Asedio del Alcázar de Toledo
Soldados republicanos durante el asedio.
Fuerzas en combate
1ª División Orgánica
• Apoyo artillero
• 2-3 tanquetas
Aviación Republicana
• Apoyo aéreo Fuerzas sublevadas
• 2 piezas de artillería
Bajas
Elevadas • 48 muertos
• 438 heridos
• 22 desaparecidos
Durante el
19 y el
20 de julio, el
Ministerio de Guerra del
Gobierno republicanohizo varios intentos para obtener munición en la Fábrica de Armas de Toledo. Cada vez que era requerida la munición, el coronel Moscardó rehusaba entregarla, por lo que fue amenazado con que fuerzas provenientes de
Madridserían enviadas contra él.
Fuerzas sublevadas
Los defensores del Alcázar eran 800 hombres de la
Guardia Civil,
5 8 cadetes de la Academia de Infantería, 1 de la de Artillería y 110 civiles. Las armas de las que disponían eran según el relato de Moscardó:
Se contaba con el armamento de la
Guardia Civil, Academia, Escuela de Gimnasia y Guardias de Asalto y Seguridad;
800.000 cartuchos de fusil y
ametralladora (procedentes de las Fábricas de Armas);
200 petardos pequeños de trilita;
50 granadas rompedoras de 7 cm;
50 granadas de
mortero Valero de 51 cm;
50 disparos de rompedora;
13 fusiles ametralladores, de la misma marca y calibre, todo en uso por los alumnos en sus prácticas;
4 cajas de granadas de mano Laffite —ofensivas, 200—;
2 piezas de montaña de 7 cm;
1 explosivo eléctrico;
1 mortero de 50 mm;
1 caja de
granadas de mano —incendiarias, 25—. Pero los oficiales y la Guardia Civil habían logrado traer munición abundante.
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Aproximadamente 670 civiles (500 mujeres y 50 niños
7 ) vivieron en el Alcázar durante el asedio. Muchos de éstos eran familiares de los miembros de la Guardia Civil mientras que otros se habían refugiado allí desde diversas partes de la ciudad para salvar sus vidas de los milicianos anarquistas y socialistas. Las mujeres no participaron en la defensa del Alcázar, por su seguridad no se les permitía ni siquiera cocinar o curar a enfermos y heridos. Sin embargo, su presencia en el Alcázar elevó el
valor de los hombres para continuar en la defensa. Los civiles que se encontraban dentro del Alcázar estuvieron a salvo de los ataques de las tropas gubernamentales, excepción hecha de los rehenes que los sitiados tomaron en sus salidas del Alcázar y que no salvaron la vida. Las cinco muertes de civiles afines a los sublevados que hubo fueron por causas naturales. Hubo dos
nacimientos durante el sitio.
El Alcázar se había convertido para ambos bandos en símbolo y cuestión moral. El fracaso ante el Alcázar fue un duro golpe para el bando republicano y una inyección de moral para el nacional.
Esquema de la destrucción del Alcázar de Toledo por la artillería republicana.
La declaración de «Estado de Guerra» fue leída por el capitán Vela Hidalgo, de la Academia Militar, a las 7 de la mañana en
Zocodover, la plaza principal de
Toledo. Se dieron órdenes para el arresto de conocidos activistas de
izquierda de Toledo, pero solamente detuvieron al maestro de la prisión local,
Francisco Sánchez López de la Torre, que había preparado a Luis Moscardó para oposiciones, y a algunos militantes de base. Moscardó nombró a un nuevo gobernador civil, el notario
Justo del Pozo Iglesias, pues el anterior, Manuel Mª González, se refugió en el Alcázar con su familia.
Los sublevados distribuyeron fuerzas por la ciudad: Hospital de Tavera, Fábrica de Armas, Convento de los Carmelitas Descalzos, Bancos, Ayuntamiento,
Catedral, Plaza de Zocodover, Correos, Teléfonos, Matadero, Cuartel de Asalto (Plaza de Padilla), Prisión Provincial, puertas de la muralla y puentes sobre el Tajo. Los guardias civiles llenaron camiones de munición en la Fábrica de Armas con destino al Alcázar. El
Ministerio de la Guerra ordenó el bombardeo aéreo de los sublevados; a las 18 horas, el último de los camiones fue alcanzado de lleno cuando estaba llegando a su destino.
Las tropas republicanas enviadas de Madrid, avanzadillas de la columna del
general Riquelme, primero llegaron al
Hospital de Tavera, donde fueron rechazadas por las fuerzas al mando del Comandante
Ricardo Villalba Rubioprofesor de la
Escuela Central de Gimnasia y sobrino del General
José Riquelme López-Bago. Dicho comandante ostentaba, desde las 18:00 horas de la tarde del día 17 de de julio, el mando de tres capitanes, cuatro tenientes, un alférez, cuatro sargentos y 32 de tropa, guarnición que fue reforzada por un destacamento de la Guardia Civil con 40 hombres y dos oficiales. Al amparo de estas fuerzas se acogieron mujeres, niños, algunos huérfanos, hombres enfermos, las hermanas de la Caridad del Hospital y el capellán del mismo: en total 60 personas no combatientes.
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Estratégicamente, la posición defendida por dicho comandante era imprescindible para que la Guardia civil, que se encontraba en la fábrica de Armas, pudiera subir la munición al reducto del Alcazar.
9 Los defensores del Hospital de Afuera recibieron a las tropas del general Riquelme con fuego de ametralladora, rechazándolos. Poco después, uno de los carros de combate que acompañaban a la columna atacante se lanzó al asalto del hospital y el Comandante Villalba, junto con el capitán Badenas, salieron del Hospital y lanzaron cargas explosivas que inutilizan el vehículo.
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Parada la ofensiva, el Comandante Villalba ordenó la retirada al Alcazar que se hizo de forma ordenada y sin perder un solo elemento bajo sus órdenes.
11 Tras el fracaso ante el Hospital de Tavera, la fuerza del General Riquelme se dirigió a la Fábrica de armas. Un destacamento de 200 guardias civiles estacionado en la Fábrica de Armas empezó a negociar con los republicanos. Durante estas conversaciones, la Guardia Civil envió carros cargados con la munición de la fábrica al Alcázar antes de evacuar y destruir la fábrica. Riquelme telefoneó esa noche al sublevado Moscardó conminándole a rendirse.
22 de julio – 13 de agosto de 1936
Milicianas republicanas durante el Asedio del Alcázar de Toledo durante la Guerra Civil Española
El
22 de julio está ya en Toledo la columna madrileña: dos compañías de infantería,
guardias de asalto, una batería de 105mm y un número indeterminado de milicianos ácratas de las «Águilas Libertarias»; además, una compañía de ametralladoras del
Regimiento León nº 2 y milicianos del Colegio de Abogados de Madrid, lo que hace un total aproximado de 2500 hombres, frente a los 1250 del Alcázar, en su mayoría profesionales de la milicia. Controlaban la mayor parte de Toledo hacia las 20 horas, y comenzó a organizarse el cerco en torno al Alcázar. Esa noche el
ministro de Instrucción Pública,
Francisco Barnés, volvió a apelar a Moscardó, para que se rindiese.
El
23 de julio el Coronel Moscardó recibió la llamada del representante del Frente Popular, el jefe local de
Izquierda Republicana y secretario del colegio de abogados de Toledo
12 Cándido Cabello quien le conminó a rendirse advirtiéndole que de no hacerlo así, su hijo Luis, quien había sido detenido, sería fusilado.
Las fuentes del
bando sublevado (confirmadas por numerosos testimonios) tienen un tono heroico, lacónico, patriótico y religioso al hablar del contenido de la conversación (posteriormente se le llegó a comparar con
Guzmán el Bueno). Los testimonios de quienes escucharon la conversación junto a Cándido Cabello coinciden con los anteriores con la excepción del de Bernardino García Rojo, que el 26 de noviembre de 1940 hizo una declaración escrita que concordaba con todas las anteriores,
13 pero que entrevistado por Isabelo Herreros varias décadas más tarde dio una versión completamente distinta, en la que aseguraba que Moscardó tuvo no uno, sino tres interlocutores, entre ellos él mismo, que fue quien le informó de que su hijo Luis se encontraba detenido "pero sin dar a entender ningún tipo de amenaza sobre el mismo."
Al final de la entrevista García Rojo explicó que en 1940 "en mi declaración jurada, años después en la cárcel, me hice responsable único de la conversación",
14 afirmación que merece la pena destacar, puesto que no fue así: en su declaración de 1940 decía lo mismo que todas las demás personas presentes durante el diálogo Moscardó-Cabello y en ningún momento afirmó que hubiese hablado con Moscardó.
La amenaza de matar a Luis Moscardó no se materializó de momento sino que fue enviado a la Prisión Provincial (acusado al parecer, de ser hijo del Coronel Moscardó) pero un mes después de estos hechos, tras un bombardeo aéreo, los milicianos asaltaron la prisión, lo incluyeron en unasaca de, al menos, cuarenta prisioneros y fue fusilado.
15 Por otra parte, el presidente de la Diputación hizo todo lo posible por proteger a la esposa y al hijo menor de Moscardó, Carmelo, durante los meses del Toledo revolucionario.
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Los historiadores
Herbert Southworth17 e
Isabelo Herreros18 dudan de la versión oficial sobre la conversación y el fusilamiento, y añaden como datos nuevos que Luis Moscardó tenía tendencias liberales y que su entrada en el registro del cementerio de Toledo tuvo carácter retroactivo (Herreros dice que fue en abril de 1956 cuando su cuerpo se trasladó a la cripta del Alcázar junto a la de su padre recientemente fallecido). Después de la aparición de ambos libros se publicó la obra de
Alfonso Bullón de Mendoza y
Luis Eugenio Togores El Alcázar de Toledo: final de una polémica
19 en la que en base a una exhaustiva investigación bibliográfica y numerosa documentación inédita, entre la que cabe destacar las cartas escritas por Moscardó a su mujer a lo largo del sitio, y su diario personal, queda claro que Moscardó habló con un sólo interlocutor y que éste le amenazó con fusilar a su hijo si no rendía el Alcázar.
Hay que señalar que ya muchos años antes, en su libro The Yoke and the Arrows,
20 el periodista norteamericano Herbert L. Matthews había dudado de la versión tradicional de la defensa del Alcázar y la conversación de Moscardó con su hijo, pero que se retractó públicamente tras la publicación de la documentada obra que en respuesta publicó el también periodista Manuel Aznar.
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El
24 de julio los sitiados realizaron una salida para conseguir alimentos. Posiblemente bajo la influencia de las amenazas efectuadas contra Luis Moscardó efectivos de la guardia civil asesinaron al Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Toledo, el ex-diputado, periodista y líder histórico de la
UGT-
PSOE Domingo Alonso Jimeno, que se resistió a sus captores y fue muerto en plena calle, cerca de su vivienda de la calle de la Sierpe, mientras veía cómo arrastraban a su mujer y a su hija al Alcázar. Tales detenciones no fueron del agrado del coronel Moscardó, tal y como dejó escrito en una de las cartas a su mujer: "ayer en una salida que se intentó hacer para requisar víveres, la Guardia Civil tuvo la malhadada ocurrencia de detener a la familia del Concejal Domingo Alonso y traerlos detenidos en rehenes. Me desagradó hasta el extremo, pues creerán que la salida fue únicamente para cogerlos como garantía y yo no soy capaz de hacer eso, es más, me repugna y de buena gana los soltaba; aquí están bien cuidados y atendidos en lo que cabe, por lo menos igual que las familias de los Guardias."
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En las Cartas a su mujer, el coronel Moscardó confiesa pasar por varios episodios depresivos, que él llama «blandura»; varias veces confiesa a su esposa que no se suicidará, y surgen por doquier reflexiones religiosas, pues la rutina diaria de las familias católicas no se alteró durante el asedio en el interior de la fortaleza. La capacidad de mando de Moscardó, unánimemente refrendada por sus apologistas, es puesta en duda por algunos historiadores,
23 que sostienen que el verdadero artífice de la defensa del Alcázar fue el teniente coronel de la Guardia Civil
Pedro Romero Bassart. Sin embargo, ninguno de los diarios publicados (algunos muchos años después de la muerte de Moscardó) por quienes participaron en la defensa del Alcázar, es decir, por quienes fueron testigos presenciales y protagonistas de los hechos, pone en duda el papel que jugó en la defensa.
El
25 de julio, ante la imposibilidad de comunicarse por radio por falta de electricidad, el capitán Luis Alba Navas salió del Alcázar con la intención de enlazar con las tropas del general Mola y hacerles ver que la rendición del Alcázar difundida por
Unión Radio de
Madridese día era completamente falsa. Para pasar inadvertido se vistió con un mono azul de miliciano. En las proximidades de
Torrijos fue reconocido por un antiguo soldado que había estado a sus órdenes; lo apresaron y fue ejecutado cerca de
Burujón.
A Riquelme le sucede en el mando de la plaza el teniente coronel de infantería Francisco del Rosal, y a éste el comandante Ulibarri a finales de julio. El gobierno de la República trasladó a Toledo piezas de artillería de gran calibre. Se confiaba entonces en un pronto desenlace, pues la situación en el Alcázar era dramática: los alimentos escaseaban, el agua estaba racionada y la moral estaba muy baja. Se producían suicidios y deserciones (en la segunda semana de agosto ya habían huido de la fortaleza 23 personas para unirse a las filas republicanas). La moral se intentaba mantener con la publicación de un periódico tirado a
multicopista,
El Alcázar, a cargo del dirigente del Partido Radical Amadeo Roig.
14 de agosto–17 de septiembre de 1936
El escritor y periodista soviético
Mijaíl Koltsov, en el centro, contemplando el asedio republicano.
El
14 de agosto, los republicanos cambiaron de táctica después de constatar que las defensas de la zona norte del Alcázar habían sido notablemente reducidas. Durante las 5 semanas siguientes, los republicanos atacaron once veces la casa del Gobierno Militar, pero fueron repelidos en cada uno de ellos.
Si hubieran capturado la casa del Gobernador Militar, habrían podido ubicar en masa a un gran número de tropas a sólo 40 metros del Alcázar. No obstante, la mayoría de los milicianos carecía de instrucción militar y desperdiciaban municiones disparando vanamente
fusiles y arillería ligera contra los gruesos muros del Alcázar.
En tanto el Alcázar era una fortaleza excavada en roca, un ataque terrestre eficaz debía basarse en la
artillería pesada y en explosivos, pero los milicianos carecían de tales armas así como de líderes militares que les dirigieran en su uso.
El
20 de Agosto el comandante
Víctor Martínez Simancas funda el cuadernillo de noticias del Alcázar, que ayudaba a mantener la moral y el espíritu de combate de los encerrados tras los muros de la fortaleza y que posteriormente se convertirá en el Diario de tirada Nacional El Alcázar.
Dicha hoja informativa, embrión del diario El Alcázar, elaborada por los asediados como hoja informativa diaria en la que recogían con precisión quirúrgica los hechos acaecidos, aderezados de diversos comentarios, informaciones y consignas, fue vital para mantener alta la moral y la buena organización en el interior de la fortaleza.
25
El
9 de septiembre, un enviado de los republicanos, el
Comandante Rojo entró en el Alcázar para hablar con el Coronel Moscardó acerca de una posible rendición. El Coronel la rechazó, pero pidió un
sacerdote para
bautizar a dos niños recién nacidos durante el asedio y también para decir
misa.
Vázquez Camarasa, canónigo magistral de Madrid con ideas izquierdistas, entró en el Alcázar la mañana del
11 de septiembre y confesó a los sitiados. Esa tarde, Rojo habló con Moscardó acerca de una posible evacuación de las mujeres y los niños. Las mujeres unánimemente contestaron que no querían rendirse y que estaban dispuestas a empuñar las armas para defender el Alcázar.
26 Camarasa murió exiliado en
Burdeos,
Francia, en
1946.
El
embajador chileno en España, Aurelio Núñez Morgado, habiendo oído que los anteriores intentos de rendición habían resultado fallidos, fue el
13 de septiembre a intentar la rendición del Alcázar. El coronel Moscardó envió a su ayuda de campo para saludar al embajador por un altavoz y para decirle que le prestarían atención sólo si el mensaje se cursaba «a través del Gobierno Nacional de Burgos». A partir de ese momento ya no hubo diálogo.
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18 de septiembre de 1936
Desde el
16 de agosto, los republicanos habían estado cavando dos
minas en la parte sudoeste del Alcázar. La mañana del
18 de septiembre, las minas fueron detonadas por orden de
Francisco Largo Caballero,
28 destruyendo completamente la torre sudoeste del edificio y matando a los dos defensores que se encontraban en ella.
Aproximadamente 10 minutos después de la explosión, los republicanos lanzaron cuatro ataques contra el Alcázar con la ayuda de carros blindados y
tanques. El ataque fracasó a causa de la enconada resistencia de los defensores pero los republicanos respondieron con continuos bombardeos de artillería durante la noche y durante todo el día siguiente. Además, los escombros de la torre sudoeste fueron en realidad un obstáculo para los atacantes pues sirveron como buen parapeto para que los sitiados se escondieran hábilmente entre las ruinas e hicieran fuego desde ellas.
19 de septiembre–26 de septiembre de 1936
El bombardeo de los edificios periféricos dio buen resultado pues la comunicación entre ellos y el Alcázar llegó a ser imposible. La
retirada de los edificios fue ordenada la noche del
21 de septiembre, la guarnición fue utilizada para defender lo que quedaba del Alcázar. Los republicanos atacaron los edificios periféricos la mañana del
22 de septiembre, pero el progreso fue muy lento porque desconocían que los edificios habían sido abandonados. Ese mismo día, tropas sublevadas llegaban a 6 kilómetros al sur de Toledo, lo cual motivó que las
milicias republicanas se esforzaran en tomar el Alcázar lo antes posible.
A las 5 de la mañana del
23 de septiembre, los republicanos asaltaron las brechas del norte del Alcázar y sorprendieron a los defensores lanzando granadas y
dinamita. Los nacionales fueron forzados a retirarse al patio del Alcázar pero contraatacaron para hacer retroceder el asalto. Un nuevo asalto al Alcázar se intentó por la mañana; esta vez un tanque condujo la carga. 45 minutos después de que los soldados republicanos hubiesen atacado las brechas el ataque se había paralizado.
El día
24 de septiembre las tropas rebeldes al mando del
general Varela estaban ya en los suburbios de Toledo y las milicias de la República debieron enfrentar sucesivamente a estos refuerzos del
bando sublevado junto a los rebeldes del Alcázar, lo cual hizo insostenible las posiciones republicanas. Algunas milicias opusieron resistencia a los sublevados en Toledo, pero la mayoría de los milicianos prefirió retirarse hacia
Aranjuez temiendo ser atrapadas en un nuevo cerco, facilitando que las tropas de Varela dominaran por completo la ciudad de Toledo y enlazaran con los sitiados del Alcázar el
27 de setiembre de 1936, terminando así el asedio.
Consecuencias
La toma de Toledo por las columnas de Franco había sido espectacular, pero nadie hubiera podido pedir entonces, ni las pidió, responsabilidades a un Gobierno que acababa de asumir sus funciones.
29 Aparte de una fábrica de armas, Toledo era una ciudad sin importancia militar para ninguno de los dos bandos. Las fuerzas nacionales estaban aisladas, mal equipadas y sin condiciones para conducir una operación ofensiva. Aun así, los republicanos se obcecaron en conquistar el Alcázar con hombres, artillería y armas que podían haber sido usados para parar el avance de los nacionales en el frente.
El Gobierno republicano pensaba que al estar la guarnición del Alcázar 70 km al sudoeste de Madrid y sin ayuda de otras fuerzas sublevadas, al conquistarlo, sería una fácil propaganda victoriosa. La prensa fue invitada por el Gobierno para ver la explosión de las minas en el Alcázar, el 18 de septiembre, pero hasta el 29 de ese mes no entró en el Alcázar, ya con la invitación de los rebeldes.
La decisión de
Franco de rescatar a los defensores del Alcázar fue muy controvertida. La ofensiva de
Juan Yagüe apuntaba hacia Madrid, pero ocupó antes el valle del Tajo. El día siguiente a la caída de Talavera los nacionales tomaron
Irún, después de un cerco muy duro, lo que impedía todo contacto con Francia de la zona vasca leal a la República. El
8 de septiembre se unieron a las tropas de África las de las montañas de Gredos. Todo parecía inclinarse en favor del Movimiento.
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Franco no forzó la marcha hacia
Madrid aprovechando el ímpetu del ataque y la inadecuada defensa que entonces oponía la ciudad. En vez de ello, hizo girar las tropas hacia Toledo para acudir en auxilio de los sitiados del Alcázar. Como Yagüe protestó (enfadado) contra esta decisión, Franco le sustituyó por Varela, que acababa de tomar la localidad malagueña de Ronda el 18 de septiembre. La ambición política llevó a Franco, entonces unprimus inter pares, a convertirse en «el salvador del Alcázar» y jefe indiscutible del Movimiento. Se ha dicho que podía conseguirlo también con la toma de Madrid, pero Toledo suponía un riesgo muchísimo menor.
Con posterioridad, Franco reconoció a un periodista portugués: «Cometimos un error militar y lo cometimos deliberadamente».
31Prefirió salvar las vidas de sus compañeros sublevados y elevar la moral de su bando con tal golpe de efecto propagandístico. Al día siguiente, el alto mando afín a Franco se reunió en el aeródromo de
Salamanca, le confirmó en su condición de Generalísimo y le confirió el cargo de Jefe de Estado. Como resultado de su decisión, las operaciones bélicas se detuvieron desde el
21 de septiembre(toma de Maqueda) hasta el
7 de octubre (reinicio de la marcha sobre Madrid).
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Franco convirtió la liberación de Toledo en un valioso golpe de efecto internacional, llegando a recrearlo, recorriendo los escombros, para las cámaras de los noticiarios que se proyectaron en salas de cine de todo el mundo. Toledo es un lugar de enorme importancia simbólica y patriótica desde la Reconquista.
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