martes, 1 de septiembre de 2015

Cigarrales Históricos de Toledo: Cigarral de los Jesuitas

CIGARRAL DE LOS JESUITAS Y EL CIGARRAL DE LA CADENA 

Los jesuitas poseían a comienzos del siglo XVII un Cigarral (rica y deliciosa posesión en palabras de Martín Gamero) en Loches donde el Padre Mariana se retiraba todos los años pasados los hielos del invierno, al sentir las frescas auras de la primavera. Mariana nació en Talavera en 1536, entró en La Compañía de Jesús a los 17 años, se doctoró en teología en París de donde fue profesor. 

Desde 1574 residió en Toledo hasta su muerte en 1623. Ocupó numerosos cargos consultivos ya que era un gran erudito y polígrafo que escribió ensayos sobre numerosos temas, entre ellos una monumental Historia de España. Parte de su obra fue redactada en el Cigarral de la Compañía, además le gustaba pasear por los parajes cigarraleros que describe en latín: el Cigarral de Vargas y el de Quiroga, que conoce muy bien, los montes poblados por añosas encinas, las humildes ermitas y los monasterios, y las numerosas especies arbóreas, arbustivas y florales con que se adornan las fincas: encinas, cipreses, olivos, tomillo, violetas, lirios, rosas... Este Cigarral estaba situado en el camino a Cobisa y tenía 94 fanegas, 11 de dedicación olivarera, con 450 pies de olivos y 82 para pasto con encinas y chaparros. 

Estaba totalmente cercado de tapias de piedra y en él había una pequeña casa de 16x12 varas donde habitaba el casero, y que es donde podía pasar el verano el Padre Mariana. Los jesuitas adquirieron en el siglo XVIII dos cigarrales más, uno de 62 fanegas, era llamado de Santa Ana, quizás porque perteneció antes al hospitalito del mismo nombre, situado en la parte de La Legua situada al sur, limitando con el camino real a Sevilla y la dehesa de la Sisla de los Jerónimos. 

Tenía igualmente dedicación olivarera, situándose en él un molino de aceite; siete fanegas eran de encinar montuoso y había 160 álamos; y estaba cercado de tapias de piedra, y poseia una vivienda. Por último, pocos años antes de la expulsión de la orden, les fue dejado por cláusula testamentaria de don Alonso Medrano, presbítero beneficiado de San Lucas y comisario titular del Santo Oficio, el llamado Cigarral de la Cadena, para que sirviera como casa de ejercicios y retiro espiritual, que se ha mantenido hasta nuestros días. 

Dado que es un Cigarral histórico, merece que nos detengamos en él. No sabemos su origen exacto, pero debió existir en el siglo XVII, pues la canalización que le surtía de agua venía del Cigarral de Pisa, que, como hemos visto, ya estaba en el lugar a comienzos de ese siglo. Pero tenemos bastantes más noticias del Cigarral en los siglos XVIII y XIX. En la segunda mitad del XVIII el Cigarral de la Cadena pertenecía al presbítero Alonso Medrano; estaba situado en el sitio de la Bastida y tenía 9 fanegas de extensión. 

Su explotación de albaricoques era de 2.060 árboles, perales siendo residuales sus 38 olivas y testimoniales los 5 álamos negros. Tenía además algunos almendros, perales, manzanos y ciruelos, más para consumo propio, por ser escaso su número, que para comercializarlos.

Estaba rodeado de tapias de tierra y piedra, y en su interior había una casa de una planta bastante grande, de 37 varas de frente por 17 varas de fondo, rodeada de emparrados y rosales, que se componía de una lonja de entrada desde donde se accedía por una parte a la cocina con su pozo, y por la otra a una sala grande, con alcoba y comedor, que daba a un gran patio abierto en el que existía otro emparrado con una armadura de madera con una cadena de hierro, de la que parece deriva el nombre del Cigarral, y una fuente con taza y pilón de piedra, y junto a ella un cenador. 

Además, alejados de la vivienda, disponía de elementos útiles para la explotación como cuadra, palomar, gallinero y corral, todo ello cercado. Según el catastro de Ensenada la vivienda se destinaba para habitación del guarda del Cigarral, cosa que no impedía, debido a su gran superficie y su lujosa distribución, que se dispusiera para vacación estival de los dueños, en este caso los jesuitas. Como todos los cigarrales, también sufría de escasez de agua, que tenía que ser traída, a través de cañerías, del Cigarral de enfrente, que pertenecía al párroco de la iglesia de Santa Justa y Rufina y que estaba obligado a facilitársela. 

En un interesante documento del siglo XVIII, los jesuitas, ya dueños del Cigarral, piden a dicho párroco que “en brevísimo tiempo repare y componga la cañería que está abirta por dicha parte: que no use el agua sino para lo preciso y solo uso de la casa, que no tenga jardín o vergel al pie de la fuente, que se demuela el lavadero que tiene la cigarralera para lavar la ropa; que si faltase el agua –como muchas veces ah faltado por esta ciudad- se franqueen las puertas para entrar a reconocer la causa (...)” 76 

Tras la disolución y expulsión de la Compañía de Jesús, el Cigarral fue vendido a un personaje de apellido Romo, del que lo heredan sus hijas y, a través de ellas, su nieto Rafael Romo de Segovia, subteniente del Regimiento de Dragones de Pavía, quien lo vende por 27.000 reales a don Esteban Manuel García Pacheco el 28 de abril de 1786 ante el notario Ramón Martínez Díaz. Debió ser una venta apremiada, ya que unos años más tarde, en 1798, existe una tasación realizada por Francisco Jiménez, alarife y aparejador, del Cigarral del que se dice tiene en esa fecha 936 frutales y 746 almendros (como vemos se ha cambiado el cultivo equilibrando los frutales con los almendros), por 40.000 reales. 

A través de ella podemos saber que se han realizado obras de remodelación, levantado de nuevo las tapias y haciendo una entrada monumental de fábrica (que hoy se conserva), y enfrente de ella una fuente. Mantienen la estructura de la construcción original con el salón y la cocina, pero ahora está todo ello revocado y pintado, se ha hecho una segunda vivienda para los cigarraleros. 

Esteban Manuel García Pacheco vendió el Cigarral a Basilio Sesé en 1801, personaje especulador que había adquirido también el que estaba enfrente, del que se traía el agua, de la parroquia de Santas Justa y Rufina por la primera desamortización de Obras Pías, realizada por Manuel Godoy en 1802, y el de Solanilla de la capellanía de San Blas de la parroquia de San Justo, y que liquidó en 1816. Basilio Sesé volvió a vender el Cigarral en esa fecha a Rafael Envías por 48.989 reales, el de Solanilla, denominado el Chico por 14.357 y el de Santa Justa por 36.652 reales, estos dos últimos los adquirieron Manuel de Menoyo y su mujer Tomasa González de Salinas. 

No disponemos de la secuencia de ventas. El 31 de mayo de 1874 toman posesión de él los herederos de María de la Concepción Sedeño y Baldivia, quienes lo venden en 1880 a Camilo Orgaz Sánchez, vecino de Madrid por 18.000 reales (4.500 pesetas).

El Cigarral cambió de nombre, denominándose Pintado; se siguió cultivando frutales, con 800 árboles de albaricoques y almendros, pero han aumentaron las olivas a 320 pies, construyéndose para su explotación un molino de aceite y un almacén con tinajas. Actualmente se mantienen las dos casas existentes desde la segunda mitad del siglo XVIII.

http://abierto.toledo.es/open/urbanismo/03-CIGARRALES/Memoria/Historico.pdf

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