Los hidalgos toledanos a partir del siglo XVI no forman una clase social sino una categoría, como ocurre en el resto de Castilla la Nueva.
Los hidalgos son en este momento, pese a su número, los "restos" de un pasado medieval en una sociedad en plena transfor· mación de estructuras, pero que sobreviven como representantes también doe una conciencia histórica; son gentes que viven aferra· dos a sus privilegios y viejos ideales.
Los hidalgos rurales pierden influencia cuando no son poseedores de un patrimonio. Cuando aparecen otras clases cortesanas de la nobleza que son los grandes ostentadores de la propiedad territorial y su explotación, el hidalgo se aferró a su tnayorazgo y buscó mediante enlaces matrimoniales, cuando pudo, unir al suyo nuevas propiedades como modo de subsistencia.
Esto en el mejor de los casos, cuando no, prefirió emigrar a América o ingresar en el ejército en busca de fortuna, o buscar en otras poblaciones medios de subsistir, bien en oficios manuales o empleándose en arañar las pocas tierras, o huertos, de donde no sacaban apenas producto.
Eso sí, su condición les permitía mantener su orgullo en medio de su pobreza, dándose incluso en el siglo XVII familias hidalgas con calificación de pobres. El hidalgo que se ve forzado a ganar un jornal con el sudor de su frente como peón agrícola, es una buena muestra del acercamiento o confusión . prematura de clases, pero sin renunciar a las viejas tradiciones familiares como ocurre con don Luis Dávila, vecino de Burguillos que "vivía de su jornal".
La mayoría de los hidalgos toledanos fueron ganaderos o labradores, también los conocemos perteneciendo a diversos gremios, como sastres, tejedores de seda, cardadores, herreros, etc., pero pese a todo nobles indiscutibles, con sus ejecutorias y, la mayoría, conociendo su ascendencia.
Algunos mantenían una hidalguía simplemente notoria sin tener pruebas documentales, aunque bastaba el que sus padres y abuelos no estuvieran incluidos en los padrones como pecheros. En algunos casos, los hidalgos también pechaban.
Los que se avecindaban en los Montes de Toledo, por ejemplo, no les era reconocida por ningún concejo su condición, y no era único este caso en Castilla. También conocemos el de Campo Real, donde no debía de existir ningún vecino exento, o en Auñón (Guadalajara) donde por un episodio histórico se tomó la decisión que los hidalgos pechasen de tal manera que, en el si!}lo XVI, no existía padrón de hidalgos, aún existiendo bastantes de esta condición.
A pesar de la ofensiva y presión por el estamento llano o "estado general" contra los hidalgos rurales, no faltaban también quien desde aquella procedencia aspirasen a poseer la ejecutoria de hidalgo y, en este momento, hay que pensar que los privilegios de los hidalgos no constituían una aspiración.en sí tanto como la consideración de nobles.
De esta forma, en ningún momento después del siglo XVI hay que asociar al hidalgo con una clase privilegiada y económicamente fuerte, aunque los hubiese con fortuna e influencia, sino viéndoles formar en las filas de los ciudadanos con los mismos avatares de fortuna y familia, del resto de sus convecinos, manteniendo ese orgullo tan sustancial a su condición
DEMOGRAFIA DEL HIDALGO TOLEDANO.
Es difícil aventurar cifras de hidalgos sobre todo en lo que a momentos anteriores al siglo XV se refiere. En esta centuria tenemos el censo de Quintanilla realizado en 1492, que pudiera ser un punto de partida para aproximarnos a unas proporciones de carácter general aplicándolas a los hidalgos castellanos. Evalúa el censo la existencia de unos 320.000, lo que supone algo más del 4 por ciento de la población del reino, que se cifra en orden a ocho millones de personas.
Estos porcentajes bajan al 3 por ciento en tiempos de Felipe n, aún teniendo Castilla cerca del cincuenta por ciento más de habitantes, pues el censo se acerca a los doce millones, habida cuenta del número considerable de castellanos que emigran al Nuevo Mundo o se integran en los Tercios. De esta manera se mantiene la población de hidalgos según algunos autores alrededor de los 360.000.
Tomás González, en su "Censo de la Corona de Castilla en el siglo XVI", sitúa los vecinos hidalgos en una cifra cercana a las 541.000 personas. Y en 10 que a nuestra provincia respecta da una cifra cercana a los 6.227 hidalgos. En las Relaciones de Felipe n, para una población calculada en 42.510 vecinos, sólo computan en él un millar de hidalgos.
Este desfase se debe a que no todos los pueblos contestaron las preguntas Ji no se tuvo en cuenta a los hidalgos residentes en Toledo. La distorsión puede también deberse al aumento de hidalgos con ejecutoria ganada entre 1575 y 1590. Las cifras que aportan las Relaciones pues, son incompletas, como se puede compro bar en muchos casos al compararlas con los padrones vecinales.
Es más, en las contestaciones del interrogatorio de Felipe n, en muchos casos, sólo se mencionan familias o linajes, no el número de personas de condición hidalga. Toledo, en cualquier caso, comparado con las provincias que nos limitan, con· taba a finales del siglo XVI un número de hidalgos aproximado al seis por ciento de la población, cuando la media de Castilla estaba situada en el catorce por ciento.
En los siglos XVII y XVIII los hidalgos estaban en franco retroceso y especialmente en este último siglo. Conocemos, por los censos de Aranda (1768) y Floridablanca (1787) que comprenden la totalidad de la población española, que la tasa de hidalgos se encuentra en el cinco por ciento, descendiendo a finales del siglo XVIII a un tres por ciento.
Las causas que incidieron en esta crisis puede estar motivada por las siguientes circunstancias:
-La mayor exigencia en los pueblos de documentar la nobleza.
-El trasvase de la población rural a la ciudad, perdiendo todo el interés por los censos de nobleza.
-El progresivo deterioro de las familias de hidalgos por su propia condición social -Las crisis económicas.
-La concentración de la riqueza en un número reducido de "grandes" .
-El acoso de los ayuntamientos para evitar nuevas inscripciones en los padrones de nobles. En 1834 existían en España, según Fuero, unos 186.000 hidalgos, frente a los 402.059 del censo de Godoy elaborado en 1797; poco más de treinta años bastaron para reducir a la mitad la población de hidalgos.
Estos mismos porcentajes pueden ser aplicados a nuestra provincia de Toledo, donde se nota un descenso progresivo desde el Catastro de Ensenada hasta el reinado de Isabel 11. Madoz atribuye la cifra de 246.599 "almas" a la provincia de Toledo; aplicando a esta cifra el porcentaje del dos por ciento, nos sitúa en un censo de cerca de 5.000 hidalgos, lo que haría unas 1.250 familias de esta condición.
Fuentes:
http://palomatorrijos.blogspot.com.es/2017/03/
https://hidalgosenlahistoria.blogspot.com.es/2016/03/los-hidalgos-en-toledo.html
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/03/files_temastoledanos_48.%20Los%20hidalgos%20en%20Toledo,%20por%20Ventura%20Leblic%20Garcia%20y%20Mario%20Arellano%20Garcia.pdf
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/03/files_temastoledanos_48.%20Los%20hidalgos%20en%20Toledo,%20por%20Ventura%20Leblic%20Garcia%20y%20Mario%20Arellano%20Garcia.pdf
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