jueves, 27 de abril de 2023

Una Escapada de Fin de Semana en la Templaría Pollensa, Mallorca


Pollensa, Mallorca

Ciudad romana de Pollentia, Mallorca


Puerto de Pollensa, Mallorca

Cabo Formentor, Mallorca

Cala de San Vicente, Mallorca

Alcudia, Mallorca

Pollensa, su Puerto, la península de Formentor y Cala San Vicente conforman un destino cargado de contenidos, recorridos y paisajes que respiran historia por todos sus rincones.

Se trata de uno de los municipios que más invitan a visitar el por qué de su idiosincrasia, de sus costumbres, de sus lugares.

Índice


1. Como llegar a Pollensa

Un viaje de sesenta minutos de duración por la carretera MA19 y MA13 separa el aeropuerto del centro de Pollensa. 

El viajero dispone de varias opciones para realizarlo:

Buses

Hay autobuses que salen con frecuencia desde el aeropuerto con dirección a la estación de autobuses de Palma, en el centro de la ciudad, desde donde es posible enlazar con otras líneas de transporte y llegar a Pollensa.

Pollensa y el Port de Pollensa están comunicados por una línea de bus que realiza hasta veinticuatro trayectos diarios durante la temporada estival y dieciséis trayectos durante el invierno.


Otros lugares conectados por autobús con Pollença son Inca, Alcúdia, Formentor y Lluc.

                     

2. Algo de historia sobre Pollensa

El nombre de Pollensa procede del nombre del establecimiento romano de Pollentia - del latín polent, "poderoso" -, fundada por Quintus Caecilius Metellus en el año 123 aC tras conquistar Mallorca, los restos de la antigua Pollentia pocos kilómetros de Pollença, en el territorio del municipio de Alcudia.

Ruinas de la Pollentia romana

Las noticias de los primeros pobladores se remontan en el tiempo hasta la protohistoria. Así, son numerosos los restos de la época pretalayótica, como por ejemplo las construcciones de navetiformes de la sierra de Cornavacas, Bóquer y Formentor, datadas entre 2000 y 1500 aC. 

De esta misma época son también los entierros funerarios, como el conjunto de doce cuevas en San Vicente construidas entre 1600 y 1300 a. C., o los restos de la cueva de Can Martorellet, el último hallazgo importante hecho en Pollensa.

 Ya dentro del talayótico (1300 aC – 500 aC) destacan numerosas construcciones aisladas (talayots), pero también dos poblados emblemáticos: Can Daniel Gran, con 15.300 m2 de área urbana, y el poblado de Bóquer, que coexistió con la ciudad de Pol lentia, ya en época romana. También del talayótico final hay que mencionar los toros de la Punta (encontrados en Can Tirana), realmente unos ataúdes de madera en forma de toro creados alrededor del 300 a. que están depositados en el Museo de Pollença.

Lógicamente, estas tierras recibieron el influjo de la ciudad romana de Pol·lèntia, creada el 123 aC cerca de la actual Alcúdia. Esto provocó que en época árabe éstos llamaran Pollentia (Bullansa en árabe) toda la comarca. 

Fue una época en la que seguramente no existió una localidad que concentrara a la población dado que los musulmanes vivían en alquerías y rafales, es decir, pequeños núcleos de origen clánico. Uno de ellos estaba situado en la actual zona de Son Grua, lugar donde se encontró una estela funeraria con inscripciones en árabe fechada en 1123-4 d. Allí figura el nombre de la primera pollencina conocida: Zaynab.

La conquista cristiana 

La villa de Pollensa no nacerá hasta la conquista cristiana de 1229-32, momento en que se pondrán los cimientos materiales y culturales de nuestro pueblo. Las tierras de la antigua Pol·lèntia-Bullansa permanecieron dentro de la porción real. 

Pronto el Rey aragonés Jaime I transfirió buena parte de lo que sería el municipio de Pollensa a la orden del Temple y, en menor medida, al Obispo de Mallorca, a los caballeros de Tortosa y a otros varones. 

Serán los señores directos de la mayoría de las tierras y de las futuras viviendas, pero al mismo tiempo cedieron el dominio útil a multitud de enfiteutas. Sin embargo, en pocos años los templarios irían adquiriendo casi todo el dominio señorial de las propiedades del término de Pollensa, lo que significaba un gran poder económico (percepción de rentas), pero también jurídico (mero y mixto imperio) y religioso (el obispo Ramon de Torrella les cedió la Parroquia en 1240). El monte del Temple, el actual Calvario, se erigió como símbolo de este dominio, ya que en lo alto se instalaron las horcas.

Al mismo tiempo que los templarios fortalecían su poder, Pollensa crecía demográficamente y la incipiente villa se iba desarrollando, primero con callejuelas estrechas y rodeadas, y después de forma más rectilínea. 

Si en 1236 ya había parroquia y en 1248 la Bulla del papa Inocencio IV la reconoce, a finales de siglo era una de las villas más importantes de la parte foránea. Fue entonces cuando se empezaron a evidenciar incipientes síntomas de organización municipal, aparte de las instituciones reales y señoriales preexistentes (Batlius).

Por otra parte, a medida que la villa fue creciendo, el enfrentamiento del pueblo con los templarios fue también aumentando, ya que éstos no respetaban las franquezas otorgadas por Jaime I. En 1314 el Templo fue sustituido por la orden del Hospital como principal señor jurídico y titular de la Parroquia. 

Entonces Pollensa ya era una de las poblaciones más importantes de la parte foránea y quizás llegaba a los 3.000 habitantes. Su economía estaba diversificada, destacando su ganadería ovina. Sin embargo, el crecimiento se romperá notablemente con la llegada de la peste negra en 1348. 

Este año se empezó a construir el oratorio del Puig de Maria, ampliado en 1370 y que ha quedado, con las sucesivas reformas, como uno de los monumentos más emblemáticos de Pollença.

La época moderna 

En 1450 y 1520 Pollensa participó notablemente en las dos revueltas más importantes que sufrió la isla durante la baja edad medieval y la época moderna: la Revuelta Forana y la Germania. 

Estos hechos marcarán unos años de crisis, como en la mayoría de pueblos de la isla. Además, la situación costera la hacía presa fácil de los corsarios turcos-barbarescos, que no dudaron en lanzar numerosas razias sobre sus costas. La más importante fue la protagonizada por Dragut el 31 de mayo de 1550, que sin embargo fue rechazada por los pollencinos . 

Pero al final de este siglo la situación mejoró. De nuevo creció la población, superando los 4.000 habitantes a principios de los seiscientos. Éstos se dedicaban esencialmente a la agricultura, pero también a la menestralía, sobre todo a la industria de los tejidos, un aspecto por el que destacaba Pollensa en el conjunto de las villas foráneas de Mallorca. 

Este crecimiento se ejemplifica con la llegada de los dominicos en 1578 y la posterior construcción del gran convento de San Domingo en 1588, que todavía conserva su retablo barroco datado en 1651.

En esta época los pollensinos posiblemente experimentaron las cuotas más altas de violencia interna. Las parcialidades de Canamunt y Canavall reprodujeron las divisiones que desde siempre había manifestado la sociedad mallorquina, pero ahora agravadas por la proliferación de las armas de fuego. Sin embargo, a partir del último tercio del siglo XVII, esta violencia partidista entró en un declive irreversible. 

 Fue en este contexto de pacificación, concretamente en 1688, cuando se instalaron en Pollensa los jesuitas, que empezaron su colegio de Montesion con la iglesia de estilo barroco, que no terminaron hasta 1738, poco antes de su expulsión del Reino de España. 

Al mismo tiempo se procedió a la construcción del nuevo templo parroquial, entre 1714 y 1790 básicamente, aunque algunos elementos, como la fachada, no terminaron hasta la segunda mitad del XIX.

Entrada a la era contemporánea 

Durante el siglo XVIII Pollensa sufrió la última de las grandes crisis demográficas, que supuso, en 1755, que el número de habitantes fuera sólo de 3.500. A partir de esa fecha se incrementó de forma continuada la esperanza de vida y la población, que alcanzó un máximo de 9.000 habitantes en 1887, la mayoría de los cuales se dedicaban al sector primario. 

Un año más tarde empezaba la importante emigración a Argentina –especialmente a Rosario y La Plata-, que se mantendría, con algunos altibajos, hasta la Guerra Civil. Hay que remarcar que la mayor parte de los pollentinos se concentraban todavía en el antiguo núcleo urbano o vivían dispersos fuera de la villa. 

Sin embargo, poco a poco, estos años vieron nacer un nuevo núcleo de población, el Port de Pollensa. En éste -conocido como el Muelle por los propios pollentinos- en 1860 residía una sola familia de pescadores. 

Fue la conversión de esta actividad en una profesión con futuro y la obtención de una aduana en 1865, la que hizo crecer paulatinamente el Muelle. En 1900 ya eran cerca de un centenar las personas empadronadas.

Por otra parte, desde finales del siglo XIX, el crecimiento de la población, la emigración o el desarrollo de nuevas actividades económicas coexistieron con una gran reanudación cultural. También fueron unos años de gran importancia para las fiestas cívicas de la Patrona, que desde 1607 se celebraba el 2 de agosto en honor de la Virgen de los Ángeles, y cuando se recuperó también el simulacro de Moros y Cristianos iniciado a mediados del mismo siglo. 

Este simulacro se convertirá, en la segunda mitad del XX, en el acto más representativo de las fiestas patronales y en uno de los símbolos de Pollensa. El referido renacimiento cultural fue seguido, durante las primeras décadas de 1900, de la llegada de artistas foráneos, que marcaron para siempre el carácter del pueblo.

Este hecho no fue ajeno al comienzo del turismo en el Puerto de Pollensa, principalmente después de la Primera Guerra Mundial. Este incipiente turismo de calidad dio un nuevo impulso al pequeño núcleo de población, que llegó a sobrepasar los 500 habitantes alrededor de 1930. 

En 1932, ya se habían abierto los hoteles Mar i Cel, Miramar, Marina, Bristol, Puerto, Bellavista y la Isla de Oro en el Puerto de Pollensa y el hotel Formentor; además de los hoteles de cal Lloro y Cosmopolita situados en la villa, y la pensión Niu en la Cala de San Vicente. 

Asimismo, por estas fechas la mayoría de habitantes del Muelle todavía eran marineros. Pero esta época tuvo un final trágico con el advenimiento de la Guerra Civil, y la ruptura del turismo que se produjo.

Pollensa en el mundo actual 

En la década de los 50, de nuevo el turismo volvió a reanudarse con fuerza. Sin embargo, en este caso el turismo elitista de principios de siglo fue sustituido por el de masas, aunque el Puerto de Pollensa siempre ha gozado de un cierto tono distintivo de calidad dentro del conjunto mallorquín, sesgo que todavía conserva. 

Esta recuperación económica tuvo como consecuencia que, por primera vez en la historia moderna y contemporánea, Pollensa se convirtiera en tierra de inmigrantes, ya que a principios de la década de 1950 empezaron a llegar trabajadores de Andalucía a la vez que se allí instalaba una colonia británica. 

Lógicamente, la población creció más por este proceso que por el incremento vegetativo, que sobrepasó los 10.000 habitantes por primera vez en la historia en 1968. El Puerto de Pollensa dejó de ser una aldea de pescadores y pasó a convertirse en una localidad en continuo crecimiento cada vez más moderna y cosmopolita. Tanto es así que en 1981 prácticamente eran 3.000 los residentes en este sitio. 

Una de las primeras causas que explica este fenómeno fue la creación de la base de Hidroaviones, que gozó de un gran desarrollo durante la guerra y la posguerra, y hasta los años setenta mantuvo una importante actividad que dinamizó la vida del Muelle. 

En términos cuantitativos, fue aún más importante el impacto del turismo a partir de la segunda mitad de los años cincuenta. Primero con la reapertura de los primeros hoteles y, después, con la inauguración de una nueva planta hotelera que creó numerosos puestos de trabajo.

Como se ha podido intuir, el cambio económico entre 1960 y 1970 en todo el municipio fue, sencillamente, espectacular. Lo característico fue la desaparición del sector primario en favor del terciario y, en menor medida, del secundario. 

Por otra parte, el fenómeno fue acompañado de una nueva reanudación inmigratoria, ahora con la novedad que incorporó, desde 1990, a trabajadores magrebíes, de la Europa del Este, especialmente de Rumanía, y de América del Sur. En total, el conjunto de Pollença, que había superado los 10.000 habitantes en 1968, llegaría a los 15.000 en 2002, ya los 17.000 en 2008. 

Llegados a este punto, el siglo XXI se abría, como en el resto de la isla, con grandes expectativas pero también con nuevos retos para la sociedad pollentina, como son el de la convivencia cultural entre los naturales de Pollensa y los recién llegados , o el de hacer compatible una sociedad altamente consumista en bienes, energía y territorio con el respeto al medio ambiente .

3. Que ver y hacer en Pollensa


Pollensa, Mallorca

Pollensa es un pueblo antiguo ubicado en el norte de la isla, con atractivas calles estrechas y una impresionante plaza principal rodeada de cafés, restaurantes y bares, todo a pocos kilómetros del Puerto de Pollensa. 


El sol y la playa no son los únicos alicientes que Pollensa ofrece a residentes y visitantes. Pollensa cuenta con una amplia bahía de aguas tranquilas, con cómodas playas y también con pequeñas calas de aguas calmas y transparentes como cala Bóquer, cala Figuera o cala Murta. 


para saber mas:







domingo, 23 de abril de 2023

Todo sobre el Parque del Retiro de Madrid

Parques y jardines de Madrid - Las mejores zonas verdes de Madrid
Jardin del Retiro, Madrid

El Retiro de Madrid en la Pintura

Rosaleda de Parque del Retiro, Madrid

Estanque Grande del Parque del Retiro
Palacio de Velazquez, Patrque del Retiro de Madrid

Casita del Pescador, Parque del Retiro

El parque del Retiro o parque del Buen Retiro, popularmente conocido como El Retiro, es un jardín histórico y parque público situado en Madrid (España). Considerado como una de las principales atracciones turísticas, posee figuras arquitectónicas y paisajísticas desde el siglo xvii al xxi.

Fue construido en la primera mitad del siglo xvii dentro del proyecto paisajístico desarrollado para el Palacio del Buen Retiro, una antigua posesión real creada por el conde-duque de Olivares (1587-1645)1​ para disfrute de Felipe IV (1605-1665),2​ de quien era su valido. 

Vista aérea del Parque del Retiro, Madrid

Su uso como parque urbano se remonta a 1767, año en el que Carlos III (1716-1788) permitió la entrada del público a efectos recreativos3​ y, ya definitivamente, a partir de 1868, cuando quedó bajo la titularidad del Ayuntamiento de Madrid.

Debido a los destrozos provocados por la guerra de la Independencia (1808-1814), su aspecto actual es resultado de las intervenciones realizadas en los siglos xix y xx, si bien perviven trazados y elementos originales de los siglos xvii y xviii.

Está protegido como Bien de Interés Cultural (BIC), figura legal que toda declaración de jardín histórico ostenta en la normativa española y desde julio de 2021 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, junto al Paseo del Prado y el Barrio de los Jerónimos, formando parte del denominado Paisaje de la Luz.​ 

Vista aérea del Parque del Retiro, Madrid

Dentro de sus límites habitan más de 19 000 árboles, representativos de 167 especies,​ entre ellos seis ejemplares incluidos dentro de la lista de árboles singulares de la Comunidad de Madrid.

Lo que ahora es el pulmón verde de la capital fue en origen una zona de recreo a las afueras de la capital.

Puede que Madrid no tenga un gran río que atraviese la ciudad, como si ocurre en capitales como Roma o París, pero sí tiene 125 hectáreas de céntrico parque, gracias al Retiro. 

Durante el siglo XIX se utilizó para algunas de las exposiciones internacionales que se celebraron en la ciudad, por las que se construyó el Palacio de Velázquez y el de Cristal. Y desde 1935 es Jardín Histórico Artístico de uso público para los ciudadanos y uno de los pocos espacios verdes del centro de Madrid.


Si quiere realizar una Visita Guiada por El Retiro  puede contratarlo aqui


Índice:







1. Como llegar a Madrid

Las conexiones de Madrid son excelentes tanto con el resto de España como con el extranjero, siendo las formas más comunes de llegar el coche, el tren y el avión.

Llegar a Madrid en coche

Madrid tiene 6 autovías radiales numeradas del 1 al 6. El número avanza en el sentido de las agujas del reloj:

A1: Madrid-Burgos: A partir de Burgos comienza la AP1 (de pago) que llega hasta San Sebastián.
A2: Madrid-Zaragoza: A partir de Zaragoza comienza la AP2 (de pago) que llega hasta Barcelona.
A3: Madrid-Valencia.
A4: Madrid-Cordoba-Sevilla-Cádiz.
A5: Madrid-Badajoz-Portugal.
A6: Madrid-La Coruña: Esta autovía también es útil para llegar a Castilla y León.

Llegar a Madrid en avión

Gracias a las aerolíneas de bajo coste, es posible visitar Madrid desde muchas partes del mundo a un precio muy barato, a veces incluso más que algunos trenes nacionales.

Compañías de bajo coste que llegan a Madrid

:Vueling - Desde Barcelona, Ibiza y Menorca.
Ryanair - Desde Almería, Asturias, Bilbao, Gerona, Gran Canaria, Ibiza, Lanzarote, Menorca y Santander.
Easyjet - Desde Bilbao, Ibiza, La Coruña y Menorca.

Si llegas desde fuera de Madrid en Avión, El Traslado desde el Aeropuerto al Hotel puedes contratarlo aqui

Para conocer más sobre el aeropuerto o saber como llegar al centro desde éste, puedes continuar leyendo nuestro apartado sobre el Aeropuerto de Madrid-Barajas.

Llegar a Madrid en tren

Madrid tiene dos estaciones de tren, Chamartín y Atocha, y dependiendo del punto de origen llegaréis a una o a la otra.

Con los nuevos trenes de alta velocidad (AVE) es posible llegar desde Valladolid en 1 hora, desde Zaragoza en hora y media y desde Barcelona en 2 horas y media.

Los trenes son excelentes, muy cómodos y rápidos, pero las tarifas son muy mejorables. Siempre tenéis la opción de viajar en trenes regionales, aunque la duración y comodidad no son comparables.

2. Algo de historia sobre el Parque del Retiro

Grabado histórico del Parque del Buen Retiro, Madrid

Los jardines tienen su origen en 1629, cuando Gaspar de Guzmán y Pimentel (1587-1645), conde-duque de Olivares y valido de Felipe IV (1605-1665), animó al monarca a ampliar el Cuarto Real existente junto al monasterio de los Jerónimos y levantar alrededor del mismo una residencia palaciega.

​ Con tal fin le hizo obsequio de unas tierras próximas, en su mayor parte cedidas por Alonso Estacio Gutiérrez de los Ríos y Ángulo, primer conde de Fernán Núñez, que, una vez completado el proceso de anexiones, ocuparon una superficie de unas 145 hectáreas.

Combates Navales en el Estanque grande del Retiro, Madrid

El nuevo palacio, llamado del Buen Retiro por expresa voluntad del soberano, se empezó a edificar en 1630 y se terminó en 1640. A diferencia del Real Alcázar, sede oficial de los órganos de gobierno, fue concebido como una residencia «para alivio y recreación» del rey y sus sucesores, como así se hizo constar en una cédula expedida por el propio monarca.​ 

A pesar de que su ubicación en lo que entonces eran las afueras de Madrid le confería un cierto carácter suburbano, en línea con otros Reales Sitios periféricos, como la Casa de Campo y El Pardo, el Buen Retiro llegó a convertirse en uno de los principales centros de poder del siglo xvii y buena parte del xviii.​

Bajo la dirección de los arquitectos Giovanni Battista Crescenzi (1577-1635) y, muy especialmente, Alonso Carbonel (1583-1660), quien asumió el proyecto en solitario tras la muerte de aquel, las obras se fueron desarrollando sobre la marcha, sin un plan unitario, debido a la celeridad que el conde-duque de Olivares imprimió a los trabajos, en su afán por complacer a Felipe IV.​ Todo ello dio como resultado una yuxtaposición de elementos arquitectónicos, que se iban adosando conforme iban surgiendo nuevas demandas, sin una verdadera articulación compositiva.​

El palacio seguía las pautas del estilo desornamentado, característico de la arquitectura de los Austrias. De sobria fábrica de ladrillo, con molduras de granito en los vanos y cubiertas de pizarra, se distribuía alrededor de varios patios, que no solo emulaban el planteamiento urbanístico de las plazas mayores de las ciudades, sino también su función lúdica, como escenario de actos festivos.

Toda la austeridad que el exterior transmitía dejaba paso, en el interior, a una fastuosa decoración, tal y como dejó reflejado la escritora Madame d'Aulnoy (1651-1705) en Memoires de la cour d'Espagne, relation du voyage d'Espagne (1690 o 1691): "sus habitaciones son anchurosas, magníficas y adornadas con bellas pinturas. En todas partes lucen el oro y los colores vivos de que techos y artesonados están adornados".​

Acorde con la intención recreativa que prevaleció en el diseño, el edificio tenía integrado un teatro, conocido como Coliseo del Buen Retiro, que acogió representaciones de dramaturgos españoles del Siglo de Oro, como Calderón de la Barca (1600-1681) y Lope de Vega (1562-1635); además de una leonera, en la que se exhibían animales salvajes, una plaza donde se celebraban corridas de toros y espectáculos ecuestres,​ y un Salón de Baile, decorado con frescos de Lucas Jordán (1634-1705).

De todo este conjunto solo se conserva, aunque fuera de los límites actuales del parque, el citado Salón de Baile, que hoy día recibe el nombre de Casón del Buen Retiro, así como el Salón de Reinos, un ala del palacio que antaño albergó pinturas de Diego Velázquez (1599-1660), Francisco de Zurbarán (1598-1664) y Juan Bautista Maíno (1581-1649), entre otros.

Grabado histórico de los Jardines del Buen Retiro, Madrid

Con respecto a los jardines, se crearon al mismo tiempo que el palacio y su artífice fue igualmente Alonso Carbonel, con intervención posterior de Cosme Lotti (1570 o 1580-1651) y Baccio del Bianco (1604-1657), dos escenógrafos que el rey se trajo de Italia para trabajar en los montajes del Coliseo. Al igual que ocurrió con el edificio, no hubo ningún plan integral, lo que determinó un trazado de composiciones trabadas y asimétricas, sin un orden axial determinado,​ que, por otra parte, parecía reflejar la tradición jardinera hisponomulsulmana de plantas perpendiculares.​

Entre los elementos paisajísticos de aquella época figura el Jardín Ochavado, que se articulaba alrededor de una plaza central, cruzada por ocho paseos, algunos de los cuales estaban delimitados por túneles de verdura (estructuras a modo de pasadizos recubiertas con vegetación). Asimismo, había una pajarera de grandes dimensiones, en la que se criaban aves exóticas para su exhibición, y siete ermitas, que, contrariamente a lo que pudiera pensarse, desarrollaban un función lúdica, más cercana al concepto de romería, que al de recogimiento piadoso.

​ Seis de ellas (San Isidro, San Pablo, San Juan, San Bruno, la Magdalena y San Antonio de los Portugueses) se hicieron de nueva factura, mientras que la de San Blas, enclavada en el cerro homónimo, donde hoy se eleva el Real Observatorio Astronómico, fue anexionada cuando se constituyó el Real Sitio.

La de San Pablo alcanzó un gran renombre, debido a su decoración mural, realizada por Agostino Mitelli (1609-1660) y Angelo Michele Colonna (1604-1687), y al jardín existente a sus pies, presidido por la desaparecida Fuente de Narciso y con esculturas de Leone Leoni (1509-1590) y Pompeo Leoni (1533-1609), pertenecientes hoy día al Museo del Prado. 

La de San Antonio de los Portugueses fue también un hito arquitectónico importante, dada su peculiar ubicación dentro de una isla artificial, rodeada por una ría polilobulada navegable. Por su parte, la Ermita de San Juan albergó la biblioteca del conde-duque de Olivares.

Las infraestructuras hidráulicas se debieron a Cristóbal de Aguilera, maestro mayor y veedor de las fuentes de Madrid. No solo hizo los viajes que abastecían de agua al Real Sitio (construyó dos, conocidos como Viaje Alto y Viaje Bajo del Retiro), sino también los estanques y rías que lo adornaban. El Río Chico recorría el flanco norte de la propiedad hasta terminar en el Estanque de San Isidro, mientras que el Río Grande (o de El Mallo) llegaba hasta San Antonio de los Portugueses, procedente del Estanque Grande, donde se celebraban naumaquias y representaciones teatrales. Este último es el único elemento hidráulico que se mantiene de aquella época, junto con el Estanque Ochavado (o de las Campanillas)
Siglo XVIII


Proyecto para el Buen Retiro (1714-1715), de Robert de Cotte. Biblioteca Nacional de Francia de París. A la derecha del palacio se sitúa el Parterre, la única parte que se hizo, según diseño de René Carlier.


El Parque del Retiro con paseantes (1779), de José del Castillo. Museo de Historia de Madrid (depósito del Museo del Prado).

Tras el incendio del Real Alcázar en 1734 y mientras duraron las obras del nuevo Palacio Real, el Buen Retiro se convirtió en la sede de los órganos de gobierno y residencia oficial de los reyes. Felipe V (1683-1743), el primer Borbón que reinó en España, quiso adaptarlo al gusto de la nueva dinastía y encomendó su remodelación a los arquitectos Robert de Cotte (1656-1735) y René Carlier (?-1722), a partir de modelos franceses. 

De su propuesta solo pudo llevarse a cabo el jardín del Parterre, que Carlier levantó a partir de 1716, al desplazarse el interés constructivo del soberano al Palacio de La Granja (Segovia).

Con la llegada al trono de Carlos III (1716-1788), el Real Sitio cobró un nuevo impulso. A diferencia de las actuaciones anteriores, dirigidas a reforzar el carácter residencial del lugar, sus intervenciones tuvieron un sentido ilustrado y buscaban bien una finalidad mercantilista, caso de la desaparecida Real Fábrica de Porcelana, realizada sobre la Ermita de San Antonio de los Portugueses; bien un objetivo científico, como el Real Observatorio Astronómico, que, aunque fue terminado en tiempos de Carlos IV (1748-1808), se debió a una iniciativa suya.​

De hecho, el Real Observatorio formaba parte de un ambicioso plan que pretendía dotar a Madrid de una zona consagrada al estudio de las Ciencias Naturales. Fue erigido sobre el Cerro de San Blas, presidiendo el tramo meridional del Salón del Prado, donde ya se habían construido el Real Jardín Botánico, el Gabinete de Historia Natural (hoy Museo del Prado) y un zoológico. Este último fue creado en 1774 en la Cuesta de Moyano, en terrenos que entonces pertenecían al Retiro.

Llevado por ese mismo espíritu ilustrado, en 1767 Carlos III autorizó el acceso público al Buen Retiro, siempre que se acataran ciertas normas en el vestir y se respetaran unos límites territoriales.3​ Este uso como parque no solo se mantuvo en los siguientes reinados, sino que se intensificó con Isabel II (1830-1904), al permitirse en 1867 la navegación pública dentro del Estanque Grande.
Siglo XIX


El Estanque Grande del Retiro (h. 1816), anónimo. Museo de Historia de Madrid. A la izquierda aparece el Embarcadero Real y al fondo la Real Fábrica de Porcelana, ambas construcciones desaparecidas.

Vista general de Madrid desde la montaña del Retiro (h. 1830), Fernando Brambila. Museo de Historia de Madrid. Puede verse la parte nororiental del Real Sitio, con la Casa del Contrabandista en el tercio izquierdo.

Vista del paseo de la Argentina, abierto en la primera mitad del siglo xix con el nombre de paseo de las Estatuas.

Durante la guerra de la Independencia (1808-1814) el Buen Retiro fue utilizado como cuartel general de las tropas napoleónicas, lo que provocó daños de consideración tanto en el palacio como en los jardines, además de su expolio. Tras el regreso a España de Fernando VII (1784-1833) en 1814, se procedió a la recuperación de la zona ajardinada, con la incorporación de nuevos elementos arquitectónicos, mientras que apenas se intervino sobre la residencia y las ermitas. El proyecto fue redactado por Isidro González Velázquez (1765-1840)​ y significó la transformación romántica del lugar.

El monarca acotó una parte, entre la Calle de O'Donnell y la avenida de Menéndez Pelayo, denominada El Reservado,​ para uso y disfrute de la familia real. 

En esta zona fueron trazados nuevos jardines, que, siguiendo las corrientes de la época, fueron adornados con diferentes caprichos paisajísticos.

 Entre los conservados cabe destacar la Casita del Pescador, la Casa del Contrabandista, la Montaña Artificial y la Fuente Egipcia, además de la Casa de Fieras, donde fue trasladado el zoológico fundado por Carlos III. También fue levantado un Embarcadero Real en el Estanque Grande, donde hoy se alza el Monumento a Alfonso XII.

A partir de 1841 la reina Isabel II (1830-1904) impulsó nuevas plantaciones de árboles de sombra y frutales. Fruto de este esfuerzo fue el acondicionamiento como bosque del Campo Grande, un espacio silvestre utilizado en tiempos de los Austrias para la caza menor, y la apertura del Paseo de las Estatuas (actualmente de la Argentina) y del Jardín madrileño, entre otros recintos.

En 1865, prácticamente al final de su reinado, Isabel II vendió al Estado una parte de la propiedad, para su urbanización. Se trataba de la franja occidental, la más cercana al Paseo del Prado, donde estaba enclavado el palacio, que, debido a su mal estado, tuvo que ser demolido en 1869, excepción hecha del Salón de Reinos y del Salón de Baile. En la zona segregada se abrió la Calle de Granada, en la actualidad de Alfonso XII, alrededor de la cual fue creado el Barrio de Los Jerónimos. Esta operación supuso la tala de unos 2000 árboles.6

Tras la Revolución de 1868, conocida como la Gloriosa, y el destronamiento de Isabel II, el Real Sitio del Buen Retiro pasó a ser propiedad municipal y fue declarado parque público, con el nombre de Parque de Madrid, según Decreto firmado el 6 de noviembre del citado año por el ministro Laureano Figuerola (1816-1903), del Gobierno Provisional. Se cedía el lugar "en toda su extensión", incluyendo El Reservado, que hasta entonces había estado restringido a los reyes, "con la obligación expresa de reservar sus límites y dedicarle, exclusivamente a recreo del vecindario".​

También había quedado en manos del ayuntamiento una parcela próxima a la plaza de Cibeles, surgida de la segregación de 1865, pero, a diferencia del resto de la posesión, ésta fue arrendada para su explotación como jardín recreativo (véase Jardines del Buen Retiro). En este lugar, sobre el que hoy se levanta el Palacio de Cibeles, transcurre la novela Las noches del Buen Retiro, de Pío Baroja (1872-1956).

Con la municipalización dio comienzo una fase constructiva muy intensa, que se prolongó hasta el segundo tercio del siglo xx. El arquitecto José Urioste y Velada (1850-1909) hizo un nuevo cerramiento, en el que dispuso una serie de puertas monumentales, e instaló las fuentes de los Galápagos y de la Alcachofa, que fueron traídas desde otros puntos de la ciudad.

En 1874 fue creado el paseo de Fernán Núñez (o de Coches) sobre el primitivo cauce del río Grande y en 1878 se volvió a intervenir en el Campo Grande, a partir de modelos paisajísticos de inspiración inglesa. En 1885 fue inaugurada la fuente del Ángel Caído, erigida en el lugar donde antes estuvieron la Real Fábrica de Porcelana y la ermita de San Antonio de los Portugueses. En esta época también se excavaron diferentes estanques y rías artificiales.

En las últimas décadas del siglo xix el parque fue escenario de diversos certámenes y exposiciones internacionales, para los cuales se proyectaron edificios como el desaparecido Pabellón Árabe, el Palacio de Velázquez y el Palacio de Cristal, todos ellos realizados por Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923).

Siglos XX y XXI

La fuente de Cuba fue construida en el primer tercio del siglo xx como un monumento conmemorativo de la nación cubana.

Llegado el siglo xx continuaron las labores de acondicionamiento empezadas en la centuria anterior. Se siguió trabajando en el cerramiento, con el traslado de la Puerta de Felipe IV al Parterre, y se edificó un embarcadero nuevo en el Estanque Grande, que reemplazaba a otro anterior que se había incendiado (construido, a su vez, para sustituir al primitivo Embarcadero Real). Ambas actuaciones fueron llevadas a cabo por el arquitecto municipal Luis Bellido (1869-1955), entre 1922 y 1926.

A lo largo del citado siglo, preferentemente en los dos primeros tercios, el Retiro fue adornado con numerosos monumentos conmemorativos, entre los que cabe destacar, por su relevancia artística y simbólica, el dedicado a Alfonso XII, obra maestra de José Grases Riera (1850-1919), que preside la ribera oriental del Estanque Grande desde 1922.

Camiones esperando cola para la inspección técnica en el paseo de Coches (1976)

En el terreno paisajístico, el jardinero Cecilio Rodríguez (1865-1953) desarrolló distintas iniciativas, como la Rosaleda y los jardines que llevan su nombre, concebidos como una extensión de la Casa de Fieras, en la que también intervino. Rodríguez asumió estos proyectos a partir de 1915 y 1918, respectivamente, y se da la circunstancia de que él mismo procedió a su restauración, tras los destrozos de la Guerra Civil (1936-1939).

A estos recintos se añadieron, en la segunda mitad del siglo xx, el Jardín de plantas vivaces y alpinas y el Huerto del francés. El último de los jardines realizados en el Retiro es el Bosque del Recuerdo, levantado en 2005 en homenaje a las 192 víctimas mortales de los atentados del 11 de marzo de 2004. Se encuentra en la parte sudoeste del parque, en las inmediaciones de la estación de Atocha.

3. Croquis del Parque del Retiro y donde está situado


Con una superficie de 118 hectáreas (1 180 000 m²) y un perímetro de 4,5 km, pertenece administrativamente al distrito de Retiro, bautizado así por el parque. 

Se encuentra delimitado al norte por las calles de Alcalá y O'Donnell, al sur por la del poeta Esteban Villegas, al oeste por la de Alfonso XII y al este por la avenida de Menéndez Pelayo.


4. Puertas del Parque del Retiro

En 1865, se abre en El Retiro una nueva calle que une la Puerta de Alcalá con la Ronda de Atocha y la estación de ferrocarril allí existente desde 1851. En la margen Oeste de la calle, se crea así un nuevo barrio en el que hoy encontramos el Museo del Prado, el Botánico, la Academia Española de la Lengua, el Casón del Buen Retiro y la Bolsa, además de otros edificios oficiales o particulares. 


Croquis del Parque del Retiro, Madrid


para saber mas:





miércoles, 19 de abril de 2023

Una escapada de Fin de Semana en Albarracín, Teruel


Albarracín,Teruel

Casas de Albarracín,Teruel

Resultado de imagen de murallas Albarracin
Albarracín, Teruel

Casa de la Julianeta, una Joya en Albarracín

Cascada del Molino de San Pedro, Albarracín

Restos del Acueducto romano de Gea de Albarrcín

Barranco de la Hoz, Calomarde


Índice:


1. Como llegar a Albarracín

Si queremos ir en transporte público lo más comodo es coger un tren o autobús hasta Teruel y desde allí autobús o taxi a Albarracín ya que la distancia desde la capital es de apenas 35 minutos.
 




2. Algo de historia sobre Albarracín

En la Edad de Hierro estuvo habitada por la tribu celta de los lobetanos. Se han encontrado importantes pinturas rupestres epipaleolíticas y neolíticas de estilo levantino, esquemático y semiesquemático en el pinar del rodeno. Durante la época romana se llamó, al parecer, Lobetum, y en tiempos de los visigodos, Santa María de Oriente.

Edad Media

Vista de Albarracín desde la plaza Mayor

Durante el período andalusí, concretamente el siglo xi, el clan bereber de los Banu Razin alcanzó el poder convirtiéndose en la dinastía soberana de la taifa de Albarracín. 

De este linaje procede el propio nombre de la población (al-Banu Razin: (la ciudad) de los hijos de Razín). 

De esta magnífica etapa se conservan dos importantes testimonios: la torre del Andador –situada en lo alto del recinto exterior– y el castillo de Albarracín, que albergó la antigua alcazaba de los Banu Razin.

La taifa pasó posteriormente, por cesión y no por conquista, a la familia cristiana de linaje navarro de los Azagra, que mantuvieron de facto la independencia de Castilla y de Aragón desde 1170, llegando a crear un obispado propio. 

También el poderoso linaje de Lara ejerció su soberanía sobre Albarracín. Tras el fracaso de conquista por parte de Jaime I en 1220, es Pedro III de Aragón quien la conquistó en 1285 tras sitiarla, pasando definitivamente a la Corona de Aragón en 1300. Esta serie de hechos políticos tuvieron como base la importancia de la fortaleza y del sistema defensivo de Albarracín.

Es una antigua sede episcopal denominada, primero Arcabricense y después Segobricense hasta que, tras la desmembración de las iglesias de Segorbe (Castellón) de las iglesias de Albarracín, paso a denominarse Albarracinense, tras la Bula Papal de Juan Pablo II, mantiene su independencia pero pasa a ser regida por el Obispo de Teruel que es también Obispo de Albarracín.

El 21 de junio de 1257 el rey Jaime I concedió en Teruel a la Comunidad de Santa María de Albarracín o Comunidad de aldeas de Albarracín el privilegio sobre competencia de jurisdicción de sexmeros, asistentes y jurados de dicha Ciudad.
Siglos xx y xxi

Plaza de Albarracín

Durante la guerra civil española tuvieron lugar en la localidad combates entre las tropas republicanas y las sublevadas, cambiando varias veces el control de la población entre ambos bandos. 

En julio de 1937 tuvo lugar una ofensiva republicana sobre la localidad, constituyendo el mayor enfrentamiento bélico habido en la localidad durante la guerra. 

En un rápido ataque, el 8 de julio los republicanos se hicieron con el control de la localidad a excepción del ayuntamiento y la catedral, en los que permanecieron sitiados militares y civiles que se habían refugiado previamente. Los sublevados reaccionaron enviando refuerzos y el 13 de julio lograron reconquistar la localidad y expulsar a las tropas republicanas.

La localidad es Monumento Nacional desde 1961; posee la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes de 1996, y se encuentra propuesta por la Unesco para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la belleza e importancia de su patrimonio histórico.
Demografía

3. ¿Dónde aparcar en Albarracín?

Albarracín es un lugar para visitar andando por lo que te recomendamos aparcar el coche fuera del casco urbano. 

Concretamente, en la calle Puentes encontrareis varios parkings. Nosotros te recomendamos el que se encuentra junto a la Oficina de Turismo, ya que es un aparcamiento bastante grande y gratuito.


4. ¿ Que podemos ver y hacer en Albarracín?



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