lunes, 16 de febrero de 2015

Comienzos de la conquista de Hispania por los Visigodos: La batalla del río Orbigo (456)

El punto de arranque de esta campaña hay que buscarlo en dos hechos de suma importancia acaecidos en el siglo V:

la elección con el apoyo de los visigodos de Marco Flavio Maecilio Aviti como emperador de Occidente el 9 de Julio de 455 – tras el asesinato de Valentiniano III y Aecio –

 y la campaña de expansión de los suevos de la mano de su rey Reckiario – yerno de Teodorico I – en Hispani. 

Respecto al primero de ellos, fue el monarca visigodo Teodorico II – hijo de Teodorico I y asesino de su hermano Turismundo – el que convenció al noble galoromano para que aceptara la corona imperial, entonces vacante.


 Las palabras del monarca visigodo, según Sidonio Apolinar, fueron:

“Es preciso que proclames Augusto. A nadie privas del Imperio; pues no esta en mano de nadie. Si tú te pones al frente de los destinos de Roma, ésta puede contar con mi amistad; si tú te proclamas príncipe, yo seré tu soldado.

Es imprescindible que el orbe se ponga a tus ordenes, si no quieres perecer”.

Es difícil conocer las razones que empujaron al monarca visigodo a adoptar esta decisión, pero está claro que su amistad con Avito era autentica y su lealtad al nuevo emperador indiscutible. Esto queda patente en el hecho de que renuncio a su expansión mas allá del Loira con objeto de proteger a su nuevo aliado. Igualmente, podemos decir que el culto Avito, que había enseñado al monarca visigodo el Latín, se comporto de la misma manera con su aliado, permitiéndole entrar en Arles, por la que con infatigable tesón había luchado sus predecesores.

Esta amistad explica en parte la actitud del monarca visigodo ante el segundo hecho decisivo que hemos citado: la política expansiva de Reckiario. Decimos en parte porque si la alianza con Avito explica el hecho de que en la campaña contra los suevos los visigodos iban a actuar como tropas imperiales, también lo es que, desde Ataulfo, los monarcas visigodos habían puesto sus ojos en Hispania. Un ejemplo de ello lo tenemos en el 454, cuando Teodorico II y su hermano Federico (fratricida como el), habían intervenido ya en la Tarraconense contra las bagaudas. Coalición formada por campesinos empobrecidos y algunos pueblos germanos y no germanos, como los vascones. Que sembraron la anarquía en la Galia e Hispania durante el siglo V. Es muy posible que ya entonces el monarca visigodo pensase en la formación de un reino en la Galia e Hispania que tuviera como espina dorsal los Pirineos. Si esta era la idea de Teodorico II, los suevos le iban a dar una excelente excusa para llevarla a cabo.

Reckiario era rey desde el año 445. Convertido al catolicismo en el 448, inicio entonces una política de expansión en toda Hispania que le llevó a controlar la mayor parte de ella hacia el año 450. Sin embargo, ni su pueblo, ni el mismo estaban a la altura de sus ambiciones. El pueblo suevo, según Osorio, habían tornado sus espadas por arados y, además, según Reinhart, no debían de sumar en su totalidad, mas de 30.000 personas, de las que solo 8.000 eran guerreros; en cuanto a su rey, Torres Rodríguez nos lo describe como:

“criado en un ambiente de mimoso triunfalismo, mas audaz que previsor; animoso si y hazañoso, pero con mas percusión que fortaleza y mas osadía que valentía”

Esta suma no era, desde luego, la mejor de las recetas para moverse en la Europa del siglo V, donde hombres inteligentes, codiciosos, aventureros y heroicos, trataban de hacerse con los despojos del imperio Romano.

Tras la batalla de los campos Catalaunicos y la consiguiente recuperación del poder imperial, Reckiario se vio obligado a firmar un tratado con los romanos en el 453 por el que devolvía las conquistas realizadas, convirtiéndose en aliado del Imperio. 

Pero en el 456, considerando la autoridad de Roma debilitada, Reckiario atacó la Cartaginense, provincia que había devuelto a Roma en el tratado de 453. Ante este hecho, Avito, como cabeza del Imperio Romano de Occidente, y Teodorico II, como su fiel aliado, enviaron una embajada al rey suevo, presidida por el conde Frontón, el mismo que había firmado el tratado del 453 con Reckiario.

La actitud del rey suevo ante la comisión imperial fue despectiva, amenazando incluso con atacar Tolosa. Esta era la excusa que necesitaba un personaje tan frío y calculador como Teodorico II para emprender una campaña contra él.

En primer lugar, envió una flota con siete barcos y unos 400 guerreros hérulos a la costa de Lugo, con objeto de sembrar la alarma en la retaguardia enemiga, evitando que los suevos cruzaran los Pirineos y avanzaran hacia Tolosa. Las fuerzas de Teodorico II fueron rechazadas por los suevos, aunque solo sufrieron dos bajas.

Mientras estas fuerzas atacaban la retaguardia sueva, el monarca visigodo entraba en contacto con francos y burgundios, no solo para reforzar su ejercito, sino también con objeto de evitar un ataque por la espalda. Además reforzó su ejercito con hérulos y varnos, como explica Jordanes. Una vez que tuvo sus fuerzas listas, y consciente de su superioridad, como indica Torres Rodríguez, envió una nueva embajada, portadora de un ultimátum a Reckiario. El monarca suevo contesto con una nueva campaña de pillaje en la Tarraconense. Ante esta actitud de Reckiario, Teodorico II se puso en marcha con su ejercito. San Isidoro escribió que Teodorico II

“Partiendo de Aquitania entra en Hispania con un gran ejercito y con el consentimiento del emperador Avito”

En apariencia, esta expedición tenia por objeto cumplir las ordenes del emperador contra el desleal monarca suevo, pero el verdadero propósito del visigodo era expansionar su reino en Hispania.

Desde Aquitania, el ejercito godo pasó los Pirineos y penetro en Hispania. Teodorico II tuvo gran cuidado de atravesar lo mas rápidamente posible la tarraconense, una provincia romana, con objeto de que no se le pudiese acusar de intentar conquistar territorio imperial.

El monarca godo era consciente de que era arriano, mientras la inmensa mayoría de la población hispanoromana era católica, como también lo eran los suevos. Teodorico II era lo suficientemente inteligente como para pensar que, dado el odio que los católicos sentían por los arrianos, si existía la mas mínima sospecha de que pretendían apoderarse de Hispania, la población de este territorio podía unirse a Reckiario, constituyendo asu un enemigo formidable. De ahí que en ningún momento dejara de advertir que actuaba para restablecer el poder imperial violado por los suevos.

La ruta que siguió, por tanto, fue cruzar los Pirineos por Roncesvalles y, siguiendo la vía romana, pasó por Pamplona y Briviesca, desde donde marcho a Astorga (León), ciudad en la que Reckiario tenia su base de operaciones.

Durante esta marcha las tropas godas no encontraron resistencia hasta que llegaron a las inmediaciones del río Orbigo, a 12 millas de Astorga, allí les esperaba el ejercito de Reckiario, que había iniciado una marcha apresurada desde la Tarraconense, donde se hallaba realizando la campaña de pillaje anteriormente citada.

La batalla tuvo lugar el 5 de Octubre del año 456. 

Conocemos su localización gracias a las obras de Jordanes e Hidacio, el gran cronista de los suevos. Sin embargo sabemos muy poco del desarrollo de la misma. Torres Rodríguez afirma que los ejércitos de ambos contendientes eran similares en numero, pero con importantes diferencias cualitativas. Los godos eran superiores en numero y fiereza, en caballería, armamento, instrucción, experiencia bélica y disciplina. Eran los mismos hombres que cinco años antes habían destrozado al ejercito del temido Atila. Por el contrario los suevos eran mas depredadores que fieros luchadores. Su ejercito se componía fundamentalmente de infantería, mal equipada y peor entrenada. La cual no había mantenido grandes luchas ni gestas desde hacia muchos años. Mas acostumbrada a saquear granjas de campesinos y esclavas, que a luchar contra fuertes ejércitos de hombres curtidos en la guerra.

Poseían algunas fuerzas de caballería montadas en pequeños y veloces caballos, pero no habituadas a la lucha contra unidades similares y dotadas de escasa instrucción. En estas condiciones, la batalla tenia ya antes de comenzar un solo resultado posible : la victoria de Teodorico II.

La lucha debió de ser frontal, según el historiador anteriormente citado, sin ninguna celada, estratagema o maniobra táctica. Parece ser que la resistencia de las tropas suevas se quebró ante la primera carga de la caballería goda. Primero lanzaron sus armas arrojadizas y a continuación acometieron con sus lanzas y espadas. Uno de los dardos alcanzó al propio Reckiario, que tuvo que ser retirado del campo de batalla y trasladado a Braga. Mientras esto ocurría, sus hombres fueron diezmados por los gardingos godos. Las bajas de los suevos fueron entonces enormes, auque un grupo numeroso de ellos, la mayoría a caballo, pudo huir en dirección Braga, dejando a sus compañeros en el campo de batalla.

Esta victoria de las tropas visigodas suponía el fin de toda posibilidad de dominio suevo en Hispania, y el comienzo del asentamiento de los visigodos en ella. San Isidoro lo explica con una frase significativa

“ Y allí (Hispania) fijaron su hogar y su imperio los visigodos”

Sin embargo Teodorico II no se conformaba con haber derrotado al ejercito suevo en la actual provincia de León, sino que estaba dispuesto a asentarse en Hispania, y para ello era necesario acabar con el poder de cualquier pueblo rival.

Roma, de la que era aliado, y como tal seguía actuando, no constituía ya ningún peligro, pues el poder imperial se desmoronaba. Pero Reckiario y las escasas tropas que aun disponía si. Por eso, tras dejar una guarnición en Astorga y avituallar a su ejercito, se encamino hacia Braga. Su objetivo era aniquilar el reino de los suevos.

El 27 de Octubre llegó a la citada ciudad. En ella no se encontraba Reckiario, que había huido con unos pocos partidarios hacia Oporto. Tras saquear Braga, especialmente los edificios de la iglesia católica que tanto había apoyado la causa del rey suevo, se encamino en dirección Oporto. Al enterarse de esto, Reckiario trato de huir nuevamente. Esta vez por mar hacia Italia, donde podría unirse a su compatriota Recimero, entonces magíster militum de Italia.

Aunque consiguió embarcar, una borrasca le obligo a regresar a su punto de partida, donde, hecho prisionero, fue entregado a Teodorico II. El monarca visigodo ordeno que fuera degollado. Terminaba así la aventura de un rey cuyos sueños de grandeza no se ajustaban ni a la capacidad militar de su pueblo ni a sus propias virtudes políticas. Pero al contrario de lo que podría suponerse por la aplastante victoria de los godos, su trono no desapareció. Sino que iba a durar un siglo y cuarto mas, aunque como un autentico protectorado de los visigodos y limitado a la región montañosa de Galicia.

Por su parte, Teodorico II, tras la destitución y muerte de Avito en Septiembre del 456, continuo su política de expansión por Hispania. En este sentido, San Isidoro escribe:

“Teodorico marcha victorioso de Galicia a Lusitania y, cuando pensaba depredar la ciudad de Mérida, retrocede aterrado ante los milagros de la beatísima mártir Eulalia. Seguidamente, asustado por noticias adversas, sale de Mérida y se dirige a las Galias, enviando de nuevo a las regiones gallegas parte de su ejercito con sus generales, quienes, tras saquear la región de Astorga, regresan otra vez a las Galias.”

Esta política del rey visigodo fue posible gracias al triunfo de la batalla del rio Orbigo. Torres Rodríguez ha plasmado perfectamente el significado de este hecho en el siguiente parrafo:

“(..) de lo que no cabe la menor duda es de que Teodorico II, con la victoria en el rio Orbigo, el saqueo de Braga y la ejecución de Reckiario y de sus consejeros. Habia arrebatado a los suevos la bandera del dominio nacional de España. Sus objetivos inmediatos fueron la incorporación de la lusitania y de la Betica al reino visigodo, los cuales tuvo la fortuna de ver logrados antes de terminar sus dias. La definitiva eliminación del reino suevo y la conquista del resto de España habia de ser tarea larga, reservada a sus sucesores”

Roberto Muñoz – El ejercito visigodo desde sus origenes a la batalla de Guadalete –

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