TOLEDO.
Por fin se han desvelado los secretos, por fin se abrieron las rejas y se pudo ver el trabajo arqueológico emprendido en la Vega Baja en los últimos años, una zona inmersa en un proceso polémico-político que empieza a ofrecer los primeros datos reales, después de siglos en los que los investigadores sólo contaban con textos y documentos históricos sobre la presencia del reino visigodo en estas tierras.
El éxito obtenido -se han cubierto las alrededor de 600 plazas ofertadas en las Jornadas de Puertas Abiertas que concluyeron ayer- han obligado a la empresa Toletum Visigodo a repetir experiencia la próxima semana. El jueves 16 y el viernes 17 se podrá visitar el yacimiento previa reserva, aunque dos días se antojan pocos ante el interés suscitado.
Pero, ¿qué se puede ver en la Vega Baja?
Por primera vez desde que se iniciase una actuación global en los terrenos, los gestores de los mismos han informado ampliamente sobre este respecto.
Los investigadores inmersos en el proyecto arqueológico consideran que se trata de un yacimiento «de gran magnitud por su tamaño y de enorme interés por su contenido». En él ya asoman los primeros basamentos de edificios monumentales, cuyas principales piezas arquitectónicas, columnas, capiteles, sillares, etc... fueron sistemáticamente expoliadas y reutilizadas en muchas edificaciones del Casco Histórico.
Como explicó recientemente el profesor Lauro Olmo, el yacimiento arqueológico de Vega Baja no es sino una parte de la ciudad de Toledo, denominada en las fuentes medievales como «sub urbe Toletana» (geográficamente a una cota más baja que la ciudad, de donde viene la expresión «suburbio», pero sin connotaciones peyorativas).
Responde en su nacimiento a la expansión urbanística propia de una monarquía (la visigoda) que intenta desarrollar un programa urbanístico a imitación de la monarquía romana (en aquel momento, Bizancio); su desarrollo y máximo apogeo coincide con su función como sede del reino de Toledo, y su desaparición está en relación con el traslado de la capitalidad a la Córdoba emiral tras la ocupación musulmana.
Del sigo VI al VIII
En la cota excavada hasta el momento se aprecian varios aspectos como restos de viviendas de época visigoda (desde el 578 y hasta inicios del siglo VIII), con amplios espacios que remiten a la casa romana, y restos de viviendas andalusíes correspondientes a las primeras fases de ocupación islámica de la Península (siglos VIII y IX).
En general, «según lo descubierto hasta la fecha, se conservan los zócalos y la mayoría de las cimentaciones, ya que la mayor parte de sus muros estarían construidos con adobes y tapial que, erosionados, configuran la mayor parte de la tierra que los tapa ahora», informan desde Toletum Visigodo.
Se pueden ver igualmente restos de edificaciones singulares (lienzo de muralla, complejos termales, estructuras hidráulicas, complejo público, etc.) que conviven con estructuras excavadas para el aprovechamiento de los recursos abandonados (fosas de expolio, sacatierras, basureros, etc.).
Hay también restos del cementerio islámico (maqbara) de época omeya (hacia el 900) junto al que, según las crónicas, asentó inicialmente su campamento Ab-al-Rahman III cuando sitió la ciudad en el año 930.
En las viviendas se pueden ver sus muros, con las puertas de acceso, suelos de diferente tipo, hogares, derrumbes, acopios de materiales...
Además, la colección de objetos hallados, algunos de los cuales se pueden ver en la exposición montada hasta el día 24 en la Fábrica de Armas, es muy amplia. Destaca entre todas las vasijas y monedas otros objetos como la cruz que sirve de distintivo a la Vega Baja, una llave de arcón, relieves, capiteles...
Todo esto es posible gracias a la «minuciosa» labor que llevan a cabo los arqueólogos a pie de campo, un trabajo necesariamente lento, como reconoció Ricardo Izquierdo, otro de los responsables del estudio.
Estas labores consisten en la excavación en área por niveles estratigráficos, registro arqueológico minucioso y detallado de todas las evidencias, interpretación de la secuencia histórica del yacimiento, tratamiento informático de los datos para su archivo y posteriores interpretaciones etc. Con esta metodología, la intervención busca tres objetivos principales: La conservación, la investigación y la puesta en valor de sus restos.
El futuro y la historia
Con la mirada puesta en el futuro se está realizando un mapa de riesgos para prevenir y garantizar la conservación a largo plazo. Igualmente, los trabajos girarán en torno a la construcción del Museo y Centro de interpretación de la Vega Baja.
Pero si interesantes son los hallazgos realizados y su puesta en valor, los amantes de la historia encontrarán apasionante el relato de los acontecimientos que allí se sucedieron con el devenir de los tiempos.
Para empezar, en las más de cincuenta hectáreas de la Vega Baja se ha localizado un poblamiento ocasional en la Edad de Bronce y las excavaciones realizadas en el Circo Romano evidencian que, antes del siglo I d.C., pudo tener un uso relacionado con actividades mercantiles y públicas.
En época romana tuvo una ocupación de la que quedan restos importantes. El Circo es uno de los mejor conservados de la Hispania romana y el único del siglo I que se mantiene sin grandes reformas.
Fue el rey Atanagildo el que fijó definitivamente la sede de la corte en Toledo a mediados del siglo VI. Durante el reinado de Leovigildo la ciudad adquiere de manera efectiva su condición de sede regia. Cabe imaginar la Vega Baja como un lugar propicio para el boato de la corte con el desfile de tropas y con el obispo bajando de su sede en Toletum (Casco Histórico) para bendecir al ejército antes de alguna batalla.
En esta época se levantaría, probablemente, un conjunto palatino con iglesia y ceca, probablemente una iglesia para el obispo arriano que posteriormente se consagraría al rito católico y sería la catedral de Santa María. Según algunos autores, el suburbio fue el lugar elegido para la construcción del complejo palatino visigodo, que los expertos localizan bajo la clínica Fremap y la zona del yacimiento colindante.
Tras la derrota de don Rodrigo, último rey visigodo, a manos de los musulmanes en la batalla de Guadalete, la monarquía visigoda desapareció y Toledo, el 11 de noviembre del año 711, cuando, según la tradición, Tariq entró en ella, dejó de ser la ciudad real y sede de la corte que durante siglo y medio había sido, para pasar a ser una ciudad más de la nueva entidad política que se iba a constituir, al-Andalus, aunque siempre de las más destacadas (de hecho, los geógrafos musulmanes hablarán de ella como la Ciudad de los Reyes).
Después de la conquista cristiana en 1085, los almorávides y almohades sometieron a la ciudad a numerosos asaltos durante el siglo XIII, por lo que la vega como zona insegura queda fuera del proceso de consolidación de la ciudad en este período. La zona se utiliza como necrópolis con espacios diferenciados según las comunidades. La comunidad islámica -convertida en mudéjar- utiliza la zona del circo hasta el siglo XV.
En la zona del Pradillo de San Bartolomé, al oeste, se sitúa el fonsario judío y junto a la ermita de San Idelfonso y de Santa Leocadia el cementerio cristiano de la comunidad mozárabe.
El complejo visigodo de Santa Leocadia dio lugar a dos templos: el de Santa Leocadia que en 1121 estaba ruinoso y en 1162 se restauró para una comunidad de canónigos regulares y el de San Ildefonso del que sabemos que existía en 1209 y tuvo culto durante la Edad Media.
La iglesia de San Pedro y San Pablo pretoriense (que se localiza en el complejo palatino) se recuperan para el culto llamándose San Pedro el Verde desde 1124. Posteriormente, esta iglesia se cita como monasterio y desde el siglo XIV como ermita extramuros hasta su desaparición a comienzos del siglo XIX.
En el plano de Arroyo Palomeque, de principios del siglo XVIII, la Vega aparece como un lugar amplio en el que se conservan algunas edificaciones.
A finales del XVIII y con la llegada del gobierno ilustrado de Carlos III, su proyecto de modernización industrial del país creará en Toledo la Real Fábrica de Espadas.
A finales del XVIII y con la llegada del gobierno ilustrado de Carlos III, su proyecto de modernización industrial del país creará en Toledo la Real Fábrica de Espadas.
Huertas en el XIX
A comienzos del siglo XIX las tropas francesas ocupan como cuartel el convento de San Bartolomé que será incendiado y demolido en 1845.
Las ermitas de San Ildefonso y del Cristo de la Vega (antigua ermita de Santa Leocadia) sufrieron daños pero fueron restauradas para capilla del cementerio del Hospital de la Misericordia y del nuevo de capitulares catedralicios hasta que en 1836 se decidió la construcción del Cementerio General en el extremo norte de la Vega Baja.
En 1813 se destruyó también el Brasero de la Vega a la entrada de la Constitución de 1812 que abolió la Inquisición.
Las ermitas de San Ildefonso y del Cristo de la Vega (antigua ermita de Santa Leocadia) sufrieron daños pero fueron restauradas para capilla del cementerio del Hospital de la Misericordia y del nuevo de capitulares catedralicios hasta que en 1836 se decidió la construcción del Cementerio General en el extremo norte de la Vega Baja.
En 1813 se destruyó también el Brasero de la Vega a la entrada de la Constitución de 1812 que abolió la Inquisición.
Los planos del siglo XIX y XX de Toledo muestran en la Vega Baja una zona de explotaciones agrícolas y ganaderas. La primera urbanización de la zona fue la construcción del paseo de los Canónigos sobre las ruinas del Circo Romano en dirección al Cristo de la Vega.
Tras la Guerra Civil, se construyó un conjunto de viviendas en la avenida de la Reconquista dejando libre la amplia zona de la Vega Baja.
Tras la Guerra Civil, se construyó un conjunto de viviendas en la avenida de la Reconquista dejando libre la amplia zona de la Vega Baja.
A finales del siglo XX se inicia el proceso para la urbanización de la zona con la compra de los terrenos al Ministerio de Defensa. Tras muchas dificultades y con el beneplácito del Estado y la Junta de Comunidades, el Ayuntamiento aprueba un proyecto para la construcción de 1.300 viviendas y la necesaria ordenación de los terrenos.
En 2006, el presidente regional, José María Barreda, da marcha atrás, paraliza los trabajos y anuncia la creación de un yacimiento arqueológico y la declaración de la zona como Bien de Interés Cultural.
F. M. DOMÍNGUEZ
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