Guarrillo de San Antón
Detalle de la imagen de San Antón de Santa Olalla
Con el nombre de “Guarro Antón” o “Guarrantón” se conocía a un cerdo que la Hermandad de San Antón de Santa Olalla soltaba de pequeño por el pueblo y estaba todo el año recorriendo las calles y alimentándose de todo lo que le echaban los vecinos.
En nuestro pueblo el cerdo volvía cada noche a dormir a los corrales del antiguo Hospital de San Antón y del Corpus Christi en otras ocasiones dormía con los demás cerdos en el porquero, situado al final de la calle San Roque.
Cuando llegaba el día de San Antón, 17de enero, era sorteado y el ganador se le llevaba a casa para hacer con él la tradicional matanza, que por aquel entonces era realizada en la mayoría de las casas.
El ganador tenía la obligación de entregar un lechón, al que se le cortaban las orejas para diferenciarlo del resto y se le volvía a soltar para continuar con la tradición.
Todavía en nuestros días se usa un dicho: “pareces al Guarro Antón”; que se aplica a la persona que para poco en casa y la gusta pasar mucho tiempo en la calle; también para referirse a las personas que son poco limpias, dado que el cerdo al andar libremente siempre se revolcaba por cualquier lugar.
https://eulaliense.blogspot.com/2017/01/que-era-el-guarro-anton.html
Echamos de menos todos
al guarrito San Antón,
que paseaba trotón
chapoteando entre lodos
del arroyo en las afueras
y después subía a la plaza,
que aquí y allá se desplaza
y dondequiera que fueras
en el lugar se encontraba,
que el don de la ubicuidad
parecía que de verdad
al guarrito le adornaba.
Le echábamos de comer,
pues cada uno creía
que a él le pertenecía
haciéndole así crecer.
Había veces que de orgullo
con gran contento gruñía
y es que a él le parecía
que todo el pueblo era suyo.
Como había nacido ruin,
sus amos lo separaron
y a San Antón le llevaron
dedicándole a tal fin.
No fueron pocas sus quejas
cuando cortaron su rabo
y además el menoscabo
terminó con sus orejas.
A la calle fue a parar
por designio de su dueño
y auque fuera tan pequeño
pronto se iba a acomodar.
Todos al guarro apreciaban
y era parte del paisaje
y entró en nuestro paisanaje,
que méritos le sobraban.
Los meses iban pasando,
el cerdo ya estaba adulto
y nadie pedía su indulto,
pues lo que estaban pensando
es en tenerlo a su mano
si al rifarlo tienen suerte,
para así darle la muerte
al pobrecito marrano,
que ya son olvidadizos,
pues si antes le querían
después le convertirían
en morcillas y chorizos.
Esta bella tradición
desapareció fugaz,
así que descanse en paz
el guarrito San Antón.
Cristino Vidal Benavente.
https://www.foro-ciudad.com/toledo/el-carpio-de-tajo/mensaje-6942345.html
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