La originalidad e importancia del fondo cultural moz·rabe en esta labor de permanencia del sustrato nacional, de la cultura cristiana de la Època y su correlación con la hispano-musulmana se basa en el hecho de que los mozárabes al ponerse en relación con una raza nueva, de ideas y costumbres diferentes, asimilan y producen una nueva situación, que, sin pérdida de lo suyo, le acercan al musulmán.
Este modo de ser mozárabe, de cultura y manifestaciones propias de la misma, constituye un autÈntico ejemplo de asimilación entremezclado a la constante afirmación de su ser propio, manteniendo y alentando el sentimiento de conciencia nacional cuyo pleno desarrollo se da tras la conquista de Toledo y afirmación de la hegemonÌa polÌtica y militar de Castilla.
Esta labor de mantenimiento del sustrato nacional con la plena voluntad de recuperar la totalidad del territorio, bajo el simbolismo de la reconquista de Toledo como foco de atracción y continuidad del estado anterior, alentado por el mozarabismo, es lo que lleva a decir al eminente Profesor Vicens Vives en su obra Aproximación a la Historia de España: el mozarabismo, constituye el factor esencial en la vida histórica española durante los siglos VIII, IX y X.
Es, quizás, el elemento más decisivo de la misma, aunque parezca relegado a segundo término en la mera contemplación de los sucesos polÌtico-militares, por el hecho de la conservación del legado de Roma. Su lengua, sus ritos, su arte, su cultura, se difundieron poco a poco desde Andalucía al Norte y desde Portugal a Cataluña y Aragón.
La pervivencia de la feligresÌa mozárabe toledana a lo largo de la dominación arábiga con el mantenimiento de sus seis parroquias, existencia y sucesión de sus párrocos, conservación de sus libros, códices y misales, la vinculación de la población mozárabe circundante en el ámbito rural próximo a Toledo, a la sazón más numerosa que la de la propia ciudad, su anterior aproximación gradual al bando moderado de la corte, que incluso llevó a determinados grupos a seguir a Valencia al destronado monarca Alcadir, a más de su labor anterior de plataforma receptiva de los emigrados del Sur, como logros de su inicial etapa, constituyeron las premisas constatadas de su protagonismo que depararon las metas posteriores acaecidas tras su reconquista cristiana.
Precisamente, este clima de mantenimiento de la ortodoxia del ritual litúrgico y su práctica, permitió a lo largo del siglo XII que nuevamente la ciudad se convirtiera en el refugio de obispos y fieles mozárabes que huÌan de sus respectivos lugares peninsulares, especialmente del Sur, como así se prueba con la llegada y residencia en Toledo desde 1143 de los obispos de Medina-Sidonia, Niebla, Marchena y Málaga.
Vemos, igualmente, que la labor del mozarabismo toledano se ve reflejada en su impagable tarea llevada a cabo a través de la Escuela de Traductores en sus dos etapas netamente diferenciadas: una, la llevada a cabo a través de la Iglesia durante el siglo XII, y la más posterior dirigida por el rey Alfonso X el Sabio en el XIII.
El papel cultural que antaño protagonizara Córdoba bajo la etapa de pleno dominio musulmán se trasladó a Toledo tras su reconquista, compatibilizándose con el grado de convivencia con árabes y judíos de acuerdo con la politica de Alfonso VI de una clara inclinación a Roma y Europa.
Todos los conocimientos de la Època se transmitieron a las universidades europeas merced a la labor de la Escuela de Traductores en una labor de creciente entrega y servicio desde su fundación por el arzobispo D. Raimundo durante el reinado de Alfonso VII, nieto de Alfonso VI, marcando su cenit durante el reinado de Alfonso X el Sabio, el rey nacido en Toledo en los llamados Palacios de Galiana frente al actual Miradero, sirviéndose al mundo occidental toda la cultura oriental: astronomía, medicina, agricultura, filosofÌa, arte, etc.
Reconociendo que la mencionada Escuela de Traductores no tuvo local fijo y exclusivo, lo cierto es que buena parte de sus trabajos durante la etapa inicial tuvieron lugar en el monasterio de S. Servando cedido desde su fundación en 1086 a los monjes cluniacenses de S. Víctor venidos desde Marsella, asÌ como durante la etapa del rey Alfonso X en el propio Alcázar, dónde los sabios de diferentes procedencias llevaron a cabo su trabajo con la ayuda inapreciable de los mozárabes, que, al ser bilingues, cerraban el ciclo traductor.
En esta labor de simbiosis y convivencia de cristianos, judÌos, mudéjares y extranjeros, perduran los nombres de Gundisalvo, Juan Hispalense Gerardo de Cremona, Hernán el Dálmata, Hernán el Inglés, Daniel de Morlay, etc., que proporcionaron a la Europa de los siglos XIII y XIV las obras de Averroes, Avicena, Euclides, Avicebrón, Tolomeo, Abuqasi, etc., de las que se nutrirían las universidades europeas hasta la llegada del Renacimiento en los albores del siglo XV.
Si partimos, pues, de que la cultura mozárabe y el ser de sus comunidades constituyó la base de la conservación del Estado godo que precedió a la venida arábiga, con sus complementos de liturgia, derecho, arte, lengua, etc., ha de reconocerse obviamente que la pervivencia de las raÌces nacionales no sólo se mantienen sino que influencian en el desarrollo posterior.
La obra primitiva iniciada a través de los Concilios de Toledo y auspiciada en todo momento por la Iglesia, aglutinada alrededor del mantenimiento del ritual litúrgico como signo máximo diferenciador con los complementos de libros, códices, esculturas, etc., permitió la conservaciÛn de un estado espiritual adaptado a las nuevas circunstancias.
La conservación del ritual con sus exteriorizaciones permitió igualmente la creación de los templos, lográndose con ellos la continuación del arte nacional, netamente diferenciado del arte islámico por más que se tomaran del mismo determinadas formas en su fase postrera.
Si todo ello cabe referirlo a nivel general, es incuestionable que aparece referenciado a Toledo por ser el espejo dónde confluÌan todas las miradas. La pervivencia del ritual litúrgico así como la del Fuero Juzgo como base jurÌdica comunitaria, mantenida por encima de las sucesivas reformas alcanzó una dimensión de verdadero relieve, puesto que, al propio tiempo que convivieron en el perÌodo anterior con el dominador musulmán manteniendo Ìntegras sus peculiaridades nacionales, no dejaron igualmente después de mantener su paridad con el ritual latino y con los sucesivos ordenamientos jurídicos tales como el Fuero Real, Código de las siete partidas, Ordenamiento de Alcalá, etc., manteniendo su vigencia para los mozárabes hasta 1787.
La presión dirigida desde Roma en pro de la instauración del ritual latino llevada a cabo por los cluniacenses con los arzobispos elevados a la silla toledana, aparece plasmada en la venida de clérigos nuevos, franceses en gran número, sustitución de la letra visigoda o toledana por la francesa, traída de nuevos libros y códices, etc., determinaron sucesivos sumandos que contribuyeron a debilitar el ambiente social mozárabe propiciando nuevas orientaciones.
Asimismo la entrada de nuevas generaciones y la dispersión social como consecuencia de matrimonios, cambios comerciales, etc., ocasionaron progresiva debilidad parroquial en el número de sus feligreses
Este modo de ser mozárabe, de cultura y manifestaciones propias de la misma, constituye un autÈntico ejemplo de asimilación entremezclado a la constante afirmación de su ser propio, manteniendo y alentando el sentimiento de conciencia nacional cuyo pleno desarrollo se da tras la conquista de Toledo y afirmación de la hegemonÌa polÌtica y militar de Castilla.
Esta labor de mantenimiento del sustrato nacional con la plena voluntad de recuperar la totalidad del territorio, bajo el simbolismo de la reconquista de Toledo como foco de atracción y continuidad del estado anterior, alentado por el mozarabismo, es lo que lleva a decir al eminente Profesor Vicens Vives en su obra Aproximación a la Historia de España: el mozarabismo, constituye el factor esencial en la vida histórica española durante los siglos VIII, IX y X.
Es, quizás, el elemento más decisivo de la misma, aunque parezca relegado a segundo término en la mera contemplación de los sucesos polÌtico-militares, por el hecho de la conservación del legado de Roma. Su lengua, sus ritos, su arte, su cultura, se difundieron poco a poco desde Andalucía al Norte y desde Portugal a Cataluña y Aragón.
La pervivencia de la feligresÌa mozárabe toledana a lo largo de la dominación arábiga con el mantenimiento de sus seis parroquias, existencia y sucesión de sus párrocos, conservación de sus libros, códices y misales, la vinculación de la población mozárabe circundante en el ámbito rural próximo a Toledo, a la sazón más numerosa que la de la propia ciudad, su anterior aproximación gradual al bando moderado de la corte, que incluso llevó a determinados grupos a seguir a Valencia al destronado monarca Alcadir, a más de su labor anterior de plataforma receptiva de los emigrados del Sur, como logros de su inicial etapa, constituyeron las premisas constatadas de su protagonismo que depararon las metas posteriores acaecidas tras su reconquista cristiana.
Precisamente, este clima de mantenimiento de la ortodoxia del ritual litúrgico y su práctica, permitió a lo largo del siglo XII que nuevamente la ciudad se convirtiera en el refugio de obispos y fieles mozárabes que huÌan de sus respectivos lugares peninsulares, especialmente del Sur, como así se prueba con la llegada y residencia en Toledo desde 1143 de los obispos de Medina-Sidonia, Niebla, Marchena y Málaga.
Vemos, igualmente, que la labor del mozarabismo toledano se ve reflejada en su impagable tarea llevada a cabo a través de la Escuela de Traductores en sus dos etapas netamente diferenciadas: una, la llevada a cabo a través de la Iglesia durante el siglo XII, y la más posterior dirigida por el rey Alfonso X el Sabio en el XIII.
El papel cultural que antaño protagonizara Córdoba bajo la etapa de pleno dominio musulmán se trasladó a Toledo tras su reconquista, compatibilizándose con el grado de convivencia con árabes y judíos de acuerdo con la politica de Alfonso VI de una clara inclinación a Roma y Europa.
Todos los conocimientos de la Època se transmitieron a las universidades europeas merced a la labor de la Escuela de Traductores en una labor de creciente entrega y servicio desde su fundación por el arzobispo D. Raimundo durante el reinado de Alfonso VII, nieto de Alfonso VI, marcando su cenit durante el reinado de Alfonso X el Sabio, el rey nacido en Toledo en los llamados Palacios de Galiana frente al actual Miradero, sirviéndose al mundo occidental toda la cultura oriental: astronomía, medicina, agricultura, filosofÌa, arte, etc.
Reconociendo que la mencionada Escuela de Traductores no tuvo local fijo y exclusivo, lo cierto es que buena parte de sus trabajos durante la etapa inicial tuvieron lugar en el monasterio de S. Servando cedido desde su fundación en 1086 a los monjes cluniacenses de S. Víctor venidos desde Marsella, asÌ como durante la etapa del rey Alfonso X en el propio Alcázar, dónde los sabios de diferentes procedencias llevaron a cabo su trabajo con la ayuda inapreciable de los mozárabes, que, al ser bilingues, cerraban el ciclo traductor.
En esta labor de simbiosis y convivencia de cristianos, judÌos, mudéjares y extranjeros, perduran los nombres de Gundisalvo, Juan Hispalense Gerardo de Cremona, Hernán el Dálmata, Hernán el Inglés, Daniel de Morlay, etc., que proporcionaron a la Europa de los siglos XIII y XIV las obras de Averroes, Avicena, Euclides, Avicebrón, Tolomeo, Abuqasi, etc., de las que se nutrirían las universidades europeas hasta la llegada del Renacimiento en los albores del siglo XV.
Si partimos, pues, de que la cultura mozárabe y el ser de sus comunidades constituyó la base de la conservación del Estado godo que precedió a la venida arábiga, con sus complementos de liturgia, derecho, arte, lengua, etc., ha de reconocerse obviamente que la pervivencia de las raÌces nacionales no sólo se mantienen sino que influencian en el desarrollo posterior.
La obra primitiva iniciada a través de los Concilios de Toledo y auspiciada en todo momento por la Iglesia, aglutinada alrededor del mantenimiento del ritual litúrgico como signo máximo diferenciador con los complementos de libros, códices, esculturas, etc., permitió la conservaciÛn de un estado espiritual adaptado a las nuevas circunstancias.
La conservación del ritual con sus exteriorizaciones permitió igualmente la creación de los templos, lográndose con ellos la continuación del arte nacional, netamente diferenciado del arte islámico por más que se tomaran del mismo determinadas formas en su fase postrera.
Si todo ello cabe referirlo a nivel general, es incuestionable que aparece referenciado a Toledo por ser el espejo dónde confluÌan todas las miradas. La pervivencia del ritual litúrgico así como la del Fuero Juzgo como base jurÌdica comunitaria, mantenida por encima de las sucesivas reformas alcanzó una dimensión de verdadero relieve, puesto que, al propio tiempo que convivieron en el perÌodo anterior con el dominador musulmán manteniendo Ìntegras sus peculiaridades nacionales, no dejaron igualmente después de mantener su paridad con el ritual latino y con los sucesivos ordenamientos jurídicos tales como el Fuero Real, Código de las siete partidas, Ordenamiento de Alcalá, etc., manteniendo su vigencia para los mozárabes hasta 1787.
La presión dirigida desde Roma en pro de la instauración del ritual latino llevada a cabo por los cluniacenses con los arzobispos elevados a la silla toledana, aparece plasmada en la venida de clérigos nuevos, franceses en gran número, sustitución de la letra visigoda o toledana por la francesa, traída de nuevos libros y códices, etc., determinaron sucesivos sumandos que contribuyeron a debilitar el ambiente social mozárabe propiciando nuevas orientaciones.
Asimismo la entrada de nuevas generaciones y la dispersión social como consecuencia de matrimonios, cambios comerciales, etc., ocasionaron progresiva debilidad parroquial en el número de sus feligreses
1 Conferencia impartida en el Hotel Beatriz de Toledo al Colegio Regional de Ingenieros TÈcnicos Industriales.
JosÈ Miranda Calvo
Numerario
No hay comentarios:
Publicar un comentario