Los primeros aparatos se instalaron en las instituciones públicas, eclesiásticas o militares, empresas, despachos, negocios, redacciones y en pudientes domicilios particulares
Para el público había dos locutorios, el de la Estación -en el paseo de la Rosa-, y otro en Barrio Rey, 8 (que después se llevó a Zocodover, 18), además de atender en la oficina central, en el callejón de San Ginés, 6, frontero a las Cuevas de Hércules
En 1848, sobre un torreón del Alcázar toledano, se colocaba una estación del telégrafo óptico que unía Madrid con Cádiz, según el plan que ideó José María Mathé Aragua (1800-1875) general de Estado Mayor. En 1857 llegaba la telegrafía eléctrica para uso público a las oficinas del Estado (actual Delegación de Hacienda) situadas en la calle Alfonso X.
Desde aquel momento la ciudad quedaba unida a la red general que permitía enviar telegramas, incluso, más allá de las fronteras españolas.
Desde aquel momento la ciudad quedaba unida a la red general que permitía enviar telegramas, incluso, más allá de las fronteras españolas.
El siguiente peldaño de las modernas telecomunicaciones sería el teléfono, cuya implantación en Toledo arrancó a finales de 1890, el mismo año que en el alumbrado eléctrico ya se había hecho presente, el 14 de abril, en las calles más céntricas.
La telefonía comercial había nacido en Estados Unidos, en 1877, de la mano de Graham Bell (1847-1922), tras imponerse a otras patentes más adelantadas a su invento. En la España peninsular los primeros ensayos también se fechan en 1877, pero ceñidos a los ámbitos científicos, oficiales y algún a sagaz inversor que creó sus propias líneas en Barcelona y Madrid.
La regulación administrativa crecería ligada a los vaivenes entre conservadores y liberales de la Restauración, lo que lastró una progresión racional de la red telefónica hasta comienzos del XX. En 1882, el Estado fijaba la telefonía como servicio público mediante concesiones a particulares para explotar redes locales reducidas a cierta distancia, a períodos limitados de tiempo y otros detalles, a menudo, cambiantes.
La regulación administrativa crecería ligada a los vaivenes entre conservadores y liberales de la Restauración, lo que lastró una progresión racional de la red telefónica hasta comienzos del XX. En 1882, el Estado fijaba la telefonía como servicio público mediante concesiones a particulares para explotar redes locales reducidas a cierta distancia, a períodos limitados de tiempo y otros detalles, a menudo, cambiantes.
En 1890 se trató de reorganizar el caos de licencias vigentes. En el caso de Toledo, según recogen dos diarios madrileños (La Correspondencia de España y El Pabellón Nacional), el 4 de octubre de 1890, efectuada «la subasta para el servicio telefónico en esta capital», se adjudicó a Benigno Balbín Campomanes, cuyo nombre figuraría como administrador hasta 1914. En otra fuente se señala que también intervino, como responsable del proyecto Mariano Ortiz y Rubio (1840-1907), un acomodado personaje unido a la política local en las filas conservadoras.
No obstante, parece que el empuje económico y empresarial para crear la red se debió a una conocida e influyente familia encabezada por Rodrigo González-Alegre y Álvarez, domiciliada en la calle de la Plata, en el gran edificio que fue Hospital de Bálsamo, transformado totalmente, en 1933, para acoger las nuevas oficinas de Correos.
No obstante, parece que el empuje económico y empresarial para crear la red se debió a una conocida e influyente familia encabezada por Rodrigo González-Alegre y Álvarez, domiciliada en la calle de la Plata, en el gran edificio que fue Hospital de Bálsamo, transformado totalmente, en 1933, para acoger las nuevas oficinas de Correos.
Rodrigo González-Alegre (1823-1879) había sido un relevante prohombre, diputado a Cortes en dos ocasiones, alcalde y concejal de Toledo (1859-1863), gobernador civil de Madrid (1871) y senador en 1872. Tras su muerte, su «Viuda e Hijos», lograron, en 1880, ser comisionados del Banco de España en Toledo y gestionar la primera sucursal que se abría en la ciudad, en 1884.
En 1890, una de las hijas -como ya publicó Pilar Tormo en 1990-, Isabel González-Alegre y Fanjul (1867-1937), casada con el abogado -y «rico propietario»- Rafael Corcuera y Argüelles, y previa autorización ante notario por ser mujer, se hacía cargo de la concesión para crear la primera red telefónica de Toledo.
Ella fue quien solicitó al Ayuntamiento abrir la «sede» del «Centro de Teléfonos de Toledo», que ya iba captando los primeros abonados. A partir de ese momento, en las referencias publicadas, desaparece el nombre de aquella mujer para citarse a quienes ejercieron la administración, aunque la propiedad empresarial parece que mayoritariamente continuaba en manos de la familia González-Alegre y Corcuera.
En 1890, una de las hijas -como ya publicó Pilar Tormo en 1990-, Isabel González-Alegre y Fanjul (1867-1937), casada con el abogado -y «rico propietario»- Rafael Corcuera y Argüelles, y previa autorización ante notario por ser mujer, se hacía cargo de la concesión para crear la primera red telefónica de Toledo.
Ella fue quien solicitó al Ayuntamiento abrir la «sede» del «Centro de Teléfonos de Toledo», que ya iba captando los primeros abonados. A partir de ese momento, en las referencias publicadas, desaparece el nombre de aquella mujer para citarse a quienes ejercieron la administración, aunque la propiedad empresarial parece que mayoritariamente continuaba en manos de la familia González-Alegre y Corcuera.
El desarrollo técnico y el tendido de la red urbana debió realizarse a lo largo de 1891. En el mes de noviembre, Miguel Gistau, «Jefe de la Central de la Red Telefónica de Toledo», solicitaba al Ayuntamiento permiso para abrir un locutorio público frente a la terminal del ferrocarril, en realidad una simple «caseta de madera de metro y medio de frente y dos y medio de fondo». El objetivo era enlazar en este punto las notificaciones de los efectos que llegaban por tren para el comercio local. Una reseña de prensa en El Toledano, del 5 de diciembre del mismo año, recoge la visita efectuada a la «estación central» telefónica que mostraron los directivos.
Lo que suponía la puesta en marcha del servicio. Los primeros aparatos se instalaron en las instituciones públicas, eclesiásticas o militares, además de algún hospedaje -como el Hotel Castilla (1892)-, empresas (la Fábrica de Armas), despachos, negocios, redacciones (La Campana Gorda, 1897) y en pudientes domicilios particulares. Para el público había dos locutorios, el de la Estación -en el paseo de la Rosa-, y otro en Barrio Rey, 8 (que después se llevó a Zocodover, 18), además de atender en la oficina central, en el callejón de San Ginés, 6, frontero a las Cuevas de Hércules. Aquí parece que existía un amplio salón que la empresa alquiló, sucesiva y transitoriamente, a la «Sala de Armas Ballade» para la práctica de esgrima (1902) y al Centro Instructivo de San Luis Gonzaga a finales de 1907.
Lo que suponía la puesta en marcha del servicio. Los primeros aparatos se instalaron en las instituciones públicas, eclesiásticas o militares, además de algún hospedaje -como el Hotel Castilla (1892)-, empresas (la Fábrica de Armas), despachos, negocios, redacciones (La Campana Gorda, 1897) y en pudientes domicilios particulares. Para el público había dos locutorios, el de la Estación -en el paseo de la Rosa-, y otro en Barrio Rey, 8 (que después se llevó a Zocodover, 18), además de atender en la oficina central, en el callejón de San Ginés, 6, frontero a las Cuevas de Hércules. Aquí parece que existía un amplio salón que la empresa alquiló, sucesiva y transitoriamente, a la «Sala de Armas Ballade» para la práctica de esgrima (1902) y al Centro Instructivo de San Luis Gonzaga a finales de 1907.
En 1893 la compañía daba servicio a Ajofrín, Argés, Bargas, Burguillos, Cobisa, Gálvez, Olías y Polán, ofreciéndose a los ayuntamientos que lo solicitasen ante el «administrador de la Red» de Toledo, con el reclamo de ser la «más barata y bien servida de España». Por aquel entonces una conferencia de tres minutos en la propia central para un no abonado se situaba en 10 céntimos. Además, durante muchos años, como un señuelo comercial, la Red Telefónica regalaba objetos varios a los abonados cuyo número coincidiese con ciertas cifras de sorteos y loterías públicas.
Mientras, en el resto del país, se consignaban más de cuarenta redes privadas, cada una con sus locutorios exclusivos e, incluso, medios técnicos, lo que dificultaba las conexiones, aun estando muy próximas entre sí. Desde 1894, fue creciente el auge de la Compañía Peninsular de Teléfonos que adquiría, en 1908, las redes de Barcelona y Madrid. Luego seguirían más absorciones, hasta explotar en régimen monopolio las líneas interurbanas.
Mientras, en el resto del país, se consignaban más de cuarenta redes privadas, cada una con sus locutorios exclusivos e, incluso, medios técnicos, lo que dificultaba las conexiones, aun estando muy próximas entre sí. Desde 1894, fue creciente el auge de la Compañía Peninsular de Teléfonos que adquiría, en 1908, las redes de Barcelona y Madrid. Luego seguirían más absorciones, hasta explotar en régimen monopolio las líneas interurbanas.
El 15 de diciembre de 1903, uno de los directores de la Red toledana, Joaquín Samper, reunía a las autoridades para inaugurar el enlace con Madrid, lo que facilitaría a la prensa local recibir más informaciones de sus corresponsales. En ese momento, aún figuraba como administrador Benigno Balbin, cargo que mantuvo hasta su marcha a su Colunga natal (Asturias), en 1914, año en el que la concesión toledana era absorbida por la ya citada Compañía Peninsular de Teléfonos.
Según El Eco Toledano, esta operación comercial derivó de la subasta efectuada, el 13 de noviembre de 1913, una vez concluida la concesión de veinticinco años, más un tiempo de prórroga, que hizo el Estado a la sociedad explotadora de Toledo para reasignarla ahora de nuevo. Este dato periodístico, de ser literalmente exacto, significa que los primeros pasos administrativos para crear el teléfono en la ciudad se situarían hacia 1888.
Tal cambio empresarial hizo que se trasladase la oficina y locutorio central desde el callejón de San Ginés hasta la calle de la Plata, 20. En el periódico La Región, de 4 de abril de 1914, aparecía una carta remitida por Manuel Tourné y Esbry – por cierto, teniente coronel de Infantería-, despidiéndose de los toledanos e informando de su renuncia para continuar con la explotación que había finiquitado el 31 de marzo anterior.
Según El Eco Toledano, esta operación comercial derivó de la subasta efectuada, el 13 de noviembre de 1913, una vez concluida la concesión de veinticinco años, más un tiempo de prórroga, que hizo el Estado a la sociedad explotadora de Toledo para reasignarla ahora de nuevo. Este dato periodístico, de ser literalmente exacto, significa que los primeros pasos administrativos para crear el teléfono en la ciudad se situarían hacia 1888.
Tal cambio empresarial hizo que se trasladase la oficina y locutorio central desde el callejón de San Ginés hasta la calle de la Plata, 20. En el periódico La Región, de 4 de abril de 1914, aparecía una carta remitida por Manuel Tourné y Esbry – por cierto, teniente coronel de Infantería-, despidiéndose de los toledanos e informando de su renuncia para continuar con la explotación que había finiquitado el 31 de marzo anterior.
Al mismo tiempo que Toledo vivía los actos del III Centenario del Greco, la nueva sociedad telefónica prometía al público en general inmediatas mejoras y algún esfuerzo tecnológico como el que asombraría a la ciudad unos años después.
RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN 05/06/2017 21:28h
http://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/abci-primera-epoca-telefonica-toledo-1890-1914-201706052128_noticia.html
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