lunes, 17 de diciembre de 2018

Escándalos en el Monasterio de San José de Corral de Almaguer en el Siglo XVI (I)

Representación del juicio de las monjas. (Veranos de la Asociación) 

Antes que nada, quiero dejar claro que los hechos que se narran a continuación constituyen una excepción en la historia del Monasterio de San José y se corresponden con un contexto y una época muy determinada, en la que ingresaban en los conventos de clausura doncellas sin vocación alguna, forzadas por las circunstancias familiares.

Muy al contrario, el recuerdo que ha perseverado entre los vecinos de Corral de Almaguer, es el de una comunidad religiosa plena de bondad, ingenuidad y dulzura, que se ganó desde siempre el cariño y respeto de la población.

Introducción

El Monasterio de Clausura de San José de Corral de Almaguer se fundó oficialmente el 13 de agosto del año 1574, por una Real Provisión del Rey Felipe II firmada en el Palacio del Pardo.


Inicio oficial de la clausura y toma de posesión del convento

Fueron sus fundadores: Francisco del Rincón y María Gualda Carrasco, apodada en el pueblo como “La Carrasca”.

La intención de esta última señora, conocedora de la grave enfermedad de su marido, era encerrarse en el convento con 5 de sus 6 hijas (la pequeña no pudo entrar porque no tenía la edad suficiente) asegurándose de esa manera un retiro dorado para su vejez.

Don Francisco del Rincón, por su parte, era un maestro cantero que acudió a Corral de Almaguer para trabajar en la última fase de la reforma de la iglesia parroquial, afincándose definitivamente en la población tras su desposorio con María Gualda. 

En nuestra localidad prosperó como constructor y arquitecto, aprovechando la época de mayor crecimiento económico del municipio y las numerosas subastas de obras que la Orden de Santiago licitaba en distintas localidades de la comarca. 

Es por ello que don Francisco amasó una jugosa fortuna, con la que compró numerosas tierras en la villa y con la que levantó una gran casa en la calle principal de la población, la calle mayor, en el límite mismo con la antigua plaza del mercado (actual cruz colorada).

Bendecido por el destino, que le obsequió con seis hijas y un hijo, a don Francisco sólo le faltaba la ejecutoria de hidalguía para entrar a formar parte de la gente importante de la villa y poder departir de tú a tú con la abultada nobleza rural que por aquel entonces se congregaba en la plaza de la Audiencia o del Ayuntamiento. 

Pero conseguir la carta de hidalguía no estaba al alcance de cualquiera -por más que se pleitease en la Chancillería de Granada- y comprarla al rey suponía un enorme desembolso (4.500 ducados de oro) que muy pocos se podían permitir. Es por ello que, conocedores de la problemática de la zona y con el trasfondo del ascenso social, se les ocurrió fundar un convento.

No era habitual que personas del común de la villa fundasen conventos, dado que para ello se necesitaba un enorme desembolso de dinero y el adecuado acondicionamiento del edificio.

Esta era la causa de que la mayoría de monasterios femeninos fueran fundaciones de obispos, cardenales o miembros de la alta nobleza y que los edificios se encontrasen profusamente ornamentados con sus blasones o escudos, pues en no pocas ocasiones les servían luego de lugar de enterramiento. 

Sin embargo, la necesidad de conventos de clausura era tan acuciante en nuestra comarca (sobre todo a partir del Concilio de Trento) que el Consejo de las Ordenes no puso objeción alguna a la solicitud del matrimonio Rincón y posibilitó la firma del Rey para la fundación del Monasterio de San José.

Inicio de la clausura y toma de posesión del convento

Debemos aclarar antes, que en este tipo de conventos entraban únicamente las hijas de las familias pudientes, dado que para profesar se exigía el pago de una cuantiosa dote que no podían permitirse las familias pobres. 

Hay que tener en cuenta también, que en esta época era habitual concertar matrimonios entre personas del mismo linaje, desembolsando para ello una enorme fortuna.


Ese gran desembolso de dinero invertido en el matrimonio más ventajoso para la familia, hacía que con frecuencia no se pudiera dotar debidamente al resto de doncellas de la casa, ofreciéndoles la posibilidad de entrar en un monasterio con un dispendio de dinero mucho menor. 

No es de extrañar por lo tanto que muchas monjas profesasen sin vocación alguna (como ocurrió con doña María de Mendoza) y que ésta fuera la causa de los numerosos escándalos que se produjeron durante esta época en Corral de Almaguer. 

Si a lo anterior añadimos que muchas otras ingresaron huyendo de matrimonios impuestos por los padres, o fueron recluidas por éstos últimos para alejarlas de amoríos con personas de más baja condición (como el caso de doña Jerónima de Almaguer), o incluso para ocultar embarazos que deshonraban a la familia (como ocurrió con doña Estefanía de Velasco), entenderemos perfectamente los acontecimientos que vamos a narrar a continuación.

Escándalos en el Monasterio de Clausura

Para entender tan graves sucesos, debemos remontarnos antes al año 1595. Habían transcurrido 20 años desde que profesaron las primeras monjas, siendo gobernadas desde entonces y sin solución de continuidad, por Francisca del Rincón, hija mayor de la fundadora. 

Aunque las reglas obligaban al cambio de abadesa cada tres años, Francisca repetía una y otra vez en el cargo, con la excusa de que era la única que tenía la edad reglamentaria para ser nombrada abadesa: es decir más de 40 años. 

Esta circunstancia la había llevado a dirigir el convento y sus finanzas de manera rígida y dictatorial, ignorando los ruegos de las demás monjas y ganándose la enemistad de buena parte de la comunidad, hasta el punto de que el Monasterio se encontraba dividido en dos bandos: las monjas viejas y las monjas jóvenes, que eran la mayoría.

La superiora del convento como Abadesa Mitrada 

Acostumbrada desde el primer momento a llevar las cuentas del convento y las de sus sobrinos del exterior, la gestión de Francisca del Rincón había resultado un completo desastre y había provocado numerosos rumores sobre desvío de dineros a su familia. 

Y aunque esta última acusación jamás pudo ser demostrada, lo cierto es que el convento no atravesaba su mejor momento, acuciado por años de malas cosechas, falta de control sobre los mozos que les llevaban la labor y las obras de agrandamiento del convento que se habían iniciado.

Para rizar más el rizo, en los últimos años había ingresado en el convento una monja joven y guapa, proveniente de una rica familia noble, acostumbrada desde siempre a hacer su santa voluntad. 

Como niña malcriada y consentida, María de Mendoza (que así se llamaba la profesa) aceptó de muy mala gana los votos de pobreza, obediencia y no digamos el de castidad, dedicándose desde el principio a sembrar la discordia y el recelo entre las monjas, a las que atraía como si de un imán se tratase, narrándoles sus peripecias en la Corte y describiéndoles: personajes, vestidos, fiestas, lujos y hazañas amorosas con fuerte contenido sensual. 

Es por ello que no tardaron en producirse faltas graves contra la disciplina del convento, además de insultos y enfrentamientos directos con la madre superiora, a la que acusaban de dirigir el Monasterio a su antojo y proceder de bajo linaje.


Para colmo de males, por esas fechas tocaba nueva elección de abadesa y el enviado de la Orden de Santiago permitió esta vez que fuera elegida una monja sin la edad reglamentaria. Fue entonces cuando se armó la de Dios es Cristo.


Rufino Rojo García-Lajara (octubre de 2018)

Fotografías: Alfredo Salazar, Gregorio Martínez Chacón y José Luis Martínez Ávila

Bibliografía:

.- Archivo Histórico Nacional: Ordenes Militares, Orden de Santiago. Archivo Secreto. Legajos: 1583, 18.089, 78.956, 78.951


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