de la Infantería, Toledo solicitó que fuese instalado en el Alcázar. Así fue, y este Museo lo inauguró S.M. D. Alfonso XIII el 14 de julio de dicho año. La Academia volvió a colaborar con Toledo acogiendo en las salas del Museo diversas piezas de carácter militar de su Museo Arqueológico que se acumulaban en el convento de San Juan de los Reyes sin poder ser vistas por el público, que más tarde, cuando el Museo fue trasladado a Madrid, le costaría recuperar. En el mencionado día se inauguró una placa en homenaje al cadete Afán de Rivera, muerto en la Guerra de la Independencia.
Éste es el único recuerdo de la Academia de Infantería que permanece en la fortaleza, junto con los retratos de sus Directores colgados en el conocido como despacho de Moscardó. También se ha perdido la memoria de otros dos lugares ocupados por el Gobierno Militar, uno a la entrada de Zocodover y otro frente a Santa Cruz. En 1919, un nuevo Centro de Enseñanza Militar se instaló en Toledo. El general D. José Villalba Riquelme, antiguo Director de la Academia de Infantería y en ese momento Ministro de la Guerra, creó la Escuela Central de Gimnasia, que fue inaugurada el 28 de febrero de 1920.
La Escuela se ubicó en los terrenos que habían sido Polígono de Tiro, donde, poco a poco, y gracias a la ayuda del Ayuntamiento, se fueron construyendo los campos de deportes. Toledo dedicó al general Villalba una avenida, cuyo nombre se conserva por milagro. Cuando Toledo había llegado a reunir los más importantes Centros de la Infantería -Academia, Colegio de Huérfanos, Museo y Escuela de Gimnasia-, en 1924 se empezó a estudiar una nueva reorganización de la enseñanza, basada en el resurgimiento de la Academia General Militar.
Enseguida se comenzaron a recibir en el Ministerio de la Guerra ofertas de diferentes ciudades para conseguir la General. Toledo fue una de ellas, fundando su petición en que el Colegio y la Academia General en su Primera Época habían sido toledanos. Sabía que corría un grave riesgo si lo lograba, ya que le supondría perder la Academia de Infantería, al no poder estar ambas situadas en la misma población, existiendo además el precedente del escaso tiempo que se habían mantenido abiertos anteriormente el Colegio General Militar -cuatro años- y la Academia General -diez-, mientras la de Infantería estaba funcionando desde hacía medio siglo.
Aunque en un principio supuso una gran desilusión, por fortuna la Academia General fue llevada a Zaragoza, donde comenzó a impartir sus clases en 1928, siguiendo en Toledo la de Infantería, que atravesó un período de languidez durante los siguientes dos años, ya que los exá-menes de ingreso se centralizaron en la General y los primeros alumnos no llegaron a Toledo hasta 1930. Al mismo tiempo, la Escuela de Gimnasia se independizó de la Academia de Infantería.
He dicho anteriormente que por fortuna la General no se instaló en Toledo, y el motivo es que una vez proclamada la República este Centro fue disuelto, mientras en Toledo se mantuvo la de Infantería, a la que se le unieron en el Alcázar las de Caballería e Intendencia. Sí desapareció de Toledo el Museo de la Infantería, al ser trasladado a Madrid para formar con los de las demás Armas y Cuerpos el actual Museo del Ejército. En el Alcázar se mantuvo tan solo el Museo Romero Ortiz, por ser una donación particular que no podía salir de este edificio.
Ya en tiempos de Primo de Rivera se había ordenado el traslado de todos los museos militares a Madrid, pero la oposición de algunas Armas hizo desistir a un flojo dictador. Así se encontraban el Alcázar y la Escuela de Gimnasia antes de comenzar la Guerra. Toledo salió bien parada de la nueva reforma de la enseñanza militar, pero se pudo congratular de ello durante escaso tiempo, ya que en 1936 estallaba la Guerra Civil, con trágicas consecuencias para los Centros Militares instalados en Toledo.
Quedó destruido el Alcázar y todos los edificios militares que le rodeaban -la Casa de Caridad, el hospital de Santiago, el convento de Capuchinos y el Picadero-, tan solo se mantuvo en pie el hospital de Santa Cruz, que había sido devuelto al Ayuntamiento a principios de siglo, una vez terminada la reconstrucción del Alcázar. Al finalizar la Guerra Civil se recuperó enseguida la Escuela de Gimnasia.
No sucedió lo mismo con la Academia de Infantería, que tardó nueve años en regresar a Toledo, ni tampoco con el Colegio de Huérfanos, que se quedó para siempre en Madrid. Destruido el Alcázar, se hizo preciso construir unos nuevos edificios que albergasen a la Academia, y éstos se empezaron a levantar enseguida en terrenos cedidos por el Ayuntamiento en la margen izquierda del Tajo, frente a la fortaleza en la que durante 60 años había vivido la Academia. Al mismo tiempo, se adquirieron terrenos para campo de maniobras, ya que sin ellos, por ser imprescindibles, no se hubiese podido instalar la Academia en Toledo.
Restaurada la Academia General en Zaragoza en 1942, dos años más tarde comenzó la Tercera Época de la de Infantería, que se instaló en Guadalajara, a la espera de la terminación de las obras de los nuevos edificios.
Como era preciso que la Academia contase con agua potable, se presentó entonces un nuevo motivo de colaboración entre el Ejército y Toledo: la construcción del embalse del Torcón, que permitió que el agua llegase a todas las casas de la ciudad. Un recuerdo de esa colaboración se ha conservado durante muchos años en la pared del Ayuntamiento pero, como tantas otras cosas, ha desaparecido. En 1948 regresó por fin la Academia a Toledo y se instaló en su nuevo solar. Como muestra de agradecimiento, el Ayuntamiento toledano decidió conceder a los cadetes el título de Ciudadanos de Honor, que recibían al reunirse en Toledo para celebrar las Bodas de Plata de salida del Centro.
Así continuó hasta que a finales de los años ochenta se anuló dicha decisión al oponerse a ello uno de los grupos políticos que formaban el Ayuntamiento. Hasta 1974 se impartió únicamente en la Academia la enseñanza a los caballeros alféreces cadetes de tercer y cuarto curso. En ese mismo año se produjo una reorganización que provocó el traslado a Toledo de la Escuela Central de Tiro, entonces en Madrid, con lo que se diversificó el alumnado de la Academia de Infantería. En Toledo pasaron a formarse los futuros sargentos del Arma de Infantería y los universitarios que deseaban cumplir el servicio militar a través de la IMEC (Instrucción Militar de la Escala de Complemento).
Un nuevo motivo de unión entre la Ciudad y la Academia se dio en 1983 con la entrega de una nueva Bandera, actuando como madrina la esposa del entonces Alcalde don Juan Ignacio de Mesa. En lo referente a estos últimos años, los cambios habidos en los Centros Militares de esta ciudad son conocidos por los toledanos: permanece la Academia de Infantería, mientras la Escuela Central de Educación Física -antigua Escuela de Gimnasia- fue desalojada de los edificios que ocupaba, que fueron derribados, excepto el principal, hoy ocupado por la Delegación de Defensa y otros servicios militares, y el gimnasio cubierto, al que de poco le ha servido ser uno de los más antiguos, sino el de mayor antigüedad, de Europa y haber sido declarado Bien de Interés Cultural ya que se encuentra en un lamentable estado de abandono; por cierto, no sé a qué viene el darle el nombre de «gimnasio de San Lázaro».
También se han conservado los campos de deportes, polideportivo y piscina, mientras el resto de los terrenos se ha dedicado a Parque y a solares para la construcción de viviendas. Se mantiene el recuerdo de la Escuela a través de los letreros que aparecen a la entrada de la Delegación de Defensa y de los campos de deportes. También ha quedado en Santa Cruz un recuerdo del paso del Colegio de Infantería, una placa inaugurada a los 150 años de su nacimiento.
Como era preciso que la Academia contase con agua potable, se presentó entonces un nuevo motivo de colaboración entre el Ejército y Toledo: la construcción del embalse del Torcón, que permitió que el agua llegase a todas las casas de la ciudad. Un recuerdo de esa colaboración se ha conservado durante muchos años en la pared del Ayuntamiento pero, como tantas otras cosas, ha desaparecido. En 1948 regresó por fin la Academia a Toledo y se instaló en su nuevo solar. Como muestra de agradecimiento, el Ayuntamiento toledano decidió conceder a los cadetes el título de Ciudadanos de Honor, que recibían al reunirse en Toledo para celebrar las Bodas de Plata de salida del Centro.
Así continuó hasta que a finales de los años ochenta se anuló dicha decisión al oponerse a ello uno de los grupos políticos que formaban el Ayuntamiento. Hasta 1974 se impartió únicamente en la Academia la enseñanza a los caballeros alféreces cadetes de tercer y cuarto curso. En ese mismo año se produjo una reorganización que provocó el traslado a Toledo de la Escuela Central de Tiro, entonces en Madrid, con lo que se diversificó el alumnado de la Academia de Infantería. En Toledo pasaron a formarse los futuros sargentos del Arma de Infantería y los universitarios que deseaban cumplir el servicio militar a través de la IMEC (Instrucción Militar de la Escala de Complemento).
Un nuevo motivo de unión entre la Ciudad y la Academia se dio en 1983 con la entrega de una nueva Bandera, actuando como madrina la esposa del entonces Alcalde don Juan Ignacio de Mesa. En lo referente a estos últimos años, los cambios habidos en los Centros Militares de esta ciudad son conocidos por los toledanos: permanece la Academia de Infantería, mientras la Escuela Central de Educación Física -antigua Escuela de Gimnasia- fue desalojada de los edificios que ocupaba, que fueron derribados, excepto el principal, hoy ocupado por la Delegación de Defensa y otros servicios militares, y el gimnasio cubierto, al que de poco le ha servido ser uno de los más antiguos, sino el de mayor antigüedad, de Europa y haber sido declarado Bien de Interés Cultural ya que se encuentra en un lamentable estado de abandono; por cierto, no sé a qué viene el darle el nombre de «gimnasio de San Lázaro».
También se han conservado los campos de deportes, polideportivo y piscina, mientras el resto de los terrenos se ha dedicado a Parque y a solares para la construcción de viviendas. Se mantiene el recuerdo de la Escuela a través de los letreros que aparecen a la entrada de la Delegación de Defensa y de los campos de deportes. También ha quedado en Santa Cruz un recuerdo del paso del Colegio de Infantería, una placa inaugurada a los 150 años de su nacimiento.
El Alcázar, que tras la Guerra Civil se pensó conservar en ruinas, se decidió fuese reconstruido para albergar al Museo del Ejército. Las obras finalizaron en los años sesenta y seguidamente se decretó el traslado por el Jefe del Estado, pero por segunda vez no se cumplió la orden. Posteriormente, fueron trasladadas a él las dependencias militares que ocupaban el cuartel de San Lázaro y en 1998 se desalojó su planta superior para alojar en él la Biblioteca Pública de CLM, ocupando el resto el Museo del Ejército en 2010.
Y esta es la historia de unos Centros Militares: Colegio General Militar, Colegio de Infantería, Escuela de Tiro, Academia de Sargentos, Colegio de Huérfanos, Academia General Militar, Museo de la Infantería y Escuela Central de Gimnasia; todos ellos reclamados por Toledo para levantar su maltrecha economía; muchos de ellos desaparecieron mientras otros se mantienen todavía, esperemos que por mucho tiempo, para que conserven el recuerdo de una ya centenaria vida en común, y pueda hacerse realidad lo que hace años escribía un periodista toledano: Toledo y la Infantería y la Infantería y Toledo, conceptos tan unidos por comunidad de intereses morales, de vida, de tradición y de historia que, sin serlo, parecen consustanciales, una misma cosa y una misma esencia.
JOSÉ LUIS ISABEL SÁNCHEZ
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2017/07/01.-Toledo-y-los-centros-militares-por-Jos%C3%A9-Luis-Isabel-S%C3%A1nchez.pdf
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