Pollensa, Mallorca
Ciudad romana de Pollentia, Mallorca
Pollensa, su Puerto, la península de Formentor y Cala San Vicente conforman un destino cargado de contenidos, recorridos y paisajes que respiran historia por todos sus rincones.
Se trata de uno de los municipios que más invitan a visitar el por qué de su idiosincrasia, de sus costumbres, de sus lugares.
Índice
- Como llegar a Pollensa
- Algo de historia sobre Pollensa
- Que ver y hacer en Pollensa
- Mejores Calas y Playas de Pollensa
- Fiestas Principales y Mercados en Pollensa
- Comer en Pollensa
- Puerto de Pollensa
- Comer en Puerto de Pollensa
- Cabo y Playa de Formentor
- Alcudia
- Reserva Natural de S’Albufereta
- Comer en Alcudia
- Ciudad romana de Pollentia
- Otras Rutas Cercanas
1. Como llegar a Pollensa
Un viaje de sesenta minutos de duración por la carretera MA19 y MA13 separa el aeropuerto del centro de Pollensa.
El viajero dispone de varias opciones para realizarlo:
Buses
Hay autobuses que salen con frecuencia desde el aeropuerto con dirección a la estación de autobuses de Palma, en el centro de la ciudad, desde donde es posible enlazar con otras líneas de transporte y llegar a Pollensa.
Pollensa y el Port de Pollensa están comunicados por una línea de bus que realiza hasta veinticuatro trayectos diarios durante la temporada estival y dieciséis trayectos durante el invierno.
Otros lugares conectados por autobús con Pollença son Inca, Alcúdia, Formentor y Lluc.
2. Algo de historia sobre Pollensa
El nombre de Pollensa procede del nombre del establecimiento romano de Pollentia - del latín polent, "poderoso" -, fundada por Quintus Caecilius Metellus en el año 123 aC tras conquistar Mallorca, los restos de la antigua Pollentia pocos kilómetros de Pollença, en el territorio del municipio de Alcudia.
Ruinas de la Pollentia romana
Las noticias de los primeros pobladores se remontan en el tiempo hasta la protohistoria. Así, son numerosos los restos de la época pretalayótica, como por ejemplo las construcciones de navetiformes de la sierra de Cornavacas, Bóquer y Formentor, datadas entre 2000 y 1500 aC.
De esta misma época son también los entierros funerarios, como el conjunto de doce cuevas en San Vicente construidas entre 1600 y 1300 a. C., o los restos de la cueva de Can Martorellet, el último hallazgo importante hecho en Pollensa.
Ya dentro del talayótico (1300 aC – 500 aC) destacan numerosas construcciones aisladas (talayots), pero también dos poblados emblemáticos: Can Daniel Gran, con 15.300 m2 de área urbana, y el poblado de Bóquer, que coexistió con la ciudad de Pol lentia, ya en época romana. También del talayótico final hay que mencionar los toros de la Punta (encontrados en Can Tirana), realmente unos ataúdes de madera en forma de toro creados alrededor del 300 a. que están depositados en el Museo de Pollença.
Lógicamente, estas tierras recibieron el influjo de la ciudad romana de Pol·lèntia, creada el 123 aC cerca de la actual Alcúdia. Esto provocó que en época árabe éstos llamaran Pollentia (Bullansa en árabe) toda la comarca.
Fue una época en la que seguramente no existió una localidad que concentrara a la población dado que los musulmanes vivían en alquerías y rafales, es decir, pequeños núcleos de origen clánico. Uno de ellos estaba situado en la actual zona de Son Grua, lugar donde se encontró una estela funeraria con inscripciones en árabe fechada en 1123-4 d. Allí figura el nombre de la primera pollencina conocida: Zaynab.
La conquista cristiana
La villa de Pollensa no nacerá hasta la conquista cristiana de 1229-32, momento en que se pondrán los cimientos materiales y culturales de nuestro pueblo. Las tierras de la antigua Pol·lèntia-Bullansa permanecieron dentro de la porción real.
Pronto el Rey aragonés Jaime I transfirió buena parte de lo que sería el municipio de Pollensa a la orden del Temple y, en menor medida, al Obispo de Mallorca, a los caballeros de Tortosa y a otros varones.
Serán los señores directos de la mayoría de las tierras y de las futuras viviendas, pero al mismo tiempo cedieron el dominio útil a multitud de enfiteutas. Sin embargo, en pocos años los templarios irían adquiriendo casi todo el dominio señorial de las propiedades del término de Pollensa, lo que significaba un gran poder económico (percepción de rentas), pero también jurídico (mero y mixto imperio) y religioso (el obispo Ramon de Torrella les cedió la Parroquia en 1240). El monte del Temple, el actual Calvario, se erigió como símbolo de este dominio, ya que en lo alto se instalaron las horcas.
Al mismo tiempo que los templarios fortalecían su poder, Pollensa crecía demográficamente y la incipiente villa se iba desarrollando, primero con callejuelas estrechas y rodeadas, y después de forma más rectilínea.
Si en 1236 ya había parroquia y en 1248 la Bulla del papa Inocencio IV la reconoce, a finales de siglo era una de las villas más importantes de la parte foránea. Fue entonces cuando se empezaron a evidenciar incipientes síntomas de organización municipal, aparte de las instituciones reales y señoriales preexistentes (Batlius).
Por otra parte, a medida que la villa fue creciendo, el enfrentamiento del pueblo con los templarios fue también aumentando, ya que éstos no respetaban las franquezas otorgadas por Jaime I. En 1314 el Templo fue sustituido por la orden del Hospital como principal señor jurídico y titular de la Parroquia.
Entonces Pollensa ya era una de las poblaciones más importantes de la parte foránea y quizás llegaba a los 3.000 habitantes. Su economía estaba diversificada, destacando su ganadería ovina. Sin embargo, el crecimiento se romperá notablemente con la llegada de la peste negra en 1348.
Este año se empezó a construir el oratorio del Puig de Maria, ampliado en 1370 y que ha quedado, con las sucesivas reformas, como uno de los monumentos más emblemáticos de Pollença.
La época moderna
En 1450 y 1520 Pollensa participó notablemente en las dos revueltas más importantes que sufrió la isla durante la baja edad medieval y la época moderna: la Revuelta Forana y la Germania.
Estos hechos marcarán unos años de crisis, como en la mayoría de pueblos de la isla. Además, la situación costera la hacía presa fácil de los corsarios turcos-barbarescos, que no dudaron en lanzar numerosas razias sobre sus costas. La más importante fue la protagonizada por Dragut el 31 de mayo de 1550, que sin embargo fue rechazada por los pollencinos .
Pero al final de este siglo la situación mejoró. De nuevo creció la población, superando los 4.000 habitantes a principios de los seiscientos. Éstos se dedicaban esencialmente a la agricultura, pero también a la menestralía, sobre todo a la industria de los tejidos, un aspecto por el que destacaba Pollensa en el conjunto de las villas foráneas de Mallorca.
Este crecimiento se ejemplifica con la llegada de los dominicos en 1578 y la posterior construcción del gran convento de San Domingo en 1588, que todavía conserva su retablo barroco datado en 1651.
En esta época los pollensinos posiblemente experimentaron las cuotas más altas de violencia interna. Las parcialidades de Canamunt y Canavall reprodujeron las divisiones que desde siempre había manifestado la sociedad mallorquina, pero ahora agravadas por la proliferación de las armas de fuego. Sin embargo, a partir del último tercio del siglo XVII, esta violencia partidista entró en un declive irreversible.
Fue en este contexto de pacificación, concretamente en 1688, cuando se instalaron en Pollensa los jesuitas, que empezaron su colegio de Montesion con la iglesia de estilo barroco, que no terminaron hasta 1738, poco antes de su expulsión del Reino de España.
Al mismo tiempo se procedió a la construcción del nuevo templo parroquial, entre 1714 y 1790 básicamente, aunque algunos elementos, como la fachada, no terminaron hasta la segunda mitad del XIX.
Entrada a la era contemporánea
Durante el siglo XVIII Pollensa sufrió la última de las grandes crisis demográficas, que supuso, en 1755, que el número de habitantes fuera sólo de 3.500. A partir de esa fecha se incrementó de forma continuada la esperanza de vida y la población, que alcanzó un máximo de 9.000 habitantes en 1887, la mayoría de los cuales se dedicaban al sector primario.
Un año más tarde empezaba la importante emigración a Argentina –especialmente a Rosario y La Plata-, que se mantendría, con algunos altibajos, hasta la Guerra Civil. Hay que remarcar que la mayor parte de los pollentinos se concentraban todavía en el antiguo núcleo urbano o vivían dispersos fuera de la villa.
Sin embargo, poco a poco, estos años vieron nacer un nuevo núcleo de población, el Port de Pollensa. En éste -conocido como el Muelle por los propios pollentinos- en 1860 residía una sola familia de pescadores.
Fue la conversión de esta actividad en una profesión con futuro y la obtención de una aduana en 1865, la que hizo crecer paulatinamente el Muelle. En 1900 ya eran cerca de un centenar las personas empadronadas.
Por otra parte, desde finales del siglo XIX, el crecimiento de la población, la emigración o el desarrollo de nuevas actividades económicas coexistieron con una gran reanudación cultural. También fueron unos años de gran importancia para las fiestas cívicas de la Patrona, que desde 1607 se celebraba el 2 de agosto en honor de la Virgen de los Ángeles, y cuando se recuperó también el simulacro de Moros y Cristianos iniciado a mediados del mismo siglo.
Este simulacro se convertirá, en la segunda mitad del XX, en el acto más representativo de las fiestas patronales y en uno de los símbolos de Pollensa. El referido renacimiento cultural fue seguido, durante las primeras décadas de 1900, de la llegada de artistas foráneos, que marcaron para siempre el carácter del pueblo.
Este hecho no fue ajeno al comienzo del turismo en el Puerto de Pollensa, principalmente después de la Primera Guerra Mundial. Este incipiente turismo de calidad dio un nuevo impulso al pequeño núcleo de población, que llegó a sobrepasar los 500 habitantes alrededor de 1930.
En 1932, ya se habían abierto los hoteles Mar i Cel, Miramar, Marina, Bristol, Puerto, Bellavista y la Isla de Oro en el Puerto de Pollensa y el hotel Formentor; además de los hoteles de cal Lloro y Cosmopolita situados en la villa, y la pensión Niu en la Cala de San Vicente.
Asimismo, por estas fechas la mayoría de habitantes del Muelle todavía eran marineros. Pero esta época tuvo un final trágico con el advenimiento de la Guerra Civil, y la ruptura del turismo que se produjo.
Pollensa en el mundo actual
En la década de los 50, de nuevo el turismo volvió a reanudarse con fuerza. Sin embargo, en este caso el turismo elitista de principios de siglo fue sustituido por el de masas, aunque el Puerto de Pollensa siempre ha gozado de un cierto tono distintivo de calidad dentro del conjunto mallorquín, sesgo que todavía conserva.
Esta recuperación económica tuvo como consecuencia que, por primera vez en la historia moderna y contemporánea, Pollensa se convirtiera en tierra de inmigrantes, ya que a principios de la década de 1950 empezaron a llegar trabajadores de Andalucía a la vez que se allí instalaba una colonia británica.
Lógicamente, la población creció más por este proceso que por el incremento vegetativo, que sobrepasó los 10.000 habitantes por primera vez en la historia en 1968. El Puerto de Pollensa dejó de ser una aldea de pescadores y pasó a convertirse en una localidad en continuo crecimiento cada vez más moderna y cosmopolita. Tanto es así que en 1981 prácticamente eran 3.000 los residentes en este sitio.
Una de las primeras causas que explica este fenómeno fue la creación de la base de Hidroaviones, que gozó de un gran desarrollo durante la guerra y la posguerra, y hasta los años setenta mantuvo una importante actividad que dinamizó la vida del Muelle.
En términos cuantitativos, fue aún más importante el impacto del turismo a partir de la segunda mitad de los años cincuenta. Primero con la reapertura de los primeros hoteles y, después, con la inauguración de una nueva planta hotelera que creó numerosos puestos de trabajo.
Como se ha podido intuir, el cambio económico entre 1960 y 1970 en todo el municipio fue, sencillamente, espectacular. Lo característico fue la desaparición del sector primario en favor del terciario y, en menor medida, del secundario.
Por otra parte, el fenómeno fue acompañado de una nueva reanudación inmigratoria, ahora con la novedad que incorporó, desde 1990, a trabajadores magrebíes, de la Europa del Este, especialmente de Rumanía, y de América del Sur. En total, el conjunto de Pollença, que había superado los 10.000 habitantes en 1968, llegaría a los 15.000 en 2002, ya los 17.000 en 2008.
Llegados a este punto, el siglo XXI se abría, como en el resto de la isla, con grandes expectativas pero también con nuevos retos para la sociedad pollentina, como son el de la convivencia cultural entre los naturales de Pollensa y los recién llegados , o el de hacer compatible una sociedad altamente consumista en bienes, energía y territorio con el respeto al medio ambiente .
3. Que ver y hacer en Pollensa
Pollensa es un pueblo antiguo ubicado en el norte de la isla, con atractivas calles estrechas y una impresionante plaza principal rodeada de cafés, restaurantes y bares, todo a pocos kilómetros del Puerto de Pollensa.
El sol y la playa no son los únicos alicientes que Pollensa ofrece a residentes y visitantes. Pollensa cuenta con una amplia bahía de aguas tranquilas, con cómodas playas y también con pequeñas calas de aguas calmas y transparentes como cala Bóquer, cala Figuera o cala Murta.
para saber mas:
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