Se trata de un arraigado nombre inexistente en el callejero oficial de Toledo, pero vigente en el uso popular y así consagrado en los rótulos de colmados, tabernas o tiendas habidas en este cruce de cinco bocacalles arropadas por los muros de la Catedral
Rafael del Cerro Malagón
TOLEDO
Actualizado:24/11/2020 13:10h
Los Cuatro Tiempos es un arraigado nombre inexistente en el callejero oficial de Toledo, pero vigente en el uso popular y así consagrado en los rótulos de colmados, tabernas o tiendas habidas en este cruce de cinco bocacalles arropadas por los muros de la Catedral.
En realidad, esta «seudoplaza» es como un paréntesis urbano de una larga calle que media entre las plazas Mayor y de San Justo. Hasta el siglo XIX, según el documento consultado y la época, tal trayecto se subdividía en tres tramos con otros tantos nombres: Carnicerías o Verduras, Hermandad y Tripería.
En el Nomenclátor de 1864 este último absorbió a los demás, si bien, en 1898, se sustituyó por el del ilustre villacañero Sixto Ramón Parro (1812-1868), abogado, profesor, jefe político, alcalde, historiador…, cuya vivienda estuvo en esta calle como lo recuerda, en el actual número 9, un artístico azulejo con su retrato realizado por el ceramista Ángel Pedraza Moriz.
Julio Porres, en su gran estudio sobre las calles de Toledo (1971-2002), al citar los Cuatro Tiempos, además de unirlo al borroso enclave de los Estanales, citado hasta el siglo XVII, indica que el popular nombre deriva de una pintura mural, alusiva a las estaciones del año, existente en una fachada.
Gracias a la referencia de Manuel Martínez Bargueño, nacido en el barrio y desde hace años un reconocido divulgador de temas madrileños, artísticos y culturales -a través de varios y sugestivos blogs firmados como Manuelblas-, nos precisa que tales pinturas estaban en la casa número 5 de Sixto Ramón Parro, siendo ya difusas manchas de color en los años cincuenta.
Calle de la Virgen del Tiro (actualmente Cardenal Cisneros). A la izquierda, la escuela municipal de Segundo Distrito. Postal editada por Grafos hacia 1920
Más allá de esta época, en este núcleo urbano era habitual la presencia del clero catedralicio y una viva actividad comercial donde acudía la cercana vecindad de San Justo.
Aquí, donde confluyen las calles de Cardenal Cisneros y el tramo que baja desde la plaza Mayor, los muros de la Primada forman una esquina que trazaron Enrique Egas y Pedro Gumiel en 1504. El costado de la primera bocacalle arropa tres niveles interiores de la Catedral.
Abajo están las cuatro ventanas de las oficinas del Canónigo Obrero, el encargado del mantenimiento del edificio. Encima, los dos huecos que iluminan el zaguán y la sala Capitular y, por último, los vanos del antiguo taller de cerería con el bastidor metálico exterior donde se colgaban los cirios para terminar de «curarse».
En el mismo muro, además de tres relieves heráldicos, un tejadillo protege una hornacina acristalada con la llamada Virgen del Tiro que casi está a la misma altitud (alrededor de 515 metros) que la ermita de la Virgen del Valle, visible desde este punto al otro lado del Tajo.
El nombre del Tiro, según Parro (1857), provenía de la polea (o tiro) colocada al doblar esta esquina, en un alto balcón para subir o bajar efectos de la cerería. En esta misma fachada, a nivel de calle, un bajo portón comunica con las bóvedas que alojaban enseres de uso periódico como el Monumento grande, toldos, carros, etc. Muy cerca, una puerta más alta da paso a varias estancias y servicios auxiliares de la Primada.
La bocacalle que baja desde la plaza Mayor hasta los Cuatro Tiempos forma otra esquina de sólidos sillares con la pared izquierda de la calle del Lócum, paraje citado en páginas galdosianas, mientras a su derecha están las casas de vecinos y negocios que dan vida a este enclave que se prolonga hasta la plaza de San Justo. Entre ellas, son varias las que, en la acera de los impares, ofrecen portadas labradas, huérfanas de blasones, sobre vestigios y aljibes medievales.
En las fachadas hay amplios balcones de antepechos ondulados -propios de la rejería del XVIII- y añadidos característicos de la casa burguesa del siglo siguiente como fueron los miradores. Un ejemplo de todo ello es la casa donde residió el polifacético Parro organizada en torno a un patio central.
Antiguos padrones vecinales revelan que, esta «semi-plazoleta», cuando aún se llamaba de la Tripería, era un anexo de la plaza Mayor, el «estómago de la ciudad», con puestos mañaneros y locales de verduleros, tocineros, sastres, buñoleros o confiteros, como Juan Bullido con un afamado obrador de los más de una docena abiertos en 1844.
A partir de 1915 hubo negocios que se fueron al estrenado Mercado de Abastos, abierto tras una gestación de casi veinte años de obras, siendo un ejemplo la carnicería de Rafael Bargueño Hernández. No obstante, durante el primer tercio del XX, la prensa recoge noticias y anuncios de tiendas bien conocidas por su singular título comercial o el de su dueño. E
n 1906, la antigua Tienda de los Cuatro Tiempos se convertía en Coloniales y comestibles finos La Villa de Madrid, iniciativa del comerciante Juan Reguilón, apellido ligado luego a afamadas mantequerías en otros lugares.
En 1942, en el bajo de la casa que acogía las pinturas murales ya existía la popular taberna de Los Caracoles junto a un exiguo local de comestibles, una mercería, una pescadería y modestos puestos de golosinas captados, en los años cincuenta, por el fotógrafo barcelonés Juan Manuel Quintilla.
Otra gran imagen de esta calle y sus anónimas vidas es la tomada, en 1961, para Magnum Photos, por la fotógrafa de origen austriaco, Inge Morath (1923-2002). En 1972, un nuevo dueño reformó la vieja taberna y, en 1999, una obra de más calado alcanzaría hasta el callejón del Locum, ideándose, sin éxito, pintar en la fachada cuatro «escudos» dedicados, respectivamente, a las estaciones del año.
Como último punto de fuga de los Cuatro Tiempos, miramos la esquina que abre la acusada bajada de la calle del Barco, dedicada al escritor francés Maurice Barrès en 1924. Su azulejo está en el edificio que fue el hospitalito de San Pedro (ya abordado en otro momento: 22/12/1919), luego sede de servicios municipales como el Laboratorio Municipal de Higiene (1911) y la Casa de Socorro (1940-1968). También estuvo aquí la escuela del Segundo Distrito hasta los años sesenta del pasado siglo.
Un recuerdo más es que este ángulo viario fue elegido por el director de cine César Fernández Ardavín, en 1969, para filmar el paso procesional del Corpus Christi en una adaptación que hizo de La Celestina con Julián Mateos, Elisa Ramírez y Amelia de la Torre en los papeles principales. Con los permisos oportunos se colocaron profusos figurantes vestidos de época para ver pasar las auténticas cofradías, el clero y la custodia.
Todo ello se rodó bajo unos diseñados toldos con castillos y leones rampantes que dejó la productora en Toledo. Tal atrezo se emplearía durante años para engalanar este tramo de la carrera procesional, lo que añadía al nombre alusivo a los «cuatro tiempos del año», uno más: la ilusión de sentir un «tiempo» histórico desde un fugaz y moderno presente.
Rafael del Cerro Malagón
TOLEDO
Actualizado:24/11/2020 13:10h
https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/abci-cuatro-tiempos-travesia-entre-rezo-y-abasto-202011241258_noticia.html