En Toledo, el temor originado ante la invasión del cólera en cada vez mayor cantidad de pueblos y ciudades de España, llevó a las autoridades tanto civiles como eclesiásticas a la publicación de las causas, prevención y remedios de la enfermedad.
Disponemos de varios textos al respecto, unos publicados en el Boletín eclesiástico del arzobispado de Toledo el día 2 de septiembre, otro divulgado en el Boletín Oficial de la Provincia de Toledo de los días 7 y 10 de octubre.
Como ambas publicaciones presentan aspectos muy similares preferimos exponer aquí, íntegramente, el que nos parece más sugestivo, a pesar de que sea el que no se corresponda cronológicamente al momento que nos referimos. Instrucción popular o prevenciones contra el cólera, que se redactaron por la Junta provincial permanente de sanidad de Barcelona, y han circulado con general aceptación.
Los medios que conviene adoptar contra el cólera morbo son de dos especies á saber: profilácticos y curativos.
Los primeros tienen por objeto prevenir la invasión evitando el gran número de causas que pueden producirla.
Los segundos se dirijen á combatir el mal desde el instante en que se declara. Entre los medios profilácticos ó preservativos se cuentan los que se refieren:
l.' A los vestidos ó piezas de abrigo.
2. o A la alimentación.
3.' Al ejercicio habitual según el modo de vivir ó profesión de cada uno.
4." A la atmósfera particular que habitualmente respira.
5.' Al carácter del individuo y al estado de su ánimo.
6." A los abusos que en todos sentidos puede cometer, capaces de alterar ó impedir el ejercicio ordinario de sus funciones.
PARRAFO l.
" Aunque a ciertas personas pueda parecer indiferente el vestir de esta ó de la otra manera, especialmente en tiempo de verano en que el traje suele ser ligero y sencillo, no lo es sin embargo, y se debe aconsejar en tiempo de epidemia colérica el uso de vestidos algo calientes, de los que se suelen llamar de medio tiempo, especialmente ahora en que por lo adelantado de la estacion, son ya algo frescas y húmedas las mañanas y las noches.
Las personas delicadas de pecho, las muy nerviosas é impresionables, las mugeres recien paridas y los niños aquellos que son muy propensos á constiparse, deben abrigarse mucho más, aunque sea usando ropas de invierno, y nevando elástica ó camiseta de lana sobre la piel, y pantalones de lo mismo. Los que padecen de reumatismo y los que han de trabajar al aire libre, ó hacen tránsitos repentinos del frío al calor ó de la sequedad á la humedad y viceversa, no deben olvidar esta precaución, aunque sea sufriendo un poco. Se debe tener particular cuidado en no dormirse con poco abrigo.
PARRAFO 2.
' Si en tiempos normales es siempre del caso comer y beber Con sobriedad, nadie puede dudar que en la época calamitosa que atravesamos es una necesidad apremiante. Muchos y muy graves son los males producidos por los desarreglos de la mesa, y de ella ofrece muy frecuentes ejemplos la práctica de la medicina; pero aquel vicio cuyos malos efectos correjimos algunas veces tomándonos el tiempo necesario para discurrir y obrar, es en tiempo de cólera tan ejecutivo, tan pernicioso en sus resultados, que en pocas horas arrebata al enfermo sin la menor esperanza de remedio.
Espanta y ofende al mismo tiempo el ver esas escenas baquicas de gente soez, que haciendo alarde de su temeridad, desafian con únicos ademanes y escandalosas provocaciones al enemigo invisible que al cabo de poco suele venir a sorprenderlos. Vivan pues apercibidos, y cuiden mejor de su salud. Conviene una vida morigerada, un alimento nutritivo y sano, pero escaso capaz de reparar las perdidas que sufre el cuerpo, pero que no sobrecargue al estomago, esponiéndole á indigestiones que en estos casos se hacen mortales.
Bien quisiéramos poder aconsejar á todas las clases el uso del cocido con gallina, carnero ó vaca, tocino &c. que se proporcionan las clases acomodadas; mas ya que no todos puedan procurarse esta clase de alimentos, les diremos que puede hacerse un buen puchero con un poco de carne, tocino, garbanzos, patatas y arroz á imitadon de lo que el Cuerpo municipal está practicando en el dia con la sopa económica para los pobres de los barrios. No diremos que sea absolutamente perjudicial el uso de ciertas
legumbres, hortalizas y frutas; pero aconsejamos que en caso de necesidad se coman en cantidades pequeñas y poco repetidas, con el fin de evitar relajaciones intestinales dificiles de corregir y que prontamente se complican con la influencia colérica. Los tomates, pimientos, encurtidos de toda clase y las frutas verdes ó poco sazonadas deben proscribirse del todo como perjudiciales á la salud.
Pueden comerse algunas pastas recocidas o secas en que no entren la manteca ni otras cosas dificiles de digerir. Aconsejamos para postres el uso de los panecillos, llamados borregos como una cosa muy sana y que prueba á la generalidad, y tambien un poco de pasta de membrillo, guayaba ú otras semejantes. La sandia muy madura es una de las frutas que pueden permitirse si se toma con moderacion.
La leche no conviene, y suele dañar durante el cólera, aun á aquellas personas que en tiempos ordinarios la toman habitualmente. Si se toma café no ha de ser diariamente, sino algun dia que otro y en módica cantidad. El té suele sentar mejor. Nada de licores ni sustancias muy estimulantes, en especial para las personas que no las acostumbran. Nada de sorbetes ni de helados y el agua que no esté muy fria.
Conviene en las comidas un poco de vino generoso. Los fumadores, si no 10 son can esceso, no tienen necesidad de dejar su costumbre, pues no se ha observado que el tabaco dañe en tiempo de cólera. Tambien debe haber arreglo en las horas de comer. Diremos por fin que es muy conveniente levantarse siempre de la mesa con un poco de apetito, es decir no dando el estómago todo lo que pide, sino cercenándole la racion, a fin de que no le dañe.
PARRAFO 3.
' Aunque casi todos hemos de vivir de nuestro trabajo, debiendo ser en unos muy rudo y pesado, y en otros muy lijero, con todo, no nos es imposible hacerlo mas llevadero y evitar los malos efectos de una escesiva fatiga.
Escogiendo las horas cuando podamos, interrumpiendo el trabajo de cuando en cuando para dar lugar a lijeros descansos, repetidos pero cortos, no aglomerando negocios heterogéneos, antes simplificándolos del mejor modo, evitando el pernicioso influjo del fria, de la humedad, del calor, de las corrientes de aire, en los sitios o habitaciones donde pasamos la mayor parte del dia, podremos sin abandonar nuestro trabajo modificar su influencia en sentido favorable a nuestra salud. Creemos que los detalles sobre este particular son innecesarios y pueden dejarse a la discreccion, habitudes y buen juicio de cada uno.
PARRAFO 4.
' Generalmente se dice, y se dice bien, que conviene respirar una atmósfera pura. Por esto se prefiere el aire del campo al de las ciudades, y el ambiente de los palacios y casas grandes al de los chiribitiles y modestas habitaciones de la gente pobre. Pero sería un error creer que en las habitaciones pequeñas no puedan las familias procurarse un aire puro cual conviene á su salud. Dios lo ha dado para todos, y cada uno de nosotros puede sin esfuerzo proporcio~ narse de la atmósfera aquella porcion de aire que necesite para su respiración y otros fines.
Si el ambiente de nuestras casas es impuro, si está impregnado de miasmas fétidos o perniciosos, nuestra es la culpa, supuesto que poseemos medios muy sencillos para purificarlo. Esto lo conseguiremos con solo abrir los balcones y ventanas, estableciendo corrientes que arrastren los principios nocivos, y sustituyendo cierta cantidad de aire nuevo, puro y respirable al malo que antes teníamos. Mas esto no basta siempre. A veces es menester sanear las habitaciones meutralizando los miasmas que emanan de las letrinas, de los vasos de noche, del cuerpo de los enfermos etc.
Para esto pueden usarse las desinfecciones por medio del cloruro de cal, y mejor aun del de sosa. Para ellas se procede del modo siguiente: se toman unas cuatro ó seis onzas de cloruro de cal (este es mas barato): se diluyen en agua en un plato formando una lechada, y se le añaden quince ó veinte gotas de ácido sulfúrico (aceite de vitriolo). Por este medio se desprende el cloro al principio con rapidez y despues con lentitud, y trasladando el plato á las varias estancias ó cuartos, se van desinfectando poco á poco todos ellos.
Si el desprendimiento de cloro, que pronto se da á conocer por su olor, es muy abundante, será necesario abrir alguna ventana ó balcon y el que se halle opuesto á él, a fin de que el gas se difunda y debilite. Las corrientes de aire directas son muy peligrosas, aun sin estar sudando, y pueden ser causa de cólera, por suprimir bruscamente la transpiración. El pronto abrigo y el uso de los sudoríficos podrán evitar la invasión que en tales casos amenaza la vida del enfermo. Aqui se presenta una dificultad que no queremos dejar sin respuesta por lo que nos ha enseñado la esperiencia.
Se pregunta si es preferible el tener la mayor parte del dia cerrados o abiertos los balcones, es decir, establecer ó no corrientes continuas de aire. Prescindiendo de teorías que permitirían resolver este punto en ambos conceptos, diremos tan solo, que es muy preferible tener cerrados la mayor parte del dia los balcones ú otras aberturas, con tal que por la mañana se haga la conveniente ventilacion, y esta se repita alguna vez, aunque por corto rato, durante el dia.
Facil sería dar la razon de esta preferencia. El ambiente de las localidades donde se vive habitualmente, es el que mejor se acomoda á la complexion de cada uno; por esto los curtidores, los poceros y otros de varias profesiones y oficios viven sin quebranto en la atmósfera infecta que tienen acostumbrada.
Los transitas bruscos de ún ambiente á otro, de una localidad a otra, aunque sean poco distantes, pueden hacerse peligrosos en todos tiempos, y mas aun en tiempo de epidemia. Debe evitarse el respirar el aire de los lugares inmundos, el de las inmediaciones de los hospitales, el de las cloacas y sumideros, de las charcas, lagunas y pozancos, en fin de todos aquellos sitios, donde las emanciones que se desprenden pueden ser causas de enfermedad. El pretender purificar las habitaciones con sustancias aromáticas como benjuí, incienso, espliego, romero ú otros semejantes, es engañar al que espera el efecto de estas sustancias.
El olfato se alaga, pero la atmósfera queda, aunque de un olor aromático indefinible, tan impura como antes. El uso del vinagre echado sobre un badil ó plancha de hierro rosiente, es, despues del cloro, uno de los medios que mas pueden aconsejarse. Conviene no olvidar que es muy perjudicial á la salud y causa muy frecuente de cólera el respirar el aire fria y hume do de la noche y de la madrugada. Los que puedan deben retirarse algo temprano á su casa, y no salir de ella hasta que el sol haya disipado los vapores de la noche anterior.
PARRAFO 5.
' Segun sea el genio y carácter de cada individuo, deber hacer mayores ó menores esfuerzos para evitar cualquier arranque que pudiese perjudicarle. La persona de índole dulce y simpática se halla en igualdad de circunstancias, en mas ventajosa posicion que aquella cuyas maneras arrebatadas y fuertes destruyen á menudo el equilibrio de sus funciones.
Semejantes perturbaciones son causa frecuente de enfermedad, y mas en tiempo de cólera que muchas veces no ata caria si no hallase en nuestra maquina causas abonadas para ello. Conviene pues á todos mucha calma de espíritu, dejando para mejores tiempos aquellas disputas ó diferencias que puedan suscitarse entre dos ó mas personas, pues fácilmente conducen á escenas acaloradas de perjudiciales consecuencias.
El miedo, esta involuntaria pasion que nosotros debemos respetar por estar como encarnada en la naturaleza del individuo, es de tal manera poderoso en algunos, que apenas hay medio de conjurarlo. Vanas son por 10 mismo las amonestaciones, é inutiles tambien los consejos dirijidos á desvanecer el miedo cuando sobrecoge fuertemente nuestro ánimo.
Si algún remedio puede ser eficaz para tranquilizar al medroso, seran á no dudarlo las lecciones prácticas de un valor bien entendido, la vista repetida de escenas aflictivas y otras que poco a poco emboten la escesiva sensibilidad, y familiaricen nuestro espíritu con las causas morales ó fisicas productoras del miedo.
A fin de que las personas medrosas se decidan á hacer algun saludable esfuerzo les diremos que el miedo siempre aumenta pero nunca aleja el peligro. No diremos por esto que nadie deba hacer alarde de necia temeridad que á nada bueno conduce y que á menudo es indicio de cobardía.
Toda persona debe ser prudente, evitar las causas de enfermedad y huir de todo abuso que pueda ser peligroso; pero esta conducta, que dista tanto del miedo, como del falso valor, conviene que todos la observemos y que la inculquemos á los demas, mayormente cuando se lucha contra un enemigo muy temible por lo mismo que no es conocido del modo que convendria.
PARRAFO 6.
' Si ha sido preciso señalar algunas reglas para conducirse bien en el curso habitual de nuestra vida, ¿qué no deberemos decir cuando los desórdenes y abuso de toda clase pueden amenazarla entre los horrores de una epidemia devastadora?
¿No seria un sarcasmo contra las buenas costumbres, contra la civnización y tambien contra la moral cristiana, la conducta relajada que algunos pudiesen llevar, los escandalas de la intemperancia, los escesas en el régimen dietético, y el menosprecio de los consejos que con las intenciones mas puras se le dan por parte de las autoridades, de las juntas de sanidad, de los facultativos, y de todas las personas interesadas en la salud de la capital y de toda la provincia?
No es de esperar de la sensatez del vecindario y de la de los pueblos de la jurisdiccion de Barcelona, que olvidándose de lo que á todos y á cada uno interesa, quisieran esponer su existencia voluntariamente con los desarreglos de su conducta. Por lo mismo no creemos necesario insistir sobre este particular.
MEDIOS CURATIVOS
PARRAFO UNICO
Como los ataques de cólera pueden ser ligeros presentándose con cierta benignidad que inspira confianza de enracian, 6 bien ofrece ya desde los primeros momentos suma gravedad con peligro próximo de la vida de los enfermos, se sigue que los medios que se usan en estos dos casos, aunque esencialmente de una misma naturaleza, deberán sin embargo variar algun tanto en los grados de su actividad y hasta, si se quiere, de la prontitud de su ejecucion.
Cuando la enfermedad se anuncia tan solo con cierto mal estar, un poco de dolor de cabeza, debilidad general y algun borborigmo ó ruido de tripas, aunque el vientre se halle ligeramente destemplado, se suele causar alarma en las familias, y se ve por lo comun que los individuos de ellas desprecian ó atienden poco el mal, no reparan en salir de casa, comen como acostumbran ó cercenan muy poco la comida, en una palabra, no se tratan todavía como enfermos. Sepan, pues, que 10 están ya aunque en un grado remiso: sepan que en su cuerpo se ha hecho sentir ya la influencia' colérica, y sepan por fin que este es el momento de obrar.
No pretendemos por esto amedrantarles; todo 10 contrario, queremos darles á conocer que por entonces el enemigo es débil y que la medicina, acompañada de la prudencia y docilidad del enfermo, pueda vencerle facilmente.
Si aquellos preciosos momentos se dejan pasar, si algun pequeño desarreglo, si alguna pasion de ánimo llegan a complicar el estado del mal, el ataque repite con mayor fuerza, y no será estraño que arrebate al descuidado doliente, ó por lo menos que los auxilios sean de un éxito mas dudoso y la curación mucho mas larga.
Aprovéchense pues aquellos momentos y mientras se llama al facultativo, que es lo primero que se debe hacer, recojase al enfermo en la cama, cúbrase con una ó dos frazadas 6 con una buena colcha segun la necesidad, procure facilitar una transpiracion suave manteniéndola por espacio de algunas horas, guarde dieta no tomando mas que un ligero caldo, y de cuando en cuando alguna taza de té no muy cargado.
Estos sencillos medios empleados desde los primeros momentos de la invasion, bastan para que el mal se disipe, y el enfermo pueda volver á sus ordinarias ocupaciones. La diarrea (que en este pais se suele llamar cólica), es un síntoma que ya no se mira con tanta indiferencia, antes bien llama por lo regular la atención de los enfermos y les obliga á consultar al facultativo.
Hacen bien en dar á dicho síntoma alguna mayor importancia, pues indica que los intestinos han sentido de una manera algo mas viva el influjo colérico. En tal caso, ademas de los medios indicados, será bueno que el enfermo tome el remedio casero que se va á decir, que aunque sencillo produce muy buenos efectos.
Tómese un pedazo de pan muy bien tostado, una onza de azúcar, media de raspaduras de asta de ciervo y dos o tres cajitas de adormideras hechas pedazos; póngase en un puchero con tres vasos no muy grandes de agua, hágase hervir por especia de una hora, cuélese al cabo de un rato, y guardese en parage fresco, para que el enfermo tome de aquel cocimiento una jícara de media onza cada hora y media.
Las lavativas de almidon, clara de huevo, ó cocimientos astringentes aunque muy útiles para otros casos en tiempos comunes, suelen ser poco eficaces para contener la diarrea producida por el cólera. El cocimiento que hemos dicho, y un caldo jalenitoso, pero al mismo tiempo algo reparador, suelen asegurar la enracian, despues de haber contribuido poderosamente á obtenerla.
Si la alarma y espanto de las familias empieza cuando hay diarrea muy desatada ó son muy frecuentes las evacuaciones ventrales, sube mucho mas de punto cuando va acompañada, ó seguida de vómitos, calambres y penfirgeracion en la piel.
Grave, muy grave á no dudarlo, es entonces la situacion del enfermo, y han de ser muy ejecutivos los remedios si se les ha de salvar la vida. Desgraciadamente no siempre puede el médico acudir a todos los enfermos con la perentoriedad que su peligro exige. Para estos casos pues, y tan solo para estos casos, vamos á decir alguna de las cosas mas precisas que convendrá practicar pera la salud de su cuerpo.
El médico espiritual es entonces igualmente necesario. Para atajar los vómitos que tanto atropellan á los enfermos, será conveniente darles cada tres cuartos de hora una copita de agua carbónica simple ó de limonada gaseosa, si la prefiere el enfermo por ser mas agradable ó por tenerla acostumbrada. Si no bastase, se podrán pedir al farmacéutico cuatro o seis Onzas de la mixtura anti-emética de Riveiro, y se dará de ella al enfermo una cucharada cada cuarto de hora, hasta que los vómitos hayan cesado ó disminuído, en cuyo último caso las cucharadas se darán mas de tarde en tarde.
Puede suceder que los vómitos sean muy pertinaces no cediendo al uso de los remedios indicados. Si así fuese se aplicará sobre la boca del estómago un fuerte y ancho sinapismo que se dejará puesto por espacio de un cuarto de hora, levantándolo despues cuatro ó seis minutos, para volverlo aplicar y levantar sucesivamente y repetidas veces por iguales espacios de tiempo.
Además se dará al enfermo cada media hora mientras duren los vómitos un terroncito de azúcar sobre el cual se echarán, para tomarlo en el acto, cuatro gotas de éter sulfúrico, cuatro de láudano, y seis de tintura de castor, con una ó dos cucharadas de agua tibia.
Los calambres se alivian muchas veces y se curan algunas haciendo frotaciones no muy fuertes sobre las piernas, ó brazos que los padecen ó sobre cualquiera otra parte del cuerpo, con el ron caliente, aguardiente alcanforado, vino generoso, bálsamo de opodeldoch, agua de la reina de Hungría, ú otras semejantes. A falta de otra cosa puede servir el aguardiente solo. Se obtienen buenos efectos con una pasta semilíquida de agua caliente y mostaza, frotando con ella por medio de un guante las partes atacadas de calambres.
Estos mismos remedios sirven también para hacer desaparecer el fria intenso, a veces marmoreo, de la piel. Para este fin recomendamos el fuerte abrigo con ropas de lana, la aplicación de sinapismos ambulantes y la colocación de botellas fuertes llenas de agua casi hirviendo, entre los muslos y piernas, en los costados y en las vacíos, la aplicacion de franelas o bayetas calientes y zahumadas en las partes mas frias, el cubrir la cabeza con g~rras de lana ó algodon, la administracion de bebidas sudoríficas como te, café, infusion de flor de sauco, de manzanilla, de amapola ú otras a estas parecidas.
Si se quiere hacerlas un poco mas activas, se les podrán poner para cada taza ocho ó diez gotas de espíritu de Minderero, ó bien una ó dos cucharadas de jarabe de ipecacuana, que aunque menos energico que el primero, tiende a producir el mismo fin. Si no siempre se consigue por estos medios una reaccion saludable, en muchos casos no puede disputarse su utilidad, por lo mismo los aconsejamos, no como los únicos, sino como unos de los muchos que se podrian señalar, pero que acaso no estarian tan acreditados por la esperiencia.
Francisco Fernández González
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