En Hispania existían varias guarniciones godas desde años antes. Sin embargo, eso no quiere decir que los visigodos se asentaran por esas mismas fechas en la Península.
A lo que parece, los visigodos civiles, esto es, visigodos que buscaban un asentamiento con intención de población definitiva, no entraron en la península hasta el 494-497. Se asentaron en la Tarraconense, sobre todo en lo que hoy es Cataluña, y en el valle del Ebro.
Asimismo entraron en la Cartaginense, estableciendo poblamientos en la Meseta Norte, desde Soria hasta Ávila.
Estos primeros colonos visigodos seguramente serían los familiares de los soldados que mantenían el poder visigodo en Hispania, más los clientes, siervos y esclavos de los señores visigodos que mandaban esas tropas.
Asimismo entraron en la Cartaginense, estableciendo poblamientos en la Meseta Norte, desde Soria hasta Ávila.
Estos primeros colonos visigodos seguramente serían los familiares de los soldados que mantenían el poder visigodo en Hispania, más los clientes, siervos y esclavos de los señores visigodos que mandaban esas tropas.
Por supuesto, la cosa cambió radicalmente a raíz de Vouillé.
A partir de esa fecha el pueblo visigodo se traslada masivamente de la Galia a Hispania, y al hacerlo llevan consigo su estructura de Estado.
El asentamiento visigodo no fue homogéneo. No podía serlo dado su escaso número. La mayor densidad de asentamientos se da en la Cartaginense, en concreto en la Meseta Norte, en un triángulo delimitado aproximadamente por las ciudades de Palencia, Sigüenza y Toledo.
Los siguientes asentamientos en número se dan en la Tarraconense, desde la costa hasta la tierra fronteriza que ya se llamaba Vardulia [1]. Según se remontaba el curso del Ebro la densidad de población visigoda disminuía. Y por supuesto, en la Septimania (o Galia Gótica), de la que los francos no llegaron a echarlos.
Los siguientes asentamientos en número se dan en la Tarraconense, desde la costa hasta la tierra fronteriza que ya se llamaba Vardulia [1]. Según se remontaba el curso del Ebro la densidad de población visigoda disminuía. Y por supuesto, en la Septimania (o Galia Gótica), de la que los francos no llegaron a echarlos.
De este modo el Norte de la Cartaginense, la Tarraconense y Septimania eran provincias “godas”, mientras que los reductos “romanos” (entiéndanse por tales a los hispanorromanos) eran la Bética (sobre todo), Lusitania y la parte Sur de la Cartaginense [2]. Gallaecia era en ese momento “sueva” con un toque céltico alrededor de Mondoñedo, habitado por bretones de origen y cultura céltica.
Pero mientras que “godos” y “romanos” deben entenderse más como conceptos culturales antagónicos (los bárbaros por un lado; los herederos del Imperio por otro) que a veces degeneraba en enfrentamiento político, los conceptos “suevo” y “godo” son desde un principio sinónimo de trinchera política, porque ni suevos ni godos iban a tolerar que en Hispania hubiera un reino dominante que no fuera el suyo. Y, en cualquier caso, el término “suevo” ha de tomarse con mucho cuidado ya que la mayor parte de la población bárbara de Gallaecia se había fundido con los nativos hispanorromanos, incluso hasta el punto de borrar las diferencias religiosas casi por completo. La cornisa cantábrica permanecía de momento independiente al poder de los reyes visigodos y a causa del retroceso de la romanización en la zona, más bárbara aún que la antigua Gotia [3].
Pero mientras que “godos” y “romanos” deben entenderse más como conceptos culturales antagónicos (los bárbaros por un lado; los herederos del Imperio por otro) que a veces degeneraba en enfrentamiento político, los conceptos “suevo” y “godo” son desde un principio sinónimo de trinchera política, porque ni suevos ni godos iban a tolerar que en Hispania hubiera un reino dominante que no fuera el suyo. Y, en cualquier caso, el término “suevo” ha de tomarse con mucho cuidado ya que la mayor parte de la población bárbara de Gallaecia se había fundido con los nativos hispanorromanos, incluso hasta el punto de borrar las diferencias religiosas casi por completo. La cornisa cantábrica permanecía de momento independiente al poder de los reyes visigodos y a causa del retroceso de la romanización en la zona, más bárbara aún que la antigua Gotia [3].
Este es el escenario étnico que se presenta a principios del siglo VI. Sobre este sustrato humano los visigodos trasladan a Hispania las formas de gobierno que ya habían tenido en la Galia. Esto es, una monarquía electiva basada en la aristocracia visigoda, organizada conforme a la legalidad del código de Alarico. En ningún momento los visigodos se consideraron a si mismos invasores ya que su asentamiento en Hispania había sido legalizado por el difunto y no llorado Imperio de Occidente. La población hispanorromana tampoco los vio como invasores, sino como vecinos molestos y groseros, gente con la que había que acostumbrarse a vivir, aunque nunca de rodillas.
Otro aspecto a tener en cuenta es que los visigodos no cambian de modo alguno las formas de gobierno de los hispanos. Los gobernantes visigodos se superponen a los funcionarios de la administración romana sin que haya (en principio) interferencia. Las dos poblaciones estaban segregadas desde el punto de vista legal. Los visigodos tenían sus propios jefes militares, que ejercían de jueces. La máxima autoridad civil de los hispanorromanos, cuando existe, es el obispo de la ciudad o elrector nombrado a efectos de gobernarlos. Los hispanorromanos asimismo tenían jueces (iudices) propios, y además casi toda la administración económica estaba en sus manos, aunque sometida al tesoro del reino, es decir, al tesoro visigodo.
Por lo que toca a la política, dejábamos a los visigodos tras Vouillé con un rey menor de edad (Amalarico, hijo de Alarico II), con el ostrogodo Teodorico como regente y protector del reino (con un poder delegado en Teudis, un ostrogodo pariente del difunto Alarico que actuaba como su hombre de confianza entre los visigodos), y en poder del tesoro real de los visigodos.
De momento la corte visigoda se mantuvo en Narbona, pero el centro de poder se desplazaba a la Península según lo hacía el contingente humano de los godos. Teudis dio un giro a las relaciones de los visigodos con los “romanos”. Practicó una política de tolerancia con la Iglesia católica. Él mismo se casó con una noble hispanorromana y católica, y arregló el matrimonio de Amalarico con una princesa franca. De este modo los visigodos comenzaron a buscar alianzas con la nobleza local, fuera gala o hispana.
Hasta 530 reinó la paz. Una paz a lo bárbaro, eso sí, nada de la “pax augusta” que Roma había procurado a todas sus provincias.
En este intervalo pacífico (para lo que era la época) Teudis puso un poco de orden en Hispania nombrando condes (comes) y jueces (iudex). Además organizó varios concilios eclesiásticos en Tarragona, Gerona y Toledo, lo que prueba que políticamente la Iglesia católica estaba subordinada al trono visigodo y que además no era, al menos de momento, hostil a Teudis.
Por esas fechas Amalarico llegó a la mayoría de edad y tomó posesión de su reino. Entonces cometió el error de tratar de llegar a una alianza con los francos. Estos interpretaron tal oferta como una señal de debilidad de los godos y no sólo rechazaron la oferta, sino que se inventaron un “casus belli” asegurando que Amalarico intentaba convertir a su esposa, católica, al arrianismo. Con semejante pretexto atacaron a los visigodos y los derrotaron. Los francos se hicieron con el control de Narbona y obligaron a la corte de Amalarico emigrar a Barcelona con el tesoro real. Allí, en Barcelona, Amalarico fue asesinado en 531.
Entonces Teudis se hizo con el poder asumiendo el título de rey. Sin embargo no hubiera tenido trono en que sentarse si de nuevo la intervención del rey ostrogodo Teodorico no hubiera salvado a los visigodos del desastre total. Como ya dije, a Teodorico, convertido en el señor de Occidente, no le interesaba que los francos fueran muy poderosos.
Teudis estableció su sede provisionalmente en Barcelona. Nunca más la corte visigoda tendría asentamiento permanente fuera de Hispania. El cambio del centro de gravedad del reino visigodo fue deliberado. Teudis buscó la amistad con los hispanorromanos para asentar su reino, y lo consiguió.
En 533 tropas bizantinas al mando del general Belisario destruyeron por completo el reino vándalo en el Norte de África. Se hicieron también con el control de las Baleares y Pitiusas, además de Tánger y Ceuta.
Teudis se sintió amenazado y por ello destacó guarniciones a la costa levantina y de la Bética, levantando fortificaciones y otras obras defensivas. Con ello los godos asentaban sus reales en la zona más romanizada de Hispania, que antes había estado en un estado de semiindependencia. Sin embargo los bizantinos prefieron atacar Italia (para entonces Teodorico había muerto), por lo que la mayor amenaza para los visigodos siguieron siendo los francos.
En 541 se reanudaron las hostilidades entre visigodos y francos. Los francos atacaron Septimania, y, cruzando los Pirineos, también Zaragoza, que resistió un asedio de más de un mes. Pero al cabo Teudis pudo rechazar a los invasores, mitad por la guerra, mitad por negociaciones. Quizá por ello se sintió lo bastante fuerte como para intentar tomar Ceuta, en un momento en que las conquistas bizantinas parecía que iban a esfumarse. Sin embargo, Ceuta resistió a los visigodos, y como consecuencia de este fracaso militar, Teudis fue asesinado en Sevilla en 548.
Esta fecha marca un hito en la historia de los visigodos. Si los lectores han sido capaces de llegar hasta aquí habrán notado que una misma dinastía gobernó a los visigodos desde Alarico hasta Teudis. Con la muerte de este último, se extingue dicha dinastía. Y no sólo eso, sino que en lo sucesivo no habría ya más dinastías reales visigodas. Hubo reyes visigodos que lograron dejar el trono a sus hijos, pero para hacerlo tuvieron que dejar asegurada la sucesión otorgando poder a nobles (clientes) que luego apoyasen al presunto heredero. Esto, a la larga, debilitó la autoridad de los reyes, y causaría de forma directa el fin de la monarquía visigoda.
Pero mientras celebraban los funerales de Teudis esto no importaba mucho a la nobleza visigoda, que eligió rey a Teudiselo, otro ostrogodo. Teudiselo fue asesinado en Sevilla a finales de 549. El siguiente rey electo fue Ágila, un visigodo.
Ágila era el representante del partido “nacionalista” de los visigodos, es decir, la facción partidaria de la segregación entre “romanos” y visigodos, y de la preferencia de la Iglesia arriana (considerada como iglesia “nacional” de los godos) frente a la Iglesia católica [4].
Semejante política no le hizo ganar muchos amigos entre los hispanorromanos. Además, Ágila instaló su corte en la ciudad de Sevilla, que era de lejos la ciudad más romanizada de Hispania. Por ello su corte pronto se llenó de conspiradores deseosos de echarlo del trono. Uno de ellos, Atanagildo, fue más listo que los demás y, tras asegurarse el apoyo de los católicos hispanorromanos, pidió ayuda militar a los bizantinos (finales de 553).
Varias ciudades de la Bética se sublevaron contra Ágila, que tuvo que huir hacia Mérida mientras Atanagildo se hacía con el control de la provincia con ayuda bizantina. En Mérida Ágila fue asesinado en 554. Sus asesinos eran nobles del bando “nacionalista” que se apresuraron a cambiar de chaqueta. Como he dicho, su corte estaba repleta de conspiradores. Atanagildo se hizo con el trono de esta manera.
Apenas llegado a él quiso quitarse de encima a los bizantinos, pero ya era tarde. Los bizantinos se hicieron con el control de una franja de terreno que iba desde Elche hasta casi Cádiz. Esta franja incluía la ciudad de Cartagena (que acabaría convertida más o menos en la capital de la “Hispania bizantina”), y llegaba hasta Córdoba, donde se asentaron al principio los gobernadores llegados de Oriente.
Atanagildo estableció su capital en Toledo, dejando el Sur, tan peligroso políticamente hablando. Peligroso primero, porque una vez sentado en el trono siguió la política “nacionalista” de Ágila (de ahí la conspiración que le costó la vida, en la que estaban implicados todos los nobles que antes apoyaban a Ágila), y segundo, porque con los bizantinos de vecinos cualquier conjura era posible. En cambio, Toledo estaba en la zona de mayor asentamiento de los visigodos, tenía buenas comunicaciones con el Sur y el Este, y además, por la configuración de la ciudad, se encontraba mejor defendida que Sevilla. Para un rey como él, Toledo era la capital idónea.
El nuevo rey guerreó varias veces contra los bizantinos, a los que no logró arrebatar ninguna porción significativa de terreno. La guerra entre visigodos y bizantinos se recrudeció a partir de 565 (fecha en la que muere el emperador Justiniano), pero no debió de prolongarse más allá de 567, fecha en que Atanagildo muere de causas naturales (para variar).
La ciudad de Toledo, capital del reino visigodo, en el siglo VII, en que llega a su esplendor. Los concilios y las coronaciones reales se hacían habitualmente en la iglesia de San Pedro y San Pablo, situada en los terrenos en los que se levanta hoy la catedral de Santa María.
Respecto a los otros enemigos externos, los francos, Atanagildo inauguró con ellos una política de alianzas y pactos matrimoniales con los que pretendía mantener el equilibrio de poder entre las distintas cortes francas, neutralizando así el peligro sobre Septimania [5].
Muerto Atanagildo fue nombrado rey Liuva I, que debía ser el duque (dux) de Septimania, ya que fue proclamado en Narbona y no en Toledo.
Liuva debía ser ya de edad avanzada, o no gozar de buena salud, porque en 568 asoció al trono a su hermano Leovigildo, en el que delegó poderes casi absolutos para gobernar desde Toledo, mientras él seguía en Septimania con un ojo puesto en los francos. La asociación de Leovigildo era un truco legal para que a la muerte de Liuva sus clientes y fieles (la “comitiva regia”, en palabras de la época) encontraran a Leovigildo en las gradas del trono y en consecuencia no tuvieran mejor candidato al mismo. Además, Leovigildo tenía de su parte fama de buen guerrero, y eso era importante para la nobleza visigoda. Por si fuera poco, Leovigildo se casó con la viuda de Atanagildo hacia 568, con lo que debió sumar a sus clientes los del difunto rey. Esta asociación fue la mejor obra política de Liuva en su corto reinado. Liuva falleció en 572, posiblemente en Narbona.
Tal como estaba previsto, tras su muerte fue elegido rey Leovigildo. Y con él se abría otro capítulo en la historia de los visigodos.
[1] Este topónimo ha dado muchos quebraderos de cabeza a los historiadores. Por “Vardulia” se entendía en tiempos prerromanos a la tierra habitada por los várdulos, unos primos lejanos de los vascones. La Vardulia prerromana se extendía más o menos por lo que hoy es la provincia de Soria. El nombre desaparece de los mapas hasta principios del siglo V, en que empieza a llamarse Vardulia a esa esquina de España en la que se juntan Álava, La Rioja y Burgos y que se prolonga hasta los primeros Montes Cantábricos. En esta fase de la historia los várdulos ya no existían o estaban completamente fusionados con los vascones. Precisamente la confusión entre la “Vasconia” (la tierra habitada por los vascones) y la “Vardulia” hace que no pueda delimitarse con exactitud el alcance geográfico de Vardulia. En época de los visigodos, Vardulia era una tierra de frontera entre su reino y los dominios de vascones y cántabros más al Norte.
[2] Por estas fechas y a causa de esta división étnica los hispanorromanos empiezan a distinguir entre “Carpetania”, denominación que cubre la mitad Norte de la Cartaginense, cuya capital sería Toledo, y la Cartaginense propiamente dicha, cuya capital sería Cartagena.
[3] El asentamiento de los godos en las zonas indicadas tuvo como efecto el desplazar aún más gente desde el valle del Ebro hacia “Vardulia”, Cantabria y Vasconia, agravando la situación de una zona ya de por sí inestable y que nunca llegó a recuperarse de los bagaudas. En consecuencia los visigodos se craron a sí mismo un problema permanente de rebeldía en el Norte, problema que aún no estaba resuelto cuando llegarón los musulmanes a la Península.
[4] Este término de partido “nacionalista” o sector “nacionalista” aparecerá muchas veces en lo sucesivo. Ojo con él y con su significado, que va evolucionando con el tiempo para pasar de describir a los visigodos partidarios de la segregación y dominio de los “romanos” a aplicarse a los nobles visigodos más reaccionarios, esto es, más godos que hispanogodos.
[5] Los francos tenían un sistema monárquico hereditario. Además, los francos consideraban al reino propiedad del rey (a diferencia de los visigodos, para los que el reino era patrimonio del pueblo), por lo que éste podía dividirlo para legarlo a sus hijos. En la época de Atanagildo había tres reinos francos en la Galia, uno con capital en París, otro en Metz y el tercero con capital en Chalons-sur-Saone.
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