Hasta el presente, los biógrafos cervantinos habían tratado infructuosamente de localizar la casa propiedad de Cervantes y de su mujer Catalina, en donde supuestamente se alojaba el escritor durante sus visitas a Toledo.
La investigación de la que da cuenta este artículo establece que la llamada «casa de Cervantes en Toledo» se alzó con mucha probabilidad en el solar que hoy ocupa el inmueble 3 - 9 de la plaza de los Tintes.
Se sabía por los documentos relativos a la familia de Catalina de Palacios, esposa de Cervantes, que la casa que heredaron en Toledo, de la suegra de éste, se encontraba en la parroquia de San Lorenzo y en el barrio del Andaque. El problema era situar la casa en un espacio concreto de dicho barrio y parroquia.
ANA PÉREZ HERRERA
En el solar de esta casa, de los años 60, se alza la contrucción que ocupó Cervantes. Está situadaentre la calle de los Tintes y el callejón de Adabaquines
Como recoge Luis Moreno Nieto en su libro «Toledo y los toledanos en la obra de Cervantes», investigaron sobre la localización de la casa tanto Foronda como San Román y posteriormente Ventura F. López. Este último conjeturó que la casa era la señalada con el número 35 de la calle del Barco (a fecha de 1916). Y el propio Moreno Nieto aventuró la hipótesis de que podría ser una «derruida junto a la Casa del Diamantista».
«Lindan con casas de Diego de Cuéllar»
Por fortuna, el Archivo Histórico Provincial de Toledo guarda el testamento de la tía de Catalina Palacios, María de Cárdenas, en el que afirma (1591) que lega a su nieta María de Guzmán y a su yerno Francisco Guzmán una parte de casas que tenía en Toledo, en la parroquia de San Lorenzo, «que alinda con casas de Diego de Cuéllar, vecino de Toledo, y con la calle Real, que son frontero de las casas que dicen de la Galera.»
Por otra parte, en diversos documentos se informa que María de Guzmán poseía un tercio de la casa, Cervantes y Catalina poseían otro, y el tercero era propiedad de un hermano de Catalina. Así pues, la casa aludida en el testamento de María de Cárdenas era también, parcialmente, la de Cervantes.
Esta premisa resulta capital, pues nos permite deducir que ésta lindaba con la casa de Diego de Cuéllar. Averiguando dónde se situaba la casa de este «vecino de Toledo», habríamos localizado también la de Cervantes y su mujer.
Por lo que a la casa de Diego de Cuéllar se refiere, pudimos averiguar que se localizaba en la plazuela de la Retama gracias al documento del Archivo Histórico Nacional 7087, fol. 27r, en el cual se dice que Diego de Cuéllar, ya difunto, había poseído unas casas que alindan «por delante con la plazuela que llaman de la Retama y viene a caer entre la calle Real y la callejuela que sube de la dicha plazuela a la casa de la Galera». Por si fuera poco, existe un documento excepcional que retrata la casa de Diego de Cuéllar a finales del siglo XIX, pues Casiano Alguacil la convirtió en una de sus magníficas postales bajo el título «Una calle de Toledo».
Llegados a este punto, la conclusión es que la casa que buscamos de nuestro genial escritor estuvo situada a la espalda de la casa de Diego de Cuéllar, ocupando el solar donde hoy se alza el inmueble de la plaza de los Tintes entre el número 3 del Callejón de los Adabaquines y el número 9 de la Calle de los Tintes. A sus costados tenía las «dos calles reales» que todavía existen (bajo los nombres de Los Tintes y Adabaquines), y enfrente la famosa «casa de la Galera» que en el pasado dio pie a muchas especulaciones sobre su localización.
La herencia
La casa había pertenecido a los bisabuelos de Catalina, esposa de Cervantes. Los padres de ésta poseían dos tercios de la casa, y el otro tercio pertenecía a una tía de Catalina llamada María de Cárdenas. Catalina y su hermano Francisco heredaron cada uno un tercio de la casa, valorada globalmente en doscientos mil maravedís, aunque con un cargo de 600 ducados de tributo al monasterio de Santo Domingo El Real. La esposa de Cervantes llegó a ser, pues, propietaria de un tercio de la casa, pero en cierto momento renunció a su parte en favor de su hermano Francisco, el cual acabó vendiendo en 1612 tanto su parte como la recibida de su hermana, a la propietaria del otro tercio restante, nieta de María de Cárdenas, llamada María de Guzmán.
La razón por la que Catalina se deshizo de su tercia parte en favor de su hermano Francisco, cura comisario de la Inquisición de Toledo, no se declara en los documentos, pero cabe suponer que no le resultaría sostenible el pago de los 200 ducados que anualmente debía tributar al Monasterio de Santo Domingo Real.
En cualquier caso, desde su boda con Catalina (1584), hasta 1612, en que Francisco de Palacios vende sus dos tercios de la casa, Cervantes pudo residir en ella con ocasión de sus visitas a la Ciudad Imperial, ya que le asistía el derecho moral derivado de la cesión de su propiedad. El admirado cervantista Astrana Marín opinaba que Cervantes debió de alojarse en su casa de Toledo con ocasión de sus viajes a esta ciudad, al igual que hacía su pariente Gonzalo de Salazar: «Recuérdese —escribe— que Gonzalo de Salazar, aun teniéndola alquilada su parte de casa, se reservaba en ella una cama adonde se aposenta cuando va a negociar, lo que le cumple, a la dicha ciudad».
La casa «donde se tradujo el Quijote»
Según Cervantes relata en El Quijote, la traducción del manuscrito de Cide Hamete Benengeli se realizó en la propia casa del narrador: …«le truje a mi casa [al morisco aljamiado], donde en poco más de mes y medio la tradujo toda». En el mundo real, «mi casa» no podía ser otra que el tercio de vivienda heredada de su suegra, en la plaza de la Retama.
Esta casa o, mejor dicho, su enclave topográfico, está llamado a constituir una de las evocaciones cervantinas más interesantes de Toledo, ya que junto con el Alcaná y el claustro de la Catedral, forman lo que podríamos llamar el triángulo germinal de El Quijote.
Los viajes de Cervantes a la ciudad del Tajo serían relativamente frecuentes y en ocasiones prolongados, pues, convertido el escritor en el administrador de la familia tras su boda, tuvo que enfrentarse a la resolución de asuntos pendientes con diversos acreedores. Sus visitas tendrían el aliciente añadido del brillante ambiente cultural toledano, pues la ciudad constituía por entonces un foco literario importante, donde residía por temporadas Lope de Vega y vivían muchos otros escritores y poetas, algunos de los cuales participaban, como él mismo en ocasiones, en las tertulias auspiciadas por su gran mecenas, el arzobispo don Bernardo Sandoval y Rojas.
La casa «donde se tradujo El Quijote» ha experimentado radicales transformaciones a lo largo del tiempo, hasta el punto de no conservar nada de su antiguo aspecto, aunque permanece prácticamente intacto el paisaje de «peñascosa pesadumbre» que se divisa al otro lado del río, y que contemplaría Cervantes muchas veces cuando tuvo su esporádica morada en este popular barrio de pescadores, tintoreros y pelaires.
MARIANO CALVO Y JEAN PASSINI
Día 28/04/2012 - 18.41h
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