Mucho se ha hablado de los rituales iniciáticos del Temple. Y ligado a ello, la figura enigmática del bafomet. Un supuesto ídolo que adoraban los templarios. Sin embargo yo me inclino a pensar en el significado de la palabra “bafomet” como bautismo iniciático.
Un ritual ligado al agua, y donde los neófitos eran integrados en la corriente esotérica de la orden. Estos rituales se llevaban a cabo en el interior de la madre tierra, en cuevas, que ademas de dar cobijo maternal a los nuevos iniciados, contaban con un vórtice energético, que servia para cargar el agua que seria el elemento catalizador de la ceremonia de iniciación.
Pila iniciática con vórtice energético en “The Caynton Caves“, en Shropshire (Inglaterra).
Cuenta la leyenda que tras la derrota cristiana en la batalla de Alarcos, en 1195, las tropas almohades se presentaron amenazantes ante los muros de Toledo. Los Templarios, al igual que el resto de tropas que quedaban en la ciudad se aprestaron a defender su sector de muralla, próximo al barrio de San Miguel y a su encomienda.
La noche previa al intento de asalto de las tropas almohades el comendador reunió en la iglesia a los caballeros Templarios para poner sus vidas en manos de Dios. Al mirar sus caras su corazón se entristeció pensando cuántos morirían al día siguiente defendiendo la ciudad y pidió a Dios una señal para saber quiénes caerían en combate.
En ese instante, sobre la cruz roja que los monjes-guerreros portaban en sus capas, apareció la imagen del Cristo que el comendador tenía en su cruz de mano. Entendió que, por ese medio, Dios le señalaba quiénes iban a morir al día siguiente en batalla.
Creyendo el comendador que hacía bien con ello, pues más falta le hacía guerreros vivos que santos muertos, al amanecer tan sólo destinó a las murallas a los caballeros que no habían recibido en sus cruces al aviso divino. Marchó con ellos al combate y dejó al resto rezando en la Iglesia de San Miguel.
Rechazado el ataque musulmán, regresaron los Templarios sin haber sufrido una sola baja para comunicar a sus compañeros la feliz noticia.
Cuando abrieron la puerta de la iglesia, quedaron aterrorizados por lo que allí encontraron:
Todos sus compañeros que habían quedado rezando en la Iglesia allí seguían, pero muertos sobre las losas con los cuerpos momificados.
A mayor milagro, el agua que llenaba la copa de la pila bautismal se había convertido en sangre, la de aquellos Templarios escogidos para recibir el martirio por su fe y alcanzar el cielo de los justos. El agua sólo recuperó su naturaleza verdadera cuando el comendador bañó su Cruz en ella, bautizando en la sangre de los mártires la imagen de Cristo.
Así comprendieron que el Señor había querido castigar así la soberbia del Comendador, que creyó poder burlar los designios de Dios.
Los cuerpos momificados recibieron sepultura en una de las criptas del templo y el crucificado de la cruz de mando fue conocido desde ese momento como “Cristo del Milagro”.
Expuesto en la capilla del Bautismo, junto a la griálica pila de la foto que titula este artículo y que aún se conserva en San Miguel el Alto, recibió el fervor de los Templarios y del pueblo toledano.
Las gentes tomaron costumbre de santiguarse con el agua de aquella pila, y aún de llevarla en recipientes porque decían que curaba las heridas de arma blanca.
Vamos a ver, tres lugares muy especiales para los templarios, zonas cargadas de reminiscencias ancestrales donde los cultos antiguos dieron paso a nuevos cultos, con viejos dioses.
Una de las curiosidades de estos centros iniciáticos es que se encuentran en tres puntos estratégicos dentro de la península. En el norte Villatuelda, en el centro Titulcia, antigua Bayona, y en el sur Buenache de Alarcón.
Aunque no existen elementos claros, para considerar estos lugares como puntos de iniciación, si de un modo externo coinciden elementos que pueden asociarse al temple, y que de una manera u otra apuntan a su presencia en ellos.
Comenzando por Villatuelda tenemos la Cueva de las Caras, un túnel descubierto por casualidad al ampliar una bodega de vino, en ella podemos ver caras con cascos medievales y una posible vinculación de estos iniciados a “Castilla” como podemos ver en alguna de las tallas realizadas en la pared de la cueva.
En el centro de la península, un lugar cargado de reminiscencias ancestrales Titulcia, y en la “Y” griega de la desembocadura de dos ríos, la misteriosa Cueva de la Luna, lugar místerico con cruces patés en las cúpulas de intersección de todos sus pasillos. Aunque no se tiene certeza de su origen templario, y bien pudo ser realizada por el cardenal Cisneros, que se le apareció una cruz en la actual ermita existente en el cementerio.
Otra de las cuevas iniciáticas que guarda su silencio mas estricto, en tanto en cuanto, aun no se ha procedido a entrar en ella, se halla en Buenache de Alarcón.
Una zona poco conocida desde el punto de vista templario, pero que adolece de elementos externos que delatan la presencia del temple en la zona, sucesos como el avistamiento de un OVNI cargando agua en el brazo de agua del pantano que se interna hacia Buenache, aparición mariana con huellas de la supuesta virgen en una roca, túneles que parten de la iglesia de San Pedro y se pierden entre las casas del pueblo, dama de blanco que protege a un niño perdido en la noche, en la vecina Barchín del Hoyo, y el summum del misterio la presencia de “Asmodeo” en la iglesia de San Pedro, alertándonos de un secreto material o espiritual en la zona.
Ese lugar que nos referimos no es otro quela nueva ermita de la estrella que sustituye el culto de la vieja ermita que quedo sumergida en el pantano de Alarcón.
La cueva de Sant Martí está situada en el monte de Sant Martí, a unos cinco kilómetros de Alcudia a la izquierda de la carretera que lleva hacia Inca. Se piensa que ya fue utilizada por los primeros cristianos de la ciudad romana de Pollentia, como lugar de culto. Los primeros datos documentados aparecen en 1268. Se entra por una escalera de dos tramos que salvan un desnivel de doce metros. En el interior hay un antiguo pozo y dos altares medievales dedicados a Sant Martí y Sant Jordi. Se trata de dos capillas cubiertas por una bóveda de crucería, la de la derecha es más moderna fechada en 1632, presenta un alto relieve de piedra, donde se representa a Sant Jordi en el momento que mata al dragón.
En este caso, hablamos de un vórtice de 13500 UB en dextrógiro, como causa de que esta gruta fuese elegida para construir en ella una ermita rupestre, se localiza en el centro de este altar dedicado a San Jorge.
Covacha de las Grajas. Hundido de Armallones.
La zona en donde se encuentra el enclave conocido como “Hundido de Armallones”, se encuentra al este de la provincia de Guadalajara, en medio de un territorio de gran belleza paisajística, cargado de energía, donde el agua fluye por todas partes; además el rio Tajo, ya algo adulto, crea espacios naturales inolvidables; el “Hundido”, para los que no lo sepan, es un corte estratigráfico del suelo, desde cuya cima, a modo de terraza natural, se domina todo el territorio, a vista de pájaro.
Este lugar debió de haber formado parte de los territorios de una encomienda del Temple, donde los caballeros debieron de haber aglutinado una estrecha relación entre las tres comunidades de la España medieval (judíos, cristianos e hispano-musulmanes). No tengo noticias sobre la relación que pudiera haber entre este impresionante y mágico paraje con el convento de Santa Ana, de Albares, cuya población se encuentra a 13 Km. Al oeste de Zorita de los Canes, muy próxima al yacimiento arqueológico de Recópolis, y también sobre la margen derecha del río Tajo, aguas más abajo.
Lo que sí puedo decirte es que la célebre Bula “Omne Datum Optimun”,emitida por el pontífice Alejandro III, hace especial referencia al paraje de Ocentejo, que se encuentra a poca distancia de Armallones, sobre la orilla Derecha del Tajo; en esta Bula, el citado pontífice concedía a los templarios los derechos en tierras conquistadas al infiel, para la construcción de Iglesias y, al mismo tiempo, el derecho a celebrar los oficios en ellas (crear cementerios, etc.), bajo la única supervisión de Roma.
Pero, y aquí viene la clave , tan sólo había una objeción y es que no tales territorios recién conquistados no hubieran pertenecido anteriormente a diócesis cristianas; con lo cual, Alejandro III estaba empujando al Temple a levantar lugares de culto en enclaves anteriormente consagrados a cultos paganos, y, por lo tanto, lugares de energía y poder, donde se alzaron antes templos y altares a las divinidades precristianas. Y esta zona del corazón de Guadalajara, tan sumamente ricas en corrientes superficiales y subterráneas de aguas cristalinas, fue todo un terreno abonado para los templarios, donde los magos oficiarían sus esotéricos ritos en estrecho contacto con la madre naturaleza.
EN 10 DICIEMBRE, 2018 POR BENY NET
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