jueves, 29 de diciembre de 2022

En Ruta por el Valle del Cerrato, Palencia: De Dueñas a la Basílica Visigoda de San Juan de Baños

Cerrato Palentino

Cerrato Palentino

Puerta de la Muralla Ojo de la Virgen, Dueñas

Ermita de Nuestra Señora de Revilla, Baltanás


Iglesia de Santa Cecilia, Herrera de Valdecañas

Basílica Visigoda de San Juan de Baños, Palencia

El Cerrato Palentino es un territorio ondulado, coronado por varios cerros, de los que lógicamente recibe el nombre. 

Es una extensa comarca con más de 1700 km2 situada al sur de Palencia.

El río Pisuerga, sus afluentes y arroyos, aportan frescor y verdor con su vegetación ribereña. En esta zona dominan los tonos ocres, dejándose ver, de vez en cuando entre ellos, los verdes de pinos, encinas y carrascas. 

Esta comarca está formada por mesetas rodeadas de valles con suaves lomas como unión entre ambos.

Desde el punto de vista artístico, en el Cerrato Palentino se construyó un románico tardío, que incorpora ya ciertas formas y estructuras que se pueden considerar propias de la arquitectura gótica primitiva. 
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Tal es el caso de las iglesias de Santa María de DueñasVillaconancio y Villamuriel de Cerrato.

Entre los cerros y los cultivos de cereal que dominan la línea del páramo, destacan las poblaciones que te proponemos visites a lo largo de diferentes rutas. 

Esta ruta del Cerrato interior nos propone visitar una de las zonas menos conocidas del Cerrato palentino. 


Indice:



1. Croquis de nuestra Ruta




2. Como llegar a la villa de Dueñas, inicio de nuestra ruta

La localidad palentina está situada en las estribaciones norteñas de los Montes Torozos.

Dueñas se encuentra enclavada en la frontera entre las comarcas naturales de Tierra de Campos y El Cerrato, a la que pertenece, en el sur de la provincia de Palencia, limítrofe ya con Valladolid.
 

Se encuentra situada entre ambas capitales, tan solo a 17 kilómetros de Palencia y a 33 kilómetros de Valladolid.

El término municipal está atravesado por la autovía de Castilla (A-62) entre los pK 88 y 100, además de por las carreteras provinciales P-102, que comunica con Valoria la Buena, P-110, que comunica con Cevico de la Torre, y P-903, que se dirige hacia Ampudia.


3. Así es el Valle del Cerrato

Cuevas en el Valle del Cerrato

La historia del Cerrato es en buena medida la historia general de España, de sus asentamientos prehistóricos, romanos y visigodos y de la Reconquista en la Edad Media, cuyo centro más importante dentro de esta comarca fue Palenzuela, la Pallantia celtíbera que se opuso y presentó resistencia a los romanos. Por esta zona hubo asentamientos neolíticos y de la Edad del Bronce. 

En la Edad del Hierro hubo un castro que posiblemente fue el que dio lugar a la población prerromana citada por el historiador Estrabón como capital de los vacceos. Todo el territorio mantuvo luchas continuas contra los romanos, especialmente contra los generales Lúculo (151 a. C.), Lépido (137 a. C.) y Calpurnio Pisón (135 a. C.). 

Durante las guerras sertorianas Pompeyo sitió la ciudad sin mejores resultados hasta que finalmente en otro intento consiguió arrasarla. Los supervivientes no ocuparon nunca más el lugar. En el siglo i los romanos fundaron Pallantia que con el tiempo sería Palencia.​

Después de Palenzuela tomó el protagonismo Baltanás como cabeza o capitalidad de la Merindad del Cerrato, por voluntad y nombramiento de los Reyes Católicos. 

En el siglo xv Baltanás estuvo implicada junto con Palenzuela y Hornillos de Cerrato en la sublevación del Almirante de Castilla contra el rey Juan II y Álvaro de Luna. 

Este municipio ofrece el Museo del Cerrato ubicado en el antiguo palacio-hospital de Santo Tomás de Villanueva entre cuyas paredes puede estudiarse fácilmente la historia del Cerrato con sus personajes más relevantes.


El Cerrato Palentino es una preciosa comarca de Palencia, repleta de municipios con pasado medieval y rica gastronomía de Castilla y León. 


El Cerrato también comprende espacios de las provincias de Burgos y Valladolid, aunque la parte más extensa corresponde a Palencia.

La comarca recibe su nombre por los cerros que dibujan el paisaje ondulado, con páramos calcáreos y verdes llanuras atravesadas por ríos como el Pisuerga y el Arlanza y algún tramo del Canal de Castilla.


Una comarca de Castilla y León en la que el viajero tiene infinidad de posibilidades culturales, deportivas, gastronómicas y de naturaleza y paisaje para realizar una escapada. 

A nivel turístico destacan municipios como Baltanás, Dueñas, Herrera de Valdecañas o Castrillo de Don Juan.


Mapa del Valle del Cerrato

Ocupa gran parte de la zona sur del mapa provincial, limitando por su parte norte con la Tierra de Campos palentina, por su parte sur y oeste con la provincia de Valladolid y por el este con la de Burgos

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Planes en familia

Este territorio nos ofrece un amplio abanico de posibilidades para disfrutar, ya sea en familia o con amigos, pues muchos son los atractivos culturales, deportivos, de naturaleza y monumentales que atesora esta tierra.

 

 Bodegas, Casas-Cueva, Molinos…

para saber mas:

sábado, 24 de diciembre de 2022

Escapada de Fin de Semana a la Villa de Arévalo, Ávila

 
  Plaza de la Villa,  Arévalo

Castillo de Arévalo

Iglesia de Santa María la Mayor, Arévalo

Arco y Puente de Medina, Arévalo


Cochinillo Asado de Arévalo

Ermita de la Lugareja, Arévalo


La localidad —conocida también por el apodo de Ciudad de los cinco linajes—​está emplazada entre dos cursos de agua como es típico de muchas localidades fundadas en la Edad Media al sur del río Duero, y está relacionado con la defensa militar de la villa

Camilo José Cela en su libro Judíos Moros y Cristianos, narra un viaje que realiza por tierras de Segovia y Ávila, entre 1946 y 1952.

 De Árevalo comenta lo siguiente entre otras cosas:

Arévalo se recuesta en una lomilla en medio de una llanura dilatada. El vagabundo al entrar en Arévalo, cree escuchar aún el aleteo, sobre los árboles del fondo entre los copudos olmos del fondo, de un heridor vientecillo militar. Arévalo fue villa guerrera de bien templada y acreditada fama: Arévalo con Olmedo por donde ya pasó el vagabundo fue una de las llaves de Castilla. 

Como un lobo trotador, así el viejo refrán corrió por los caminos y por los campos y por los montes de Ávila y Burgos de Segovia y de Valladolid, de León, de Medina del Campo, de Toro, de Salamanca, de Zamora: quien de Castilla señor quiera ser, a Arévalo y a Olmedo de su parte ha de tener.

Indice:


1. Donde está situada la Villa de Arévalo

Está situada a 111 Km de Madrid, a 109 Km de Ávila, 66 Km desde Valladolid, 60 Km a Segovia y 80 Km. a Salamanca.


La localidad está rodeada de grandes llanuras y se encuentra enclavada en la lengua de tierra que forman al reunirse al norte de la población los ríos Adaja y Arevalillo, quedando por consiguiente a la margen izquierda del primero y a la derecha del segundo.​ 




2. Algo de Historia

Edad Antigua

La zona está poblada desde tiempos remotos, habiéndose hallado yacimientos prehistóricos cercanos a la población. 

En el municipio vecino de Nava de Arévalo se han encontrado restos de mosaicos polícromos y fragmentos de esculturas de mármol correspondiente al período tardorromano.
Edad Media

El concejo de Arévalo fue una de las Comunidades de Villa y Tierra en las que se dividió el territorio «reconquistado» de la Extremadura castellana

Relieve heráldico en el palacio de los Sedeño: partido, 1.º un águila y bordura cargada de 7 eses, que es de los Sedeño; y en el 2.º los 13 roeles correspondientes a la casa de Dávila, con bordura cargada de 8 aspas.​

Arévalo se fundó hacia 1085-1090, en el contexto de la Reconquista cristiana, simultáneamente a las poblaciones de Olmedo y Medina del Campo.

​ Aparece documentada por primera vez en el año 1090, cuando llegan a ella repobladores del norte de la península —originarios mayoritariamente de Covaleda, Lara y Castilla—.​ 

Perteneció hasta el año 1135 al obispado de Palencia y posteriormente al de Ávila,​ a raíz de la restauración de la diócesis de esta última.​

Durante la segunda mitad del siglo xii fue frontera entre los reinos de Castilla y de León y crece rápidamente, siendo una de las principales poblaciones de la meseta. El concejo de Arévalo a lo largo de su historia consistió mayoritariamente de territorios de realengo.

Durante la Edad Media la villa constituyó una plaza fortificada y un centro de comunicaciones de gran importancia entre los concejos adyacentes, entre los que se encontraban Ávila, Medina del Campo, Olmedo, Coca o Segovia.

​ La aristocracia en el poder durante la Baja Edad Media —las 5 familias de los Tapia, Sedeño, Montalvo, Briceño y Berdugo;​ que trazaban su linaje hacia atrás identificándose como los descendientes de los reconquistadores de la ciudad— se decantó por los Trastamara en la Guerra Civil Castellana.
La demencia de Isabel de Portugal, obra de Pelegrí Clavé en 1855: Isabel de Portugal falleció en 1496 como punto final de un largo retiro en Arévalo

El concejo de Arévalo fue en sus comienzos territorio de realengo. Sin embargo durante los siglos xiv y xv la comunidad de villa y tierra de Arévalo —que llegó a tener una extensión de 1118 km²—​ se señorializó progresivamente​ 

En Arévalo se asentó una numerosa comunidad judía y musulmana, siendo la judería de Arévalo la segunda del reino de Castilla a comienzos del siglo xv, lo que favoreció la economía local. 

En el mismo siglo la localidad cobra gran importancia política por la frecuente visita de la corte. El rey Enrique IV de Castilla convocó cortes en Arévalo y, más tarde Isabel la Católica en las Casas Reales de Arévalo pasó su juventud.​ 

La población mudéjar —en 1463 la aljama de Arévalo solo fue superada en recaudación de impuestos por Toledo, Ávila, Sevilla y Guadalajara— de la ciudad se encontraba también entre las más importantes de la Corona de Castilla.​ La morería, que contaba con un alfaquí, estaba localizada cerca del río Arevalillo.​

En la ciudad también estableció su corte el hermano de Isabel, Alfonso. La villa fue empeñada por Enrique IV a Álvaro Estúñiga,​ —miembro de una familia con un linaje de origen navarro31​ concediéndole el señorío y el ducado de esta en 1469.​

 Esta concesión se produjo en el contexto de los apuros económicos que había padecido la corona durante la Guerra Civil Castellana​ entre Enrique IV y su medio hermano Alfonso.​ El ducado de Arévalo tan solo perduró hasta 1480, cuando los Zúñiga no pudieron retener la posesión de la ciudad por las presiones de la familia real, capitulando y entregando Arévalo a Isabel de Portugal, progenitora de Isabel la Católica.​

Edad Moderna

Acuarela de paisana de Arévalo del siglo xvi, perteneciente a la colección de Roger de Gaignières

El 2 de julio de 1494 se ratificó en Arévalo el Tratado de Tordesillas.​Este acuerdo sería también ratificado en Setúbal por el monarca portugués Juan II el 7 de septiembre de 1494.​ 

En el siglo xvi Ignacio de Loyola pasó su adolescencia en Arévalo, siendo la fecha más probable de su estancia en la localidad el periodo comprendido entre los años 1506 y 1517.​ 

Tras la muerte de Fernando el Católico, el emperador Carlos V intentó ceder Arévalo a Germana de Foix, a modo de compensar las rentas que en principio le había prometido el esposo de Isabel la Católica en su testamento​

Tras la muerte de Germana de Foix la localidad debería volver a manos del monarca.​ La villa protestó, se rebeló,​ y, tras el pago de una serie de compensaciones monetarias, consiguió, en 1520,​ la promesa del emperador de que la villa no sería nunca enajenada ni vendida.​ 

Enclavada en una zona tradicionalmente cerealista, Arévalo, que ya en la Edad Media se benefició como mercado agrario de su buena situación geográfica, se convirtió a mediados del siglo xviii en el principal centro de producción de cereal de Castilla.

​Edad Contemporánea

Mapa de la localidad de Francisco Coello (1822-1898) publicado en 1864

El comienzo del siglo xix trajo sin embargo una importante crisis de subsistencia durante la cual se duplicó de la tasa de mortalidad y que también se caracterizó por una fuerte subida del precio del trigo.​ 

El paso de los ejércitos franceses por la localidad agravó la situación todavía más por las exigencias desmesuradas de vituallas por parte de los oficiales —Auguste Marmont, duque de Ragusa, llegó a solicitar 8000 fanegas de trigo y 268 000 reales en 1811—​ y el propio saqueo de la ciudad.
Litografía de Francisco Javier Parcerisa publicada en 1865; a mediados del siglo xix el castillo de Arévalo se encontraba en ruinas

La villa adquirió el título de ciudad el 19 de julio de 1894, concedido por María Cristina de Habsburgo-Lorena —regente de Alfonso XIII— en virtud «del aumento de su población, desarrollo de su agricultura, industria y comercio y fomento de su instrucción popular».​ Arévalo y Ávila fueron las dos localidades de la provincia en las que a finales del siglo xix empezaron a aparecer los primeros colegios privados de enseñanza primaria.​ 

El 1 de noviembre de 1943 la Diputación provincial eligió mayoritariamente a su alcalde, Lucas Gómez Fortado, para el cargo de procurador en Cortes en la I Legislatura de las Cortes Españolas (1943-1946), representando a los municipios de la provincia.​ 

El 11 de enero de 1944 ocurrió un grave accidente ferroviario en la estación de la ciudad al chocar dos trenes —un tren correo que venía de La Coruña y un tren expreso que realizaba el servicio Madrid-Irún— que se cobró una cuenta de 41 víctimas mortales y 78 heridos.​ 

Ese mismo mes se dispuso «en atención a la conducta del vecindario y las autoridades» y a la cooperación ciudadana en el accidente el ingreso de la ciudad en la Orden Civil de Beneficencia,​ y la concesión de la cruz de la orden.


3. Que ver en Arévalo



para saber mas:

martes, 20 de diciembre de 2022

Ruta Natural por el Sur de Madrid: Del Mar de Ontígola a la Laguna de San Juan

Grabado histórico del Mar de Ontígola



Mariposas en el Mar de Ontígola

Mar de Ontígola

Foto histórica del Real Hipódromo de Legamarejo

Soto de las Cuevas, Aranjuez

Laguna de San Juan, Titulcia-Chinchón

El bosque de ribera, también llamado bosque de galería o soto, aparece a lo largo de los cauces de agua. En el mundo mediterráneo, consiste en una franja de vegetación de cierta anchura en torno a los ríos y de ecología diferente a la de los interfluvios. Estos últimos dominados por la vegetación mediterránea pura y dura : cocojares, encinares, tomillares, espartales, etc.

La existencia de un río provoca una serie de cambios importantes en las condiciones ecológicas de los terrenos adyacentes. Para empezar, el río aporta mayor humedad en su entorno cercano. El nivel freático del agua es más elevado por lo que la vegetación no necesita profundizar mucho sus raíces para encontrarla. Este hecho hace posible que la vegetación que se establece en torno a los ríos sea de hoja caduca, frente a la hoja perenne de la de los interfluvios.

A las plantas de hojas caduca no les importa y les compensa perder las hojas durante el invierno entrando en un parón vegetativo, un periodo de baja actividad y consumo energético. Cuando llega la primavera, hay más luz y calor. La presencia de agua constituye una gran ayuda para los vegetales en el gasto que supone crear nuevas hojas.

En medios secos la falta de agua priva de esta ayuda a los vegetales, que además deben crear hojas complejas (con más capas, pelos, ceras...) para defenderse de la transpiración. Con lo cual el gasto energético para crear una hoja de encina es mayor que para crear una hoja de álamo. 

Además, en los medios secos no se cuenta con la preciada ayuda del agua con lo que a las plantas no les compensa tirar las hojas en invierno y las mantienen. Al final, el hecho de que las plantas se desprendan o no de sus hojas en alguna época del año es una cuestión económica.

¿Cuáles son las especies características en los bosques de ribera?, en el Sureste de Madrid encontramos los ríos en sus cursos bajos. Las aguas son mansas. En primera línea, la más cercana al agua, nos encontramos con Álamos blancos (Populus alba) y Sauces (Salix alba). 

Este sauce, de porte arbóreo es más típico en los sotos de aguas tranquilas, frente a los Sauces (Salix atrocinerea, Salix fragilis, etc) de porte arbustivo que ocupan la primera banda de vegetación en los cursos altos de aguas más bravas. La orla vegetal que tratamos constituye el Hábitat 92A0, Bosques de galería de Salix alba y Populus alba, de interés comunitario.

La primera línea también es invadida a veces por los Tarays (Tamarix sp.) y el Carrizo (Phragmites australis). Sustituyendo en este caso a los álamos y sauces, o mezclándose con ellos.

Carrizal en primera línea, con alameda detrás en el río Jarama. 

En este caso, el régimen hídrico es tan manso que favorece a la vegetación helofítica, hierbas enraizadas bajo el agua pero con una parte del aparato vegetativo emergida. Esta distribución de la vegetación es bastante parecida a la que encontramos en cualquier laguna cercana de aguas calmadas.

La influencia del río no sólo se hace patente en la primera línea de vegetación, sino más allá. Tras los álamos, sauces y carrizos, los árboles protagonistas ya un poquito más alejados del agua son el Olmo (Ulmus minor) y el Fresno (Fraxinus angustifolia). 

El primero gana al segundo en los suelos arcillosos, profundos y con carbonatos. El Fresno, sin embargo, es más abundante en suelos sueltos arenosos. Por ello, las olmedas son más abundantes que las fresnedas en esta zona de Madrid. 

Indice:


1. Croquis de Nuestra Ruta



2. Como llegar al Mar de Ontígola

ACCESO


En coche

Desde Madrid, tomar la salida 37 desde la A-4 Córdoba hacia M-350. Antes de la glorieta, girar a la derecha dirección Aranjuez. Continuar por la M-350 hasta llegar a Aranjuez. Girar a la derecha por la Avenida de Palacio hasta llegar a la Calle de la Florida. 

Continuar recto hasta la glorieta y tomar la segunda salida por la Avenida del Deleite. En la glorieta, continuar recto hasta girar a la derecha por el Camino de Ontígola. Continuar por TO-2542 hasta llegar al humedal.
En tren

Línea C-3 destino Aranjuez. Tiempo estimado de 45 minutos. Salir de la estación y girar a la izquierda en la Carretera de Toledo. A unos metros, girar a la derecha por la Calle Jacinto Guerrero. En la Calle Oropéndola, girar a la derecha en Cuesta de las Perdices hasta llegar al Paseo del Deleite.

 En la glorieta, girar a la izquierda cruzando el estadio de fútbol hasta llegar a la Glorieta de Le Pecq. Tomar la Calle Montecillo hasta el Camino del Mar Chico y continuar hasta la entrada al humedal.


3. Algo de Historia sobre el Mar de Ontígola



La Heredad de Aranjuez arranca de las tierras que tras la conquista de la zona a los árabes, se suman a la Orden de Santiago y que posteriormente pasarán a ser propiedad de los Reyes Católicos.

A partir de ese momento, los diferentes monarcas comienzan a anexionarse terrenos alcanzando hasta puntos tan alejados del propio Sitio como Ocaña, San Martín de la Vega, Villaseca de Yepes o Vaciamadrid.

Estos incluyen prados, sotos, salinas, pequeños villorrios, algún palacio; pero sobre todo dehesas.

Una gran superficie para poner en explotación que alcanza hasta el siglo XIX, momento en que comienza su desamortización .

Pero, hasta ese momento, las grandes huertas y terrenos tenían que hacerse productivos y parte de ese rendimiento iba asociado a la posibilidad de generar sistemas de riego y conducción de agua eficaces, que permitieran el sostenimiento de las actividades agrícolas y ganaderas.

Este proceso de racionalización de la naturaleza aque es sometido Aranjuez será el que marque las pautas de intervención y establezca la escala de las obras de ingeniería, que variarán según se sitúe en el espacio inmediato al palacio, o se proyecte la dimensión territorial que marcan los cauces de los ríos y las ciudades de Madrid y Toledo.

El primero de los niveles hace referenciaa la ordenación de los jardines en torno al Palacio con la creación de fuentes y canales, sin función productiva,sino encaminados únicamente al deleite y la diversión de la monarquía. Su dimensión mayor, ya con fines productivos, tiene una función eminentemente práctica que radica en el control y reparto de agua y la contención del cauce de los ríos.



Las intervenciones encaminadas a ello ya están en las iniciativas de Felipe II y sus arquitectos Juan de Herrera,primero y de Juan Bautista de Toledo, después.

En el siglo XVI, Juan Bautista de Toledo había iniciado un proyecto de ordenación de la vega, destinada a cultivos de huerta mediante la creación de calles arboladas, según sus propios proyectos realizados en Nápoles o Roma y que influirá en los posteriores trazados de los parques del Barroco.

Esta racionalización del proyecto de explotación se apoyaba, además, en una serie de obras hidráulicas que se encaminan a la regulación de los cursos del Tajo y Jarama.

Los factores medioambientales y la dura meteorología(fuertes contrastes entre las lluvias torrenciales, riadas y el calor del verano) obligan a adoptar una serie de medidas que marcan la actividad constructiva de Aranjuez a partir del siglo XVI.

La disposición de sistemas de canalización,presas, diques o estanques, a partir de los cauces naturales, pretenden garantizar una continuidad de suministro de agua, necesario para el mantenimiento de superficies arboladas, cultivos y jardines.

Este costoso proceso tendrá dos momentos de desarrollo, por un lado las iniciativas de Felipe II y por otro, la primera mitad del siglo XVIII y los intereses de los primeros de los Borbones en el Real Sitio.

Los proyectos de los canales de larga trayectoria, implicaban abastecer de agua no sólo al entorno inmediato de Aranjuez, sino a toda la vega, donde priman intereses económicos que van más allá de las propiedades del rey y que afectan a los concejos vecinos.

Así, prácticamente desde el mismo momento en que se inicia la planificación del sistema de riegos, comienzan los confictos. Uno de los Concejos con el que chocará a lo largo de todo su desarrollo será el de la villa de Colmenar, que a cambio de ver satisfechas sus reivindicaciones, tendrá que asumir el mantenimiento de los riegos al paso por su término .

El proyecto original, que data de 1581,contempla la construcción de presas,diques y estanques, orientados al con- trol y nivelación de la red de canales.De este momento, son las construc-ciones de la presa de El Embocador y los caces de Las Aves, en la margenizquierda del río Tajo; y La Azuda, ensu margen derecha.El embalse o azud corresponde auna pequeña presa de orma rec- tilínea en ambas aguas, realizada apartir de una estructura, de posibleinfuencia holandesa, soportada por pilotes y entramado de madera y relleno de cascajo de piedra.

Desde éste se surtían aguas a ambas caceras. La cacera de la Aves regaba la vega y las fincas de particulares si tuadas en la margen izquierda del Tajo, así como los Jardines del Príncipe y de la Isla y las calles de la Reina y de Toledo, ya dentro del núcleo de la ciudad. La cacera de la Azuda, en cambio se dirigía por las tierras de la margen derecha, hasta enlazar con el canal de la Montaña, donde el agua asciende a partir de una noria de cincuenta y dos pies de diámetro , vertiéndola a un acueducto de arcos de fábrica que la lleva hasta la parte superior de los cerros.

Pero los diques, por sí solos, no garantizan el control de los cauces. Son los embalses los que permiten controlar el agua y racionalizar las corrientes, adaptando su uso no sólo para el riego, sino para el funcionamiento de molinos y aceñas. También será en este momento, hacia 1560 y bajo la supervisión de Juan Bautista de Toledo 39 cuando se reconstruyen algunas de las presas levantadas con anterioridad en el Jarama y en el Tajo,como la de Alhóndiga.

Pero, la obra de mayor envergadura del XVI, serás in lugar a dudas la construcción del embalse de Ontígola, más conocido como Mar de Ontígola. Este, levantado en un pequeño valle de hondo plano, excavado en las margas miocenas, recoge las aguas salobres delas planicies yesíferas, al sur del RealSitio, embalsándolas y reconduciéncolas para el riego de las huertas dela zona sur, como las tierras de San Pascual o el Regajal

.Las obras se inician hacia 1561,bajo dirección incipiente de Juan deHerrera 40 y, posteriormente, de Juan Bautista de Toledo y con la participación de varios especialistas en diques denacionalidad holandesa como Adrián Van der Musse o Pietre Jansen.

Tras la muerte del arquitecto se iniciará una nueva fase con mayor presencia de profesionales españoles, donde toma el relevo Francisco Sánchez y Gustavo Gili, hacia 1569.

 La presa se levanta sobre el arroyo del mismo nombre, en una zona conocida como el Fondón, a pocos kilómetros al sur de Aranjuez. Aquí parece que, tradicionalmente, se remansaba el agua de lluvia formando una balsa natural que ya era aprovechada por los vecinos quienes, hacia finales del siglo XV ya habían hecho un primer intento de canalizar el agua del arroyo para el riego de la zona sur de Aranjuez.

En este mismo sitio, una centuria después y tras una accidentada construcción que supuso la variación de la traza original 41 , se levanta una presa de planta recta, tres muros paralelos y unas dimensiones de 140 metros de longitud; 6 de altura y 10 de ancho, reforzada por cinco contrafuertes trapezoidales.

La zona, además de usarse como embalse para el riego, paso a convertirse pocos años después en un punto de recreo con la construcción de una isla en el centro del embalse y otras estructuras para el ocio como una plaza de toros, atarazanas para embarcaciones, etc., tal y como nos lo presenta Fernando Bambrilla en su óleo de principios del siglo XIX. Según López Gómez (1988), de ella partían dos canales.

Uno de ellos se dirigía al norte y, tras un arca de repartimiento, se separaba en tres acequias que se encaminaban hacia el Convento de San Pascual; al cruce de la calle de Abastos y del Foso y a la Huerta Valenciana. El otro, se encauzaba hacia el oeste pasando por el Regajal y la Huerta de los Deleites para cruzar el río y enlazar con el canal de las aves.

En todos los casos su uso era para riego,no mezclándose en ningún momento con las aguas limpias que bajaban desde la Mesa de Ocaña y que, a pesar de pasar por las inmediaciones de la presa, no compartían depósitos ni conducciones.

Los mismos intereses que subyacen en los planes de Felipe II, se mantienen como hemos podido comprobar en las iniciativas del siglo XVIII. 


para saber mas:

viernes, 16 de diciembre de 2022

Escapada de Fin de Semana a Trujillo, Cáceres: Tierra de Conquistadores

Castillo de Trujillo

Estatua Ecuestre de Pizarro, Trujillo


Iglesia de San Martín de Tours, Torrijos


Plaza Mayor de Trujillo

Campanario de la Torre de Iglesia de Santa María la Mayor, Trujillo

Palacio de San Carlos, Trujillo

Trujillo es un municipio español de la provincia de Cáceres, en la comunidad autónoma de Extremadura. Ocupa una extensión de 649,53 km² en la que se incluyen los núcleos de población de Belén, Huertas de Ánimas, Huertas de la Magdalena y Pago de San Clemente además de fincas y dehesas que rodean la ciudad.

Con 9.012 habitantes en 2019, es la sexta localidad más poblada de la provincia. Trujillo es la capital de la mancomunidad Comarca de Trujillo y del Partido judicial de Trujillo.

Trujillo ha recorrido todas las etapas de la Historia, desde poblado romano a ciudad medieval, lo que le ha servido para obtener los títulos de Ciudad Muy Noble, Muy Leal, Insigne y Muy Heroica.

Desde 1528 fue la capital de la provincia de Trujillo, integrada como partido de la provincia de Salamanca en 1591, hasta la creación de la provincia de Extremadura en 1653.

​ En la localidad nacieron, entre otros, Francisco Pizarro, conquistador del Perú, cuya escultura ecuestre se levanta en la Plaza Mayor, y Francisco de Orellana, descubridor del río Amazonas.

Su importancia histórica, su situación, su entorno natural y su gastronomía han hecho de Trujillo un importante centro turístico de Extremadura.

De sus monumentos, algunos de ellos protegidos, destacan el castillo (antiguo alcázar árabe), la iglesia de Santa María la Mayor (siglo xiii) y los palacios de la Plaza Mayor. Además, en Trujillo se celebran dos fiestas de interés turístico regional, el Chíviri y la Semana Santa Trujillana,​ y otros eventos como la Feria Nacional del Queso y la Feria Agroganadera.

Indice:



1. Como llegar a Trujillo

Se encuentra en el centro de la provincia de Cáceres y es la capital de la comarca de Trujillo. Se localiza a 45 kilómetros de la capital provincial.

Trujillo. Está comunicado con Badajoz y Madrid por la Autovía A-5, con Cáceres por la Autovía A-58 y con Plasencia por la EX-208 que, a su vez, atraviesa el parque nacional de Monfragüe.



La ciudad está bien comunicada por carretera, pues se sitúa junto a la Autovía del Suroeste, que por el momento es la única autovía que comunica directamente las dos capitales ibéricas, Madrid y Lisboa. Igualmente esta autovía comunica Trujillo con Mérida y Badajoz.
 
Trujillo se sitúa aproximadamente a 250 kilómetros de la capital española y a 375 de la capital portuguesa. El primer tramo de autovía del municipio, que conectó Trujillo con Miajadas, se abrió en 1992, y al año siguiente se abrió el tramo a Jaraicejo.

2. Algo de Historia sobre Trujillo 

Panorámica Plaza Trujillo

Engatusa por el color de sus piedras y la prestancia de su caserío.

Coronada por el castillo, construido entre los siglos X y XI con carácter militar, la ciudad se convierte en un amasijo de callejuelas empinadas que invita al viajero a perderse por un pasado de esplendor

Pero no nos engañemos. Si Extremadura fue la patria de muchos conquistadores es porque, tras la Reconquista de 1492, poco o nada tenían que hacer aquí los precoces hidalgos.

Inexistentes batallas, malas cosechas, fuertes hambrunas y pueblos empobrecidos hicieron que los jóvenes extremeños no vieran más futuro que el que se les prometía al otro lado del Atlántico.

Hambre de fortuna y sed de fama empujaron a muchos a embarcarse rumbo a las Américas; eso sí, siempre con el nombre de su honrada tierra como seña de identidad.

Cuando entro a Trujillo a través del Arco del Triunfo, una de las tres puertas que delimitaban la villa amurallada, caigo rendido a su encanto. Es inevitable.

Comprendo que Trujillo era ya una ciudad importante antes de que nacieran en ella los protagonistas de la aventura americana.

Trujillo es el antiguo Turgalium romano, denominación latina del topónimo correspondiente al primitivo castro celta. Desde la época celta hasta nuestros días, incluyendo el esplendor de los siglos XV y XVI, en los que la ciudad se convirtió en cuna de conquistadores y artistas que han pasado a la historia.

Plaza Mayor de Trujillo

La ciudad de Trujillo, localidad situada a unos 50 km al este de Cáceres, se asienta sobre un enorme batolito granítico, en el antiguo camino de Madrid.

Se trata de un importante complejo urbano conformado a partir de diferentes épocas y mentalidades arquitectónico-urbanísticas, cuyos testimonios han ello de ella una de las más importantes localidades de Extremadura, en lo que al patrimonio arquitectónico se refiere.

La población trujillana se reparte entre la ciudad de Trujillo propiamente dicha y las localidades de Huertas de Animas, Huertas de la Magdalena, Belén y San Clemente.

Con testimonios sobre ellos ya desde el siglo XVI, estos arrabales han estado poblados por un vecindario fundamentalmente agrícola que se asentó sobre fértiles vegas como las de Papalbas, Valfermoso o Mimbreras.

Después de una época paleocristiana y visigoda, como queda constancia por los restos de una basílica visigoda, tras muros de la puerta de Coria, la dominación musulmana hace de Trujillo un importante enclave, que sólidamente fructificado, mantendrá una notable actividad, siendo testimonio de ella el mercado ganadero que se celebrara en la zona extramuros sobre la que después se habría de urbanizar la actual Plaza Mayor.

Hacia el año 900 se inician las obras del Castillo y en el siglo XI están definitivamente configuradas las murallas, cuyo aspecto -al igual que el del Castillo- se modificará después de la Reconquista. Hay noticias de la existencia de al menos dos mezquitas, de las cuales se conserva algún resto.

Vista del Castillo (Alcazaba)

En 1186 se inician con Alfonso VIII los primeros intentos de reconquistar la Villa. Entregada a las Ordenes Militares de Santiago y San Julián de Pereiro, pasaría de nuevo a manos árabes en la última década del siglo XII, hasta que en 1232 la villa es definitivamente recuperada por las huestes cristianas de Fernando III. Data de aquella fecha la devoción patronal de Trujillo a la Virgen de la Victoria que, alojada entre dos torreones, constituye el emblema heráldico de la Villa.


Entre fines del siglo XV y principios del XVI tiene lugar una importante actividad arquitectónica en Trujillo. Se fundan los conventos de San Miguel, La Encarnación y San Francisco; se levanta el Rollo o Picota en el sitio del Mercadillo y se construyen las nuevas Casas Consistoriales, otros inmuebles municipales y privados van configurando la estructura y fisonomía del espacio de la plaza.

El siglo XVI será definitivo para la historia de Trujillo. La población supera abiertamente sus antiguos límites y se expande fuera de la muralla. El desarrollo demográfico trujillano y el enriquecimiento de ciertos sectores como consecuencia de la empresa americana, son las circunstancias que impulsan ahora el desarrollo de la ciudad.

Desarrollo que poblará la ciudad de nuevas construcciones nobiliarias, se ampliarán las antiguas fabricas religiosas y proporcionará a Trujillo el aspecto con que la ciudad, prácticamente sin alteración sustancial, llega al siglo XVIII.

Villa y ciudad, separadas por la muralla, mantendrán desde ahora una evolución arquitectónica de distinto signo. Torres, aspilleras, alfices, arcos apuntados y demás elementos arquitectónicos militares y goticistas de los palacios intramuros desaparecen de arquitectura de la ciudad.

En ésta se empleará una construcción más abierta en la que elogias y patios proporcionarán una fisonomía diferente a los inmuebles. En el interior de la villa, el aspecto defensivo de alcázares y casas fuertes da paso a otro renacentista.

3. Francisco Pizarro


Francisco Pizarro nació en la ciudad extremeña de Trujillo. Su nacimiento para unos historiadores fue el 16 de marzo de 1476, para otros fue la misma fecha, pero del año 1478.​

Algunos historiadores llegan a hablar de 1473.

Fue hijo con señorío de naturaleza española del hidalgo Gonzalo Pizarro Rodríguez de Aguilar (ca.1446-1522), llamado el largo o el romano, importante personaje de la época con gran influencia que participó en las campañas de Italia bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, y de Francisca González Mateos, dama de recámara noble de Beatriz Pizarro, la tía de Gonzalo, devota del convento de San Francisco el Real (junto a la Puerta de la Coria). Pizarro era pariente lejano de Hernán Cortés, quien conquistó el imperio azteca.​

A la edad de veinte años se alistó en los tercios españoles que, a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, luchaban en las conocidas como campañas de Nápoles contra los franceses.

Según López de Gómara, habría servido bajo las órdenes de este, siempre como soldado, en el sur de la península, Calabria y Sicilia. Viajó a Sevilla, donde permanecerá hasta su marcha a América.

Primeros años en América

Ruta del viaje de Núñez de Balboa y Francisco Pizarro para el descubrimiento del Mar del Sur en 1513.

En 1502 llegó a América en la expedición de Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española.


De sus primeros años en América se sabe muy poco. Probablemente pasó un tiempo en la isla de La Española.


Se crearon dos nuevas gobernaciones en las tierras comprendidas entre los cabos de la Vela (Colombia) y de Gracias a Dios (en la frontera entre Honduras y Nicaragua). Se tomó el golfo de Urabá como límite de ambas gobernaciones: gobernación de Nueva Andalucía y Urabá al este, gobernada por Alonso de Ojeda, y la de Veragua al oeste, gobernada por Diego de Nicuesa.

Descubrimiento del Mar del Sur (Océano Pacífico)

En 1509 hubo una expedición comandada por el bachiller y alcalde mayor de Nueva Andalucía Martín Fernández de Enciso, que salió a socorrer a su superior jerárquico, el gobernador Alonso de Ojeda. Ojeda, junto con setenta hombres, había fundado el poblado de San Sebastián de Urabá en Nueva Andalucía, lugar donde después se levantaría la ciudad de Cartagena de Indias; sin embargo, cerca del establecimiento existían muchos indígenas belicosos que usaban armas venenosas, y Ojeda había sido herido en una pierna.

Poco después, Ojeda se retiró en un barco a La Española, dejando el establecimiento a cargo de Francisco Pizarro, que en ese momento no era más que un soldado en espera de que llegara la expedición de Enciso. Ojeda pidió a Pizarro que se mantuviera con unos pocos hombres por cincuenta días en el poblado, o que de lo contrario usara todos los medios para regresar a La Española.

Hombre de fuerte carácter y poco dispuesto a la actividad sedentaria, participó en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central y Colombia (1510), y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que culminó en el descubrimiento del Mar del Sur (más adelante conocido como océano Pacífico) en 1513.

En enero de 1519, Francisco Pizarro arrestó a Vasco Núñez de Balboa por orden de Pedro Arias de Ávila, gobernador de Castilla de Oro. De 1519 a 1523 fue encomendero y alcalde de Panamá. Existen discrepancias sobre el estado de la fortuna de Pizarro durante su estancia en Panamá.
Los socios de la conquista

En 1524 Pizarro se asoció con Diego de Almagro y Hernando de Luque, un hombre influyente, cura de Panamá, para conquistar «Birú» o «El Birú» (el Imperio inca del Perú), del que tenían vagas noticias, repartiéndose las responsabilidades de la expedición.

Pizarro la capitanearía, Almagro se encargaría de la intendencia y Luque estaría al cargo de las finanzas y de la provisión de ayuda. Existen noticias de un cuarto asociado, el licenciado Espinosa, que no quiso figurar oficialmente y que habría sido el financiador principal de las expediciones hacia el Perú.

Trece de la Fama

Los trece de la isla del Gallo, pintura de Juan Lepiani (1902)

A finales de septiembre de 1526, cuando habían transcurrido dos años de viajes hacia el sur afrontando toda clase de inclemencias y calamidades, llegaron extenuados a la isla del Gallo, en la bahía de Tumaco, actual sur de Colombia en la costa del Pacífico. El descontento entre los soldados era muy grande; llevaban varios años pasando calamidades sin conseguir ningún resultado.

Pizarro intenta convencer a sus hombres para que sigan adelante; sin embargo, la mayoría de sus huestes quiere desertar y regresar. Allí se produce la acción extrema de Pizarro, de trazar una raya en el suelo de la isla obligando a decidir a sus hombres entre seguir o no en la expedición descubridora. Tan solo cruzaron la línea trece hombres.

Los Trece de la Fama, o los Trece caballeros de la isla del Gallo, fueron: 

Bartolomé Ruiz, Pedro Alcón, Alonso Briceño, Pedro de Candia, Antonio Carrión, Francisco de Cuéllar, García Jerén, Alonso de Molina, Martín Paz, Cristóbal de Peralta, Nicolás de Rivera (el viejo), Domingo de Soraluce y Juan de la Torre.


Sobre la escena que se vivió en la isla del Gallo, luego de que Juan Tafur le transmitiera la orden del gobernador Pedro de los Ríos, nos la cuenta el historiador José Antonio del Busto:

El trujillano no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una arenga larga se limitó a decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el arma una raya sobre la arena:

Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere.

Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de la duda, se sintió crujir la arena húmeda bajo los borceguíes y las alpargatas de los valientes, que en número de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea, no poco se alegró, dando gracias a Dios por ello, pues había sido servido de ponelles en corazón la quedada. Sus nombres han quedado en la Historia.

Pizarro y los Trece de la Fama esperaron refuerzos cinco meses en la isla del Gallo, los cuales llegaron de Panamá enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al mando de Bartolomé Ruiz. El navío encontró a Pizarro y los suyos en la isla de la Gorgona, hambrientos y acosados por los indios.

Ese mismo día, Pizarro ordenó zarpar hacia el sur. Pizarro no fue ni el primero ni el único que intentó la conquista del Perú.

La conquista del Perú

Llegada de Pizarro a Perú

Con la Capitulación de Toledo de 1529, firmada por Isabel de Portugal con la autoridad del rey Carlos I, se concedieron los derechos de dominio sobre la zona de Perú explorada hasta ese entonces.


El territorio que correspondía a Pizarro iba desde el río de Santiago (río de Tempula o Cayapas) en el norte de Ecuador, hasta el Cuzco

​ En 1532 Pizarro zarpó desde la ciudad de Panamá con 180 soldados, desembarcando cerca de Tumbes, en lo que ahora es la frontera norte del Perú; entonces formaba parte del Imperio inca llamado Tahuantinsuyo, que se extendía desde Colombia hasta Chile con una población aproximada de 12 millones de personas.

Los incas tenían una leyenda sobre que un día el dios Viracocha regresaría desde la tierra del sol poniente, una deidad que según ellos vestía de oro y plata, con barba blanca y ojos verdes, y que se había ido a través del océano Pacífico para volver en tiempos de gran necesidad.

Los nativos norteños vieron la llegada de los españoles que tenían características semejantes a las de Viracocha, narradas en su leyenda. Los indios tayanes le comunicaron a Atahualpa que los españoles eran dioses, dada su piel blanca, sus barbas, sus brillantes armaduras y que habían venido en grandes naves desde el océano Pacífico.​

Atahualpa creyó el origen mitológico de los conquistadores y lo tomó como buen presagio en ánimos de acabar con la guerra civil en que estaba sumido el Tahuantinsuyo por la sucesión del emperador Inca Huayna Cápac, muerto por viruela. Los príncipes Huáscar y Atahualpa luchaban por la toma del Cuzco (capital del imperio).

La captura de Atahualpa

Atahualpa

Fue invitado por Atahualpa a encontrarse en la fortaleza inca de Cajamarca, por intermedio de un emisario muy allegado a él.

El emisario se encontró con los españoles en Cajas y además de llevarle regalos (patos desollados, vasijas en forma de fortaleza, etc.) midió las fuerzas de los españoles y lo invitó a continuar su marcha por el valle del Chancay, cerca del pueblo de Chongoyape hasta Cajamarca para entrevistarse con Atahualpa.

Pizarro aceptó y le envió una fina camisa de Holanda y dos copas de vidrio al Inca como regalo. Así, se adentró en territorio inca con 168 soldados y 37 caballos, y se dirigió a Cajamarca.

Los españoles, al llegar a los núcleos incas, vieron que se trataba de una civilización avanzada, con sistemas de irrigación, una rica cultura y un ejército poderoso. Al llegar a la fortaleza de Cajamarca la encontraron casi vacía, y la exploraron inquietos temiendo una emboscada.

Sin embargo, Atahualpa se encontraba en un manantial cercano con su hermana sin preocuparse en absoluto por la presencia de los españoles.

Pizarro deseaba hablar con Atahualpa, por lo que envió emisarios. El encuentro que tuvo lugar entre el rey y los enviados de Pizarro fue muy tenso. Atahualpa y sus hombres vistieron sus mejores galas en el recibimiento y tenía una pose muy seria.
 
Los incas nunca habían visto caballos, de modo que los españoles decidieron permanecer en sus monturas y encabritarlos y hacerlos relinchar en presencia del monarca inca.

Atahualpa respondió bebiendo del cráneo de un prisionero ejecutado. Posteriormente, ofreció copas de oro a los españoles, de las que ellos bebieron. Finalmente, prometió ir a Cajamarca al día siguiente a entrevistarse con Pizarro.​

Los exploradores habían contado al menos 30 000 guerreros incas, por lo que iniciar una conquista militar sería imposible.

La noche del 16 de noviembre de 1532 los españoles rezaron pensando que sería la última vez.

A la mañana siguiente los españoles se prepararon para la batalla y se escondieron en un patio a esperar. Posteriormente, vinieron miles de soldados incas desarmados y los rodearon.

Luego, vino un desfile de cientos de sirvientes limpiando el camino para el paso del rey Atahualpa, que iba subido en un trono de oro rodeado de sus líderes. Entonces el capellán de los españoles se acercó al trono con una cruz y una biblia, y pidió al rey que se retractara de sus creencias paganas y aceptara el bautismo y la autoridad del rey de España Carlos I.

Atahualpa tomó la Biblia, la examinó sin entender nada de lo que ponía y la arrojó al suelo, lo que fue interpretado como una blasfemia por los españoles y Pizarro ordenó abrir fuego.
 
Los españoles posteriormente sacaron sus espadas, iniciaron una matanza y tomaron prisionero a Atahualpa (16 de noviembre de 1532).

Cuarto del rescate de Atahualpa en Cajamarca. 

Los incas lo llenaron una vez de oro y dos de plata. El botín fue entregado a Pizarro.

Fue confinado en una sala de Cajamarca con sus tres esposas y se le dejaba seguir conduciendo sus asuntos de gobierno. Pizarro, además, hizo que el inca Atahualpa aprendiera el idioma español y le hizo aprender a leer y a escribir. De esta forma, fue posible comunicarse con el rey inca, que le informaba de sitios donde había oro.

Además, jugaba partidas de juegos de mesa con el rey indígena. Pizarro emprendía con sus hombres exploraciones en busca del preciado metal. En una de ellas llegaron a encontrarse con la fortaleza de Sacsayhuamán, donde grupos de incas se resistían a los españoles.

Los españoles atacaron la fortaleza y la conquistaron. En sus expediciones los españoles encontraron desiertos, salinas e incluso hacia el Este, exploraron en la selva del Amazonas.

Para crear un vínculo más cercano, Atahualpa ofreció a Pizarro a su hermana favorita en matrimonio. Quispe Sisa (Inés Huaylas Yupanqui) era hija del emperador inca Huayna Cápac. El conquistador la hizo bautizar como Inés Huaylas y tuvo dos hijos con ella: una primera hija a la que llamó como su padre, Francisca Pizarro Yupanqui, y Gonzalo, que murió joven.

Atahualpa propuso a Pizarro llenar la habitación donde se encontraba preso, el conocido como Cuarto del Rescate, dos veces, una con oro y otra con plata a cambio de su libertad, lo que Pizarro aceptó.

Los súbditos trajeron oro en llamas durante tres meses hacia Cajamarca de todas las partes del reino para salvar su vida. Finalmente lograron reunirse 84 toneladas de oro y 164 de plata.​

Francisco Pizarro ordenó la ejecución de Atahualpa, mientras estuvo prisionero, lo mandó ajusticiar la noche del 26 de julio de 1533 por los delitos de sublevación, poligamia, adoración de falsos ídolos y por haber ordenado ejecutar a Huáscar.

Además, se creía que había mandado un ejército para luchar contra los españoles desde el sur hacia el norte comandado por el general Calcuchimac. Fue estrangulado en el poste, después de que el sacerdote lo bautizara dándole el nombre cristiano de Francisco.​Esa noche miles de súbditos de Atahualpa se suicidaron para seguir a su señor al otro mundo.​

El 18 de enero de 1535 fundó en la costa la Ciudad de los Reyes, pronto conocida como Lima, y Trujillo, con lo que se inició la colonización efectiva de los territorios conquistados. Mientras tanto, su hermano Hernando, que había partido a España para entregar el Quinto del Rey a la corona, regresó portando el título de marqués para su hermano Francisco, y el de adelantado para Almagro, al cual se le habían concedido 200 leguas al sur del territorio atribuido a Pizarro.

Guerra civil entre conquistadores

Diego de Almagro, considerando que el Cuzco estaba dentro de su jurisdicción destituyó a Juan Pizarro y lo encarceló junto a su hermano Gonzalo. Francisco acudió desde Lima y firmó un acuerdo con Almagro en Cuzco, tras lo cual Almagro partió para Chile.

A la vuelta de su infructuosa expedición, Almagro trata de ocupar de nuevo el Cuzco, el cual, defendido por su regidor Hernando Pizarro, estaba resistiendo un largo cerco por parte de los incas sublevados al mando de Manco Inca, que había conseguido huir de los españoles.

Mientras tanto Pizarro en Lima sufrió también el cerco de dicha ciudad por parte de Quizu Yupanqui, general y pariente de Manco Inca, quien tras estar a punto de tomar la capital pereció en la batalla. La victoria de Pizarro en Lima se debió a su estratégica alianza con los señores étnicos enemigos de los incas.

La paz fue corta y ambos bandos volvieron a enfrentarse en la batalla de las Salinas (1538), cerca de Cuzco. Los almagristas fueron derrotados y Diego de Almagro encarcelado, tiempo después fue condenado a muerte y ejecutado por Hernando Pizarro sin la autoría de su hermano Francisco, en la Plaza Mayor de Cuzco (8 de julio de 1538). Tras la muerte de Almagro, Pizarro se dedicó a consolidar la colonia y a fomentar las actividades colonizadoras (envía a su hermano Gonzalo a Quito y a Pedro de Valdivia a Chile)

Muerte

Los partidarios de Almagro se agruparon en torno a su hijo Almagro el Mozo, con el fin de acabar con el gobierno de Pizarro amenazando con matarlo. Los doce almagristas, comandados por Juan de Rada iniciaron un complot con el que se abastecieron de armas. La mañana del domingo 26 de junio de 1541, enterado de que su vida corría peligro, Pizarro no salió a la misa dominical de la Catedral y la oyó en su casa.

Luego de la misa, los almagristas lo buscaron en la catedral, y después cruzaron la plaza en dirección al palacio del Marqués Gobernador gritando: "Viva el Rey, muera el tirano". Pizarro, quien se encontraba almorzando con un grupo de amigos, logró ser advertido con poco tiempo de que el grupo estaba a las puertas de su residencia, por lo que dejó el comedor y pasó a armarse a su dormitorio. Cuando regresó al comedor, sus invitados ya habían huido y solo quedaban su medio hermano, Francisco Martín de Alcántara, Gómez de Luna y los pajes Tordoya y Vargas.

El historiador José Antonio del Busto relata la escena del asesinato de Pizarro:

Los asesinos, a cuyo frente venía Juan de Rada, subieron la escalera y hallaron en su puerta abierta a Francisco de Chaves, quien tenía la orden de mantenerla cerrada. Suprimiendo todo diálogo, lo mataron de una estocada y penetraron al comedor.

El viejo Marqués, que por terminar de abrocharse las coracinas había tornado a su dormitorio, salió al encuentro de los intrusos con la espada desenvainada, reuniéndose con sus cuatro leales compañeros y dirigiéndose de modo particular a su hermano para decirle: ¡A ellos, hermano, que nosotros nos bastamos para estos traidores! Los doce almagristas se limitaron a mantenerse en guardia, gritándole con ira y odio: ¡Traidor!

Muerte de Francisco Pizarro

La lucha se entabló sin ninguna ventaja para los de Chile. Al tiempo que luchaba, Pizarro enrostraba a sus atacantes. Había tomado el primer puesto en la pelea y tanto era su brío que no había adversario que se atreviera a propasar la puerta. En eso cayó Francisco Martín con una estocada en el pecho, también los dos pajes y Gómez de Luna.


Solo se puso entonces a defender el umbral, desesperando a sus contrincantes que, acobardados, pedían lanzas para matarlo de lejos. No se retrajo por ello el Marqués, antes bien, pretendiendo desanimar a sus enemigos, siguió combatiendo con más intensidad que antes.


Tan animoso se mostró, que Juan de Rada entendió que así no lo vencerían nunca y, recurriendo a un ardid traicionero, tomó a uno de los suyos apellidado Narváez y lo empujó hacia Pizarro; el Marqués lo recibió con su espada, pero el peso del cuerpo lo hizo retroceder, aprovechando entonces los almagristas para penetrar el umbral a la carrera y rodearlo. Pizarro continuó la lucha, ya no atacaba, se defendía.


El anillo de asesinos giró con frenesí de odio, luego se cerró con intención de muerte. Cuando el anillo se abrió, el Marqués estaba lleno de heridas, una de ellas en el cuello. Pizarro, caído sobre el brazo derecho, tenía el codo lastimado; sus ropas estaban manchadas de sangre, ésta le emanaba a borbotones, pero sin mostrar flaqueza ni falta de ánimo, trató de levantarse para seguir luchando.


Sin embargo, las fuerzas no le ayudaron y, todavía consciente, se desplomó sobre el piso ensangrentado.Sintiendo las ansias de la muerte, se llevó la mano diestra a la garganta y, mojando sus dedos en la sangre, hizo la cruz con ellos; luego balbuceó el nombre de Cristo e inclinó la cabeza para darle un beso a la cruz...


Entonces uno de los asesinos le dio una estocada en el cuello, otro quiso ultimarlo y, tomando una alcarraza, se la quebró en el rostro. El Marqués se desplomó pesadamente y quedó quieto en el suelo. Así, mientras los asesinos salían gritando: ¡Viva el Rey, muerto el tirano!, y los rezagados bajaban fatigados la escalera comentando ¡cómo era valiente hombre el marqués!, arriba —con el rostro hundido en su sangre guerrera— yacía el Conquistador del Perú.

Después de su regreso del Perú, la familia Pizarro erigió en la esquina sureste de la Plaza Mayor de Trujillo y al costado del Ayuntamiento, en la ciudad natal del conquistador, un palacio de estilo plateresco del siglo xvi mandado construir por su hija, Francisca Pizarro Yupanqui.

Conocido como palacio de la Conquista, este palacio se estructura en cuatro plantas, siendo significativo el escudo de armas de la familia Pizarro que se encuentra en el balcón de la esquina con su contenido iconográfico.

En uno de sus lados está Francisco Pizarro y en el otro, su esposa, la princesa inca Inés Huaylas, su hija Francisca Pizarro Yupanqui y su esposo Hernando Pizarro. Coronan este edificio doce elegantes esculturas que representan alegorías de los vicios y virtudes. Son notables sus chimeneas, ventanas y artísticas rejas de forja.

El escultor estadounidense Charles Cary Rumsey (1879-1922) realizó una estatua ecuestre del conquistador, de la que existen tres copias ubicadas en las ciudades de Trujillo (España), Lima (Perú) y Buffalo (Estados Unidos).

Otro hijo ilustre de Trujillo, fué

4. Francisco de Orellana

también partícipe de la conquista del Imperio Inca, organizó una épica aventura que le llevaría a descubrir el río Amazonas.

(Trujillo, España, 1511 - Amazonas, 1546) Explorador y conquistador español, descubridor de la selva amazónica y primer navegante del río más caudaloso de la Tierra.

 Poco conocido y eclipsado por nombres de la talla de Hernán Cortés o Francisco Pizarro, Francisco de Orellana protagonizó, sin embargo, uno de los episodios más brillantes de la historia española en el Nuevo Mundo, siendo su vida un ejemplo de heroísmo y honestidad.

Francisco de Orellana

La abuela materna de Francisco de Orellana pertenecía a la familia Pizarro, de modo que tanto por su patria chica como por su linaje no le eran ajenos los aromas americanos.


Nada se sabe de su infancia, pero no hay duda de que desde niño quiso emular las gestas de sus paisanos, ya que en 1527, siendo sólo un mozalbete, se trasladó al Nuevo Mundo para integrarse en la reducida hueste de su pariente, Francisco Pizarro.


Junto a él participó en la conquista del Imperio de los incas, revelando ser un soldado hábil y sobre todo fogoso, tanto que en cierta ocasión pecó de temerario y perdió un ojo luchando contra los indios manabíes. Antes de cumplir los treinta años, Orellana había tomado parte en la colonización del Perú, había fundado la ciudad de Guayaquil y era, según los cronistas, inmensamente rico.


Al estallar la guerra civil entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro, Orellana no dudó en decantarse a favor de su pariente. Organizó un pequeño ejército e intervino en la batalla de Las Salinas, donde Almagro fue derrotado. Luego se retiró a sus tierras ecuatorianas y desde 1538 fue gobernador de Santiago de Guayaquil y de la Nueva Villa de Puerto Viejo, etapa en la que se distinguió por su carácter emprendedor y por su generosidad.


Además, hizo algo verdaderamente encomiable y singular: puesto que deseaba ligar su existencia a aquellos territorios, juzgó necesario aprender las lenguas indígenas y se dedicó concienzudamente a su estudio. Este afán, que le honra y distingue de sus rudos pares, iba a contribuir en gran medida a que alcanzase la ansiada gloria, como veremos más adelante.


Aun cuando podía haber terminado sus días rodeado de paz y prosperidad, ni las riquezas ni el bienestar podían calmar su sed de aventuras y nuevos horizontes. Por este motivo, cuando supo que el gobernador de Quito, Gonzalo Pizarro, estaba organizando una expedición al legendario País de la Canela, Orellana no vaciló ni un momento y se ofreció a acompañarlo.

El País de la Canela

Las noticias acerca de la abundancia de la preciada especia en las tierras del oriente ecuatoriano se remontaban a una época anterior a la llegada de los españoles, y eran tan prometedoras como las que daban cuenta del fabuloso reino de El Dorado.

El hermano pequeño del conquistador del Perú estaba decidido a encontrar la gloria en el descubrimiento de aquel fructífero País de la Canela y con ese propósito salió de Quito en febrero de 1541 al frente de 220 españoles y 4.000 indígenas. Por su parte, Orellana intentó reunirse con él, pero al llegar a la capital tuvo conocimiento de que Gonzalo ya había partido, dejando el encargo de que siguiera sus pasos.

A la cabeza de un reducido grupo de veintitrés hombres, Orellana se dispuso a atravesar los temibles Andes ecuatorianos. Tras recorrer la altiplanicie, comenzó una lenta y fatigosa ascensión sorteando profundas quebradas, laderas pobladas de una maleza impenetrable y pendientes rocosas desprovistas de toda vegetación.

En las cumbres andinas, los expedicionarios padecieron a causa del viento gélido y sobrecogedor; más tarde, tras un penoso descenso, el calor tórrido y la atmósfera asfixiante de la selva volvieron a quebrantarles. Al fin, macilentos y diezmados, llegaban al campamento de Gonzalo Pizarro con un rayo de esperanza brillándoles en los ojos.

La decepción fue enorme. El campamento no se encontraba en ningún fragante bosque de árboles de la canela, sino en una zona pantanosa e inhabitable. Hundiéndose en las ciénagas y tropezando continuamente con las gruesas raíces que alfombran la jungla, los hombres buscaron por los alrededores el codiciado producto, encontrando tan solo pequeños arbustos silvestres escuálidos y desparramados entre el follaje, de una canela casi sin aroma.

La situación se hizo insostenible. Los víveres escaseaban y los supervivientes estaban extenuados. Ante la imposibilidad de avanzar por la selva, Gonzalo Pizarro resolvió seguir el curso de un río cercano con el auxilio de un bergantín que, por supuesto, deberían construir en aquel mismo sitio.

Famélicos y empapados de sudor, los hombres se apresuraron a cortar árboles, preparar hornos, hacer fuelles con las pieles de los caballos muertos y forjar clavos con las herraduras. Cuando la improvisada nave estuvo lista, comprobaron con alborozo que flotaba sobre las aguas. Había sido una tarea ímproba, pero sus esfuerzos se veían, por fin, recompensados.

Los hombres de Orellana construyendo un bergantín

Gonzalo Pizarro pidió a Orellana que se embarcase con sesenta hombres y fuese río abajo en busca de alimentos, considerando que su lugarteniente podría entenderse directamente con los indígenas en caso de encontrarlos, pues conocía a la perfección sus dialectos.

Navegando por los ríos Coca y Napo, el grupo de aventureros continuó la marcha durante días y días sin encontrar poblado alguno.

El hambre atenazaba sus estómagos y hubieron de devorar cueros, cintas y suelas de zapatos cocidos con algunas hierbas. Durante estas jornadas dramáticas, Orellana supo mostrarse firme y logró mantener la moral y la disciplina de sus hombres predicando con el ejemplo antes que con las palabras. Al fin, el día 3 de enero de 1542, llegaron a las tierras de un cacique llamado Aparia, que los recibió generosamente y les ofreció grandes cantidades de comida.

Cumplida la primera parte de su misión, Orellana dio las órdenes pertinentes para emprender el regreso río arriba con objeto de ir en busca de Gonzalo Pizarro, quien, según lo acordado, iba a descender lentamente por la orilla hasta encontrarse con su lugarteniente. No obstante, sus hombres se resistieron.

Juzgaban que era materialmente imposible remontar la briosa corriente con su insegura nave, y que, aun cuando lo consiguiesen, no podrían cargar víveres, pues el húmedo calor de la selva los echaba a perder en pocas horas. Se negaban a sacrificar estérilmente sus vidas por obedecer una orden suicida. Orellana, convencido por estos razonamientos, se sometió a sus hombres, poniendo como condición que esperasen en aquel lugar dos o tres semanas para dar tiempo a que Gonzalo pudiese alcanzarlos.

Transcurrido un mes y puesto que no había noticias de Gonzalo Pizarro, los exploradores embarcaron de nuevo. Descendieron por las cada vez más turbulentas aguas y el 11 de febrero vieron que "el río se partía en dos". En realidad, habían llegado a la confluencia del río Napo con el Amazonas, al que bautizaron con este nombre después de tener un sorprendente encuentro con las legendarias mujeres guerreras.

La fascinante Amazonia

Puesto que se desvanecía toda esperanza de reunirse con Gonzalo Pizarro, verdadero jefe de la expedición, Orellana fue elegido de forma unánime capitán del grupo. Se decidió construir un nuevo bergantín, al que se puso por nombre Victoria, y continuar por el río hasta mar abierto. Durante el trayecto, los heroicos exploradores arrostraron mil peligros, fueron atacados varias veces por los indígenas y dieron muestras de un valor extraordinario.

El viaje les deparó continuas sorpresas: árboles inmensos, selvas de lujuriosa vegetación y un río que más bien parecía un mar de agua dulce y cuyos afluentes eran mayores que los más caudalosos de España. Cuando dejaron de divisar las orillas de aquel grandioso río, Orellana ordenó que se navegara en zigzag para observar ambas riberas.

Itinerario de la expedición de Orellana

En la mañana del 24 de junio, día de San Juan, fueron atacados por un grupo de amerindios encabezado por las míticas amazonas. Los españoles, ante aquellas mujeres altas y vigorosas que disparaban sus arcos con destreza, creyeron estar soñando.


En la refriega consiguieron hacer prisionero a uno de los hombres que acompañaban a las aguerridas damas, quien les relató que las amazonas tenían una reina que se llamaba Conori y poseían grandes riquezas. Maravillados por el encuentro, los navegantes bautizaron el río en honor de tan fabulosas mujeres.


El 24 de agosto, Orellana y los suyos llegaron a la desembocadura de aquella impresionante masa de agua. Durante dos días lucharon contra las olas que se formaban al chocar la corriente del río con el océano y, al fin, consiguieron salir a mar abierto. El 11 de septiembre llegaban a la isla de Cubagua, en el mar Caribe, culminando el más apasionante periplo exploratorio de los que siguieron al descubrimiento de América.

Frente a la acusación de traición

Francisco de Orellana aún regresaría a España en mayo de 1543, después de rechazar en Portugal una tentadora oferta de someter las regiones que había explorado en nombre del rey Juan III. Tuvo que responder ante el Consejo de Indias de las acusaciones formuladas contra él por Gonzalo Pizarro, que había conseguido salir de la selva ecuatoriana y volver a Quito. Los cargos de abandono, alzamiento y traición fueron desestimados ante las exhaustivas declaraciones de sus hombres, que dieron cuenta de su rectitud y de la honradez de sus actos.

Al año siguiente, Orellana contrajo matrimonio con una joven sevillana de buena familia llamada Ana de Ayala, fue nombrado adelantado de la Nueva Andalucía y firmó con el príncipe Felipe (el futuro Felipe II de España) las capitulaciones para una nueva expedición al Amazonas. Sin embargo, en sus negociaciones con mercaderes, intermediarios y prestamistas, entabladas al efecto de preparar el viaje, Orellana fue víctima de su nobleza y su buena fe.

Quien había superado todas las dificultades en el mundo manifiestamente hostil de la selva no fue capaz de vencer las que le planteaba el mundo aparentemente amistoso de la urbe. En la primavera de 1545 había conseguido reunir cuatro naves, pero estaba arruinado y no podía dotarlas de lo más necesario. Se le comunicó que, dado que no había cumplido lo estipulado en las capitulaciones, la expedición quedaba anulada.

Orellana no pudo aceptar esta deshonra y partió a pesar de la prohibición expresa de las autoridades y del precario estado de sus naves. Durante la travesía cometió incluso actos de piratería para conseguir lo imprescindible. El 20 de diciembre llegaba de nuevo a la desembocadura del Amazonas y, sin escuchar los consejos de sus tripulantes, decidió lanzarse inmediatamente río arriba a la aventura.


Sus sueños de gloria terminaron en el mes de noviembre de 1546 en algún punto de la selva amazónica, a orillas del río al que había dado lo mejor de sí mismo. Las fiebres dieron cuenta de la existencia de aquel hombre indomable en medio del silencio de la jungla, roto tan sólo por los gritos de los pájaros.


Su tumba fue una cruz más al pie de un árbol, en el escenario más grandioso que pueda concebirse.

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