La reconquista o "toma a moros", por decirlo con un lenguaje medieval, de Santa Olalla se produjo en el año 1083 por el rey Alfonso VI, conjuntamente con las villas de Escalona y Maqueda, siendo estas las primeras villas reconquistadas en la zona dos años antes que la ciudad de Toledo.
Encontramos un romance castellano de autor anónimo que hace mención a este suceso, “El Romance del Rey que ganó Toledo”.[1]
La versión más antigua que se conoce es un pliego poético impreso en el siglo XVI conservado en la Universidad Nacional de Praga. No se conocen versiones manuscritas, existen dos posibilidades sobre su origen pudo ser tomado de la tradición oral con las evidentes correcciones o fue compuesto por algún romancista del siglo XVI con material tomado de las crónicas.
Como impreso circulo en pliegos sueltos e incluido en varios romanceros.[2]
El texto tiene un doble argumento primero describe las conquistas del rey Alfonso VI en el área geográfica del Tajo y segundo el incidente protagonizado por la Reina Constanza y el arzobispo don Bernardo para cristianizar la mezquita de Toledo a espaldas del rey.
A continuación reproducimos el facsímil de la primera parte del romance y la transcripción completa de todas las estrofas del romance. Por último un curioso plano en el que se sitúan todas las poblaciones que aparecen mencionadas en el romance.
Ese buen rey don Alfonso
el de la mano horadada,
después que gano a Toledo
en él puso su morada.
De do gano los lugares
de moros que ende fincaban:
Montalbán y Talavera,
Oropesa y Mejorada.
Y la villa de Escalona,
a Maqueda y Santa Olalla.
Gano a Canales y a Illescas,
Madrid y Guadalajara,
Alcalá y Tordelaguna,
A Uceda y a Salamanca.
Gano a Buitrago y Atienza,
a Sigüenza y a Berlanga,
y gano á Medinaceli,
y gano toda la Alcarria.
Esto fue aquende el río
que ahora Tajo se llama,
sin otros muchos lugares
que allende el rió ganara.
Luego enganando el lugar
de cristianos le poblaba,
luego le hace su iglesia
luego le pone campanas;
Dexólos fortalecidos
y a Toledo se tornara.
Elegido a un arzobispo,
don Bernardo se llamaba,
hombre de muy santa vida
de letras y buena fama.
Y de que lo hubo elegido
por nombre le intitulaba,
Arzobispo de Toledo,
Primado de las Españas;
Todo cuanto el rey le diera
se lo confirmara el Papa.
Desque ya tuvo el buen rey
esta tierra sosegada,
a la reina su mujer
en gobernación la daba;
Fuese a visitar su reino,
fue a Galicia y su comarca.
Después de partido el rey,
la reina doña Constanza
viendo su marido ausente
pensamientos le aquejaban,
no de regalos de cuerpo,
mas de salvación del alma.
Estando así pensativa
el arzobispo llegara,
en llegando el arzobispo
desta manera le habla:
- Don Bernardo, ¿qué haremos,
Que la conciencia me agrava
de ver mezquita de moros
la que fue iglesia santa;
Donde la reina del cielo
solía ser bien honrada?
¿Qué modo dice, tenemos
que torne a ser consagrada,
que el rey no quiebre la fe
que a los moros tiene dada?
Cuando esto oyó el arzobispo
de rodillas se hincaba,
alzó los ojos al cielo
las manos puestas hablaba:
- Gracias doy a Jesucristo
y a su Madre Virgen santa,
que salís, reina, al camino
de lo que yo deseaba.
Quitémosela a los moros
antes hoy que no mañana,
no dejéis el bien eterno
por la temporal palabra.
Ya que el rey se ensañe tanto
que venga a tomar venganza,
perdamos, reina, los cuerpos,
pues que se ganan las almas.
Luego aquella misma noche
dentro en la mezquita entraba,
limpiando los falsos ritos
a Dios la reedificaba;
Diciendo misa este día
el arzobispo cantada.
Cuando los moros lo vieron
quejas al rey le enviaban,
mas el rey cuando lo supo
gravemente se ensañaba.
A la reina y al prelado
malamente amenazaba,
sin esperar más consejo
a Toledo caminaba.
Los moros que lo supieron
luego consejo tomaban,
sálenselo a recibir
hasta Olías y Cabañas.
Llegados delante el rey
de rodillas se hincaban:
- Mercedes, buen rey, mercedes.
Dicen, las manos cruzadas,
mas el rey que así los vio
uno á uno levantaba:
- Calledes, buenos amigos
que este hecho me tocaba,
quien a vos ha hecho tuerto
A mi quebró la palabra;
Mas yo haré tal castigo
Que aina habreis la venganza.
Los moros cuando esto oyeron
en altas voces clamaban:
- Merced, buen señor, merced,
la vuestra merced nos valga:
si tomáis venganza de esto
a nos costará bien cara,
quien matare hoy a la reina
arrepentirse ha mañana.
La mezquita ya es iglesia,
no nos puede ser tornada,
perdonedes a la reina
y a los que nos la quitaran;
Que nosotros desde ahora
os alzamos la palabra.
El buen rey cuando esto oyera
grandemente se holgara,
dándoles gracias por ello
perdido ha toda la saña.
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